

Hotel Almendares. El 31 de diciembre 1920 fue la fiesta de inauguración y la de consagración el 8 de enero 1921. Un sueño… Algo que parecía fantástico. Luz y música, flores y perfumes, todo eso en un ambiente de elegancia, de hermosura, de suntuosidad.
Embargado por las emociones de la incomparable fiesta vuelve el cronista del Hotel Almendares.
Fiesta de apertura. ¿Ha sido así la de anoche? No. Más propiamente podría llamarse la consagración social del hotel que empezó su vida al cesar un año. En la ultima noche de Diciembre (31 diciembre 1920), la clásica noche de San Silvestre, fué su inauguración.
Distraído el mejor y más considerable contingente de nuestra sociedad en las múltiples conmemoraciones tradicionales de esa fecha no le fué posible gozar de todo lo que brindaba aquella casa en la alegría de su fiesta inaugural.
Reservado le estaba para anoche conocer y admirar, en sus mayores grados de esplendor, el novísimo hotel.
Obra magnífica, imponderable, que ha sido inspirada en las construcciones del renacimiento italiano por el gran arquitecto neoyorkino Mr. Pryor. Un edificio airoso, que afecta la forma de una monumental H, rodeado todo de jardines.
A un lado se divisa el panorama del mar en tanto que al otro surge esplendido, con sus rectas avenidas y los modernos chalets que van poblándolo, el pintoresco Reparto Almendares. Al fondo Columbia. Y la campiña como poético marco.
Una descripción del hotel fué dada ya por este periódico, de mano maestra, presentándolo como un bello alcázar para el turismo. De lo escrito entonces, ensalzando todas las bellezas que encierra el airoso edificio, desprendíase un elogio para la Sociedad Cubana de Hoteles que bajo la presidencia del caballero excelente y cumplidísimo señor Pablo G. Mendoza ha visto felizmente coronado su primer empeño.
La fiesta de anoche, suntuosa, esplendidísima en su doble aspecto del baile y de la comida, se desarrolló principalmente entre la pompa del hermoso salón de comedor.
Al pié del mismo, en la amplitud del patio, tenía la fiesta nuevas y vibrantes manifestaciones de alegría. En aquella sala, de cuyas lámparas brotaba a torrentes la luz, proyectándose en el suave artesonado de las paredes, se extendían las numerosas mesas donde un gran concurso hizo unánime consagración con sus elogios de la fama del Chef de la casa, procedente del célebre Avignone de Nueva York.
Una mesa al centro, adornada con una gran corbeille de rosas, era la mesa de honor de la noche. En ella tenía su cubierto el señor Presidente de la República en vis con su bella esposa, la señora Marianita Seva de Menocal, que llevaba una elegante toilette de tono oscuro avalorada por joyas magníficas. Lucía un collar de perlas. Y gran pulsera de brillantes.
El señor Pablo G. Mendoza y su distinguida y muy amable esposa, Paulette Goicochea, ofrecían la comida. Sus invitados, además de los señores de Menocal, formaban un grupo numeroso.
Los Marqueses de Pinar del Río. Lily Hidalgo de Conill. El coronel Eugenio Silva. María Radelat de Fontanills. Los distinguidos esposos Guillermo Lawton y Merceditas de Armas, Agapito Cagiga y María Luisa Gómez Mena, Ramón Mendoza y Mariana de la Torre, Luis de Cárdenas y María Goicoechea… Y el cronista que suscribe.
De labios del general Menocal tuve oportunidad de oír en más de una ocasión los elogios más halagüeños en favor del hotel y en honor también de la brillante fiesta con que se inauguraba. Mostrábase muy satisfecho. Y así lo decía.
En una mesa inmediata veíase al Ministro de los Estados Unidos, Mr. Boaz Long, como invitado del licenciado Carlos Párraga y su gentil hija Luisa Carlota.
Allí estaban, parmi les invités Mr. y Mrs. Munson, huéspedes en estos momentos de la Habana. Completaban el grupo el Secretario de la Guerra y su bella esposa, Teté Bances de Martí, Mr. y Mrs. Schultze y la señorita Conchita Gallardo.
