
La boda de Nena Avendaño y Arturo Santeiro el sábado 23 de noviembre de 1918 en la Iglesia del Santo Ángel contada por Enrique Fontanills. Sigue la era risueña… Nuevos seres llegan al pie de los altares con la fe de su amor y la alegría de sus ideales. Hay boda por día. La que cerró anoche el capítulo nupcial de la semana reclama de mi pluma lo que ya ésta, cansada, hecha a las frivolidades de una información diaria no podría satisfacer.
Fué espléndida. De un lucimiento completo. Empezaré por decir que eran los desposados una señorita encantadora Josefina Avendaño, y un apuesto, simpático y distinguido joven: Arturo Santeiro Arias. Pertenece éste al alto comercio. Su nombre aparece unido en nuestra plaza mercantil al de una renombrada firma.
¿Qué decir de la novia? Una figurita ideal, con el triple encanto de la edad, la gracia y la belleza, que apenas presentada en sociedad sintió su corazón prendido en las redes del amor. Muy joven, casi una niña, ha ceñido a sus sienes la dulce diadema de las desposadas.
La vi llegar al templo. En su rostro dibujábase esa tímida sonrisa que es siempre la expresión de las grandes emociones del alma. Sonrisa de las novias. Es única, especial, indefinible…
La Iglesia del Ángel, donde tuvo celebración la boda, lucía un decorado en el que puso a feliz prueba el maestro Ramón Magriñá, con las más lindas flores de su jardín. La Tropical, el buen gusto que tan acreditado tiene en la materia.
A la entrada de la gran nave central levantábase un hermoso arco tejido con guirnaldas de coralillos blancos. Se extendían también éstos, de banco a banco, describiendo la senda que remataba en el presbiterio. Y el altar mayor precioso. Resplandecía como un sol, colmado de flores, al conjuro de luces infinitas.
Digno marco de novia tan linda. Linda, sí, como nunca Nena Avendaño con su primoroso traje de charmeuse, adornado de encajes de Inglaterra. De los mismos encajes era el velo que levaba prendido, por manos de Mme. Laurent, con un gusto irreprochable.
Constelaban sus orejas los magníficos aretes de brillantes que pusieron en su canastilla de boda los padres del novio. Y lucía en el pecho el rico pasador de brillantes y zafiros que le ofrecieron sus amantes padres.
Tuvo en joyas regalos valiosos. Muchas de ellas encerradas en estuches con la etiqueta de la Casa de Quintana, joyería de la que salen siempre, para las novias más distinguidas, los presentes mejores.
Fáltame hacer mención, como complemento de la toilette de la señorita Avendaño, del ramo de mano. Una preciosidad. Creación del jardín El Fénix, donde las flores, claveles, orquídeas y azucenas, en su mayor número, se enlazaban con una ancha y refulgente cinta de plata. Era regalo de Luisito Santeiro y Crusellas, sobrino del novio, de un gusto exquisito.
Concluida la boda lo dedicó la espiritual fiancée a su bella hermana, Bebita Avendaño, que correspondió al obsequio ofreciéndole, con un beso, otro ramos de rosas radiantes. Del Fénix también.
El Padre Cándido Arbeloa, de la Compañía de Jesús, ofició en la ceremonia. Fué breve. Y tan solemne como interesante.
Apadrinaron la boda la respetable señora Margarita Arias de Santeiro, madre del novio, y el distinguido hacendado, dueño del gran central Puerto, en Canasí, don José Avendaño Allende, padre de la desposada.
En nombre de ésta actuaron como testigos el señor Ignacio Plá, los doctores Francisco Cabrera Saavedra y Lorenzo D. Beci, y el señor Ramiro de la Riva, en representación del señor Ignacio Nazábal, que no pudo asistir a causa de una repentina indisposición.
A su vez dieron fe del acto como testigos del novio, su primo, el señor Juan B. Santeiro, y los señores Francisco J. Camps, Rafael Menéndez y José Narciso Gelats.
Numerosa la concurrencia. Citaré preferentemente, entre ésta, a la señora madre de la novia, la interesante dama Josefina Fernández Blanco de Avendaño.
