Mercedes Matamoros comenzó su carrera literaria a los 14 años, publicando en “El Siglo” y otros periódicos numerosos artículos de costumbres que fueron muy celebrados.
Sus primeros ensayos poéticos no aparecieron hasta el 74: traducciones de poetas ingleses y franceses, que, unidas a sus imitaciones y paráfrasis de bardos extranjeros, habrían de darle más tarde gloria y renombre merecidos, por el acierto, facilidad y exactitud con que vierte al castellano las joyas poéticas de otras literaturas.
Pero, no menos dignas de admiraciones y elogios son sus composiciones originales. En ellas, como dijo Tejera, no sabemos qué admirar más “si la profundidad de sentimiento y poder de fantasía que revelan, o la sobriedad y arte exquisito de sus formas”.
La miseria y el dolor fueron compañeras inseparables de su vida, sobrellevando sus desgracias, durante largos y penosos años, heroica y resignadamente.
Los sufrimientos que atormentaban su alma, refléjanse en sus poesías, melancólicas y tristes, y principalmente en sus “Sensitivas” —género creado por ella, análogo a los de Heine y Bécquer— en las que va vaciando nuestra poetisa los diversos estados de su alma, en estrofas bellas y sencillas, que encierran siempre un pensamiento profundo, altamente poético filosófico y de una tristeza resignada y dulce.
En 1892, numerosos admiradores, reunieron en un volumen sus poesías regalándole además la edición. De este modo rindieron justo tributo a la poetisa insigne y proporcionaron útil socorro y auxilio a la mujer desvalida y pobre, a la hija amante y abnegada. Nacida en 1858 falleció en 1906.
La Muerte del Esclavo
Por hambre y sed y hondo pavor rendido
del monte enmarañado en la espesura
cayó por fin entre la sombra obscura
el miserable siervo perseguido
Aun escucha a lo lejos el ladrido
del mastín, olfateando en la espesura
y hasta en los brazos de la muerte dura
del estallante látigo el chasquido
Mas de su cuerpo ante la masa yerta
no se alzará mi voz conmovedora
para decirle:-¡Lázaro, despierta!-
¡Atleta del dolor! ¡descansa al cabo!
que el que vive en la muerte nunca llora,
y más vale morir que ser esclavo.
Los sonetos a continuación publicados forman parte del poema “El Último Amor de Safo”, escrito en 1902.
Yo
Tengo el color de golondrina obscura;
sombríos los cabellos ondulantes;
y mis ojos ¡tan negros! son diamantes
en cuyas chispas la pasión fulgura
Es urna de coral y esencia pura
mi boca, en que los besos palpitantes
buscan cual pajarillos anhelantes
de la tuya el calor y la dulzura
Mi cuerpo es una sierpe voluptuosa
y en el mórbido seno se doblega
lánguidamente el cuello como un lirio.
¿Y aun hay quién diga que no soy hermosa?
¡Oh, ven! Y en este amor que a tí me entrega
tú serás el placer y yo el Delirio!
La Bestia
En lo más negro de aquel monte umbrío,
nuestro lecho. Faon, he preparado
¡de mi pecho el volcán se ha desbordado
de la fiebre fatal ya siento el frío!
¿No escuchas a lo lejos el sombrío
león, que con rugido apasionado
responde a la leona, en el callado
y hondo recinto de su amor bravío?
Amémonos así, Ven y desprende
de mi ajustada túnica los lazos,
Y ante mi seno tu pupila enciende!
¡Es el amor que humilla y que deprava!
No importa. Lleva a Safo entre tus brazos
donde loco el placer la rinda esclava!
Bibliografía y otras fuentes:
- Roig de Leuchsenring, E. (1919, abril). Poetisas Cubanas, Mercedes Matamoros. Revista Social, p. 39
- Morilla, A. (2012). Mercedes Matamoros: El último amor de Safo. (Tesis Doctoral). Universidad de Granada, España. [Consultar]
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