La Plaza de la Catedral, Monumento Nacional por Roig de Leuchsenring. El año de 1928, y con motivo del Segundo Congreso de Municipios, celebrado en nuestra capital, hizo público el arquitecto Evelio Govantes el proyecto que sometió a aquel Congreso y fué unánimemente aprobado, de que fuesen declarados monumentos nacionales las plazas de Armas y de la Catedral, restaurándose los edificios que las circundan e impidiéndose que nuevas construcciones las desfiguren.
Aunque ese laudable proyecto no ha sido llevado a ejecución en toda su amplitud, ni por el Ejecutivo ni por los organismos oficiales del Municipio o Distrito Central habanero, a iniciativas individuales se debe el que se haya laborado en parte no despreciable, de acuerdo con los propósitos perseguidos por el señor Govantes.
Y fué este distinguido arquitecto el que dió el ejemplo, restaurando, en unión del señor Félix Cabarrocas, los viejos edificios del Senado ( antiguo Palacio del Segundo Cabo), del Templete y del Palacio Municipal o Casa de Gobierno, todos en la Plaza de Armas, contando, en el primer caso, con la cooperación del doctor Clemente Vázquez Bello, Presidente del Senado, y en el segundo y el tercero, con la del doctor Miguel Mariano Gómez, último Alcalde popular de este Municipio.
Ahora, ha sido felizmente continuada esa labor por el arquitecto Enrique Gil Castellanos, restaurando en su exterior y en su interior la vieja mansión de los Condes de Casa Bayona, que se levanta frente a la Catedral, en la Plaza de su nombre, y es hoy propiedad del Colegio Notarial.
En una y en otra plaza, con esas obras ya ejecutadas, no son muchas ni muy costosas las obras que faltan por realizar.
En la Plaza de Armas se ha derruido ya el feo edificio situado junto al Castillo de la Fuerza quedando sólo por acometer la restauración exterior de las casas situadas junto al Templete y las de las calles de Obispo y Mercaderes, que aún conservan su primitiva arquitectura colonial.
Es indispensable, también, darle al parquecito el carácter de parque colonial que poseía por los años de 184… , según los planos ya preparados por el arquitecto Govantes, durante la administración del doctor Gómez Arias.
Existen, desde luego, en la Plaza de Armas, edificios modernos que otras administraciones municipales, con inconcebible abandono y carencia absoluta de sentido artístico y de respeto a la historia, permitieron fabricar libremente a los dueños de esos terrenos, rompiendo y afeando con las nuevas construcciones levantadas el armonioso conjunto que ofrecía la plaza.
Por ahora, dada la crisis económica reinante, es imposible deshacer lo mal hecho, ni puede pensarse en la expropiación de los referidos edificios. Quede para otros tiempos mejores esa obra. Pero ello no debe ser obstáculo ni pretexto para acometer la antes indicada, fácilmente ejecutable por el Ejecutivo o por el Distrito Central, a muy poco costo.
En la Plaza de la Catedral, las obras de restauración necesarias son aún más sencillas, y por lo tanto de cuantía económica más modesta. En el caso de que los propietarios —la iglesia— de la Catedral y los particulares de las casas que circundan la plaza-no quisieran ejecutar a su costo las obras de restauración exterior de esos edificios, podría el Ejecutivo o el Distrito Central llevarlas a cabo.
En el proyecto del señor Govantes sólo se necesitaba: “desnudar las piedras de las casas que circundan la plaza de la capa de pintura que las recubre y desfigura; empedrar el espacio que esas casas y la Catedral enmarcan; colocar losas isleñas en aquellas aceras en que el cemento, blasfemo, las sustituye; reconstruir la fuente de hierro donde en otros tiempos cantaba el agua atrayendo a los caballos que iban presurosos hacia ella para apagar la sed…”
Como la de Armas, tiene la Plaza de la Catedral su horrible borrón moderno: la feísima tentativa de rascacielos, levantado junto a la Catedral para casa de huéspedes por los Ilmos. y Rdos. representantes en Cuba de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana que Dios confunda por este horrendo pecado artístico cometido, y del que sólo podría absolverlos él buen gusto y el ornato público si a su costo, hicieran desaparecer ese edificio o lo recortaran adecuadamente.
