Los Últimos Días del Gobierno de Grau San Martín en la Revista Carteles de marzo 1934 por Eddy Chibás, J. Carrillo, R. García Bárcena y A. Valdés Miranda.
En Columbia
Mientras laborábamos, teniendo por eje la Junta Revolucionaria de Columbia, por que se efectuara un cambio de Gobierno capaz de sumar a la obra renovadora emprendida el concurso de la población civil, la noche del 14 de enero recibimos la noticia de que en Columbia se hallaba reunida la Junta Revolucionaria.
Inmediatamente nos reunimos con los doctores Guillermo Portela, José Miguel Irisarri, Alejandro Vergara y con Orlando Alonso, Maco Cancio y Pepín Zalazar y nos dirigimos todos a Columbia en nuestro carácter de miembros de la Junta Revolucionaria.
En el Club Militar nos encontramos con gran número de miembros de la Junta, que no se hallaba reunida. A nuestra llegada el coronel Batista llamó al doctor Portela y a uno de nosotros cuatro, para consultar nuestra opinión.
—El país no puede resistir más tiempo este estado de agitación— nos dijo. —El Presidente tiene presentada su renuncia y yo espero que se llegue esta noche a un acuerdo que devuelva la tranquilidad al país. Yo pienso que el coronel Mendieta es la persona indicada para ello, pero hay una fuerte corriente de opinión a favor del doctor Hevia.
El doctor Portela dejó escapar una exclamación de asombro al oír el nombre de Hevia, y comentó: —A pesar de los méritos personales de Hevia, su designación en estos momentos agravaría la situación.
—Yo quisiera conocer en estas circunstancias tan graves, la opinión leal y sincera de ustedes con respecto al doctor Hevia y al coronel Mendieta —nos preguntó Batista.
—Mi opinión sincera y leal— dijo nuestro compañero —es ésta: Hevia, a pesar de reconocerle condiciones excepcionales, tendrá frente a su Gobierno la misma oposición que confronta Grau, sumada con la de los grausistas, y no podrá, por esa circunstancia, cumplir el programa revolucionario, ni formar un Gobierno estable, ni infundirle confianza a nadie, ni devolver la tranquilidad al país.
Mendieta significará un alto en la revolución, un salto hacia atrás, pero contará con el apoyo de los sectores, tendrá probabilidades de formar un Gobierno estable y le infundirá confianza a las llamadas clases económicas, aunque es lo más probable que ignore el contenido social de la revolución.
No son éstas —ciertamente— las soluciones más deseables. Se debe y puede llegar a una solución estable capaz de devolver la tranquilidad y salvar la República que usted dice amenazada, sin perder la Revolución.
Tanto Hevia como Mendieta —aunque por razones distintas— significan a nuestro modo de ver, la pérdida de la Revolución.
—Si Hevia fuera respaldado por los sectores, —preguntó Batista, ¿no sería ésa la solución? ¿Qué otra habría aparte de Mendieta?
—Si Hevia contara con el apoyo civil necesario para poder gobernar, sería una solución, pero carece de ese apoyo. La revolución cuenta para este difícil momento de crisis, con figuras de transacción que son aceptadas por los sectores y no pueden menos de serlo por el Gobierno —salvo que unos y otros se pongan en evidencia— figuras que gozan de la confianza del país, como son:
El rector de la Universidad, el presidente del Tribunal Supremo, un presidente de Sala con historial…
—Yo espero la llegada de una comisión— nos dijo Batista —que ha ido a entrevistarse con los sectores para saber si aceptan a Hevia.
—En ese caso pierde su tiempo, pues es seguro que no lo aceptarán.— Y nos separamos.
Última sesión de la Junta Revolucionaria
Al cabo de un rato llegó la comisión a que se refirió Batista con la noticia de que no aceptaban a Hevia los sectores. Pasamos al salón del Club Militar donde hay reunidos gran número de oficiales. Nos sentamos. Preside Batista.
Comenzó a hablar refiriéndose a la gravedad del momento. Dijo que el Presidente Grau había presentado la renuncia y que él tenía confianza en que esa noche se eligiera un Presidente que pusiera término a las luchas intestinas que devoraban al país.
