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Evacuación Española de Cuba una historia de Matanzas en 1898

21/09/2024 Por Almar Deja un comentario

Evacuación Española de Cuba - Una historia de Matanzas en 1898. Vista de la Calzada de San Luis, 2023.
Evacuación Española de Cuba – Una historia de Matanzas en 1898. Vista de la Calzada de San Luis, 2023.

La Evacuación Española de Cuba: Una historia de Matanzas en 1898. Caminando las calles de la bonita ciudad de Matanzas, otrora declarada Atenas de Cuba, cuna de Milanés y mortaja de Plácido, tropezamos con historias casi olvidadas en la actualidad. Les contaré una, ocurrida al final de la ultima guerra de independencia mientras se evacuaban las tropas españolas y se daban por terminados más de cuatro siglos de imperio español en América.

Por esta calzada que es por la que transitamos y conocida como la de San Luis, antes de Campuzano, Ricardo Batrell Oviedo1 pasó a caballo, atravesando el mambí multitud de soldados españoles2 a fines de 1898.

Firmado el Tratado de Paz Hispano Americano de París en 10 de diciembre 1898 y España habiendo renunciado a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba se procedió a la evacuación. A la espera de los navíos que debían llevarlos de regreso se concentraron innumerables tropas españolas en la ciudad de Matanzas.

Batrell, quien nació en 1880 en el ingenio Trinidad de Oviedo, en la provincia de Matanzas, se incorporó al Ejército Libertador en febrero de 1896. A finales de 1898 era miembro de la escolta del general Betancourt3 y se encontraba estacionado junto a su jefe en las afueras de la ciudad de Matanzas.

Aunque habían terminado las hostilidades y solo era cuestión de la entrega formal del mando de la Isla a los norteamericanos en primero de enero 1899, quedaba completar la retirada y evitar enfrentamientos innecesarios.

El ejército español, reconcentrándose desde el Sur de la provincia hacia la ciudad de Matanzas, debía obligatoriamente pasar por varios pueblos. El de Navajas, retirada la guarnición, había sido ocupado por las fuerzas del Ejército Libertador y flotaba la bandera cubana. El general Molina, alegando humillación, se negaba a pasar con sus tropas por aquel pueblo y pidió que se arriara la bandera. Al negarse los independentistas mandó trenes de tropas al pueblo amenazando con tomarlo.

Avisado el general Betancourt se disponía a marchar hacia Navajas y ordenó ensillar los caballos. Varios de los arreos se encontraban en una talabartería situada casi en el centro de la ciudad, calle de Manzaneda esquina á la de Cuba. Por desgracia para llegar hasta allí y recuperarlos debían de pasar por entre la tropa española y los miles de soldados que vivaqueaban en la ciudad de Matanzas esperando su repatriación.

Con apenas dieciocho años y llevando un revólver escondido bajo su guerrera, porque no se podía ir armado, nuestro Batrell de la historia se ofreció para cumplir la tarea y emprendió la marcha en su caballo de combate el que conocedor de los fragores de la guerra se espantaba al ver los uniformes rayadillos, eran aquellos de líneas azul celeste y blancas del mismo ancho. Precisamente era esta vestimenta la que portaba un grupo de unos diez guerrilleros de Sagunto, los que sentados estaban en la esquina de las calles de Dos de Mayo y Cuba.

Obligatoriamente por aquella esquina y hacia la derecha debía de doblar Batrell con su caballo que se negaba, espantado, a seguir hacia la talabartería4. Al obligarlo y pasar el caballo en veloz carrera salpicó a los soldados de lodo. Creyendo estos que era una provocación y blasfemando contra el jinete fueron a unirse con otros del Regimiento de Cuenca que se encontraban en el puente de San Luis

Era este puente anterior al que existe actualmente de su nombre Sánchez Figueras y también Puente de la Plaza. Debemos de imaginar, que diferente al actual, el puente que Batrell había utilizado a su ida y debería de retomar a la vuelta para pasar al barrio de Pueblo Nuevo, esta vez estaría bloqueado por unos soldados. encolerizados.

Y así fué al pasar, unos cuarenta soldados apuntándole con sus fusiles máuser y tomándole las riendas del caballo lo detuvieron. Al mismo tiempo, que Batrell empuñaba el cabo de su revólver debajo de la guerrera, y al grito de ¡Matan a un libertador! salieron, de la cercana Plaza del Mercado, unos veinte placeros con sus cuchillos agarrados por la punta, listos para lanzarlos al primer disparo.

Aquel zafarrancho, en el que Batrell sólo recorría con la mirada los rostros de los que le rodeaban, duró unos cinco minutos. Y si el espectáculo era observado por un capitán, desde la fonda de Pirez en la acera del frente, hubo otro pundonoroso y valiente que espada en mano intervino y a su orden hizo formar a los soldados. Interrogado Batrell dió libre paso asegurándole la honorabilidad de la oficialidad española. Después de emprenderla a bofetadas con dos sargentos y con el resto, los mandó a todos presos.

