No era de las más antiguas en la Habana, pero si de las más populares la muy bien surtida casa del señor Ramón Torregrosa, situada en Compostela esquina á Obrapía. Buena falta hacía entre las personas de refinado gusto de la Habana, entre los que conocemos muy simpáticos “gourmets” de paladar refinado en las grandes reposterías de Europa, mucha falta hacía, decíamos, un establecimiento como el del señor Torregrosa.
Diremos por qué. Casi siempre las buenas dulcerías de la Habana se limitaban á confeccionar una sola cosa en la cual sobresalían, descuidando todo lo demás. Un tal era exclusivo para los “croquantes” por ejemplo; tal para las torres de mazapán; este para la pasta de guayaba, aquel para caramelos y así sucesivamente, monopolizando cada cual su privilegio y obligando á los consumidores á anclar de la Ceca á la Meca, buscando aquí el “croquante”, allá el mazapán, en la otra la jalea, en la más cercana los caramelos y en la más lejana los bizcochos borrachos ó los dulces finos.
Torregrosa acabó con todo esto, beneficiando al comprador y de golpe atrayéndoselo. Dió igual cuidado á estos dulces y á los otros, de tal modo que nadie sabe cual es mejor si estos ó aquellos, sabiendo solo que todos son de primer orden y dignos de servir de postres y de adorno al mismo tiempo en las primeras casas de la Habana y en los mejores comedores de Cuba.
Tal innovación, provechosa para todos, fue muy beneficiosa para el bien provisto establecimiento. Porque el público es más agradecido que lo que el pesimismo se figura. Cierto también que Torregrosa no se dormía sobre sus laureles adquiridos y que fomentaba el crédito de su casa de una manera espléndida.
Entre las mil golosinas, todas de primer orden que adornaban sus vidrieras interiores y sobre todo su mostrador de vidrio, donde artísticamente tras el nítido cristal se veían las bellas cajitas llenas de bombones para regalos, los grandes potes de vidrio atiborrados de confites más bellos que los que figuran en el sueño del Paraíso de los niños y los cartuchos de pastillitas de caramelo figuraban llevándose la palma por la hermosura de su confección, la calidad de su sabor y la excelencia de los productos que lo forman los notables pastelitos que todo el mundo en la Habana llamaba: “pastelitos Torregrosa.”
Para hacerme bien cargo de la mayor ó menor verdad de la afirmación pública que los lleva en su estimación a tal altura, los he probado, he ido expresamente de incógnito a gustarlos y he creído hallarme en Milán a las puertas del café Biffi, donde se daban antes los mejores bizcochos italianos del
mundo.
Porque ahora se dan en el Riffi de Milan y en el Salón Torregrosa. Los goces del paladar ante esta riquísima friolería no son para dichas. Se funde la delicada masa en la boca y el paladar excitado toma otro y otro, no cansándose nunca. En verdad os digo que los bizcochos italianos de la casa Torregrosa no tienen nada que envidiar a los mas celebrados de París, Berlín, londres é Italia.
La casa Torregrosa representaba dignamente la gran casa exportadora conocida en todo el mundo con el nombre de Fábrica de Chocolates de Matías López. Media Habana se surte del prestigioso soconusco que expende la casa Torregrosa.
Muy bien preparado, muy bien envasado, entra por los ojos antes de penetrar hecho espumoso líquido por la garganta. Como en la venta de bizcochos italianos se ha llevado esta casa el championato en la venta del chocolate Matías López. ¿Se necesita añadir mas para demostrar su excelencia?
Hemos echado una ojeada á la sección de víveres que ocupa uno de los departamentos de la casa y hemos podido juzgar de lo completo que es. Magníficos jamones en su envoltura pernilesca penden del techo diciendo á todos: comedme; botes de aceitunas tan gordas corno las mas gordas de España, riquísimo queso de todas las marcas de renombre, en fin, un mundo de cosas que completan esta casa donde reinan los finísimos bizcochos italianos y el magnífico chocolate de Matías López.
Entre 1916 y 1917 Ramón Torregrosa domiciliado en Obrapía cincuenta y tres continuaba con el negocio y registraba varias marcas de comercio entre ellas las “Naranjas Mandarinas de Torregrosa” y “Caramelos del Senado” que amparaban caramelos de café con leche, de fresa, de limón, de vainilla, naranja, menta así como bombones y confituras de todas clases. La “Pato” para jabones de todas clases, la “Durbar” caramelos y confituras, la “Marieta” pastas para sopas, la “Ixion Brand” para peras de clase especial, melocotones y espárragos y la “FL” que marcaba los envases para sardinas sin espinas.
Buena falta hacen en Cuba industriales como el Sr. Torregrosa, quien fuera trabajador incansable y hombre de vasta inteligencia para el comercio.
Bibliografía y Notas
- “Ramón Torregrosa”. Revista El Fígaro, (Febrero 1899).
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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