Fundición La Especial de Felipe Bartolomé y Jesús Ferrer en la Habana. El progreso industrial —vida de los pueblos— es constante en la República. A diario se levantan en el país, de Oriente a Occidente, nuevas manufacturas, ensanchando así con amplitud extraordinaria, las actividades fabriles, un día, ya lejano, limitado a la elaboración del tabaco.
El desarrollo económico del país, estupendo y asombroso, permite, y estimula, iniciativas y actuaciones en todos los órdenes, cumpliéndose la ley general de que el oro es un señor demasiado soberbio para no ser atraído más que por sí mismo. El imán del oro es el oro.
La riqueza cuando comienza a desenvolverse en un país, siguiendo sus propios cauces, profundos, sus naturales derroteros, ciertos, se acrecenta y consolida de un modo permanente, de apariencia automática, aun cuando en el fondo es producto de su acción y movimiento.
La riqueza es, en realidad, síntesis de grandes energías, acumuladas, concreción dorada y poderosa de inmensas actividades, suma de enormes trabajos concentrados en un esfuerzo ingente… Si con un propósito recto y sereno de observación se visitan los centros fabriles, se comprueba, con gozo y sorpresa, el notable desarrollo que, en poco tiempo, han tomado nuestras manufacturas.
No ha mucho la curiosidad, justificación y aliento del periodista, nos internó por los talleres de una fundición —sita en la calle de San Martín número 7— cuya importancia a primera vista, delataba la intensa actividad reinante en su interior.
El medio, caldeado por el fuego, las máquinas tronantes, humosas, nos demostraban que nos hallábamos en uno de esos círculos de trabajo y producción que tan enérgica impresión de vida ponen en el ánimo. El espíritu profesional nos impelió a examinar la fundición aludida. Y en una inspección breve y sustanciosa, vimos que era una gran fábrica donde se efectúan toda clase de labores de hierro y acero y otros metales que la ciencia y la industria, en admirable consorcio, doman y utilizan para provecho del hombre.
Allí se forjan tanques grandes y pequeños, trabajos de herrería, pailería, cerrajería y calderería y otros similares. Sus dueños son dos distinguido industriales, los señores Felipe Bartolomé y Jesús Ferrer, en cuyas fisonomías, inteligentes y expresivas, el trabajo ha puesto su noble sello de virilidad y energía.
Hace cinco años (1915?) —y por su excelente instalación, por su crédito sólido y por el número de obras realizadas parece que hace veinte— que estos dos caballeros asociaron sus esfuerzos y capitales en esta obra común, hoy acariciada por el éxito más lisonjero y halagüeño.
Si se tiene en cuenta la pericia de uno y otro socio y las labores, por ellos realizadas, sin descanso, puede comprenderse que en tan poco tiempo, este taller se iguale a los mejores y más antiguos. Sus elementos mecánicos son modernísimos y su instalación ha sido dirigida con habilidad y efectuada sin desmayos ni vacilaciones, a fin de poder asumir el papel de fundición de primer orden, como lo evidencia los esmerados trabajos de los centrales “Estrella”, “Galope”, “Redención”, entre otros, que fueron hechos por la fábrica de los señores Ferrer y Bartolomé.
Los referidos propietarios, muy expertos y conocedores de los diversos ramos de esta industria, hacen el negocio en gran escala, aceptando toda labor de la comprendida en su manufactura, pero son especialistas en pailería y en obras como tachos, condensadores, cristalizadores y chimeneas; sus trabajos no son superados por nadie.
Es cierto que el señor Felipe Bartolomé, oriundo de Valladolid y residente en Cuba desde hace quince años (1905?), es una autoridad, por su práctica, en pailería. Las oficinas de estos talleres están establecidas con confort, siendo uno de los empleados más activos y celosos el culto joven Germán Bartolomé, quien secunda, con eficiencia, a su padre, el gerente señor Felipe Bartolomé.
Una impresión gratísima, como hemos dicho, sacamos de nuestra visita a los talleres de los señores Ferrer y Bartolomé. Una treintena de operarios, obreros escogidos, laboran en esta fundición donde sus propietarios les ofrecen trato bondadoso, retribución equitativa, dándole así justa y cordial solución al problema social, por mutuo acuerdo satisfactorio, en esta fundición.
Allí, los trabajadores, contentos y animosos, secundan a los dueños, realizando todos un esfuerzo común por engrandecer la industria, de la cual obtienen medios de sostener, con decoro, sus hogares. Esta circunstancia y el evidente auge de la manufactura, nos dieron esta sensación, aludida, de bienandanzas y de saludable optimismo.
Cuando en un país pueden desenvolverse, con éxito, centros industriales, como el de los señores Ferrer y Bartolomé, puede afirmarse el progreso de esa nación, orientada ya por senderos de riqueza y de progreso.
Bibliografía y notas
- “Industrias Importantes: La Especial de Ferrer y Bartolomé”. El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. Año 37, núm. 14, Julio 4 de 1920, pp. 274, 275.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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