Del otro lado del puente, del lado de Pueblo Nuevo, miles de soldados que acampaban en los almacenes vacíos que en esa zona se encuentran, observaban el correctivo a sus compañeros y descontentos obstaculizaron el camino con leña y fogones para provocar que Batrell tuviera forzosamente que chocar con ellos. El capitán ni corto ni perezoso detuvo a aquel en el puente y se avanzó en un coche de plaza parándose en medio del camino que ya había sido despejado.

Desde la bajada del puente y a unas cinco cuadras, por la calzada de San Luis en dirección a la de Esteban, se encuentra la calle de San Juan de Dios. Por esta dobló Batrell para encontrarse con dos soldados, que al pasar había visto escabullirse por detrás de los almacenes de azúcar buscando adelantarlo, tan pronto los vió empuñó el revólver y les hizo un disparo.

Nunca se supo si deseaban saludarle o cruzar unos piñazos pues desaparecieron en la casa más cercana, y si no dispararon se debió probablemente a que no querían ser descubiertos en la inspección de armas con el subsiguiente castigo.

Sin otro percance, Batrell apurando su caballo llegó a la zona de la Playa, a la casa quinta de La Monona, que era donde estaba su campamento y cuartel del general Betancourt.

Cerca de esta quinta se encuentra el emplazamiento del hoy desaparecido, al igual que la Monona, castillo de Peñas Altas, y hacia este se dirigió al día siguiente el general de brigada Luis Molina de Olivera5 con su ayudante el teniente coronel Jiménez Castellanos, hijo del general español del mismo nombre. Correspondió a Batrell verles pasar y encargarse de evitar cualquier percance.

De los militares españoles destacados en Peñas Altas se curó uno el 24 de diciembre de 1898 en el campamento de los independentistas y al pasar la tropa frente a ellos en dirección a las lanchas que debían de conducirlos a los vapores, salió este del rango y agradecido abrazó a Batrell, quien al oír sus gritos de dolor se había acercado a la fortaleza para ofrecerle su ayuda.

Esos mismos soldados españoles, ya en la lancha y de camino a su patria, agitaban sus sombreros hacia la tropa del ejército libertador quienes desde la orilla correspondían a aquella cortesía. En el aire flotaba una extraña sensación que invitaba a la reflexión, ni los unos ni los otros habían ganado.

El Brigadier norteamericano general James Harrison Wilson llegó a Matanzas el 10 de enero 1899 y fue apoyado por una fuerza de 6,736 hombres todos cuerpos de ejército confundidos. Los últimos soldados españoles estacionados en Matanzas, el batallón de Navarra y una compañía del tercer batallón del regimiento María Cristina, embarcaron en la tarde del 12 de enero a bordo del vapor San Francisco.6

El general Adolfo Jiménez Castellanos, gobernador y capitán general de Cuba, con el restante de tropas zarpó el 6 de febrero desde Cienfuegos en el vapor Catalina completando la evacuación española de Cuba.

Acá puede ver el video:

Evacuación Española de Cuba – Una historia de Matanzas en 1898.

A. Martínez, Sep. 2024.

Bibliografía y notas

  1. Batrell Oviedo, Ricardo. Para la historia. Apuntes autobiográficos de la vida de Ricardo Batrell Oviedo. Habana: Seoane y Álvarez, 1912. ↩︎
  2. Del Ejército español reconcentrado en la ciudad de Matanzas se menciona la cifra de 14,535 hombres, eran las divisiones de Matanzas y Cárdenas. El día primero de enero 1899 partieron para Cádiz en el vapor Sttugart la Guardia civil de las Comandancias de Matanzas y Colón, el batallón de Cuenca y la brigada disciplinaria. El día doce fue el ultimo embarcando en el vapor Covadonga para A Coruña y Santander el segundo batallón y una compañía de María Cristina. ↩︎
  3. Mayor general Pedro Estanislao Betancourt Dávalos. ↩︎
  4. Talabarterías y Guarnicioneros (Saddleries and harnessmakers en Matanzas: 1898 – Fosch y Mas, Río 55; Domingo Herrero, Medio 31; José Martínez, Nueva Regenta; José Pérez, Río 60; José Rodríguez, Río 44; ↩︎
  5. Índice de Guerra: Concediendo el empleo de general de brigada por servicios de campaña al coronel de infantería don Luis Molina Olivera (Diario de La Marina, 8 de enero 1897). ↩︎
  6. The Spanish army began evacuating the interior towns of the province about November 15, and by December 28 all had left for the sea coast. The last Spanish troops, under the command of Generals Castellanos and Marina , sailed from Matanzas January 12, 1899 , at 5.30 p . m. (Brigadier general James H. Wilson). ↩︎

Publicado en: Guerra de Independencia Etiquetado como: Adolfo Jiménez-Castellanos Tapia, Luis Molina de Olivera

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