La boda de Isabel Curtis con Ramiro Collazo en la crónica del Fígaro por Enrique Fontanills en mayo de 1899: Decora esta página el grupo que representa á las damas y garçons d’honneur en la brillante ceremonia nupcial que llevó en la noche del sábado á las naves de la Merced á una concurrencia excepcionalmente numerosa y selecta.
No están todos. Faltan en el grupo algunas figuras simpáticas que completarían esta relación: Amelia Solberg, María Teresa Carvajal. Rosa Culmell, Juanita Culmell, Clemencia de Armas, Hortensia Pascual, Sofía Rodríguez Adan, Carmelina Barón, Carmela Tiant y los garçons d’honneur:
Los capitanes del ejército cubano Tomás Curtís y Enrique Conill, el comandante Segundo Corbison, el major Mr. Rutler, el capitán Alfred Page y los señores Ignacio Cervantes Sánchez, César Romero, Otto Schuab y Alberto Arrigunaga.
En ambos extremos del grupo admíranse dos niñas encantadoras: Lolita Figueras y Julita Jorrin.
Esta última es la hija de la Sra. Eladia Fabián de Jorrín, dama muy celebrada en la sociedad por su espiritual belleza y su distinción exquisita.
¡Qué bien elegidas esas figuritas para una boda en la que el verbo de la elegancia parecía imprimir á todos los detalles una nota poética!
Inútil será decir que me refiero al matrimonio de la gallarda e interesante señorita Isabel Curtis con el distinguido joven señor Ramiro Collazo, bodas de las cuales se hacía una ligera mención en la crónica última al ofrecer en esta misma página el retrato de tan simpática pareja.
Esta ceremonia es la segunda que se celebra en la Habana, conforme a las prácticas de la sociedad americana. No vacilaré en declararme partidario de esa nueva forma que por su especial solemnidad permite el lucimiento de los novios y el de la comitiva que los acompaña.
¡Cuántas bodas han perdido gran parte de su magnificencia por culpa del apiñamiento que se produce en la concurrencia, al punto de que en muchas de ellas ha salido uno de la iglesia sin haber podido verle la cara a la novia!
Entre tantas innovaciones como se vienen introduciendo en las costumbres de nuestra sociedad, señalo con mis aplausos, por la elegancia y pompa que reviste, la de las ceremonias matrimoniales.
¡Que hermoso aspecto ofrecía la suntuosa iglesia! Toda abierta é iluminada y allá, en el fondo, radiante de claridad y blancura, el espléndido trono de la Merced, á cuyos piés, y arrullada por los melodiosos ecos del Ave María de Mascagni, despuntaba en dos almas que se enlazaban en la dulce aurora de la felicidad.
La respetable señora Juana C. viuda de Curtis —madre de la gentil desposada— y el general Máximo Gómez fueron padrinos de la boda, cuya acta civil firmaban, como testigos, el general Alejandro Rodríguez y el distinguido y muy estimado doctor Diego Tamayo.
Y ahora, después de lo que ha publicado la crónica de la prensa diaria ¿qué relato podría aportar para novedad de estas líneas?
Sólo cúmpleme saludar a los nuevos esposos con mis votos afectuosísimos por su felicidad.
Esa misma noche del sábado tenía lugar la unión de una bella y graciosa señorita —Dulce María Hernández— con el apreciable caballero Sr. Ignacio Nazábal, del comercio de esta plaza.
En la morada de los padres de Dulce María —la señora Mariana Cáyro y el Sr. Octavio A. Hernández, —allí, ante una artística capilla y en presencia de un escogido número de familiares e invitados, juráronse eterno amor y eterna fidelidad los dichosos seres que han visto cumplidas sus más suspiradas esperanzas y sus más puros ideales.
La novia es una señorita en la que brilla la gracia como ojalá brille mañana en su vida esa felicidad que hoy la embarga en un hogar lleno de sonrisas y satisfacciones.
Enrique Fontanills
Bibliografía y notas
- “Crónica.” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. Mayo 28, 1899, p. 171.
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