Ramón Vélez Herrera nació en la Habana en 1808. Desde niño mostró una afición decidida á la literatura, especialmente por el cultivo de la poesía.
Nuestros sabios compatricios D. J. Antonio Saco y D. José de la Luz Caballero fueron sus maestros de filosofía, y estudió leyes hasta graduarse de bachiller, bajo la dirección del ilustre jurisconsulto D. J. A. Govantes en el colegio seminario de San Carlos.
Dirigieron sus primeros ensayos poéticos, los apreciables y distinguidos literatos D. Ignacio Valdés Machuca, y D. Domingo del Monte, y el Dr. D. Manuel González del Valle.
Estos Sres. contribuyeron en esta época con sus talentos y esfuerzos de una manera notable al adelanto de las letras en Cuba. Después de Heredia, las Musas Cubanas dormían en profundo letargo: el movimiento literario era casi nulo:
entonces resonaron los primeros versos de Ramón Vélez Herrera, inaugurando una época brillante, como los primeros céfiros que anuncian la estación de las flores. Este es uno de los títulos que le hacen acreedor á ocupar un buen lugar en la historia de nuestra naciente literatura.
Sus primeras composiciones aparecieron en el periódico quincenal La Moda y en el Diario dé Gobierno y el público las acojió con tanto agrado, que pronto el nombre de Vélez se hizo popular. Esta buena acojida y la gran afición que tenia á los versos, le hicieron abandonar el estudio del derecho, por entregarse exclusivamente al de las Musas.
No juzgamos á Vélez, á pesar de lo espuesto, el móvil del movimiento literario que sucedió á sus primeros cantos. La revolución de Francia de 1830 que conmovió al mundo, hizo sentir sus efectos en estas apartadas regiones, y con la nueva escuela del Romanticismo, se despertó en Cuba esa actividad literaria que aun se nota en estos días.
En esa época publicó Vélez el primer tomo de sus poesías, novedad rara, porque hasta entonces ninguna otra colección de versos había visto la luz en la Isla, pues las de Zequeira y Heredia fueron impresas en 1825 y 1829 en los vecinos Estados-Unidos, y solo tenemos noticia de unos Ocios poéticos que Valdés Machuca publicó en 1819, muy pocos conocidos y de escaso mérito.
Vélez hizo una numerosa edición de su primer tomo, que se agotó en pocos meses, á pesar de los estragos que hacía el Cólera Morbo, y del terror en que estaba sumida la ciudad. Además ha dado á luz desde aquella época á la presente, las obras cuyos títulos insertamos á continuación.
En 1837, el segundo tomo de sus poesías; en 1838, el tercero; en 1840, Elvira de Oquendo, ó los amores de una guajira. En 1843, Los dos Novios de los Baños de San Diego (comedia): en 1849, Las Flores de Otoño.
En la actualidad (1858) proyecta publicar otro tomo titulado “Romances Cubanos” y unida á esta colección, su trajedia en 5 actos “Napoleón en Berlín”. Hé aquí como se espresaba Salas y Quiroga, en 1840, con respecto á Vélez en el primer tomo de sus viajes, obra bastante conocida en América.
”Entre los jóvenes que actualmente se dedican en la Habana al cultivo de la poesía, se debe citar á Ramón Vélez, joven de esperanzas y de talento; su facilidad para versificar es grande y como todas las personas dotadas de este raro privilegio abusa con frecuencia de él.
Maravilla ver el prodigioso número de sus versos, y bien claro es que suele perjudicar en poesía la abundancia. El carácter de los cantos del Sr. Vélez es la suavidad y dulzura; hay una regularidad hermosa en sus composiciones. Gustan por lo general todas sin que ninguna arrebate.
Los arranques del genio no son comunes en ellas, pero los defectos escasean igualmente. Si cuidase algo mas de la dicción y emplease algún tiempo en la corrección de sus obras puede asegurarse que merecieran citarse todas. Por lo demás sus cantos son muy leídos y merecen serlo, hay verdadero sentimiento y delicadeza en todos ellos.”
