El nombre de Lécaille está ligado a una vieja historia de elegancia. Toda una generación lo recuerda siempre con placer y lo pronuncia con satisfacción, porque pocos han contribuido como aquel especial francés correcto y distinguido muerto trágicamente en París a fomentar en el gusto de la sociedad habanera las costumbres y las creaciones de los primeros centros europeos de la moda.
Era el cortador de la legión más elegante de la juventud de la Habana.
Decir Lécaille era hablar de un maestro. El maestro a quien todos acataban con cariñoso respeto. Un consejo de Lécaille venía a sentar una especie de jurisprudencia en materia de toilette masculina.
Al morir monsieur Lécaille asumió la representación de la casa el que era más que su socio, un hermano, porque el afecto de toda la vida, la comunidad de los intereses de todos los días, una identificación perfecta de sentimientos y pareceres los unía con lazos de amistad inquebrantable.
Su nombre asoma al instante en los labios de todos cuantos lean estas líneas: Antonio Llanes.
Primer rasgo de Llanes al ser de su propiedad el gran establecimiento de sastrería que es orgullo de la ciudad elegante: conservar el nombre de su fundador.
Es un blasón que el Sr. Llanes no hubiera podido arrancar sin £altar, primero que a nada, a un culto que su afecto había creado como honor publico a la memoria del desaparecido compañero.
Y he ahí explicada la denominación que orgullosa ostenta la sastrería de la calle de la Habana bajo esta fórmula: LECAILLE y LLANES.
Fundada esta casa en la calle de Aguiar, hacíase indispensable local mis amplio y mas espacioso por la magnitud que tomaron sus negocios, por lo creciente de su clientela, lo mismo que por las grandes existencias de tela que abastecía periódicamente sus almacenes. Razones todas que obligaron el traslado al hermoso edificio en que hoy se encuentra en la calle de Habana 92 entre Obispo y Obrapía.
Es una casa que recuerda los tailleurs de los sastres ingleses. El decorado, el mobiliario, el arreglo de los departamentos y la distribución de las telas; en todo parece haber presidido un arte especial en que el confort no ha dejado olvidada la severidad.
El interior, lo propio que la fachada, acaba de recibir una reforma completa en decorado y embellecimiento.
Ha presidido el chic que singulariza todo aquello en que pone su mano el joven y magistral cortador de la casa, que es, a la vez el propietario amabilísimo, culto y simpático a quien la cotidiana vulgaridad del negocio no ha podido despojar de la distinción de sus principios.
Toda la juventud que viste bien, con elegancia, a la dernière, como es de buen gusto decir ahora, tiene su nombre en la larga lista de parroquianos de la sastrería Lecaille y Llanes.
Relacionado el Sr. Llanes con importantes centros fabriles del extranjero, a su establecimiento llega siempre, al aproximarse el verano ó el invierno, la remesa de telas en consonancia con la estación. Y siempre es el surtido mas flamante y el de mayor novedad.
El dandy inglés ó el refinado parisiense imponen una moda que ya es para el color de la tela ó bien para la confección del traje, y la juventud habanera acude a la sastrería de Llanes segura de que una y otra innovación han siclo trasmitidas por los numerosos y diligentes corresponsales con que cuenta la casa en el extranjero.
En una sastrería de primer orden, en la categoría de las superiores, no cabe hacer otra cosa y, Antonio Llanes se ha aferrado a este principio adoptándolo en la práctica de su afamado establecimiento.
El más exigente al recibir una prenda con la firma de Lecaille y Llanes no encontrará tacha que oponer. Buena tela, corte excelente y un esmero exquisito en todos los detalles de confección.
Se preguntará: — ¿y el precio? pero ya esto es internarse en terreno que es ajeno al propósito que guía nuestra pluma, el cual no es otro que el de presentar en este desfile de establecimientos que honran por su nombradía y su lujo a la capital cubana, a la brillante sastrería que goza, con los más justos títulos, de la predilección y simpatía de toda una sociedad que ha llamado siempre la atención por el número de caballeros que visten con elegancia.
En una edición cual la que hoy ofrece El Fígaro como gloriosa salutación a una era de prosperidad, imposible hubiera sido dejar en el olvido a los que en todas, las esferas de la actividad cubana, demuestran como el Sr. Antonio Llanes a cuanto puede llegar el esfuerzo propio cuando está dirigido con honradez, talento y perseverancia.
Que todo eso significa dotar á la ciudad de la Habana de un establecimiento del alto rango de la esplendida sastrería de LECAILLE Y LLANES.
Bibliografía y notas:
- Lécaille la Sastrería de los Elegantes. El Fígaro (Febrero, 1899).
- Personalidades y Negocios de la Habana.
Deja una respuesta