Otra mesa cercana. Del señor Juan Pedro Baró. La presidía su esposa, la siempre bella Catalina Lasa de Pedro, resplandeciente de elegancia. Llevaba una fortuna en joyas. Sobre todo en perlas. El doctor Antonio Díaz Albertini tenía allí su cubierto con su esposa, la ideal, la inspiradora Blanca Broch, una hermosura en eterno reinado.
Tres matrimonios más, que eran Julio Forcade y Angélica Pedro, Serafín Fernández y María Broch y Juan Luis Pedro y Piedad María Sánchez.
Una mesa de gala. Mesa que era el clou de la noche. Muchachas y jóvenes aparecían ordenados en simpáticas parejitas del modo siguiente:
Josefina Mendoza y Jorge Herrera. Conchita de Cárdenas y Tanito del Valle, Minita Argüelles y Rafael Carvajal, Morocha Herrera y Ricardo Moreyra, Julita Arellano y Pepillo Mendizábal, María Herrera y Juan Arguelles, Rosita Sardiña y Julio Batista, Silvia Párraga y Charlie Zaldo, Georgina Menocal y Baby Sardiña.
Conchita de Cárdenas, que aparece en esta relación, se presentaba anoche por vez primera en sociedad ¡Qué linda! De azul, vaporoso el traje, todo fueron para ella elogios, plácemes y congratulaciones.
Su adorable primita Josefina Mendoza, que dió la comida, no pudo haber reunido un grupo más delicioso.
Con las bellísimas hermanas Herrera estaban las encantadoras jeunes filles Minita Argüelles y Julita Arellano. Flores nuevas en los salones. A cual más bonita.
El joven y simpático matrimonio Alberto Ruz y Conchita Toraya tenían en su mesa al Conde del Rivero, nuestro querido administrador, con su lindísima esposa. Se presentó de blanco, con una preciosa toilette, la Condesita del Rivero. Un traje en manifiesto contraste con sus ojos, sus negros ojos profundos y brillantes. Estaba encantadora. Ideal…!
Invitados de los esposos Ruz-Toraya eran también tres matrimonios jóvenes, tan distinguidos como Henri Brandt y Graziella Ruz, Alberto Crusellas y Rita Fernández Marcané y Gustavo Angulo y Ofelia Broch.
La mesa del señor Luis G. Mendoza y su esposa, la linda dama Consuelito Lamar, que llevó a la fiesta un traje que era expresión del gusto más exquisito. Un primor de elegancia. Admirable!
Tenían en esta mesa sus cubiertos el señor René Dussaq y señora, Regina Rodríguez, y el doctor Guillermo Portela y señora, Nany Castillo Duany.
Un cubierto más. Lo ocupaba Conchita Freyre. A su lado, Mr. John Staht, presidente del Banco Mercantil Americano, que se encuentra en esta capital en viaje de recreo.
El Secretario de Gobernación en una mesa donde estaban el señor Alberto de Armas y su bella esposa, Conchita Fernández, la gentilísima Julia Sedano, el brigadier Miguel Varona y el señor José María Lasa, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes.
Completaban el grupo de comensales el doctor Rafael María Angulo, el señor Gustavo Aróstegui y el comandante Tabío, ayudante del señor Presidente de la República.
Una mesa del doctor Rafael Menocal y su elegante esposa, Nena Valdés Fauli, en la que resaltaban, junto con Ana María Menocal, cautivadora siempre por su celestial belleza, las lindísimas hijas del general Rafael Montalvo, Merceditas y Lolita, ante cuyos encantos vacilarían, indecisos, todos los votos para juzgarlas y todos los fallos para definirlas.
Pasaban por aquel gran salón arrobadoras de gracia, de espiritualidad y de gentileza. Una fascinación…
Otra mesa de ocho matrimonios pertenecientes a nuestra mejor sociedad. Un grupo simpático. Véase aquí:
Porfirio Franca y Pepa Echarte, Alfredo Domínguez y Amalia Rivero, Primitivo Portal y Justina Monteagudo, Alonsito Franca y Mireille García, Antonio Suárez y Clarita Rivero, Rafael Martínez Arenas y Sarita Conill, Tomás Machin y Generosa Santa María y Osvaldo Lombard e Iraida Salazar.
