La Batalla de Montmorency también llamada de Beauport fue un hecho de armas ocurrido durante las operaciones del sitio de Québec como parte de la ofensiva británica que se llevó a cabo en el río San Lorenzo en el año de 1759.
La guerra de conquista inglesa culminó asentando el dominio británico en Canadá y dió por terminado el período colonial francés en América del Norte. Enmarcada en en la Guerra de los Siete Años la Batalla de Montmorency fue el preludio a la Batalla de las Llanuras de Abraham que llevó en septiembre de ese mismo año a la capitulación de la villa de Québec.
Desembarcando en la Isla d’Orléans el 27 de junio las imponentes fuerzas de marina inglesas habían logrado penetrar por vía marítima hasta las cercanías de la ciudad de Québec. Desde la punta oeste de la isla podían a unos seis kilómetros y medio divisar posada sobre un peñasco la villa a conquistar. Bordeando por unos diez kilómetros la ribera del San Lorenzo desde la ciudad hasta el río de Montmorency los franceses habían establecido río abajo una línea de defensa en previsión de un desembarco, contaba esta con campamentos, reductos y baterías artilladas.
Después de evitar sin mayores consecuencias una flotilla de siete barcos incendiarios los ingleses enfrentando algunas escaramuzas controlaron al sur las zonas de Beaumont y Punta Lévy. Por el norte a poco más de un kilómetro de la Catarata de Montmorency en la noche del ocho al nueve de julio desembarcó otro contingente. Al general James Wolfe se unen las brigadas de Townshend y Murray para separados por el estrecho río Montmorency hacer frente a las tropas francesas que se encuentran a escasa distancia sobre la extensa línea de defensa.
Dirigidos por el general Luis José de Montcalm, el caballero de Lévis, el gobernador Vaudreuil y el intendente Bigot los franceses escogen la prudencia y se mantienen atrincherados a la espera. Para el doce a las nueve de la noche comienza el bombardeo desde la Punta de Lévy sobre la ciudad. Se calcula que desde esa noche hasta las doce del día siguiente los seis cañones de catorce kilogramos y los cinco morteros de treinta y tres centímetros lanzarán unos trescientos proyectiles sobre una ciudad de la que van a huir sus habitantes. El silencio de las bocas y los disparos esporádicos del lado de la villa solo se explican por la falta de pólvora y su preservación para situaciones excepcionales.
Sobre las alturas de Montmorency también se instala una batería inglesa y se prepara un plan de ataque sobre la línea de defensa de Beauport que llega justamente hasta el río Montmorency. El plan original será modificado al no poder pasando por el interior de las tierras llevar al campo de combate el grueso de las tropas, para esto el veintiséis de julio exploran el Montmorency encontrando a unos cinco kilómetros río arriba un vado, esfuerzo que se suelda por un fracaso estando la posición además de lo escabroso del terreno protegida por tropas atrincheradas.
El asedio dura desde hace un mes y no se perfila un desenlace. Wolfe decide atacar y finalmente queda dispuesto que con el apoyo de la artillería se llevará a cabo un desembarco con balsas y chalupas frente a las posiciones que ocupan los galos en las alturas de Beauport, el primer objetivo será uno de los reductos de la playa del que cree erróneamente podrá ser conservado al estar fuera del alcance de los mosquetes franceses, una vez comenzado el ataque y situadas frente a la extremidad de la línea de defensa francesa las tropas de Townshend y Murray deberán vadear el río Montmorency por debajo del salto de la cascada cercana a la costa.
En la mañana del treinta y uno de julio de 1759 comienza la Batalla de Montmorency al avanzar el navío de sesenta cañones HMS Centurión por el canal norte de la isla de Orléans y posicionarse al este de la Cascada de Montmorency para bombardear las dos baterías francesas que sobre la ribera defienden la costa.
Hacia las once de la mañana los barcos de transporte armados Russell y Three Sisters se unen a la acción acercándose a la costa cerca del reducto, el general Wolfe que se encuentra en primera línea bajo el bombardeo a bordo del Russell pronto se percata que los transportes no pueden acercarse lo suficiente y el reducto y las posiciones defensivas se encuentran al alcance de los franceses atrincherados en las alturas.
Desde el campo francés contará el Caballero de Lévis sus vivencias ese día al Mariscal de Belle-Isle en carta fechada dos de agosto 1759[1]:
A las diez vimos dos fragatas y una nave de sesenta y cuatro[2] piezas de cañón desplegar velas y aproximarse por el canal hacia el salto de Montmorency, al mismo tiempo vimos un gran movimiento de chalupas en las riberas de la isla de Orléans y en la Punta de Lévy.
