Nazario Rodríguez Feo fue gerente de la Compañía Anunciadora Cubana que se encontraba en la calle de Lamparilla número 55, Habana.
“Acuarela dolientísima” llamó Juan D’Sola en un admirable prólogo á la “compleja alma moderna”. El notable escritor venezolano decía bien.
Nuestra alma, la gran alma fuerte de esta aurora de siglo en este ocaso (ó zenit ¿quién sabe?) de civilización, es una triste alma enferma de atavismos y anhelante de un mañana esquivo cada vez más lejano.
Y ese morbo psíquico decide de nuestro temperamento que se torna más y más contemplativo, menos dúctil para la lucha;
En la misma proporción que crecen y se agigantan nuestras facultades intelectuales, la energía del carácter decrece; la entereza, la perseverancia y la fe en la ardua lucha por la vida son débiles, titubeantes, como si el escepticismo que sembró Voltaire en la agonía esplendorosa del “derecho divino” del pueblo francés, hubiera fructificado, lozano y pujante, en nuestra época tormentosa y febril.
Los hombres de lucha escasean; los apóstoles de un credo religioso ó de una doctrina política “no son ya de estos tiempos”, al decir de Carricarte, en su estudio sobre el gran Montalvo.
Un hombre “hecho” en la batalla implacable y sin treguas de nuestra vida actual, un hombre forjado en el bronce de su voluntad y templado al fuego de su energía, es un caso singularísimo —plausible y admirable— que EL FÍGARO no podía —al conocerlo— dejar de traerlo á sus columnas, como un homenaje á esa rara y alta virtud de la laboriosidad y la fe en sí mismo.
Este caso es el de don Nazario Rodríguez Feo, cubano meritísimo, industrial activo y talentoso cuyo retrato aparece en esta página. Sí; Nazario Rodríguez Feo es un modelo que bien puede imitarse; un gran ejemplo que seguir.
Ha trazado una senda firme y plana, en este zarzal desesperante de la desidia, de la indolencia criolla, Rodriguez Feo esgrimió en nuestra guerra de Independencia el machete glorioso; fué un soldado lleno de ardimiento y de amor á Cuba, que dejó en más de un encuentro con el ejército enemigo los rastros de su sangre de patriota.
Jamás el combate lo llamó á las filas sin que él corriera á colocarse á la vanguardia; se hizo la paz; inicióse nuestra existencia autónoma como pueblo libre y Rodriguez Feo no pidió prebendas ni solicitó empleos del gobierno.
Compulsó sus fuerzas, midió sus energías y se lanzó al campo de la lucha pacifica de la industria con plena fe en el éxito de su buena causa, la misma fe que lo animara en las filas del Ejército Libertador. Como en este, en la lucha industrial ha vencido también.
Hoy Rodríguez Feo, que comenzó amparado por grandes firmas extranjeras (a las que sigue representando) como Chilton Paint Co., The Gem Cutlery Co. y L. D. Nelke Sigs, las tres de New York, después de haber desempeñado honrosamente el cargo de corresponsal de esas casas, posee una gran industria propia, de grandes recursos, perfectamente organizada y cuyo mercado comprende todo el extenso territorio de nuestro pais, desde el rico y occidental Vuelta Abajo hasta el irreductible Oriente.
La industria de que hablamos es la “Compañía Anunciadora Cubana”. Hace muy pocos días tuvimos ocasión de visitar sus amplias oficinas, establecidas, como es bien sabido, en la calle de Lamparilla número 55, y recibimos una gratísima sorpresa observando el orden, el confort, la pulcra elegancia de aquellos departamentos en que cada asunto tiene su archivo, su jefe de sección competente y activo, su sala de recibo, su administración, en una palabra, todo lo que es necesario en una oficina que cuenta sus empleados por centenares.
Podemos declararlo, y lo hacemos con orgullo, que Rodríguez Feo ha hecho de su profesión un verdadero arte, y un arte, por cierto, noble y bello.
Más de un modelo de Panaux y de grandes frescos, “proyectos” de decorado, muestras de tapices, grabados en latón para todo género de anuncios, modelos para anuncios murales, es decir todo lo que constituye la utilísima industria de la ”Compañía Anunciadora Cubana”, todo eso puede verse en aquella oficina modelo, amplia, elegante y pulcra como un gabinete de recibo.
La ”Compañía Anunciadora Cubana” desde su oficina central, dirige y extiende sus trabajos por toda la Isla dando cumplimiento a cualquier orden que reciba, sin que sean obstáculo la distancia, la premura del tiempo ni otra cualquiera circunstancia.
Bien modesta y débil nació la compañía que nos ocupa; sus comienzos fueron de prueba y de cansancio, porque poco habituados nuestros comerciantes é industriales al anuncio “en grande”, en un principio parecían inútiles los servicios de la novel compañía, pero bien pronto fué manifiesto el ahorro de tiempo y de gastos que ella representaba, la comodidad de ese servicio exacto y activo y entonces, con rapidez notable, Rodríguez Feo1 pudo ver engrosar el número de sus clientes que hoy no bajan de dos mil.
Últimamente, el acierto y buen gusto de la Compañía Anunciadora Cubana se han demostrado en el entapizado y pinturas del “Ateneo y Círculo de la Habana” y del nuevo local del “Casino Español”.
En esta página aparecen una vista, tomada por uno de nuestros fotógrafos especiales, del edificio donde están instaladas las oficinas de la Compañía Anunciadora Cubana y además un grupo de sus principales empleados.
Una y otra fotografía son gráfico exponente de la importancia de la industria de que hablamos, la cual, por ser, como su nombre expresa, genuinamente “cubana” y ser su director un cubano meritísimo, nosotros nos complacemos en servirle de heraldo ofreciéndole amplia y desinteresada hospitalidad en nuestras páginas por las cuales deben desfilar no solamente lo que constituye el orgullo de nuestra existencia intelectual, sino, además, lo que forma la médula de nuestra vida industrial.
Luis de Radena. Febrero, 1907.
Bibliografía y notas
- Nazario Rodríguez Feo aparece en Sep. 1910 como director de la revista El Veterano. La redacción y la administración de esta se encontraban en la calle Lamparilla 55. ↩︎
- De Radena, Luis. “Los Self-Made-Men.” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Febrero 24, 1907).
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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