Después… Una larga serie de nombres. María Teresa Escarrá de Casares, Carmelina Blanco de Pruna Latté, Fredsevinda Colmenares de Lage, Blanco Alvaro Viuda de Arriba, Clara del Campo de Arenas, María Regla Brito de Menéndez, María Barreras de Reyes Gavilán, Carmen Pérez Viuda de López, María Teresa Blanco de Pernas, Regina A . de Heymann, Ramira Suárez de Ramos y María López Viuda de Alió.
Lolita Colmenares de Casteleiro, María Montalvo de Soto Navarro y Teté Larrea de Prieto. Esperanza Cantero de Ovies, Patria Tió de Sánchez Fuentes y María Julia Faes de Plá. Elvira Domínguez de la Riva, Julita Heymann de Menéndez y María Teresa Muñoz de Aranda.
Guadalupe Villamil de Baños, Aurelia Maruri de Álvarez, Guillermina Barreras de Reyes Gavilán y Rudesinda Arregui viuda de Calves.
Enriqueta Comesañas de Comas, siempre bella, siempre elegante, entre el grupo de señoras jóvenes formado por María Vázquez de Smith, Conchita Fernández de Cuervo, Adolfina Valdés Cantero de Martínez, Nena Rodríguez de Santeiro, Eugenita Ovies de Viurrún, Cándida Arteta de Camps, Rosita Vázquez de Santeiro y la gentilísima Nena Arenas de Lastra.
Mme. Arregui. Y una señora más, joven e interesante, María Zorrilla Viuda de Milagros, a la que acompañaban sus dos encantadoras hijas, Dulce María y Eloisa.
Señoritas en gran número. Ofelia Cabrera Saavedra, María Julia Moreyra y Dulce María Urréchaga en primer término. Esther Helmann, Sofía Arenal, Teresa Maruri, Emilia Rexach, Mallita Juncadella, Flor Menéndez, Julia Areval, Margot Baños, Nena y María López, María Amelia Reyes Gavilán, Gloria Reyes Gavilán y Maruja Soliño y su hermana Amanda.
La graciosa Edita Rego. Una deliciosa trinidad formada por Delia Escarrá, Georgina Junco y Fabiola de Arriba. María Antonia Alonso, Juanita Menéndez y Bebita Avendaño. Y ya, para completar bellamente la relación, la bellísima Josefina Ramos, adorable señorita que empieza a asomar en sociedad.
Caballeros. ¿Podría citarlos a todos? Solo es mí propósito hacer mención de un grupo entre el que recuerdo, al azar, al distinguido caballero Manuel Santeiro Alonso, padre del novio, y a los señores Juan F. Arguelles, Salvador Guedes, Francisco Pons y Bagui, Blas Casares, Segundo Casteleiro, Ramón Soliño, Antonio García Castro, Armando Cuervo, Antero Prieto, Luis Comas, Secundino Baños, Juan M. Campanería, Valentín Alvarez, Adolfo Ovies, Pernas, Ramos, Pruna Latté, Aixalá, Camps, Lage, Alvarez, Juncadella…
El coronel Aranda. Héctor de Saavedra, Emilio del Junco, Fernando Sánchez de Fuentes, Aurelio Moreyra, Martín Pella, Luis Manuel Santeiro, Manolo Calzadilla, Ricardo Viurrún y Juanito Martínez. Y el director de Mercurio, señor José Benítez Rodríguez, y el de Bohemia, Miguel Ángel Quevedo.
Cúmpleme ya hacer expresión a los simpáticos novios de anoche de lo que es mi vehemente deseo. Su felicidad. Completa e inextinguible.
Bibliografia y notas
- Fontanills, Enrique. “Habaneras: La boda de anoche en el Ángel. Nena Avendaño y Arturo Santeiro”. Diario de la Marina. Año LXXXVI, núm. 328, 24 de noviembre 1918, p. 5.
- “Boda distinguida: Nena Avendaño y Arturo Santeiro. Revista La Montaña. Año 3, núm. 48, 30 de noviembre de 1918.
- Personalidades y negocios de la Habana
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