

Las Águilas Triunfantes: El Águila de Oro de Ramón García Díaz y Salomón Maduro. Sobre las cúpulas de las Lonjas, de los grandes edificios comerciales, de los templos en que se rinde culto al dólar, vuela el Mercurio de Juan de Bolonia. Los pies provistos de alas pequeñas y eficaces saltan de colina en colina, de valle en valle, y cruzan sobre los mares, apoyándose apenas en el agua, tal como cruzó Cristo el Tiberiades.
Así realiza el dios sus conquistas, y llega hasta donde Marte, armado de férrea armadura, no habría llegado nunca. Estrecha en un abrazo las más distantes voluntades; y a la hora de los éxitos, distribuye sin usura las ventajas. Y a veces, el dios de los pies alados es como un águila: el símbolo del poder y de la altura suele ser símbolo estricto de riqueza; y así cuando el troquel la fija en las monedas, su vuelo es el de las locas ambiciones: corre sin rumbo y lleva el bien y el mal a todas partes, con la extraña inconsciencia de los Hados.
Una casa existe en la Habana que debiera hacerse un escudo, y grabar en su escudo el águila emblemática, el águila que es fuerza, fortuna, triunfo, lucha tenaz y esfuerzo sin medida: la casa de García y Maduro, “El Águila de Oro”, establecimiento uno de los más ricos y más poderosos de esta ciudad, centro de transacciones comerciales, proveedor de grandes mercados, cuya prosperidad asombrosa, es hoy uno de los orgullos más legítimos de la capital cubana. Está situada en Cuba esquina a Sol.
Ramón García Díaz y Salomón Maduro son los representantes de dos grandes casas exportadoras americanas: una, la “Greenpoint metalic bed”, que fabrica camas y cunas de hierro y de bronce; otra, la “A. D. Goetz y Co.”, que confecciona arneses y monturas.
Pero aún sin estas representaciones, que no pueden ser más importantes, la razón social García y Maduro conservaría toda su actual privanza. Han operado con tanta habilidad y honradez, suerte y eficacia, estos distinguidos comerciantes, que su nombre es hoy sinónimo de crédito, de éxito y de solvencia.
El giro fundamental de El Águila de Oro es el de loza, cristalería y porcelana. ¡Y qué riqueza, qué variedad; cuántas maravillas que no parecen creadas por la industria humana, sino por la industria de los dioses! ¡Qué prodigios de transparencias, de aguas perennes, de audacias coloreadas, todo lo que la fantasía puede crear y lo que puede soñar la imaginación de un poeta!
El Águila de Oro es un jardín de hechicería. Las gentes ricas que la frecuentan, y que van en busca de los más extraordinarios “bijous”, de los caprichos más costosos, salen siempre satisfechas y asombradas. En cristalería, sobre todo, García y Maduro son verdaderos magos: su varita de virtud convierte en milagro de vitrificación el mas raro ensueño de un espíritu de artista.


Pero todavía tiene el Águila de Oro un motivo de atracción mayor, si cabe. Es el célebre, prodigioso, magnífico filtro “Fulper”, con cámara de hielo, del que García y Maduro son únicos importadores.
Todas las terribles enfermedades que las impurezas del agua han hecho epidémicas en la Habana, tienen en el filtro Fulper el mejor preservativo. Un certificado del Laboratorio Nacional lo prueba: El filtro Fulper ha restado al agua de Vento, tomada para una comprobación, 797 colonias de gérmenes vulgares en un centímetro cúbico y no ha permitido pasar al bacilo coli comuni que el agua contenía.
Y otro médico ha dicho: “Tener en la casa un filtro Fulper es mejor que inyectar a toda la familia suero antitífico…” ¿No hay, pues, razón, para el éxito de García y Maduro? ¿Una casa que sabe no importar sino las manufacturas que no admiten discusiones, no es una gran casa, un verdadero establecimiento comercial, hecho para el éxito?
El Fígaro se complace en reconocerlo ahora, y envía a los socios gerentes de El Águila de Oro sus más sinceros parabienes.
Bibliografía y notas
- Mercurio. “Las Águilas Triunfantes: El Águila de Oro”. Revista El Fígaro. Año XXXV, núm. 30, 4 de agosto 1918, p. 917
- Personalidades y negocios de la Habana
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