Estos párrafos de Salas y Quirogas hacen honor á Vélez, porque entonces daba sus primeros pasos en el campo de las letras; y ademas porque esceptuando a Heredia y á Plácido, de ningún otro poeta cubano perteneciente á aquella época nos habla el ilustrado viagero de una manera tan favorable.
Creemos sin embargo que la dulzura, la suavidad y el sentimiento no son las cualidades características de la poesía de Vélez; tal vez nos equivoquemos pero siempre hemos pensado que se distingue por la sonoridad en los versos y lo fácil de la espresion, bajo cuyo aspecto dudamos que le esceda otro poeta cubano.
Sentimental es Heredia, de fresca imaginación es Briñas, sencillo y natural es Milanés. Dulces y suaves son Milanés y Tolón, delicado es Palma, fácil y rotundo es Ramón Vélez Herrera.
Vélez no solo inaguró la época mas brillante, sino que ha sido el único que ha cultivado la poesía con una constancia no interrumpida. Empezó en 1829 y escribió con el mismo entusiasmo en 1856.
Entre los romances cubanos que publica actualmente, encontramos algunos de mas colorido local, mas viveza y mucho mas ricos de versificación, que los celebrados de Domingo del Monte, introductor de este género de composiciones.
Vélez ha escrito desde la Moda hasta la Revista de la Habana, en casi todos los periódicos quincenales con general aceptación. Estudia con fervor los clásicos españoles, y antepone á todo el deseo por el adelanto de las letras.
Fué uno de los redactores de la Floresta Cubana, periódico de literatura, donde han visto por primera vez la luz casi todos sus Romances Cubanos.
Concluimos está ligera nota biográfica deseando á nuestro amigo largos días de felicidad y ricos laureles para su corona de poeta.
Romances Cubanos
Una mañana de Pascua
Del Guayabal á la Ceiba,
No quedó un aficionado
Que á las Mangas no corriera,
A presenciar de los gallos
Las celebradas peleas.
Apenas la luz del alba
Dora los montes risueña,
Cuando de airosos ginetes
Nuestros caminos se pueblan.
Entre todos se distingue
Por su gallarda apariencia,
Noble ademan, bella estampa
Juan Pérez el de las Vegas.
Monta el bizarro guajiro
Un caballo de piel negra,
Casco liso, fuerte pecho,
Ojos vivos, crin espesa,
Tan ligero en regatear
Que la cola en la carrera
Oculta el ligero bruto
Entre las delgadas piernas.
El mancebo que lo rige
Corriendo se gallardea
Y apenas toca al pasar
A las puntas de las piedras.
Sencillamente vestía
De blanco y en la cabeza
Atado muestra un pañuelo
De listas y calza espuela,
Machete al cinto, terciado,
Y de paja de la tierra
Luce un sombrero tejido
Que parece fina tela.
Un gallo lleva en la mano,
Terror de Guara y Melena,
Que cuando pica á un rival
Muere al punto ó aletea.
Llega á las Mangas, las calles
Se cubren de gente inquieta
Que del sangriento combate
Solo la señal espera.
Agólpanse los curiosos,
Y cuando el galán pasea
Los ojos del pueblo fijos
En la carrera se lleva.
¡Es Juan Pérez! gritan unos,
¡El gallero de la Ceiba!
Claman otros, y sonando
Va Pérez de lengua en lengua.
Encaminóse gallardo,
Y soltando entrambas riendas;
El intrépido ginete
Se arroja de un salto en tierra.
Pisa la valla, saluda;
Y el pueblo le victorea
Porque es el mozo mas rico
Que hay de S. Diego á la Ceiba
¡Juan Pérez! esclama absorta
Al verlo la concurrencia
Formando un estruendo ronco
Que al turbado mar semeja
Cuando con sordos bramidos
Azota nuestras riberas.
