Entre esas frases tan comunes como inexplicables para la veraz historia de su aparición oí varias veces a mujeres del pueblo, á guajiros y á hombres rústicos emplear la siguiente: —“Tiene los ojos de Cucubá”— al hablar de un hombre desgraciado que echaba á perder la dicha ajena; la oía en fin aplicar por los ancianos que se creían descendientes de indios en lo interior de Cuba en el sentido en que se decía en Europa de “mal de ojos”.
Conocía yo á una ave á la que se le llamaba cucubá en algunos puntos de la Isla: animal feo y nocturno, solitario y raro; y aun que buscaba la analogía, bien pronto comprendí que existía una preocupación que debía referirse á algún animal fabuloso. Pronto conocí que no me había equivocado.
Entre las preocupaciones más generales de los pueblos ha sido una la de creer en la existencia del mal de ojo ó sea de la funesta virtud ó fuerza que tenían algunos seres para matar á otros con la simple mirada.
Los indios de Cuba, como los del Perú, creyeron en que había un animal cuya mirada era ardiente y perjudicial como la impresión del fuego cuya semejanza tenía. Era para unos un animal semejante al gato que tenía un ojo solo en la frente, estando provisto de una especie de capilla con la cual lo cubría en lugar de párpado: otros creían que era un ave nocturna: en que fuese nocturno el animal están de acuerdo.
Esa mirada terrible del ojo ascua, que fascinaba y que mataba al hombre se hizo extensiva a los otros hombres que mataban con su mirada, que desgraciaban en sus negocios á los que encontraban: á los que tal virtud tenían entre los indios los llamaban ojos de cucubá. El animal fabuloso era el cucubá.
El cucubá era para los que le suponían aves un ser nocturno de voz ó canto semejante al ahullido de los perros, de mirada fosfórica y repugnante: hicieron extensivo su nombre al cotunto, á una especie de buho ó sijú mayor que el pequeño común, de un color oscuro, y que solo se le ve salir de los árboles, secos y huecos, en las altas horas de la noche.
En cuanto a los que lo creían un cuadrúpedo oí a un anciano que había habitado en la jurisdicción de Cienfuegos una larga relación, pues la imajinacion vehemente del entusiasta narrador, se lo había hecho ver en cuerpo mortal: era idéntico á la tradición que se conserva en la América meridional de que fué parte Cuba ántes de la formación del mar de las Antillas.
Un amigo ilustrado, francés de nacimiento y vecino de esta Isla, fué el primero que turbó el concepto en que yo estaba de que el cucubá fabuloso era un ave, y con sus indicaciones investigué de todos los ancianos que encontraba en el campo sobre el particular principalmente de los alrededores de Cienfuegos en donde residía mi amigo. A varios oí confirmar su aserción, pero ninguno aseguraba la existencia real del monstruo.
Sentado en su silla ó taburete de cuero sin curtir y de rústica madera, tomando en compañía de su familia una gran taza de café, viva imájen de la sencillez antigua, con la camisa abierta por el pecho en el cual descansaba un rosario abultado con su correspondiente cruz y dos ó tres medallas, el anciano no me sufrió ni duda ni contradicción.
-Cree V., me dijo, que yo me ponga á hacerle cuentos con todos mis años, por el placer de que V, se reía de mí, cristiano? —Cuando le digo á V. que he visto al cucubá con estos ojos, con los cuales no vea á mis hijos si miento, ni á mis pobresitos nietos, no me parece justo que V. se sonría y me diga esas cosas que me ha dicho.
Yo no lo desmiento á V., pero supongo que ha sufrido una alucinación. -¿Qué me habrán engallado? ¿qué no miré lo que ví? —Pues oiga V. y crea lo que le dé la gana.
Yo iba para la Habana y tenia necesidad de hacer unos reales para pagar: me levanté de la cama temprano, aun no era de día: fui á buscar una yunta de toros que iba á vender, solo con mi machete y mi perro: cuando yo estaba en la ceja de monte que separaba la casa del potrero y ví con la claridad de la luna un animal que iba por la vereda adelante qué no me gustó en su modo de andar. El perro lo olió por que se pegó al suelo como una garrapata…
Eché mano del Santo Rosario que me acompañaba siempre y me paré… Entónces santiguándome por que era cosa mala la que veía, empecé á decir. “Sí eres alma en pena” —pero no acabé: el animal se paró también, y me pareció entónces un gato:
—volví la cara, levantó la capucha que traía en la cabeza y Jesús María y José, lo que me resultó…
Todo aquello se iluminó como si hubieran volado mil cocuyos con los ojos y la barriga echando candela.
Yo me puse la cruz del Rosario en la boca, y cerré los ojos por mas de un cuarto de horas, y cuando los abrí no había nada allí… mi perro estaba muerto, tendido como ya lo dije, aplastado contra el suelo. Yo tuve dolor de cabeza todo el día y desde entónces hice ánimo de mudarme para la jurisdicción de la Habana en donde no se hallan animales estrafalarios y por eso me tiene V. en San José.
—Pero estaba V. dormido seguramente.
—Pues bien, y ¿el perro estaba dormido y se quedó muerto y aplastado? -Si yo no me llevo la Santa Cruz en mi Rosario; si hubiera sido un impío animal, como lo van siendo los campesinos que no creen en Dios, ni van á la Iglesia, si yo no veo primero que él me descubriera á mí al cucubá, de seguro que no oiría V. esta relación.
– ¿Y cómo es V. solo que lo ha visto?
– Lo que es hoy no se si viva otro que haya visto el cuerpo del animal; pero muchos han oído su ahullar ó canto, que entre el del sapo y el perro y muchísimos han visto brillar de léjos el ojo de candela que tiene en la cara: como ahora hay ménos cristianos, no los tienta el diablo, por lo mismo que uno no hace daño á sus amigos… pero el día de juicio lo veremos.
El honrado anciano murió en el concepto de que había visto al cucubá cuadrúpedo que mataba con la vista y que hacia mal de ojo.
Autor: Antonio Bachiller y Morales
Nota Adicional:
No creemos que pueda tenerse por indubitada la opinión del origen indio de esta creencia como creyó Bachiller y Morales. Creemos que el origen de esta superstición bien puede ser africano, por la etimología del vocablo CUCUBÁ.
Como decimos en nuestro inédito Glosario de Afronegrismos:
CUCUBÁ. m. – Ave nocturna y rapaz, llamada también sijú, cotunto y cuco. (Zool. F. Strigidae; esp. Gymnario lawrenci, Scl.)
Se supone hasta ahora que es voz indocubana, sin documentar esta hipótesis.
Kukubara es vocablo del Calabar, que significa “algo misterioso o monstruoso”[1] y por su sentido es perfectamente aplicable al nocturno avechucho, atraído además por la homofonía de cuco.
No queremos decir con esto que la superstición en si sea necesariamente africana de procedencia, porque son tan imprecisos sus caracteres que bien pudieran haberse acoplado una creencia india y otra similar de África. Pero esa misma imprecisión en el significado del CUCUBÁ cubano, lo aproxima más semánticamente al kukubara de los negros Calabaríes, tan abundantes en Cuba.
Fernando Ortiz
Citas y referencias:
[1] Richard F. Burton. Wit and Wisdom from West Africa: A Book of Proverbial Philosophy, Idioms, Enigmas, and Laconisms. Londres, 1865, p. 409. Hugh Goldie. Dictionnary of the Efik Language. Edimburgo p. 164.
- Ortiz, Fernando. Archivos del folklore cubano. Habana: Imprenta del Siglo XX, 1924.
- Escritores y Poetas
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