Al Nordeste de la Habana, a los 28º,8′,35″ de Latitud, y 76º,7′,35″ de Longitud, en un saliente de la costa, entre el rio Quibú y la Playa de Marianao, todavía puede contemplarse un viejo torreón, abandonado y ruinoso, albergue de murciélagos Y sabandijas. Alrededor de este torreón centenario, en cuyas hendiduras crecen unos yerbajes ásperos y enfermizos, gira la historia del lugar.
Apenas fundada la ciudad de la Habana algunas gentes fueron atraídas por aquellos parajes de lagunatos salobres y enmarañados manglares, y allí levantaron sus bohíos. Entre estos pobladores figuraba una mujer llamada María Navo, que recibió del Cabildo, en merced, todos aquellos lugares.
Esta mujer, con firme resolución, se erigió ella misma en guía y mentora de aquella agrupación de hombres, formando así un pueblo casi primitivo, rodeado por las lagunas Caimán, Guabinas y Quibú, esta última desaguando por el rio del mismo nombre.
En aquella época los piratas franceses infectaban las Antillas y, no conformes con sus homicidas ataques en alta mar, solían también asaltar los poblados de las costas. Así, pues, el caserío de María Navo, que así se llamaba en nombre de su poseedora, fué atacado y saqueado varias veces, obligando a sus moradores a ocultarse en la manigua y a contemplar desesperados el incendio que devoraba implacable sus humildes hogares.
Pero un día María Navo ( de cuyo nombre proviene el de nuestro Marianao) se irguió rebelde ¡No más asaltos impunes en su poblado! ¡Ella se defendería! E inmediatamente mandó construir un fuerte torreón en la costa y montó una guardia permanente, la cual vigilaría el lomo del horizonte día y noche.
Este es nuestro torreón de la Playa; el torreón decrépito y ruinoso de cuyos escombros parece que se levanta una protesta por la ingratitud y el abandono de los hombres, clamando por una mano piadosa que proteja sus sagrados restos.
El Presente de la Playa de Marianao en 1925.
La industria humana cegando las lagunas, encauzando el rio, rellenando los bajos, nivelando el terreno, perfeccionando la obra de la naturaleza, sin desfigurarla ni alterarla, ha levantado un balneario a la moderna rodeado de una población veraniega donde se alza un edificio honra y prez de la arquitectura
cubana que ocupa la aristocrática sociedad “Havana Yacht Club” y surgen, a modo de encantamiento preciosas residencias entre avenidas de pinos que rumoran un canto a la felicidad.
Sobre aquella mar azul el sol en carro de oro emerge derramando a chorros su luz. Allí todo es majestad, armonía, grandiosidad, cielo primoroso y sereno, esplendente, donde la tarde al morir presenta los más bellos crepúsculos tropicales y en cuyo lugar se reúnen las damas y los niños capitalinos en busca de solaz y salud. La vida a la vera de las campiñas isleñas parece que cobra vigores nuevos.
El Futuro que se avizoraba para la Playa de Marianao.
Un porvenir fabuloso espera a estos lugares vecinos de la capital de la República a juzgar por su rápido crecimiento y por el derroche de lujo con que se instalan allí los potentados cubanos entre los cuales algunos extranjeros construyen sus moradas y se aprestan a contribuir a su mayor embellecimiento.
El Hipódromo, el Aeródromo, el Diamante del Base Ball y la Cancha de la Pelota Vasca, el Gran Casino de la Playa ocupan los alrededores llenando la rada los barcos de sport y las canoas de regata, por lo cual no es aventurado predecir que este lugar será cada dia mas visitado por propios y extraños y ofrecerá al turista americano mayores atractivos.
Referencias bibliográficas y notas
- La Playa de Marianao en El Libro de Cuba. Habana: Talleres del Sindicato de Artes Gráficas, 1925. pp. 651-652
- Los Casinos y Clubs de la Habana.
- Personalidades y Negocios de la Habana
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