A la Estrella de la Moda le llamó Palacio de la Elegancia el cronista de uno de los semanarios habaneros a fines del siglo XIX ¿Qué diría el elegante escritor si volviera a ver unos años después la casa de los esposos Pucheu, completamente transformada y cambiada luminosamente “de fond en comble”?
Los esposos Pucheu, quienes fueron los propietarios de la suntuosa casa muy conocida en toda la Habana con el nombre de La Estrella de la Moda, parecen haber operado un milagro con la varilla de la más imaginativa de las hadas.
Miguel Pucheu enterró en los cimientos de la nueva casa terminada hacia 1897 un capital ganado con la más noble de las escrupulosidades en el más encantador de los negocios, el de modas. El sacrificio recibió su recompensa y su revancha. Fue “vox populi”, la primera casa importadora de esos “bijoux” de toilette que se llamaron capotas, abrigos, sorties que la parisiense inventaba y la cubana se ponía con tanta gracia como una parisiense.
La firma de Pucheu en Cuba sobre uno de esos objetos deliciosos era como la de Worth Vivot y Redfern en la ciudad de la duquesa de Uzes: la mejor de las garantías, hasta el punto de poderse afirmar que no había mujer anti elegante si se ponía una hebilla, un sombrero ó una simple cinta “chiffonnée” por los dedos de hadas de las ouvrières de madame Pucheau.
El Fígaro da al público vistas fotográficas del magnífico edificio que en Obispo 84 se alzaba con el título de La Estrella de la Moda. Esta previsión de El Fígaro nos dispensa de insistir en la descripción de la casa, tanto más, cuando todos los periódicos habaneros la describieron cuando la solemnidad de la apertura además de pervivir en la memoria de las damas habaneras, sus continuas favorecedoras.
Solo diremos que es digno joyel de las preciosas mercancías que sus vitrinas exponían y sus propietarios vendían. Todo era nuevo, flamante, con su flor de novedad y su prestigio de á la dernière.
La frase “Vient de paraître” (Acaba de publicarse) que los editores ponen á la cubierta de los libros de ultima saison (temporada), Madame Pucheu podía colocarla con más seguridad y acierto en los productos que recibía de París. Nada de lo que ostentaba en su casa se fane (marchitaba), porque nada duraba en ella arriba de tres días.
Sus parroquianos, lo más selecto del eterno femenino habanero emprendía una verdadera course au clocher (carrera al campanazo), tras las novedades que llegaban á La Estrella de la Moda, brillaban un momento e iban a triunfar, modelos de elegancia, en salones, teatros y paseos.
No estaba solo el mérito de la casa Pucheu en la gracia de vender, sino en la delicadeza de lo que vendía. Hasta ahí brillaba con fulgor no igualado la estrella de La Estrella de la Moda.
Siempre atenta,siempre sonriente, madame Pucheu era el alma de aquella institución donde Miguel era la ponderación dulcemente grave, equilibrando la bondad extrema de Madame con la dulzura de Monsieur. De tal modo que quien entraba á comprar un objeto en su casa, quedaba para siempre su parroquiano.
Nunca se dió el caso de una devolución ni de protesta ¿Quién protesta del chic? Y el chic (la elegancia) era elevado a una altura suprema por La Estrella de la Moda.
A cada nueva estación Pucheu o su señora visitaban París para apreciar de visu (primera mano) los progresos de la moda que con su altísimo y depuradísimo gusto apreciaban y estimaban los impecables que la traían a la Isla.
Por esta razón se decía (y con “justesse”) que madame Pucheu era la verdadera estrella de la moda. Juego de palabras en que el ingenio se añadía á la verdad.
La vitrina central que decoraba la fachada de la gran casa importadora era un “bijou” (joya) colosal lleno de “bijoux” encantadores. Los primeros modelos allí resplandecían con la triunfal gracia que ostentaban los “étalages boulevardies”.
¡Vive la France! ¡Vive le charmant París! ¡Pronuncian nuestros labios saludando la sacro santa chasse mundana! ¿Cómo no aplaudir también á la que nos proporcionaba ocasión de contemplar París en la Habana, el París delicado, sonriente, que con un “chiffon” del día, una pluma, un encaje, mucha gracia y una idealidad en la maniere hacía esos “chef d’oeuvre”, que seducían todos los ojos, arrastraban todos los deseos y daban a la belleza de la forma humana la majestad risueña de los accesorios deliciosos?
