Era tal la popularidad en toda la Isla de esta antigua, respetable y muy citada Agencia fúnebre, que dirigía hasta hace poco el Sr. Ricardo Guillot, recientemente fallecido, que cuando algún periodista (de la Habana ó de cualquier punto de la Isla) hablaba de un entierro algo importante efectuado en la Habana decía, aunque no lo supiera de fijo: “El entierro corrió á cargo de la casa Guillot”.
Confesemos también que tal renombre no se adquiere sino por el mismo procedimiento que los generales veteranos ganaban la cruz de San Hermenegildo: por largos é ininterrumpidos años de inmaculados servicios: los que puede sumar y ofrecer á todos en su esfera de acción la renombrada y muy completa casa que se alza en Aguiar esquina al Parque de San Juan de
Dios.
Para hallar una rival digna de competir con la Casa funeraria de Guillot en Aguiar 72, hay que ir a buscarla en las grandes capitales de Europa. Sólo en esos populosos centros podría encontrarse tan completa y amplia la organización que forma el prestigio incomparable de dicha casa.
Desde su fundacion fué la favorita del dolor habanero, queriendo dar prestigio y brillo al último acto — el que se desenlaza desde el funebre hogar hasta el cementerio, última casa y último lecho del que abandonara entre los vivos casa y lecho.
Y la casa Guillot en este último servicio no ha oído nunca una queja en cuanto se refiere a sus procedimientos y su resultado.
Con qué tacto ha sabido siempre plegar su misión a las necesidades de los que acudían á ella solicitando un decorado de capilla ardiente, un aumento de pompa en la expresión del sentimiento también ó una gracia modesta en el que no podía, por falta de recursos, igualar la expresión mundana de su dolor a la profundidad de la angustia misma.
¡Para todos! ha tenido la casa Guillot el mismo cuidado, la misma solicitud, la misma buena voluntad que le han valido ese renombre y esa exaltación en la simpatía agradecida de todos.
El material de que dispone la casa, le permite mostrar la misma elegancia, el mismo brillo é igual solicitud en los entierros de primera, segunda o tercera clase.
Sea cualquiera el precio que se pague por una mise en scène (puesta en escena) luctuosa, en iglesia para honras fúnebres ó en hogar para capilla ardiente, o en pompa ó modestia para la forma exterior — la conducción del cadáver hasta el ultimo asilo — la nota severamente elegante es la que impera.
El precio será distinto — 1,000, 500 o 100 — pero la manera de servir es única é insustituible. No hay nada más lastimoso que ver el dolor ridículo en su forma externa. Guillot con su mi […] psicológico había penetrado esta verdad y la evitaba con […] habilidades nobles que hacen de esta profesión un sa […] por decirlo así.
[…] driamos llamar “los grandes entierros” de la casa de pompas fúnebres. Nada ha faltado en ellos, desde los regios […] vocan con su color la nada negra de la noche […] rimas de plata, sus estrellas de oro, sus reca […] las llamas verdes de sus grandes lamparas votivas, la sextuple pareja enjaezada de redes negras, amarillas ó blancas dignas de formar la gualdrapa de la triple Hécate, diosa terrible y conmovedora. A veces sustituíase al dolor el asombro ante aquella manifestación soberbia de un duelo casi universal.
Véase en su casa su coleccion de ataudes donde ha dicho la industria moderna su última palabra: en bronce, hierro, plomo; dobles, completando el ataúd por el ataúd, y los de madera, gruesos de borde como el sepulcro de un sátrapa y finos como el ligero sudario de una niña.
Sus carrozas de diversos órdenes y distintas formas, de cornisas, puertas y costados dorados con profusión, con sus alegorías religiosas coronando la cúpula del rodante cenotafio, ó severos, todos de negro, como respetando la meditación, ó blancos para vírgenes que han preferido la altura del cielo á las negruras de la tierra, todos salidos de las mejores fábricas, de las grandes carrosseries de Francia, Alemania y Nueva York.
Sin grandes reclamos, sin fastuosas prodigalidades a la publicidad y por el hecho sólo de su propia valía, ha sabido Guillot, hasta su muerte, mantener vivo el prestigio de su Funeraria, la más conocida y solicitada en la Habana.
La muerte del propietario no ha quitado un ápice á la popularidad y a la garantía de su nombre. Su viuda y sus herederos conservan todavía y conservarán por tiempo indefinido a altura enorme el nombre y los servicios de esta prestigiosa casa, de la cual algunos grabados decoran las páginas del número extraordinario que El Fígaro ofrece a sus lectores.
Grabados que narran en las dos figuras que representan, toda una vida de laboriosidad, honradez, cumplimiento exacto con el público y que tenían derecho a aparecer en un artículo consagrado a la casa Guillot.
Es el pago de una fidelidad al deber que tiene su premio en la consagración del afecto que halla en todos una frase que lo reconozca y una sonrisa de simpatía que lo premie.
Uno de los retratos representa á Ricardo Guillot, de inolvidable recuerdo entre los suyos, en cuyo rostro se adivina el alma nobilísima del que hace apenas un año que nos abandonó. El otro es el de Ricardo Navas, jefe hoy de la casa, que parece haber heredado de Guillot sus fecundas iniciativas, su amor al orden y su carácter firme y bondadoso.
No es el gusto de publicar por publicar lo que induce á El Fígaro a engalanar sus páginas con los dos representantes conspicuos de la Casa Guillot; es que queremos que el simpático homenaje sea completo, que las figuras trazadas por el buril completen las metáforas y las imágenes que llenan la hoja y que se vea lo mucho que todos deben a la popular Casa.
El renombre que esta tiene se debe en gran parte á esos dos excelentes industriales. Ante el dolor hay que tener un tacto exquisito, una habilidad de mano moral, por decirlo así y la constante discreción y serenidad de juicio para apreciar en donde termina la solicitud y en donde comienza la ofensa.
Y esto lo han sabido siempre, (Guillot cuando vivía y Navas en la actualidad) como nadie los dos siluetados al buril que presenta hoy El Fígaro á la simpatía de sus lectores.
El anuncio aparecido en el nomenclátor para los años de 1883 – 1884 decía así:
Primera Agencia Funeraria de R. Guillot.
Establecida en 1884, con el título que se encabeza segun licencia espedida en esa fecha, siendo los anteriores á este Establecimiento denominados “Muñerias”, está situado hoy en la calzada de San Lázaro no. 251, pasado la Beneficiencia, y su escritorio en la casa donde estuvo, Aguiar 72, esquina á San Juan de Dios, en la cual existe una exposición permanente de Sarcófagos de todas clases, lo más selecto de Europa y América.
En Aparatos, Coches y cuanto concierne al ramo está á la altura de su reconocido crédito.
Para mayor facilidad en el ajuste existe en el Establecimiento y Escritorio listas de precios en que se detallan los servicios y su importe, haciendo entierros y honras hasta en 25 pesos oro.
La exposición es pública. Se reciben ordenes, tanto en uno como otro local á todas horas.
Aparatos Refrigeradores para conservar cadáveres.
Bibliografía y Notas
- “Una reputación envidiable, Viuda de Guillot”. Revista El Fígaro, (Febrero 1899).
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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