Leyenda del Canímar. El gran guerrero Canimao, llevaba amores con la bella india Cibayara, hija del cacique Baguanao. Un día sin saberse cómo, la alegre Cibayara no pudo levantarse de la hamaca y todo su cuerpo ardía presa de la fiebre y el delirio. Así pasaron tres días sin que nadie supiera qué hacer.
El cacique Baguanao mandó a Canimao a que fuera a buscar al behíque Macaorí, que vivía en las orillas del río Jibacabuya, para que curara a Cibayara como había curado una vez al cacique Camují.
Cuando Canimao llegó al bohío de Macaorí, éste le habló y le dijo que la bella Cibayara se curaría, sería su esposa y le daría un hijo, pero que a cambio tendría que pagar un precio muy alto al Dios Murciélago.
Canimao, juró ante la imagen de barro del Dios Murciélago que daría lo que le pidiera por la vida y salud de su amada Cibayara El behíque Macaorí curó a Cibayara por orden del Dios Murciélago.
Canimao y Cibayara se casaron y cuando habían pasado tres meses, ya la mujer llevaba en sus entrañas el hijo de su amor. El bravo indio tuvo que ir a cumplir su promesa: pagar con su vida por la vida de su amada esposa.
Sin decir adiós, Canimao salió de su bohío, cogió una canoa y llegó al centro del río Jibacabuya donde cobraba sus ofrendas el Dios Murciélago, y con serena mano abrió su pecho con su propio puñal cayendo al río que lo esperaba.
Cibayara tuvo un niño con el que siempre llevaba grandes ofrendas al río Jibacabuya, al que ella y todos comenzaron a llamar el río de Canimao. Por falsa interpretación de los colonizadores, se convirtió en el río Canímar que hoy conocemos.
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