Éxodo le decían. El pensador de Rodín le envidiaba cuando la apretujaba contra las tetillas y delicadamente le dejaba caer sobre los muslos vibrándole cada fibra del cuerpo al roce de su caricia.
Aquello estaba hecho a su medida y la sombra que proyectaba compartía con él todos y cada uno de sus secretos. No era placer sino un miedo que le hacía minúsculo en un mundo que se desmoronaba.
Cuando quiso emigrar encerró sus espermatozoides en una botella y como exploradores en un bajel de cristal les envió en búsqueda de una isla paradisíaca. Decía que si un día le escribían podrían contarle cómo era eso allá ‘fuera.
Se había rendido a la oscuridad y al zumbido de los insectos, se dejaba devorar cada noche regando con su sangre el suelo que le había visto nacer. Amanecía cubierto de lineamientos y de consignas, seguro de que la victoria estaba al doblar de la esquina.
— Cóño, es que tiene que ser verdad — Se lo habían repetido tantas veces que se hizo pequeño y deliraba. Y era feliz porque cuando la vida se vuelve tan mierda es mejor vivir en un mundo de fantasía.
Éxodo no era un medio básico, utilizando cada molécula luchaba por no serlo. Eso de ser pertenencia de alguien no cuadraba la caja, patinaba, le sudaba y le llenaba los ‘guevos. Se negaba a entregar su mente, es que esta gente no podía ser tan avariciosa
— ¡Carajo, si ya poseían su cuerpo!
— Y de todas formas ¿Qué de bueno tiene el comportamiento monolítico? Gustaba de la exuberancia y el matiz que a la vida entregan las medidas perfectas y la proporción exquisita.
Sin embargo, deseo y realidad no eran buenos compañeros. Las tinieblas se colaban por todas las rendijas y le habían carcomido el cuerpo que ahora se paseaba sin rumbo fijo. Andaba preocupado, no habían elogios que flotaran victoriosos ni puerquitos del treinta y uno, las risas andaban escasas y los chistes pujones.
Éxodo daba por sentado un solo hecho y lo creía con una firmeza a prueba de conjeturas:
— Si sus espermatozoides algún día regresaban se volverían a escapar en otra botella —
Lejos, muy lejos de esta mierda… buscando amparo bajo otros cielos y otras banderas. Su bandera, la suya, la quería tanto que la tenía siempre sobre el pecho. Ovillado en ella encontraron a Éxodo un día. Inerte, estaba tirado en una playa abrazando la botella.
Los ojos abiertos y perdidos parecían haberse llenado de azul cielo, de una limpidez tal que la línea del horizonte ya no dibujaba una frontera.
Se llevaron el rígido cuerpo para enterrarlo aferrado a su amada bandera. Nadie preguntó por él, no hacía falta, todos creían que Éxodo había desembarcado en una lejana orilla…
Patria se lleva en el corazón, Patria no es propiedad ni potestad de uno, es de y para todos… lo demás lo dejo a su imaginación. Ya sabrá usted cómo tratar a sus óvulos o espermatozoides y, hasta si prefiere llamarles ¡Ovuzoides!
A. Martínez, Sept. 2022.
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