—No trato de imponer ningún candidato— continuó, —acepto el que se acuerde aquí, pero opino, como miembro de la Junta, que es Mendieta la persona indicada para unir a los cubanos.
Rubén León
Al terminar Batista, se levanta Rubén León para hacer uso de la palabra. Detrás de Rubén está sentado el comandante Pablo Rodríguez, ayudante del Presidente Grau , a quien los continuistas desean colocar al frente del Ejército en sustitución de Batista. Rubén León hace una cálida defensa del Gobierno. Después se revuelve contra Batista a quien acusa de desertar la Revolución lo llama ingrato, ambicioso, hacedor de Presidentes. Lo reta a quitarse la careta y declararse francamente dictador militar.
Se percibe su táctica de impresionar a los oficiales presentes, de indisponerlos con Batista, preparando el terreno para traspasar el mando del Ejército al comandante Rodríguez, consolidando así en el Poder a los hombres del Gobierno por el apoyo de las bayonetas.
Enfrascado en este empeño, Rubén lanza a Batista una acusación extraordinaria que nos asombra: lo acusa de maquinar la entrega del Gobierno a la oposición, que pondrá en libertad a los oficiales presos, traicionando Batista, con la libertad de los oficiales, los intereses del Ejército. Batista responde:
“Algún día tendrán que ser puestos en libertad los oficiales. No van a estar presos toda la vida.”
Rubén continúa su ataque contra Batista y pide a los funcionarios del Gobierno que se retiren del local.
El doctor Luis Almagro, secretario de Justicia, lo interrumpe para aclarar que él lleva la representación del Presidente de la República y se opone a que los partidarios del Gobierno abandonen el local.
Ninguno de los presentes se decide a salir del salón.
Alejandro Vergara
Hacen uso de la palabra defendiendo al Gobierno, Fernández de Velazco, González Rubiera, Buttari, Curti, Lincoln Rodón y otros. Uno de los oradores hace un violento ataque personal a Mendieta. Alejandro Vergara se levanta indignado y protesta:
—Estoy separado del Partido Nacionalista y en desacuerdo con la política reaccionaria seguida últimamente por el coronel Mendieta, pero no puedo oír impasible que se insulte en esa forma la figura de un hombre que con todos sus errores puede darles lecciones de honradez y patriotismo a algunos de los presentes.
Hablamos nosotros
Una vez que Vergara hubo terminado su exabrupto personal, nosotros hablamos para reafirmar nuestra posición:
—Defendimos al Gobierno— decimos —mientras estimamos que encarnó y pudo realizar los ideales revolucionarios. Hoy, cuando sólo representa una minoría insignificante del país perdida en
un mar encrespado de oposiciones, estimamos que está fatalmente condenado a hundirse o mantenerse estérilmente matando. Para no arrastrar en su caída a la República y a la Revolución, sólo tienen dos caminos:
tender un puente hacia atrás que salve la República sacrificando la Revolución, al entregar el Poder a los políticos de la oposición, o tender un puente hacia adelante que salve la República y la Revolución, entregando el Poder a un nuevo Gobierno revolucionario que cuente con el apoyo del pueblo. Esta es la solución que propiciamos, porque no son los miembros de esta Junta los únicos revolucionarios puros de Cuba…
No vale llamar alumnos examinados a los muchachos rebeldes del Instituto, ni estudiantes traidores a las masas rebeldes de la Universidad como hacía Machado… Las revoluciones no las pueden hacer grupos ni facciones que no estén respaldados por el entusiasmo popular.
Las revoluciones las dirigen las pequeñas minorías en beneficio de las grandes mayorías, pero no las hacen las pequeñas minorías para su propio recreo. Es preciso tener la necesaria sobriedad mental para establecer un justo estimado de las fuerzas propias y contrarias. Es preciso mirar la verdad cara a cara…
El antiimperialismo no consiste en admoniciones histéricas al Norte… El Gobierno es víctima de sus propias contradicciones internas… La Revolución no puede ser una concepción abstracta, sino una realidad concreta subordinada al medio objetivo y sujeta a las variantes de la realidad, que condiciona el ritmo de su desarrollo.
