

El Hotel Miramar de la Habana fue inaugurado el 12 de octubre 1903 y era propiedad de Pilar Somohano y Guillermo del Toro. ¡Suntuoso! Es la frase de todos, invariablemente, después de una visita á Miramar. Situación, edificio, establecimiento, todo, en fin, patentiza la exactitud del adjetivo.
El nombre es regio como regia es la casa, que si San Sebastián tiene un Miramar para alojamiento de soberanos, nuestra republicana Cuba cuenta también con su Miramar, donde para poderosos, para sibaritas, para elegantes se brinda el confort del mejor de los hoteles y el refinamiento del primero de los restaurants.
Y eso es Miramar. Un hotel, en lo alto, y un restaurant, con servicio de café, en la planta baja del local. El hotel Miramar sólo comprende, en número de ocho, apartamentos de gran lujo con todas las exigencias modernas, desconocidas muchas de ellas hasta ahora que el Miramar las inaugura.
Da acceso al Hotel Miramar una escalera, con entrada independiente, á cuyo pie alza su brazo, sosteniendo roja y artística farola, una india de esculturales contornos. El recibidor, para los huéspedes, es una pieza alhajada con distinción exquisita. Todo el mobiliario es de tapices ¡Elegantísimo!


La planta baja —ya lo dejo dicho— está destinada á restaurant en una parte y en otra á café. Las mesillas son todas do madera, cuadradas, y la dependencia, escogida entre un personal experto é inteligente, luce smoking, blanco mandil y, como en el Unión Club, el bigote afeitado.
No se ve en todo el salón mostrador escaparat ni cantina.
Están al fondo ocultos por un paravent. Solo, de trecho en trecho, panneaux modernistas, que son cuadros de las estaciones ó figuras simbólicas, recórtanse sobre las paredes. El efecto es precioso. Cada panneau representa la obra de un pincel delicado, un pincel de artista, admirable en el asunto, inspirado en la expresión.
Es un cubano el que los ha pintado. Y ese cubano, que se nombra Rodríguez Morey, hace poco llegó de Italia, trás una ausencia de nueve años y después de haber estudiado y pintado bajo la dirección de los primeros maestros de Roma y Florencia.
La iluminación en Miramar es lo que toda la casa ¡Espléndida! Corren hilos de luces, como una constelación que deslumbra y maravilla, sobre el techo, en las columnas y por el friso.
Y para completar todos los encantos, el Malecón al frente, la ciudad á un lado y como marco el mar.


No es, lo que antecede, más que un pálido bosquejo de Miramar. La descripción, que en plumas como la mía por fuerza resultaría deficiente, empequeñeciendo la hermosura del conjunto, la hará, en las columnas del Diario, un compañero de redacción.
Yo me limitaré aquí, después de lo hecho, á señalar el esfuerzo, nunca bastante ponderado, de los dueños del establecimiento, y á dar cuenta del obsequio con que éstos han distinguido á los periodistas de la Habana.
Dueños de Miramar son los mismos de El Telégrafo y los Helados de París, Pilar Somohano y Guillermo del Toro, un matrimonio en quien todos tendrán que admirar, junto con la virtud del trabajo, los dones de una amabilidad que es realmente seductora.
Y Pilar y Guillermo, que representan una razón social, todo simpatía, antes de abrir Miramar para el público han querido franquear sus puertas á la prensa, obsequiando á ésta, en la mañana de ayer, con un almuerzo magnífico al que asistió, en gran número, la plana mayor del periodismo habanero.


Estaban allí, alrededor de la extensa y elegante mesa que presidía Pilar, mis compañeros Valdivia, Taboada y Rodolfo, de L a Lucha; Enrique Hernández Miyares y Jesús Castellanos, de La Discusión; Isidoro Corzo y Navarrete, de La Unión Española; Federico Rosainz y A. Nitram, de El Comercio; Oscar Silveira, de El Nuevo País; Manuel Márquez Sterling y Mario Muñoz Bustamante, de El Mundo…
Carlos Ciaño y Ricardo Arnautó, de El Reconcentrado; Ramón A. Catalá, de El Fígaro; Antonio G. Zamora y Rafael Santa Coloma, de El Hogar; Gutiérrez y Miguel Ángel, de Azul y Rojo; Ramiro Cabrera, de Cuba y América; José Franco, de El Tabaco; Pimentel, de El Criterio libre, y, por el Diario de La Marina, José E . Triay, Julián de Ayala, Pedro Giralt y… un servidor.
Tres comensales más nos honraban con su presencia. A mi lado tenía al licenciado Francisco Carrera y Jústiz, el propietario de la casa, y frente por frente, al muy simpático y muy valioso Toraya, don José Toraya, el autor de los planos del edificio y el maestro que ha llevado las obras, bajo su dirección inteligentísima, hasta el último remate.
Un señor americano, ingeniero, ocupaba otro puesto de la mesa al lado del señor Toraya.
La reunión, para ser animada, cordial y brillante, lo tenía todo en su favor. Y así resultó, en efecto, el espléndido almuerzo donde se consumió el siguiente Menú:


Platos y vinos, todo, en realidad, exquisito.
¡Brindis! Los hubo, y muchos, y muy entusiastas, muy elocuentes, en el almuerzo de Miramar. Iniciados por el señor Corzo los reasumió Triay oyéndose algunos, como los de Hernán de Enriquez, que fueron seguidos de aplausos atronadores.
Ramiro Cabrera brindó en inglés y por poco Arnautó habla en serbio. No hubiera sido extraño después del brindis, á media voz, de Pimentel. Valdivia no brindó; recitó.
Dijo el Conde Kostia, con su maestría reconocida, con su gusto indiscutible, dos composiciones del gran poeta andaluz López García, el autor de las famosas décimas del 2 de Mayo y los vibrantes versos á Polonia.
Una de las poesías que recitó Kostia son estas quintillas, tan oportunas de sobremesa, tan lindas siempre:
Qué es beber? Cómo decir
al que tal quiera saber?
No se puede definir;
que hasta vivir, es beber
la esperanza de morir.
Las abejas en las flores
beben sus mieles preciadas,
y los dulces amadores
beben luz en las miradas,
beben fuego en los amores.
Dios, inmenso mar profundo
de amor, justicia y bondad
es bebedor tan fecundo
que tiene por vaso el mundo,
por licor la humanidad.
Por eso cuando el pecado
se alza sobre el mundo ciego
rompe Dios el vaso, airado,
y arroja el licor viciado
sobre montañas de fuego.
En estos hondos aduares
donde hasta el dolor se agota
bebemos entre pesares
la ventura gota á gota
los desengaños á mares.
De la pena el brazo fuerte
con furor nos encadena
y tanto licor nos vierte
que al descender á la muerte
vamos borrachos de pena.
Por eso siempre brindemos
sin pensar en lo que fuimos
ni llorar lo que seremos;
y ya que unidos nos vemos
bebamos, pues que vivimos!
Bernardo López García.
Una iniciativa feliz, por todos acogida con aplausos, fué la de dedicar el gran centro de flores que hermoseaba la mesa á la señora de Valdivia, á la simpática Condesita Kostia. Y el público que haga ahora sus juicios sobre Miramar. Es en la noche de hoy (12 de octubre 1903) la apertura de la casa.
Acudirá media Habana.
Enrique Fontanills.
Bibliografía y notas
- Fontanills, Enrique. “Habaneras. Miramar”. Diario de la Marina. Año LXIV, núm. 241, 12 de octubre 1903, p. 8
- Personalidades y negocios de la Habana
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