Serenóse la algazara,
Y con varonil presencia
Rompe la turba apiñada
Juan Pérez con faz serena.
—Aquí está el gallo, es valiente,
Y con cien onzas se juega,
Sin medir los espolones,
Ni sugetarlo á la pesa.
Dice; y lo arroja orgulloso
Con tan vigorosa diestra
Que al caer abre las alas,
Y ufano se gallardea.
Era el bizarro animal
De la raza de las Sierras,
Ágil, intrépido, osado,
Largo pico, pluma negra,
Cuello erguido, corvas uñas,
Descarnada la cabeza.
Clava los ardientes ojos,
Escarba y pica la tierra,
Sacude el cuerpo y cantando
Con fiero ademan pasea.
—Acepto el reto; cien voces
Se oyen á un tiempo y resuenan,
Porque si admiran del gallo
El brío y la gentileza,
Un contrario le preparan
Vencedor en diez peleas.
Mas de improviso el gentío Rompe el gallardo Juan Mena, Mozo apuesto y agraciado, Dueño de sitios y vegas Avecindado en las Mangas, Gallero por escelencia.
Aunque muy escaso de años
En la valla se presenta.
—Cien onzas mas, camarada,
Voy á mi gallo y lo suelta,
Era el animal la flor
De los gallos de Cepeda,
Talisayo, de alta estampa,
Ancha cola, aguda espuela
Lo amarillo dé las plumas
Que con las negras se mezclan,
Forma bellos tornasoles
Que deslumhran y reflejan.
Pero calmóse el bullicio,
La valla en silencio queda,
Ni un acento, ni un murmullo
Turba un instante la escena,
Y el temor y y la esperanza
Tiene la gente suspensa.
Dada la señal, furiosos
Se arrojan á la pelea
Los dos terribles rivales
Combatiendo con fiereza,
Como se lanzan dos tigres
Al encontrarse en las selvas
Despedazándose audaces
Con dobles garras sangrientas,
Los sañudos adversarios
Vuelven, y luchan, se empeñan,
Los miembros ensangrentados
Las plumas al aire vuelan.
Al parecer se fatigan
Y abandonan la palestra,
Pero encendidos de nuevo
En la rabia que los ciega
Se embisten, y se entrelazan
Pico á pico, espuela á espuela.
El prieto se vuelve atrás,
El talisayo se acerca,
Cuando en un vuelo el de Pérez
Salta y estrecha al de Mena,
Clávale el pico, y de un golpe
El corazón le atraviesa.
Herido el gallo, vacila,
Gira, y las alas sangrientas
Abre y recoge inclinando
En el suelo la cabeza.
Pero se encarniza el prieto,
Sobre el cadáver pasea,
Lo pica, escarba y sacude,
Y aunque herido canta y vuela.
Oyese un sordo rumor,
Se agita la concurrencia;
Uno corre, otro maldice,
Aquel jugador reniega,
Unos cobran, otros pagan,
Este con gritos atruena,
Formando el estruendo ronco
Del huracán en las selvas.
Envanecióse Juan Pérez
Y al regocijo se entrega
Y entre los vivas y aplausos
Que hasta en los montes resuenan,
Al ver que sacan su gallo
Victorioso en la pelea,
Monta de un salto su potro,
Y lanzado en la carrera
Por las escabrosas calles
De las Mangas atraviesa,
Y al tender la oscura noche
El manto de sombras negras
Con el gallo vencedor
Entra triunfante en la Ceiba.
Referencias bibliográficas y notas
- Fornaris, J. & Luaces, J. (1858) Ramón Vélez Herrera. Cuba poética: colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta nuestros días. Habana: Imp. y Papelería de la Viuda de Barcina. pp 37-44.
- Vélez, R. (1860). La Pelea de Gallos. Liceo Artístico y Literario de Matanzas. Imp: El Comercio. pp. 182-183.
- Escritores y poetas.
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