La Casa Palacio y el The Royal del señor Francisco García en la vida comercial de la Habana de 1920. Los constantes progresos de la Habana se reflejan con mayor vivacidad en los adelantos de su comercio e industria.
En este aspecto la capital de la República ha tomado ya las proporciones e importancia de una gran ciudad, rica, opulenta, afanosa, donde el oro circula a torrentes, haciendo posible los más fabulosos negocios e inverosímiles transacciones.
La Calzada de Galiano, hoy Avenida de Italia, es uno de nuestros bulevares mercantiles, una de las principales arterias donde se instala el alto comercio, lujoso, próspero, con sus magníficos establecimientos de vitrinas vistosas y llamativas, lleno, siempre de una concurrencia numerosa y selecta:
al margen de la acera, suntuosos automóviles; dentro del almacén, damas aristocráticas; frente a las vidrieras, con los ojos ávidos, los que no pueden comprar, la legión infinita.
Gustamos de recorrer estas calles de la riqueza, congestionada por un gentío inmenso. De estas excursiones un periodista obtiene datos para una información, apuntes para una crónica, elementos para un estudio, motivos de pensar y de sentir.
Hace días, ambulando por la Avenida de Italia, nos encontramos frente a un elegante establecimiento rotulado “La Casa Palacio”.
Es cerca de San Rafael, y en un edificio bonito, amplio, marcado con el número 91, se levanta esta gran institución comercial que abarca diversos giros: sastrería, camisería, novedades, fantasía, etc. “La Casa Palacio” no nos era desconocida, no podía serlo, cuando goza de una reputación extensa, legítimamente conquistada.
Pero no era tan sólo el crédito de la Casa Palacio, la boga de sus creaciones primorosas, lo que nos atrajo a su interior, ni aun siquiera su excelente instalación, su decorado sencillo, revelador de un gusto exquisito, refinado, artístico.
Algo personal, digámoslo así, nos obligó a solicitar al propietario, cuyo nombre no nos era desconocido.
En efecto, cuando amable, obsequioso, nos atendió, recordamos que el señor Francisco García, hoy rico y distinguido comerciante, no nos era extraño; lo habíamos conocido en sus comienzos y no podíamos presumir que, tan rápidamente, llegase a conquistar una posición económica y social, tan ventajosa y elevada.
Gratísimo nos fué, pues, estrechar la diestra del antiguo amigo; mayor placer fué hallarle, de nuevo, vencedor de la vida, al frente de un negocio espléndido, sano, progresista, cuando aun la juventud no se ha alejado y el porvenir le brinda en sus sonrisas oportunidades favorables, rutas ciertas, orientaciones propicias.
Digamos algo de Francisco García el afable dueño de “La Casa Palacio”.
El señor Francisco García llegó a Cuba en el año 1906. Educado en un ambiente de laboriosidad y economía singulares, bien penetrado de que sólo el trabajo y el ahorro son las bases de la prosperidad, comenzó la penosa ascensión en la carrera del comercio, trabajando como dependiente en algunas casas del giro de ropa.
Un día tras otro fué, a la manera de la hacendosa hormiga, haciendo acopio de los granos de sus economías, y nada extraño es que, en poco tiempo, llegara a ver realizado su más caro ideal: independizarse y trabajar por cuenta propia.
Así, en 1912, se estableció por vez primera en Santo Domingo, provincia de Santa Clara: y fué entonces que se manifestó el gran espíritu de progreso que anima a nuestro biografiado, haciendo de su establecimiento lugar de visita forzosa para cuantos en el ramo de ropa necesitaban algo.
Su carácter afable y de una cultura sin ridículas afectaciones, lo ha rodeado de un círculo muy distinguido de amistades personales en la Banca y en el Comercio, teniendo, con esta circunstancia, un envidiable crédito mercantil.
En 1916 compró la Casa Palacio en esta Ciudad y en donde tiene, desde que fué de su propiedad, montada la gran sastrería que surte a esta casa, en los más finos y costosos trajes a la última moda lo mismo que en trajes de precios económicos, todos hechos sobre medida y de confección irreprochable.
Como vemos, en menos de diez años ascendió de modesto dependiente, a dueño de un gran establecimiento de la Calzada de Galiano. Así, Francisco García, da la sensación del vencedor, del self made man, que sin auxilio ajeno ni concurso extraño se ha abierto paso por su inteligencia, actividad y abnegación.
Mas no es esto todo. El señor García hace tres años posee y dirige su sastrería, camisería y almacén de novedades, “Casa Palacio”, donde rinden hábil labor dos magníficos maestros; pero la energía de este comerciante no puede limitarse a una sola esfera, aun cuando sea dilatada.
García, espíritu emprendedor y animoso, ha inaugurado una nueva casa comercial, escogiendo para su instalación la esquina de Avenida de Italia y Dragones, frente a la estación de los tranvías de Habana y Marianao.
El lugar es concurridísimo y hermoso porvenir aguarda a “The Royal”, el establecimiento modelo de García, dedicado al giro de ropa, estilo americano.
Los dos establecimientos, Casa Palacio y The Royal, son demostraciones palpables de los grandes progresos comerciales de la Habana, y constituyen, a más de base y fuente de su fortuna, título de honor para su estimable dueño, que debemos presentar de ejemplo a la juventud que inicia sus pasos primeros en las luchas económicas.
Estos hombres dignos, activos, que atraviesan los mares, siguiendo una tradición gloriosa de la raza, para buscar una posición honrosa, decente, desahogada, sin tener otros medios que la perseverancia y la inteligencia, son merecedores de los más resonantes aplausos.
Forman por sus vidas, modelos saludables a los que surgen tras ellos en la batalla, indicándoles que no deben desmayar ni escatimar esfuerzos, puesto que el ejemplo de Francisco García es buena prueba que la voluntad firmemente dirigida a un propósito determinado, logra dominar la suerte haciéndola esclava del luchador tesonero e inquebrantable.
El público que frecuenta los establecimientos de García “The Royal” y “Casa Palacio” lo hace seducido por las excelentes mercancías de que están surtidos, y los primorosos trabajos que allí se realizan; pero también es atraído por el magnetismo del dueño, por ese indefinible don de gentes que es el secreto de los más grandes éxitos.
Este comerciante fino y amable es un psicólogo intuitivo que conoce de un sólo golpe el arte de sugestionar a sus clientes, haciéndoles permanentes favorecedores tan pronto como penetran una vez en The Royal o en Casa Palacio.
The Royal y Casa Palacio son, por todas éstas condiciones, centros de atracción de un público selecto, distinguido, que gusta de las mercancías de éstas casas, pues conoce, por experiencia, que ellas son de las mejor calidad, siendo requisito esencial para el Sr. García no expender sino buenos artículos y no realizar ninguna confección que no sea correcta.
Así se comprende el auge de que disfrutan los grandes establecimientos del Sr. García, favorecidos, como se halla, por el concurso decidido del público que sabe distinguir y apreciar.
Bibliografía y notas
- “De la vida comercial: Casa Palacio y The Royal del Sr. Francisco García”. El Fígaro. Año 37, núm. 4, 5 y 6, 25 enero, 1 y 8 febrero 1920, pp. 106
- Personalidades y negocios de la Habana.
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