Dulce María Borrero de Luján y La piedad de la Duquesa. Todos los días, y a la misma hora, la Duquesa gentil y encantadora descendía las gradas del portal, envuelta, si era invierno, en tibias ondas de armiño, y si verano, entre las blondas pajizas de un famoso y rico chal.
En el sitio habitual, áurea y pulida,
la historiada carroza preferida
aguardaba en la arena del jardín,
pulcro el dorado estribo, y perfumado
con un discreto aroma, el delicado
moaré flordelisado del cojín.
Un repicar de frenos argentinos
decía la impaciencia de los finos
potros, enjaezados con primor,
que, el ojo brillador y alta oreja,
acechaban del gozne de la reja
el conocido, familiar rumor...
Chistera gris, polaina charolada,
del cuello a la cintura abotonada
la entablada chaqueta sin matiz,
el lacayo, flexible y obsequioso,
con el puño enguantado, presuroso,
sin tocar el pulquérrimo bárniz
de la áurea portezuela blasonada,
la rica manivela cincelada
descorría con leve tintinear.
y la Duquesa, rápida y esbelta,
ágil la pierna, y con la falda suelta,
saltaba en la carroza sin tardar
Si acaso se quedaba, por descuido,
del raso pompadur de su vestido,
flotando algún volante al exterior,
el lacayo, con serias precauciones,
de los altos y frágiles tacones
ordenaba los pliegues en redor,
y en tanto que la dama, indiferente,
acertaba a escoger una indolente
postura, a un tiempo lánguida y gentil,
giraba la esmaltada portezuela
lentamente, y de nuevo, con cautela,
silenciosa cerrábase y sutil...
Quedaba entonces la ideal Duquesa
en los brocados y arabescos presa
de su carroza preferida, tal
como en un cofre en cándido tesoro
de una perla, o en búcaro de oro
la gracia de una espiga virginal
En el parque ducal era el florido
silencio en aquel punto interrumpido...
un chasquido, una orden, una voz,
chocar de hebillas, rechinar de cueros,
rozar de bridas, resbalar de aceros
llenaba los senderos y veloz
partía la pareja de fogosas
bestias bajo las frondas rumorosas
que cantaban un canto de cristal,
y del poniente a los destellos rojos,
de la Duquesa en los divinos ojos
copiábase el paisaje vesperal.
Fragmento de “La Piedad de la Duquesa…” del libro en preparación Acuarelas.
Bibliografía
- Borrero, D.M. (1919, julio). Dulce María Borrero de Luján, La piedad de la Duquesa. Revista Social, p. 26.
- Escritores y poetas.
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