Décimas con motivo de la primera ejecución de justicia en Matanzas en el año de 1778, alcanzadas por tradición del Regidor D. Tomás Martínez
Nos llegan estas décimas setenta y seis años después del suceso que relatan en las páginas de Memorias de un Matancero[1], libro publicado en 1854 por Pedro Antonio Alfonso. De autoría desconocida nos cuentan el primer hecho de sangre del que se tenga noticia en la urbe matancera, el proceso que siguió al delito y el desenlace final. Pese a que aglomeradas las décimas en un amalgama de incongruencias poéticas aderezadas para terminar con un toque de machismo consejero debe reconocerse la osadía del autor para adoptar la realidad y convertirla en un casi canto épico, sobre todo que a finales del siglo XVIII la ciudad de Matanzas no pasaba de ser un oscuro pueblo provinciano. Nótese que se ha transcrito el texto en su formato original.
Escuche toda la grey
Pues entre todos aviesos
Para castigar escesos
«del cielo viene el buen rey.»
La observación de la ley
Castiga toda malicia;
con severidad propicia
aquí mi verdad acuso,
porque en D. Juan Gomez puso
«la vara de la justicia.»
José Jimenez, violento,
Con furia muy inhumana
Puso en José de Quintana
«el cuchillo mas sangriento.»
Una piedra turbulento
Le tiró con raro avieso
Y despues, sin embeleso,
tres heridas le dio atroz;
por lo que se vió veloz
«el mas trágico suceso.»
Luego con tirano yugo,
sin el mas leve desvío
quiso encubrirlo en un rio
«el mas impropio verdugo.»
Al segundo dia conjugo,
cambió el machete advertido,
y segun se ha definido,
á Chano Villavicencio
dió el machete con silencio,
«el príncipe perseguido.»
A los nueve dias airoso,
en la forma que dimana,
halló el cadáver Quintana,
«el negro mas prodigioso.»
Buscaba un buey cuidadoso
en el punto que se aprecia;
el aviso no desprecia
y ocurrió con la noticia;
por lo que hizo la justicia
«el escándalo de Grecia.»
Con diligencia forzosa,
el Alcalde y Escribano,
ven en la forma que allano
«la fuerza mas lastimosa.»
Dieron fé con saña airosa;
ponen el difunto al frente,
y en nueva sangre vertiente,
al cabo de nueve dias
ven en tales tiranías
«el temor del mas valiente.»
Con majagua fue entisado,
y echado al agua en gran trecho:
merece quien hizo el hecho
«el garrote mas bien dado.»
Al hospital fué llevado;
le conocieron puntual;
y en juicio tan criminal,
haciendo famoso alarde,
mostró sin duda el Alcalde
«la fuerza del natural.»
En tan temeraria guerra,
sin embozos ni desdenes,
se verificó en Jimenez
«el gran cisma de Inglaterra.»
Este la malicia aferra;
tambien Antonia María,
porque con alevosía,
faltando á todo reposo
fue con su difunto esposo
«el rayo de Andalucía.»
Por la ilícita amistad
de Antonia María y Jimenez
se colige sin vaivenes,
«que el valor no tiene edad.»
El juez con velocidad
presos los puso á los dos;
y en un hecho tan atroz,
de la malicia curados,
pospusieron avisados,
«el juramento ante Dios.»
Negó con crecido anhelo,
muy recto, según se vió,
y cierto, luego tomó
«los justos juicios del cielo.»
Al juez con todo desvelo,
se le arrodilla á los piés,
y por padrino, cortés,
prontamente le elegía;
pero en esto definia
«afectos de la niñez.»
El juez no pudiera ser
padrino en un caso tal;
Jimenez debe puntual
«sufrir para merecer.»
Negativa la muger
apenas muestra un reflejo;
pero, por lo que motejo,
y la verdad nos incita
presumo de esta maldita
«la muger contra el consejo.»
Se le siguió la sumaria
muy pronto se procesó;
y esto todo lo causó,
«la bandolera de Italia.»
¡ Qué muger tan temeraria
que esto pudo ocasionar !
y se vino á liquidar
que á Gimenez por tal hecho,
le conviene en tal estrecho
«caer para levantar.»
Salió a muerte sentenciado:
y de setiembre el dia siete,
salió en humilde retrete
«el cautivo emparedado.»
Muy contrito y preparado
muestra lucida eficacia
pero por lo que se espacia
los padres que le exhortaban
sin duda lo encaminaban
«por la escala de la gracia.»
Fino, rendido y atento,
con buena disposicion,
admitió en su contrición,
«la perla del Sacramento.»
Al patíbulo violento,
caminó con amargura;
y así en nueva conjetura,
segun lo que todos vieron,
en matanzas le pusieron,
«la cruz en la sepultura.»
En un caso tan forzoso
obedeció en sana paz;
sin en el fin está lo mas,
«hasta el fin nadie es dichoso.»
Con aparato suntuoso
le cortaron la cabeza,
y la fijan con certeza,
en la horca, puesto que,
allí el vulgo siempre vé,
«la mas heróica fineza.»
En fin, de nada me abismo,
ni me muestro temerario;
ha sido este Trinitario
«el ofensor de sí mismo.»
La muger con parasismo,
fue remitida á la Habana:
esta ha sido una tirana,
una homicida y desleal,
pues procuró en tanto mal,
«las vísperas sicilianas.»
Dios tenga en su santo reino
el transitorio Jimenez;
escarmienten los vivientes,
no se fien de mugeres.
Referencias bibliográficas y notas
- [1]
- Alfonso, Pedro Antonio. Memorias de un Matancero. Apuntes para la historia de la isla de Cuba, con relación a la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas. Matanzas, Cuba. Imprenta Marsal y Cía. adjunta a la de la Aurora, 1854.
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