María Dolores Machin de Upmann, con una toilette preciosa, resplandeciente de elegancia, en una mesa de la que recuerdo a Renée G. de García Kohly y Mirta Martínez Ibor de del Monte.
Una mesa en la que estaban el Subsecretario de Gobernación y su interesante esposa, Esperanza Solís de Aguiar, con el doctor Gustavo Reyes y señora, María Luisa Delgado, y la señora Viuda de Revuelta.
Varias parejitas en la mesa de jóvenes y señoritas que paso a enumerar.
Ela Aguiar y Edwin T. Tolón, Lilia Carrera y Manolo Arango, Elena Revuelta y Nicolás Azcarate, Saida Carrera y Manolo Revuelta. Completábase el grupo con Ramón Aguiar y María de los Reyes y Emilio Carrera y Raquel de los Reyes.
Ela Aguiar, que hizo su presentación en la fiesta de fin de año del Tennis, es una esbelta, fina y elegante señorita. Lucía anoche preciosa.
En una mesa, que presidía Consuelito Ferrer con el encanto indecible de su belleza y el atractivo singular de su elegancia, veíanse a Mr. y Mrs. Freeman y a los jóvenes esposos Lorenzo Pérez y Amalia de la Torre y Pepito Pagés y Matilde Ferrer con el distinguido caballero Abelardo Ferrer.
E] doctor Martin Aróstegui y su distinguida esposa, María Montalvo, en la mesa donde se reunían tres matrimonios más, que eran Federico Mendizábal y Concha Montalvo, Eduardo Montalvo y María Esperanza Lasa y Fabián Urrutibeascoa y Lolita Montalvo.
Una mesa numerosa. Del señor Pantin. Allí estaba su distinguida esposa, Teresa E. de Pantin, y estaban el presidente del Casino Español, señor Narciso Maciá y señora, María Ana Barraqué, la señora Felipa H. de Arenal, los jóvenes matrimonios Chicho Maciá y Nena Trémols, Leslie Pantin y Ondina de Armas y Emilio de Soto y Berta Pantin, además de las señoritas Ana María Maciá y Grace Pantin con los jóvenes Bernabé Sánchez y Adolfito Ovies.
La mesa de los jóvenes y elegantes esposos Nestor Mendoza y Alicia Párraga, donde se reunían Jacinto Pedroso y Cheíta Arósteguí, Gonzalito Aróstegul y Maggie Orr y Alberto Mendoza y Bebé Vinent, entre otros más.
El señor Alfredo Holz, gerente general de la Koppel Industrial Car and Equipment Co., congregó en una mesa a Mr. Hoffstot padre e hijo, a Mr. Chamberlain y a Mr. J. B. Rider, presidente de la Pressed Steel Car Company, con los distinguidos esposos Alberto Fowler y María Cabrera, Agustín Goitizolo y Lolita Recio, Rafael Cabrera y Graziella Cancio y Manolo Azpuru y María Antonia Alonso…
[…] Corto ya aquí.
Hay que pensar, para perdonarme de omisiones, que pasaban de cuatrocientos los cubiertos que se sirvieron, todo admirablemente, en el aspecto general de la fiesta, a las Órdenes del gran manager Mr. Albert.
El baile, a los acordes de dos orquestas en alternativa, se prolongó hasta ya muy entrada la noche. Una fiesta la del Hotel Almendares que se hará inolvidable. Lo reunía todo. Gran concurrencia, gran lujo y gran animación.


Enrique Fontanills.
Bibliografía y notas
- Fontanills, Enrique. “Hotel Almendares. Suntuosa fiesta para su apertura oficial”. Diario de La Marina. Año LXXXIX, núm. 8, 9 de enero 1921, p. 5.
- de Magherit, Muecín. “Un bello alcázar para el turismo. El regio Hotel Almendares”. Diario de La Marina. Año LXXXIX, núm. 2, 2 de enero 1921, p. 9.
- Personalidades y negocios de la Habana
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