Por esas calles… Críticas de un técnico aburrido nos pasea por las calles de la Habana de la mano del arquitecto Alfonso González del Real. Pues, señor; henos ya de nuevo en nuestra Cuba bella.
Vamos ahora a visitarla de nuevo como si no la conociéramos aun lo suficiente, ya que cuando se quiere de veras su bien, es preciso estudiarla aun más y amontonar más datos, repasar los ya conocidos, confrontar, comparar con los que nos suministran las revistas extranjeras y poder hacer propaganda en pro de nuestra patria, ya que por sus muchas ocupaciones no pueden hacerlo muchos de nuestros cónsules en el extranjero.
Entretanto ha llegado nuestro tranvía y nos acomodamos en uno de sus democráticos puestos, sin tener que preguntar si es la 1ra. o 2a. como sucede en la capital de la democrática república francesa, y aun más en las ciudades del Sur de los Estados Unidos; el aire fresco a ratos, nos conserva despejados, sin atosigarnos aún el calor…
…y mientras la marcha de nuestro vehículo nos hace ir dejando atrás la barriada aristocrática y populosa y continúa su curso por la cinta de plata que ciñe al océano como una diadema en la frente de egregia darna, notamos, ¡ay que por nuestra desgracia y la de nuestra amada ciudad, no dejamos de considerar que esto es pura poesía! pues todo está como… si fuera ayer… aunque es hoy.
El mismo esqueleto de remolcador herrumbrándose sobre la muralla, la misma casita de nuestro vigía o vigilante, que para el caso es lo mismo, aunque en vez de descubrir un nuevo mundo, solamente dé paso a los vehículos con aire distraído, tal vez recordando la hora del relevo, vemos las mismas piedras, los mismos restos de acera, revueltos con idéntico desdén…
…dejando a trechos contemplar trozos de pavimento destrozado, como en atildada sala hubiera podido hacer con piedras y arena un travieso chicuelo sobre lustroso pavimento de mármol, sin coordinar aun nuestras ideas, llegamos a Belascoain (perdón si me leen los señores del Municipio y no ven escrito Padre Varela, y perdónenme los manes de éste, pero en mis tiempos estudiantiles he dicho tantas veces así que ahora me cuesta gran trabajo cambiarlo).
Me bajo del tranvía y tomo un modesto Ford y le doy la orden de que me lleve por el malecón; recorro éste contemplando con más ahínco el esplendoroso mar, bello en verdad, pero aun más cuando se le contempla circundado por ese conjunto abigarrado y feo que representan los edificios del Malecón, aunque separadamente hay algunas edificaciones que no merecen estar entre ellas, o mejor dicho que merecen quedarse ellas solas y derribar el resto solamente hasta los cimientos, aunque si los juzgáramos a éstos por la muestra, también diríamos que son tan malos como ellos.
Nos quedamos en la acera, un momento perplejos sobre el partido que nos convenga tomar y al fin dirigimos nuestros pasos hacia la glorieta de la música, la contemplamos como una persona querida, igual que las sillas que la rodean, que nos recuerdan tan agradables noches allí pasadas deleitándonos con la brisa marina y las agradables melodías de nuestras Bandas Municipal y Militar, mientras el río humano a poca distancia nuestra corre lentamente como un gigantesco boa que se mueve lentamente como queriéndonos incorporar a él, también miramos los arbolitos de aspecto de “nacimiento” que han plantado alrededor y que más bien nos parecen unos intrusos que han venido a desbancar a nuestras pequeñas pero típicas uvas caleta.
Seguimos marchando en dirección al Parque Central, y contemplamos al inmenso y triste caserón de la Cárcel cuyas ventanas enrejadas y múltiples nos recuerdan más a los equivocados, a los ilusos y a los inconscientes que no a los verdaderamente malos, pues antes que perversos somos apasionados; ¡Cuántas lágrimas se habrán arrojado al pie de esas altas y tristes rejas! ¡Y cuántas maldiciones se habrán escapado al sentir el bullicio y la música deslizarse a pocos pasos de esos desgraciados, separados por un leve muro del mundo y no estando ayudados por los consejos de la religión habrán seguramente mascullado más deseos de venganza que ansias de regeneración.
