

Paisajes Matanceros. La Loma de San Juan por Eusebio Guiteras en la Revista Juventud.
A Federico Milanés. San Agustín, junio 9 de 1847.
No sé si alguna vez has estado en la loma de San Juan. Tal vez, como artista, habrás hecho esa excursión; ó tal vez, arrastrado por la indolencia matancera, te has quedado sin hacerla. Si es así, en pudiendo, monta á caballo, querido Federico, y no pares hasta llegar á lo alto de la loma de San Juan.
Yo estoy seguro que has de darme gracias por haberte enseñado, si no la más encantadora, al menos la más pintoresca perspectiva que ostentan los alrededores de Matanzas.
Yo, cubano indolente, infatigable peregrino, no la ví hasta ayer. Éramos cerca de veinte jinetes, mujeres la mayor parte; la tarde estaba hermosa; los caballos lanzados por las agrestes llanuras que bañan las aguas del Cañas, herían el aire i lo agitaban haciendo ondear los largos vestidos de las muchachas i revoletear los velos en torno de los sombreros de yarey; los cuales formaban graciosos cuadros á graciosísimas caras.
Una criolla á caballo con su sombrero de paja, su cabello medio descompuesto, vivos los ojos, medio abiertos los rojos labios, es un cuadro bellísimo, Federico: i por Dios que, á cual más bello lo formaban ayer las señoritas de Rueda i de Gener.
El camino que llevábamos era por sí bastante para dar gusto á los entusiastas de nuestra naturaleza. Las cercas de bronce de almacigo, las solitarias ceibas, las pintorescas yagrumas, los bosques de palmas, los pardos bohíos, las blancas casas de los “Molinos”, la corriente azúl de los ríos, pasaban delante de nuestros ojos encantados, ora tendidos por dilatada llanura, ora sobre las faldas de verdes lomas empinadas.
Después de más de una hora de camino llegamos á la orilla del San Juan é hicimos alto en la quinta de la familia de nuestro buen amigo Antonio Hernández, el cual nos esperaba allí. Descansamos i emprendimos la subida de la loma, fin y objeto de nuestra excursión.
El paisaje que desde aquella altura se domina merece pluma más elegante que la mía para describirlo i un buen laúd para cantarlo.
Todos los detalles que ostenta la naturaleza se ven reunidos allí con una distribución y una armonía admirables. Al pié de la loma se extiende una vasta llanura, ostentando ora el verde claro de simétricos cuadros de tierra cultivados, ora el verde sombrío de espesas maniguas.
Por otra parte la llanura muere á lo lejos, al pié de altas lomas que entreabriendo de trecho en trecho sus cimas dejan ver las graciosas curvas de otras lomas lejanas. Y por toda la superficie vemos alzarse los troncos de la cubana palma, i platear en todas direcciones las aguas del San Agustin, del Cañas i el San Juan.
La llanura corre sin interrupción hasta perderse con el pintoresco caserío de Matanzas, en las aguas de la bahía, donde veíamos levantarse los mástiles de los buques.
Nuestra ciudad querida aparecía blanca i hermosa, tendida sobre sus lomas, como una bella europea, mientras al lado opuesto del paisaje, sombría, triste, la indiana montaña del Pan dibujaba en el cielo su dilatada cima que parece el escudo de un guerrero.
Casi sobre ella el sol se acababa de poner, dejando una vivísima luz amarilla que, en mil finísimos tintes de color anaranjado, se perdía en el azul del firmamento.
¡Dulce tierra de luz i hermosura!
¡Oh! Y por qué, cuando más entusiasmada el alma contempla tan maravilloso espectáculo, i el labio exhala gritos de placer, arrancados del corazón; por qué, hermano, ha de descorrerse un velo negro ante los ojos, i los ojos han de caer clavados en el suelo, i el corazón la de apretarse con doloroso esfuerzo? i de tristeza arrebatado se va llenando de indignación, de rabia.
I toda la tierra de Cuba se ha de poner allí delante, allí; sobre ella el esclavo i el amo, figuras gigantescas que lo ocupan todo i que ahogan, matan.
No vayas, mi querido Federico, á la loma de San Juan. Mejor es el valle de Yumurí; allí al menos no se vé ciudad. Las palmas i el río i nada más. Náda de fuera. Con melancólica dulzura allí ponemos al indio en el paisaje, i lo vemos errar de loma en loma, entre las palmas, i atravezar el río en su canoa.
En San Juan el indio ya está muerto, es imposible imaginártelo; porque allí están Matanzas, Europa.
Eusebio Guiteras.
Bibliografía y notas
- Guiteras, Eusebio. “Paisajes Matanceros. La Loma de San Juan. ”. Revista Juventud. Año II, núm. 28, 11 de marzo 1911.
- Meza y Suárez Inclán, Ramón. “Eusebio Guiteras: Estudio Biográfico.” Habana: Imprenta Avisador Comercial, 1908.
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