Las obras a ejecutar en la Catedral son de simple limpieza en la fachada, de algunos aditamentos de madera o hierro allí colocados o de aquellas partes que han sido repelladas, más la reconstrucción en estilo adecuado, con losas de San Miguel, de la actual escalinata de cemento.
Las casas circundantes son:
La del Marqués de Aguas Claras, junto a la que se encuentra el Callejón del Chorro, que lleva este nombre porque en ese lugar terminaba el primer acueducto que tuvo la ciudad. Existe, además, una casa moderna, sin portales, fuera de alineación, a la que sería necesario fabricarle una fachada a tono con las de las otras casas de la plaza.
La Casa de los Peñalver, que reformó a mediados del siglo XVIII su heredero el Marqués de Arcos, para instalar en ella las oficinas del correo general, cuando fueron desalojadas del edificio del Segundo Cabo y abiertas en él las de la Intendencia.
En 1844 albergó el primer Liceo Artístico y Literario de La Habana, fundado por el patricio catalán, promotor de la independencia de Cuba, don Ramón Pintó. Este palacio es considerado por el señor Govantes como ejemplar único de la arquitectura cubana en el siglo XVIII.
Las casas de Aguas Claras y Arcos sólo necesitarían la restauración de sus fachadas por sus dueños actuales o por el Ejecutivo o el Distrito Central.
Por último, frente a la Catedral se encuentra la vieja mansión de los Condes de Casa Bayona, que en los últimos tiempos ocupó el periódico La Discusión, totalmente terminada hoy su restauración, como ya dijimos, por el arquitecto señor Enrique Gil Castellanos; casa construida en 1720 por el Gobernador Militar don Luis de Chacón.
Es de dos plantas, y con portales, y las fachadas son de piedra conchífera, hoy al descubierto. Las obras de restauración, realizadas en el exterior e interior de dicha casa por el arquitecto Gil, merecen los más cálidos elogios por su acierto artístico y respeto a la verdad histórica.
Sólo se ha permitido una libertad: el labrar en piedra, en el ángulo formado por la calle de San Ignacio y Callejón del Chorro, una virgencita dentro de un nicho rematado por una cornisa en ángulo agudo, que aunque no existió primitivamente, es detalle típico de muchas construcciones coloniales.
Como hemos indicado anteriormente, convendría aprovechar estas obras de restauración ya realizadas en algunos edificios de las plazas de Armas y la Catedral, para llevar a cabo las que faltan por ejecutar.
Y comó serían más sencillas y menos costosas las que necesitan acometerse en la Plaza de la Catedral, por éstas debe comenzarse, aprovechando la restauración últimamente terminada con laudables acierto y buen gusto artísticos y respeto a la verdad histórica, en la señorial mansión de los Condes de Casa de Bayona.
Bibliografía y notas
- Catedral de San Cristóbal de La Habana y parte de la plaza de su nombre. Espléndido grabado en el que aparecen, no sólo la Iglesia Catedral, tal como se encontraba a mediados del siglo XIX con las primitivas terraza y escalinata, sino también las casas del Marqués de Aguas Claras (izquierda), y del Marqués de Arcos ( derecha), según dibujo de Hoefler, litografiado sobre piedra por Eugenio Cicéri y Felipe Bencist, impreso por Lemercier, París, y editado en 1854 por M. Knoedler, de NueYa York. ↩︎
- Roig de Leuchsenring, E. (1931, noviembre). La Plaza de la Catedral, Monumento Nacional. Revista Social, pp. 54-56
- Escritores y poetas.
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