A las once y media las dos fragatas vinieron a encallarse frente al campamento de la brigada de Montréal y a medio alcance de los fusiles del reducto que está situado sobre la ribera a la izquierda de esa compañía. El navío fue más abajo y se detuvo frente al último reducto de nuestra izquierda, obra que se encuentra a solamente unos quinientos ochenta y cinco metros de la caída del Salto de Montmorency […].
Dispuestos de esta manera al mediodía navío y fragatas abrieron nutrido fuego sobre nuestras baterías, nuestros barcos armados de cañones, sobre nuestras trincheras y los reductos. La batería que tenían de seis morteros y treinta piezas de cañón situada sobre el acantilado del Salto de Montmorency hizo lo mismo sobre nuestros atrincheramientos […]
A la una vimos hacer varios movimientos a las chalupas que estaban llenas de tropas… A la una y media fui informado por el capitán de voluntarios M. Duprat que los enemigos hacían marchar una columna de dos mil hombres sobre su izquierda hacia los vados que vigila el Sr. De Repentigny.
De inmediato hice partir quinientos hombres del gobierno de Montréal bajo las órdenes de M. de la Perrière y a todos los salvajes a prestar socorro a M. de Repentigny, ordené a M. Duprat seguir con sus voluntarios los movimientos de la columna enemiga e informarme. Envié orden al regimiento Royal-Roussillon de avanzar y de ese regimiento hice marchar la columna de granaderos para que se uniera a los voluntarios
Montcalm avisado del ataque británico refuerza en su ala izquierda al Caballero de Lévis con las tropas regulares del centro. Más tarde también serán enviados al sector milicianos mezclados a tropas regulares de la colonia. Pese al error de apreciación Wolfe no detiene el ataque creyéndose frente a un enemigo desordenado en sus rangos.
El plan pasa de establecer en la ribera una base defensiva en espera de un movimiento de tropas enemigas al de un asalto contra las líneas de defensa. Las tropas que llegan desde la isla de Orléans reciben la orden de desembarcar avanzada la tarde y para colmo un buen número de embarcaciones se ven detenidas por una barrera sumergida de bloques rocosos en su camino hacia la orilla.
El mismo Wolfe escoge el punto de desembarco pero ya son cerca de las cinco y treinta de la tarde cuando finalmente trece compañías de granaderos y doscientos hombres de los Reales Americanos llegan a tierra para liderar el ataque.
Continúa relatando el ataque el Caballero de Lévis:
A las cinco las chapulas entraron en el canal del Salto y se situaron detrás de las dos fragatas encalladas. A las cinco y media bajó de las alturas la columna enemiga para irse a formar a la orilla del vado debajo del Salto de Montmorency, disponiéndose a franquearlo visto que la marea estaba baja… A las seis la columna se agita y comienza a pasar el vado del Salto. En el mismo momento detrás de las dos fragatas que estaban varadas las chalupas comienzan el desembarco. El fuego de artillería redobla desde todas partes.
Habiéndose formado detrás de las fragatas los enemigos marcharon con ímpetu para atacar el reducto de nuestra derecha, el que sin posibilidad de mantenerlo hice abandonar sabiendo que los enemigos no podrían conservarlo porque está bajo el fuego de nuestra infantería atrincherada. Luego de que las tropas del reducto se replegaron nuestro fuego de mosquetería comenzó desde todas partes.
La columna de enemigos que había desembarcado superó el límite del reducto y avanzó hasta debajo de la colina donde estaban nuestras trincheras, desde allí sufrió un fuego tan intenso que fue obligada a detenerse, en ese momento sobrevino una tormenta tan violenta que hizo detener el combate y favoreció la retirada del enemigo.
Algunas canciones cantarán el valor impetuoso con el que se arrojan a la batalla y Wolfe amargamente deplorará que en vez de formar sobre la orilla y esperar el desembarco de los batallones de Monckton desde Punta Lévy y la llegada de los hombres de Townshend y Murray los granaderos se lanzan alocadamente al combate haciendo huir a los franceses del reducto y la batería de costa.
Atrincherados desde las alturas los defensores franceses hacen fuego y, aunque los granaderos intentan continuar el ataque el escarpado terreno y la avalancha de plomo detienen su bravura. La tormenta eléctrica que amenaza estalla en ese momento y con sus trombas de agua, truenos y rayos acalla las descargas de mosquetería mojando la pólvora.
Para los franceses que comienzan a quedarse sin municiones el fenómeno es providencial porque unido a la escabrosidad del terreno impide la escalada y el ataque a la bayoneta de sus posiciones. Con la marea montante y la posibilidad de que una parte de las tropas queden atrapadas solo queda organizar el repliegue.