Santa Madre de la Moda, al menos en el recuerdo que continúe para orgullo de la elegancia cubana habiendo sido la cita del buen gusto cubano la muy concurrida casa que llevaba por título La Estrella de la Moda ¡Y que nunca cierren del todo los volets sobre su vitrine los muy estimados esposo Pucheu!
Al corregir las pruebas de este artículo nos hemos fijado en los grabados que la acompañan y no podemos menos que añadir algunas líneas de complemento al artículo en honor de La Estrella de la Moda.
¡Qué progreso tan hermoso el realizado desde la crisálida del año 1888 hasta la brillante mariposa inmoble de 1897! Contemplando hoy (1899) la prestigiosa casa de comercio fundada por los esposos Pucheu con el título que siempre conservó de La Estrella de la Moda, á través de los grabados que El Fígaro expone y presenta á sus lectores, consecuentes, asiduos al gran establecimiento fundado por M. Pucheu, se adivina la bella inteligencia del propietario y su muy acertada dirección.
El taller de costuras solo tiene su rival como elegancia y buen gusto con el magnífico salón donde los objetos de moda se acumulan y en cuyo fondo se abre la soberbia escalera que da acceso al salón de prueba y á la bonbonnière que informa el de costuras.
Esta escalera fué el asombro gozoso de la enorme concurrencia, tan enorme como distinguida que invadió la casa de los esposos Pucheu el día de la apertura, efectuada con toda pompa y todo brillo.
Los dos grabados que da la revista bastan hoy (pero no bastarán dentro de poco) á dar una idea total de la casa que llevó por título en la Habana La Estrella de la Moda.
Hoy, tal como existe, la casa de Pucheu no tiene rival en la Isla. Mañana, realizada esta última idea (y lo que un industrial honrado y tenaz se propone le realiza) La Estrella de la Moda no tendrá rivales en ningún lado. Tal es nuestra opinión que todos comparten.
Los grabados quedarían incompletos sino diéramos también el de Mme. Pucheu quien a pesar de su origen francés — ha nacido en la gran República — es una verdadera cubana por su amor al país, sus buenas relaciones con la sociedad cubana y su simpatía por todo lo que es nuestro, noble y legítimamente cubano.
Hay una razón aún mas grande que todo esto para que Mme. Pucheu adore el cielo y el suelo de Cuba. Aquí duerme sueño eterno su encantadora Rachel la linda niña de nombre bíblico cuya muerte fué entre las familias de la Habana un luto general.
¡Se había dado tanto á querer por su inteligencia y su bondad, su belleza y su ternura divinas la encantadora niña de nombre bíblico! Todos la recuerdan en los días fervorosos para La Estrella de la Moda, gran jaula viuda de su ave mas brillante.
El triunfo ha endulzado algo —sin hacerla olvidar— esta pena y en el alma de Clemencia, madre de Rachel, quedó eternamente, para Cuba, un culto ardiente, para la gran cuna que encerraba en su fondo, dormida bajo flores, á Rachel Pucheu.
Las simpatías por los esposos Pucheu se acrecentaron cuando aquella enorme desgracia que dejaba huérfanos á dos padres amantisimos.
Esta simpatía, este afecto, esta consideración, nunca entibiada, de la sociedad habanera hacia los esposos Pucheu, ha aumentado el amor inmenso que sienten por Cuba, á la que llaman “su segunda patria” ¿No teníamos razón para decir que aunque nacidos en la Gran República francesa les podíamos considerar como hijos de la joven — y algún dia grande — república de Cuba.
Pocas casas se engalanaron mas espléndidamente que La Estrella de la Moda en la mañana inmortal de primero de enero de 1899. Un gusto parisiense, un gusto único, por lo tanto, presidió las banderas, escudos, cifras, lemas y blasones. Hubiérase dicho que la misma Moda había puesto su cachet á la deslumbradora fachada.
La vitrina central se blasonó del gran estandarte que pintara Menocal y que representaba la figura de Mac Kinley. Toda la Habana desfiló ante aquella casa, saludando con vivas la bandera francesa, la bandera americana y la bandera cubana fraternalmente enlazadas. Vivas á La Estrella de la Moda se intercalaban á los vivas á Cuba, á Mc Kinley y á los Estados Unidos.
¿No es esta la popularidad, en todo el sentido grandioso, bello, digno y honrado que esa palabra tiene?
Bibliografía y Notas
- “La Estrella de la Moda”. Revista El Fígaro, (Febrero 1899).
- Revista La Habana Elegante, (Dic. 8, 1889)
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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