
Entre soberbios montes, que aun pregonan
su rudeza salvaje primitiva,
sobre un lecho de mangles cenagoso,
tributario del mar, corre el Canímar.
Ancho en su boca, que una barra obstruye
discurren sus corrientes fujitivas...
cuando en el mar de la existencia entramos
ráudas así las horas se deslizan.
Ni una flor engalana sus contornos,
ni un arenal alegra sus orillas,
áridas rocas su caudal contienen,
Silvestre el junco á su alrededor se cría.
De espesos matorrales sus laderas
cubiertos siempre están: allí guarida
tiene el caimán de traicionero instinto,
que al solitario pescador atisba.
Tal vez el tiempo para abrirle cauce
las tempestades conjuró: encendida
en la luz del relámpago instantáneo
de Dios resplandeció la faz divina:
El trueno retumbó: del noto fiero
al continuo batir, la sierra altísima
al suelo vino , y presuroso el río
cauce se abrió con majestad terrífica...
¡Contempladle! Es el mismo en cuyas grutas
el retronante caracol se oía;
el mismo, sí, que en tiempos de ignorancia
de chozas coronó la raza india.
¡Generación de mártires! vestigios.
vuestros no quedan ya: fueron los días
de ventura, de paz y de inocencia
en que estas ondas la piragua hendía.
¡Oh! vosotros, sencillos trovadores,
que atesoráis un corazón de artista ,
y en la tierra por único tesoro
solo tenéis una armoniosa lira:
y vosotros, pintores, que andáis siempre
en busca de sublimes perspectivas ,
donde la sombra con la luz en pugna
imaginarios panoramas finja,
en que haya nubes de matices varios,
mares distantes de azulosa tinta,
y bosques y remansos y cavernas
y cumbres que á los cielos desafían;
venid aquí, y en vuestras arpas de oro
cantad del Hacedor las maravillas;
trasladad tan poéticos paisajes
al terso lienzo que el pincel anima;
mirad al cazador, que su esperanza
á la escopeta matadora fía,
contemplad el batel, que al doble impulso
del tardo remo y de la vela lista,
surcando va con rapidez extrema,
cual la flecha del arco despedida ,
las que halagüeñas sus costados lamen,
azules ondas, trasparentes linfas,
donde sus alas humedece el céfiro,
donde sus plumas la paloma riza,
y al nacer y al morir , la luna pálida
y las estrellas su semblante miran:
semejando moriscos adüares
á flor de agua mirad chozas pajizas,
de cuyo techo en espirales sube
humo que el viento juguetón disipa.
Y allá lejos, muy lejos, sobre cumbres
coronadas de zarzas y de ortigas,
el triunfante penacho de la palma
mecerse con serena gallardía.
Misterio y soledad, por donde quiera
del ancho cauce en la extensión dominan:
jime la brisa entre el follaje espeso,
la astuta sierpe en las cavernas silba.
Y, mientras, entre montes que pregonan
su rudeza salvaje todavía,
sobre un lecho de mangles cenagoso,
sosegado hacia el mar corre el Canímar.
- Ángel Mestre y Tolón (Junio 1885) El Canímar. En La Ilustración Cubana. Año I (18) p. 142
A continuación la misma poesía publicada en 1868:
El Canímar
Entre soberbios montes, que aun ostentan
La rudeza salvaje primitiva,
Sobre un lecho de mangles cenagoso,
Tributario del mar, corre el Canímar.
Ancho en su boca - que una barra obstruye
Discurren sus corrientes fujitivas...
Cuando en el mar de la ecsistencia entramos
Raudas así las horas se deslizan.
Ni una flor engalana sus contornos,
Ni un arenal alegra sus orillas,
Aridas rocas su caudal contienen,
Silvestre el junco a su redor se cria .
De espesos matorrales sus laderas
Cubiertas siempre están: allí guarida
Tiene el caiman de traicionero instinto,
Que al solitario pescador atisba.
Tal vez el tiempo para abrirle cauce
Las tempestades conjuró: encendida
En la luz del relámpago instantáneo
De Dios resplandeció la faz divina:
El trueno retumbó: del noto fiero
Al contínuo batir, la sierra altísima
Al valle vino , i presuroso el rio
Cauce se abrió con majestad terrífica ..
Contempladle!-- Es el mismo en cuyas grutas
El retronante caracol se oia ;
El mismo, sí, que en tiempos de ignorancia
De chozas coronó la raza india.
Jeneracion de víctimas! – Vestijio.
Vuestro no queda ya: fueron los dias
De ventura i de paz i de inocencia
En que estas ondas la piragüa hendia.
O vosotros, sencillos trovadores,
Que atesoráis un corazon de artista ,
I en la tierra por único tesoro
Solo teneis una armoniosa lira;
I vosotros, pintores, que andais siempre
En busca de sublimes perspectivas ,
Donde la sombra con la luz en pugna
Imajinarios panoramas finja ,
En que halla nubes de matizes varios,
Mares lejanos de azulosa tinta,
I bosques , i remansos, i cavernas,
I montes que a los cielos desafian;
Venid aquí, i en vuestras arpas de oro
Cantad del Hacedor las maravillas;
Trasladad tan poéticos paisajes
Al terso lienzo que el pincel anima;
Mirad al cazador, que su esperanza
A su ärma mortífera confía:
Contemplad el batel, que al doble impulso
Del tardo remo i de la vela lista,
Surcando va con rapidez estrema,
Cual la flecha del arco despedida ,
Las que halagüenas sus costados lamen,
Azules ondas, trasparentes linfas,
Donde sus alas humedece el céfiro,
Donde sus plumas la paloma riza,
I al nacer i al morir , la luna pálida
I las estrellas májicas se miran .
Semejando moriscos adüares
A flor de agua mirad chozas pajizas,
De cuyo techo en espirales sube
Humo que el viento jugueton disipa.
I allá léjos, mui lejos, sobre montes
Tapizados de zarzas i de ortigas,
El triunfante penacho de la palma
Mecerse con serena gallardía.
Misterio i soledad! - por donde quiera
Del ancho cauce en la estension dominan:
Jime la brisa entre el follaje espeso,
La astuta sierpe en las cavernas silba.
I mientras, entre montes que aun pregonan
La salvaje rudeza primitiva,
Sobre un lecho de mangles cenagoso,
Sosegado hacia el mar corre el Canímar.
Matanzas, 1865.
Bibliografía y notas.
- Ángel Mestre I Tolón. (1868) El Canímar. En Poesías de Ángel Mestre I Tolón. Matanzas: Imprenta El Comercio pp. 33-36
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