Sólo un ansia violenta de libertad y un patriotismo muy vivamente apasionado habrían logrado hacer de Tomás Estrada Palma el hombre de lucha, el revolucionario tenaz que conocemos; porque sus condiciones naturales eran por el contrario propias, las más propias para el ejercicio dulce de la enseñanza, para la práctica tranquila del bien en los serenos santuarios de la escuela y el hogar.
Ha sido de ese modo un tipo raro de combatiente —el combatiente cuya sola fuerza fué el amor de un ideal, sin la concurrencia de esas otras fuerzas secundarias que casi siempre impulsan también á los libertadores: la ambición de gloria, la ambición de poder ó de lucro, el odio, la venganza…
Por eso su gran energía no ha sido aparatosa, ni su noble obra, brillante; por eso su conspicua personalidad no ha dejado de parecer modesta. Movíase por el interés de realizar su pensamiento, y así, cuando cesaron los períodos de acción, primero por el fracaso temporal y después por el triunfo final de sus principios, en ambas ocasiones vimos á Estrada Palma abandonar calladamente la vida pública y tomar la obscura senda de su escuela y de su hogar.
Es —en todo el sentido de la voz— un hombre probo, porque sus cualidades principales concurren á la formación y mantenimiento de la probidad, la rectitud de juicio, el desinterés personal, la modestia de aspiraciones, la moderación de sentimientos, la serenidad de espíritu.
¿Es inteligente? Sí: su inteligencia está compuesta de bastante penetración y de mucha reflexión: no es deslumbradora, pero sí segura.
Cuanto á la voluntad, hay quien, engañado por su aspecto dulce, lo juzga débil: hay quien, por el contrario, afirma que ese hombrecito silencioso y bonachón es todo un terco, que ante diversas opiniones se sale siempre con la suya. Tendría en este caso un defecto muy común entre cubanos, sobre todo entre cubanos de valer, el defecto de no saber oír, indicio de desmesurada presunción.
No lo creo, como tampoco creo que sea débil; de manera que podría darse por sentado que Estrada Palma no será en ningún instante lo que se llama un instrumento. Ha vivido solitariamente, y por ello acaso sea un tanto cauteloso ó desconfiado: habría, pues, que temer más bien el autoritarismo que nó la irresponsabilidad personal de su gobierno.
Ese hombre de fisonomía austera es sensible, y hasta susceptible de entusiasmo, aunque conteniendo su expresión. Recuerdo la época en que lo conocí. Fué en 1878, cuando salía de su prisión española y llegaba á París, con el inolvidable general Calixto García.
Un amigo me los recomendaba desde España. Reuní á los estudiantes cubanos, recibimos á los ilustres huéspedes, los alojamos entre nosotros y los festejamos lo mejor que pudimos. Dímosles un banquete, escogiendo un salón del segundo piso del restaurant, para poder desplegar los colores cubanos sin temor á molestias de la policía de aquella República, amiga romántica de España.
Y recuerdo el interés y el gozo con que recorría Estrada Palma la ciudad maravillosa y lo bien que comprendía y sentía sus grandezas y bellezas. Tal es á grandes rasgos el hombre que saldrá en breve de su rincón perdido en Central Valley para desempeñar la primera presidencia de la República cubana.
Vendrá, nó á regir una nación, sino á crear esta nación, y á crearla en circunstancias peligrosas y con elementos pobres, confusos y hasta disparatados. ¿Será capaz de dirigir con tino y llevar á feliz término obra tan pavorosamente delicada? El tiempo lo dirá. Sí podemos abrigar la convicción de que no habríamos sabido confiar nuestro destino á manos más puras, á espíritu más prudente, á corazón más amante de su patria.
Bibliografía y notas
- Tejera, Diego Vicente. “Estrada Palma”. El Fígaro Periódico Artístico y Literario. Año XVIII, núm. 8, 23 de febrero 1902, p. 87.
- Varios artículos de interés referentes a Don Tomás Estrada Palma.
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