Las dos brigadas repasan el vado del Montmorency y Monckton con los granaderos sobrevivientes reembarca en los botes que esperan a proximidad. Wolfe por su parte con un grupo del regimiento de los Fraser Highlanders protege la retirada por la desembocadura del río. Vistos los daños sufridos los dos navíos de transporte son incendiados.
Y concluye así su relato Lévis:
[…] La columna que había vadeado el Salto avanzó a la altura del reducto a nuestra izquierda, el que no se atreve a atacar viéndolo tan bien defendido. La batería de este reducto no cesa de hacer fuego sobre la columna. Anocheciendo se retira el enemigo por la misma ruta que ha llegado. […] Son insuficientes los elogios para las tropas y los canadienses por su firmeza y la gran voluntad que continuamente demostraron.
El costo en vidas inglesas se elevará a doscientas diez y los heridos a doscientos treinta, por su parte los franceses entre muertos y heridos contarán unas sesenta bajas causadas casi todas por el fuego de la artillería inglesa apostada en las alturas de Montmorency.
Casi dos semanas más tarde con la lección aprendida y al abrigo de la noche las tropas inglesas desembarcaron río arriba a unos tres kilómetros de la villa de Québec, ese trece de septiembre decidió la suerte de la Nueva Francia y para los ingleses el año de gloria de 1759 pasó a conocerse como el “Annus Mirabilis” o Año Maravilloso.
Actualmente la ribera donde se libró la Batalla de Montmorency acoge una carretera y los terrenos que conservan el nombre de Beauport son una zona urbana en la que en el ángulo de las calles Côte Saint-Grégoire y Terrasse-Cadieux se levanta un sencillo monumento que recuerda aquella jornada de combate con una placa conmemorativa que dice[3]: Aquí el 31 de julio de 1759 las tropas francesas comandadas por Montcalm y Lévis repelieron al ejército del General Wolfe.
El emplazamiento donde se ubica la Catarata o Salto de Montmorency, en la que como frontera imaginaria desde cada lado se hostigaban los contendientes, se convirtió en un parque de la Sociedad de los Establecimientos al Aire Libre de Québec (Sépaq) y cuenta con extensos terrenos visitados por miles de personas, un paso peatonal bordea el precipicio y desde un puente se puede apreciar la magnificencia del Salto de la Cascada con sus más de ochenta metros.
De paso, quizás algún turista informado silbe del “Hot Stuff” algunas estrofas, aquella marcha militar inglesa que dejó Ned Botwood[4] el sargento de granaderos del cuadragésimo séptimo regimiento caído aquel treinta y uno de julio en la Batalla de Montmorency.
Probablemente la sombra de algún guerrero con sus colores de guerra vigile desde la foresta a los que se acerquen al río y seguramente que algún paseante en noche de luna llena percibirá la desesperada silueta de la Dama Blanca[5] en busca del miliciano canadiense que nunca regresó para desposarla.
A pesar de que los recuerdos y los hombres se van desvaneciendo cuando otra tormenta se deslice por las colinas de Beauport las aguas ciertamente les recordarán cantando:
When the Forty-seventh Regiment is dashing ashore, When bullets are whistling and cannon do roar, Says Montcalm, “Those are Shirley’s, I know their lapels.” “You lie,” says Ned Botwood, “We are of Lascelles! Though our clothing is changed, yet we scorn a powder-puff; So at you, ye bitches, here’s give you Hot Stuff.” A. M.
Bibliografía y Notas
[1] Francis de Gaston, Caballero de Lévis. (1889) XCVIII A M. le Maréchal de Belle-Isle en Lettres du Chevalier de Lévis Concernant la Guerre du Canada (1756-1760) pp. 227-233. Montréal : C. O. Beauchemin & Fils.
[2] En el Diario de las Campañas del Caballero de Lévis en Canadá de 1755 a 1760 publicado en 1889 se menciona la cifra de sesenta cañones del HMS Centurión: …dos navíos artillados a fondo plano se destinaron a encallar frente a uno de nuestros reductos que estaba al alcance del cañón del Salto y un buque de sesenta piezas de cañón se dispuso entre las dos naves.
[3] La placa original revelada el seis de septiembre de 1953 desapareció, su reemplazo también.
[4] Bantarleton. (Octubre 19, 2015) Hot Stuff, the British Army’s Forgotten March. Recuperado de https://bantarleton.tumblr.com/post/131512743695/hot-stuff-the-british-armys-forgotten-march
[5] La Dama Blanca de la Cascada de Montmorency: Leyenda de Québec.
- Stacey, C. P. (1959) Québec, 1759: The Siege and the Battle. Toronto: Macmillan Company of Canada Limited.
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