Volveremos a repetir, a petición de Rubén, lo que ya hemos dicho aquí y lo que dijimos antes en la Universidad: La autoridad civil y el Poder militar guardan una relación de interdependencia recíproca expresada en forma de proporción inversa. Los Poderes civil y militar son ahora los platillos de una balanza fuera de nivel. Al perder peso el Poder civil ha sido arrastrado por el militar.
Hoy gobierna el Ejército. Es preciso que el Ejército retorne a sus funciones propias, que se reincorpore al cuartel. Pero es imprescindible para conseguir eso, que se forme un Gobierno fuerte y estable respaldado por la opinión pública. Todo lo demás es tontería.
El mismo Rubén dijo después de la Asamblea universitaria que el Gobierno debía retirarse.
…El Gobierno está vuelto de espaldas a la realidad nacional… Los sectores de la oposición, desde la ultra reacción al extremo radicalismo, no forman una amalgama de partículas independientes con una abstracción por base como cree el Gobierno, sino partes integrantes de un todo nacional potente, compuesto de sectores mancomunados que tienen una realidad económica y social por base y que no se pueden desconocer…
Los que perdieron al Gobierno de Grau con sus ambiciones y su incapacidad, no deben ahora sentar plaza de defensores de su Gobierno…
Las repetidas coacciones que sufrimos por parte de los partidarios del Gobierno, en forma de interrupciones continuas, y el carácter de esta Asamblea, nos hace tomar la decisión de retirarnos del local.
Salimos los doctores Portela, Irisarri, Vergara y Orlando Alonso, Maco Cancio, Pepín Salazar, nosotros cuatro y otros compañeros.
Cuando subíamos a los automóviles vimos salir del Club Militar con su escolta al coronel Batista en dirección de su casa.
Entrevistas con los sectores
A nuestra llegada a La Habana nos entrevistamos con los elementos representativos de los distintos sectores. Era nuestro propósito conocer exactamente si dichos elementos se encontraban dispuestos a ofrecer su concurso a un nuevo Gobierno verdaderamente revolucionario.
Comprobamos que aceptaban para presidir el nuevo Gobierno al rector de la Universidad, al presidente del Tribunal Supremo o a un presidente de Sala de la Audiencia de La Habana. Todos estos funcionarios habían sido elevados a sus cargos con el beneplácito del propio Gobierno de Grau, en atención a sus méritos indiscutibles.
Por eso mismo eran una garantía para el país y para la Revolución. Si los partidarios del Gobierno hubieran estado animados por el deseo sincero de salvar la Revolución y no por sentimientos de amor propio mal entendido u otras razones, hubieran aceptado esta fórmula salvadora para la Revolución o cualquiera otra que la salvara.
Dos de nosotros nos trasladamos nuevamente a Columbia esa misma madrugada. Varios miembros de la Junta continuaban reunidos en casa de Batista. El nombre de Mendieta había sido prácticamente desechado. Sólo se discutían ahora los nombres de Grau y Hevia. Éste no aceptaba si no era apoyado por los sectores. Nuestra fórmula triple fué acogida con frialdad extrema por los reunidos. Alrededor de las ocho de la mañana se concedió un receso hasta el mediodía.
Carlos Hevia, Presidente
Durante este lapso de tiempo, Sergio Carbó, Lucilo de la Peña y Mundito Ferrer se entrevistaron con Mendieta, en un esfuerzo equivocado por salvar la revolución, obteniendo de él una declaración firmada en el sentido de que apoyaría a Carlos Hevia. Con esta declaración como puente para lograr el concurso de los demás sectores, pocas horas después se designó en Columbia a Carlos Hevia Presidente.
Nosotros consideramos que a base de Hevia Presidente no se resolverían las cuestiones planteadas. Estábamos seguros de que la declaración de Mendieta no serviría para obtener el apoyo de ningún sector, ni siquiera de los nacionalistas; por esta razón continuamos laborando por establecer un Gobierno que contara con el concurso de las mayorías y que estuviera en disposición de desarrollar un programa renovador.
