Debo a Heraldo de Cuba la satisfacción de haber conocido personalmente al joven artista Esteban Valderrama, quien cumpliendo encargo del periódico me ha sometido al tormento de la pose, venciendo con su palabra sugestiva mi temperamento nervioso para hacer con no pocas interrupciones y dificultades mi retrato.
Pero mientras él procuraba copiar con exactitud las líneas y colores de mi busto, yo con mi conversación constante y mis preguntas sobre sus inicios en el arte, sus obras, sus anhelos y propósitos creo haber tomado de él una impresión completa de su alma soñadora.
Me ha obligado a ponerme con el rostro hacia lo alto, mirando a los arboles o al cielo; me ha reiterado cada medio segundo que me estuviese quieto, obstinado en copiarme en una actitud nueva y distinta; con rayos de sol en la fisonomía, en el fondo verde de los árboles, y qué sé yo con cuantas otras condiciones técnicas para los efectos artísticos, pero yo me he vengado de su dureza y de su obstinación en aquietarme logrando con mis cuestiones que me pusiera al desnudo y a la vista su corazón y su carácter de artista.
No se daba él cuenta de que mis preguntas eran más inquisidoras que sus miradas sobre mis contornos y mis sombras, y de que cuando ponía en el lienzo las luces de mis ojos éstos estaban dentro de su espíritu sondeándolo y estudiándolo.
No hacía con él labor insidiosa nueva. La he hecho otras muchas veces con jóvenes de talento, de esos que empiezan con condiciones propias y con cierto brío, dudosos o confiados del porvenir.
Me interesan y me parecen hijos míos todos esos jóvenes novicios de la literatura y del arte, pobres de fortuna, ricos de ensueños, a quienes en la lucha de vivir subyuga el afán nobilísimo del éxito y de la gloria.
Mi carácter de publicista y de editor de una revista de relativa prosperidad y otras circunstancias me han puesto en condiciones de conocer y tratar a muchos jóvenes de esa especie a quienes jamás escatimé el calor y el impulso del estímulo.
Me ha alegrado el ánimo verlos subir después por la escala difícil del trabajo y recoger en relativa altura aplausos y recompensas merecidas. Pudiera citarlos por sus nombres y sus obras y acaso me lo agradecerían. Pero estas lineas son para Esteban Valderrama de la Peña solo, como un testimonio del aprecio que me ha inspirado.
No temo equivocarme prediciendo que este joven honrará muy pronto el arte pictórico cubano con timbres de gloria.
Para lograrlo tiene el don ingénito, naturaleza de artista, laboriosidad, amor al estudio, desprendimiento y anhelo fervoroso de legitimo renombre. Con estas condiciones sólo, trabajando con fé se va siempre lejos, se sube la cuesta y se llega a la cima.
Valderrama empezó a subirla desde abajo: desde la orfandad y la pobreza. Su padre fué un soldado de la guerra de independencia que murió en el campo luchando por ella.
En Matanzas, al lado de su madre viuda, empezó a manifestar sus vocaciones artísticas y fueron tales que el Consejo Provincial le asignó una modesta pensión para hacer los primeros estudios en la Academia de San Alejandro en la Habana, donde recibió paternales y sabios consejos del viejo veterano Miguel Melero, y enseñanzas de Romañach y Menocal.
Fué pensionado a Madrid a la edad de diez y siete años y en la Academia de San Fernando obtuvo el número uno en las posiciones para el ingreso. En ese instituto, donde estudió dos años, obtuvo doce diplomas de primera clase y tres medallas en oposición, con dos premios en metálico de cien pesos en las oposiciones de Carbonero y Marín.
En París después hizo una de las oposiciones más vigorosas de cuantas se practican en Europa para ingresar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Entre setecientos opositores ganó las de seis asignaturas (arquitectura, perspectiva, anatomía, dibujo natural y griego, y modelado en escultura aislada) perdiendo sólo la de Historia por no saber aún el francés, pero resultó alumno oficial que era lo que constituía el premio.
Obtuvo en la exposición de la escuela mención honorífica por el cuadro “Guerrero Romano”, hoy propiedad del Instituto Provincial de Matanzas. Obtuvo además el premio especial de alumno oficial de la Academia hasta la edad de 32 años y tuvo la recompensa de que su profesor Ferrier declarara ante la clase que Valderrama de ser francés habría podido obtener el premio de Roma, primera consagración de los grandes artistas franceses.
Con estos triunfos regresó a la patria Valderrama después de haber luchado y vivido estrechamente en Europa seis años con la módica pension de cincuenta pesos, no siempre cobrados regularmente, pero que de todos modos sirvieron para darle más horizontes y medios de estudio y para su preparación.
No se entregó al reposo, sino con el generoso afán de gloria y en el mismo año de su regreso, ya sin pension ni recursos extraños, hizo en Matanzas su cuadro “Fundamental” para la primera Exposición Nacional de la Academia de Artes y Letras que obtuvo premio.
Sus dimensiones y estilo son de las grandes decoraciones murales: de asunto original, sugestivo y altruista y de ambiente de nuestros campos, resultado de dos meses de labor diaria junto al campesino
cubano en la campiña patria y de esfuerzos y gastos considerables para el artista pobre a quien el goce
del triunfo corona.
El Consejo Provincial adquirirá probablemente ese bello cuadro para las decoraciones de su palacio. Pero, esas adquisiciones individuales no bastan para la protección del naciente arte cubano, como no bastan ni aseguran éxitos las pensiones.
El gobierno de Cuba debe seguir en esta materia el ejemplo de Francia que no sólo pensiona a sus artistas sino los estimula y protege adquiriendo sus obras y haciendo concursos entre los nacionales para la decoración de sus monumentos.
Valderrama al tratarle este asunto dejó caer su pincel y con elocuencia vehemente me dijo:
Las decoraciones de la Sorbona son composiciones sobre hechos heroicos que elevan el alma y hacen concebir y mantener en los pueblos grandes ideales y levantan y cimientan su prestigio. El visitante no sabe qué admirar más si la grandeza del monumento o la intensa significación de su decorado. Escasa impresión dejarían el Panteón, el Louvre y cien más edificios gigantes sin las sublimes composiciones de Jean Paul, Laurent, de Monet, de Merson Pubis, de Chavannes, Ferrier, Cousin, etc.
Esteban Valderrama de la Peña
Pero nada serían esos artistas grandes por esas grandes ejecuciones sin la protección del gobierno que con ellos labra la gloria y prestigio de su pueblo.
Esteban Valderrama tiene ahora veinticuatro años: en un joven delgado, paliducho; prematuramente fatigado por la labor intensa en los primeros años de lucha y acaso por la estrechez de sus medios.
Las obras que ha expuesto y realizado acreditan su talento y vaticinan sus mayores éxitos si se le ofrece más campo que el de hacer retratos de ricos y de próceres o ilustraciones de periódicos. Piense el gobierno cubano seriamente en la protección eficaz de nuestros artistas y ábrales ancha esfera de acción, de estímulos y recompensas en el decorado de sus palacios antiguos y nuevos y en otras obras.
No deje que se malogren en la inacción su genio, sus entusiasmos y sus iniciativas y distraiga del reparto corruptor de prebendas clandestinas entro los políticos y los favoritos, recursos que ensanchen el ambiente de cultura y de arte y den a la patria en grandes obras y grandes ejecutorias días de satisfacciones y de gloria.
Referencias bibliográficas y notas
- Cabrera, Raimundo. “Esteban Valderrama.” Cuba y América, Agosto 1916.
- El Ecléctico Valderrama por Francisco G. de Cisneros.
- Esteban Valderrama Peña.
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