Presumimos de pueblo progresista, pero si algún dato da prontamente idea de nuestra quietud, es este de la vista de las cárceles como primera visita a la linda perla del Mar Caribe. El turista al entrar en el barco contempla a su izquierda la mole inmensa y alargada de la prisión militar de la Cabaña, y si su vista se dirige a la derecha el primer edificio que contempla es el antiestético y grande de la Cárcel.
¿Será esto un símbolo de que, más que educar, sabemos castigar? ¡Quién es capaz de adivinarlo! Por cierto que al mirar la cárcel veo aun sobre su frente artística tarja de mármol, en la que campea aun el rimbombante nombre de Secretaría, y esto nos trae a la memoria que por él han pasado en varias épocas las Secretarías de Instrucción Pública y la de Gobernación, y ahora, y presumiendo la poca estabilidad de nuestros designios, podremos preguntar, sin sombra de burla: ¿cuál será la próxima Secretaría que metamos en la cárcel?
Pero no pasen ustedes temor alguno; al fin y al cabo, ya verán como no metemos a nadie en la cárcel.
Proseguimos nuestro paseo y al subir a la acera casi nos topamos con el pequeño monumento a nuestro poeta Zenea. La verdad es que el sitio nos parece bien escogido y más aun nos hubiera agradado solo, en medio de la especie de plazoleta que a pocos pasos forman los cruces de las calles de San Lázaro y Prado y rodeado siquiera de un poco de jardín, y sobre un serio y hermoso basamento.
Pero tal como está hecho, sin una pequeña verja, embutido casi al nivel de los paseantes, hecho en proporciones diminutas, nos recuerda muchos de los claros razonamientos que nos decía nuestro buen amigo el insigne arquitecto mexicano señor Carlos Noriega, al tratar del monumento a nuestro gran apóstol Martí, y para remediar ese mal hizo un bello proyecto de basamento (como casi todos los suyos) y el cual fué publicado en nuestra gran revista El Fígaro…
…que abre siempre sus páginas a todo lo bueno para nosotros y que tanto contribuye y ha contribuido, a intensificar y difundir nuestra cultura artística; pues como venía pensando, a nuestro dulce poeta Zenea, casi le pueden tratar de tú, las manejadoras y los paseantes que deambulan por el paseo de Martí, lo cual si es verdad que resulta muy democrático, en cambio es poco artístico. Esperemos que alguno de nuestros próceres haga algún dia obra nacional iniciando ese cambio.
Sigo lentamente mi paseo entre las hileras de pequeños pinos que constituyen el nuevo conato de arbolado de nuestro gran paseo, y mientras disfruto a pleno pulmón de la embalsamada brisa que allí corre y sintiendo como cubano, que estos nuestros minúsculos arbolitos, no sean los hermosos y cuidados del Paseo de coches del Parque de Madrid, y echando también de menos aquellos nuestros hermosos laureles que en un tiempo ya lejano, tanto nos cobijaban en nuestra época estudiantil, pero al fin columbramos uno, que como el guerrero de la victoria griega pudo salvarse para hacer la historia de lo que aquello fué.
Este hermoso laurel, ya viejo y cargado de años, ha sido podado despiadadamente, a tal extremo, que da pena verlo; lo que si es lamentable por el árbol, en cambio deja contemplar ahora mejor a la aristocrática y bella mansión de los Plá, y vaya usted a saber si el podador era también un espíritu inquieto y amante de la belleza… a su modo, y nosotros, que lo criticábamos: así somos unos con otros los artistas.
Proseguimos nuestro paseo después de una corta demora y descanso, pues ya el calor nos va agotando, pero columbramos ya la silueta amiga del “Anón”, a donde nos lleva nuestra buena estrella y pensando delante de sabroso helado, echamos una firma sobre él con un barquillo y por último hacemos punto final en su cúspide, pensando que… París será París, pero… no tiene helados de anón tan deliciosos como este.
Alfonso González del Real. Arquitecto.
Bibliografía y Notas
- González del Real, Alfonso. “Por esas calles… (Críticas de un técnico aburrido).” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Enero 20, 1924).
- El Legado de la Exposición Iberoamericana de 1929 y la Comisión Provincial de Patrimonio de Sevilla. [En línea]
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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