Con este fin nos entrevistamos con los dirigentes del A B C, Nacionalismo, Menocalismo y Marianismo. Todos ellos aceptaban como buena la fórmula presentada por nosotros. Además, sugerían otros nombres, que por encontrarse demasiado vinculados a nosotros cuatro, rechazamos. Queríamos que nuestra actuación no pudiera ser tachada por nadie como inspirada en móviles personales y que nuestra conducta no sólo fuera límpida sino insospechable también.
Al día siguiente por la mañana dominamos un movimiento fuerte para llevar a Vergara a la Presidencia.
Al mediodía Emilio Laurent, Alejandro Vergara y dos de nosotros nos entrevistamos con Mendieta. Este nos refirió en la forma que había prestado su adhesión a Hevia y se mostró muy favorable a las tres figuras que nosotros estimábamos podrían conjurar la crisis política existente. Y sugirió, también, dos nombres, que rechazamos, como en nuestras anteriores entrevistas, por hallarse demasiado vinculados a nosotros.
Un almuerzo con Batista
De casa de, Mendieta, dos de nosotros, Carrillo y Chibás, nos dirigimos a Columbia. Era preciso agotar todos los esfuerzos por salvar la Revolución. Allí estuvimos cambiando impresiones con oficiales del Ejército y la Marina. A las cuatro de la tarde fuimos invitados a almorzar por el coronel Batista.
A la derecha de Carrillo estaba sentado alguien de quien se sospecha con algún fundamento que fuera responsable de que Carrillo guardara quince meses de prisión durante la tiranía de Machado, al delatarlo a la Policía.
A la izquierda de Chibás se encontraba el comandante Ferrer; quien pidió cadena perpetua para Chibás y su padre en un Consejo de Guerra celebrado en las postrimerías del Machadato.
Terminada la comida discutimos la gravedad del momento con Batista. Nos expuso su opinión, afirmando que el país necesitaba tranquilidad, a la consecución de la cual, debían orientarse todos los esfuerzos. Nos anticipó, además, que después de la declaración de Mendieta apoyando a Hevia, los sectores se decidirían a hacerlo también.
Respondimos que estábamos convencidos de que los sectores no prestarían nunca su concurso al nuevo Gobierno de Hevia y que todos ellos, en cambio, aceptaban para la Presidencia provisional al rector de la Universidad, al presidente del Tribunal Supremo o a un presidente de Sala de la Audiencia de La Habana, interrogándole sobre si el Ejército sería un obstáculo a la realización de una de estas fórmulas.
El coronel Batista nos respondió que un nuevo cambio de Gobierno engendraría nuevas perturbaciones y que ante todo debía contarse con el asentimiento de Hevia para realizarlo.
Nosotros insistimos en que la única fórmula viable para devolver a Cuba la paz sin entregarse a la reacción era la de constituir un Gobierno civil fuerte, de figuras no partidaristas, de prestigio y con el apoyo del pueblo.
Batista nos contestó que si los partidarios de Grau aceptaban nuestra fórmula el problema de Cuba podía considerarse resuelto, pero en caso contrario, él estimaba que la persona que mejor llenaba las exigencias del momento, era el coronel Carlos Mendieta.
Por desgracia, los partidarios acérrimos del continuismo gubernamental persistieron en su intransigencia y Batista entregó el país a la reacción.
Mendieta, Presidente
Por la noche se anunciaba a todos los vientos la designación de Mendieta para Presidente. Con él
y el Gabinete de coalición, comenzaba nuevamente el ciclo interrumpido de la vieja política.
Sin intereses creados ni por crear
Nosotros pudimos, cuando las circunstancias lo exigieron y el deber nos lo impuso, enfrentarnos con el Gobierno, porque no teníamos intereses personales ni compromisos que nos ataran a su carro. Nuestra lucidez no podía empañarse por el apasionamiento a que arrastra subconscientemente la defensa de los intereses creados o por crear.
Bibliografía y notas
- Chibás, Eddy, et al. “Los Últimos Días del Gobierno de Grau”. Revista Carteles. Vol. XX, núm. 10, 25 marzo 1934, pp. 31, 46, 47.
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