Tejón Ramos y Ca. fueron los propietarios de un comercio nombrado El Almacén que estuvo en el barrio del Vedado, Habana.
Pocas veces podrá aplicarse la figura retórica llamada antonomasia, con más propiedad que en este caso en que vamos a hablar de un almacén que se llama “El Almacén”.
Si el lector se interna en el precioso jardín habanero que se llama el Vedado, casi al centro de tan pintoresca y aristocrática barriada, encontrará en la calle de línea esquina a C. un establecimiento comercial llamado “El Almacén”, nombre que sin duda le puso el pueblo en una época en que por allí había muy poco comercio y siendo este de que tratamos en donde únicamente se almacenaban víveres, le pusieron “El Almacén” por antonomasia; y véase como la voz del pueblo (vox populi, voz dei) se anticipó a nosotros en el uso de la figura retórica que consiste en tomar el nombre por la cosa.
De la misma manera que Zayas, por ejemplo, es el político por antonomasia y que José Miguel es el general por antonomasia, así también podemos decir con más razón que “El Almacén” es el almacén por antonomasia.
Dejando a un lado esta disquisición retórica, más o menos al alcance de todas las fortunas intelectuales, entremos a hablar ahora de la parte bucólica de este almacén y por tanto de las buenas y bellas cosas que tiene siempre almacenadas “El Almacén” a disposición del público.
Digamos primero quiénes son los afortunados poseedores de “El Almacén”: es una razón social que firma mercantilmente “Tejón Ramos y Ca.”, en la que varios ricos y expertos comerciantes han unido su dinero y sus esfuerzos para dotar al Vedado de un establecimiento magnífico en el que no faltara absolutamente nada de cuanto pueda haber en la Habana en el importantísimo y muy extenso giro de los víveres finos.
En la firma de Tejón, Ramos y Ca. el señor José Tejón Lillo se desempeñó como gerente principal.
La tarea parece fácil cuando se habla de ella a la ligera y aún cuando se escribe desde las columnas de una revista, pero cuando se pone uno a meditar en los detalles del negocio, se comprende la intensidad de la labor, la inteligencia y hasta la “gracia” que necesita tener el comerciante que aspire a dominar un género de comercio tan variado como el de víveres.
En el caso de los señores “Tejón Ramos y Ca.”, era más difícil todavía por tratarse de abastecer a una barriada como la del Vedado en que residen las personas de gusto, más refinado y exigente y al mismo tiempo más conocedoras de todo lo exquisito que encierra el ramo de beber y de comer.
Pero… querer es poder, dice el adagio, y los dueños de El Almacén quisieron y, por tanto, pudieron… pudieron levantar un verdadero templo de comestibles y bebestibles que es una maravilla confortable.
Entrar en aquel templo y adquirir la devoción por lo bueno y lo sabroso es lo mismo que entrar en las soberbias catedrales y sentirse creyente.
Bibliografía y notas
- “Antonomasia”. El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. Año 37, núm. 18, 1920, p. 326.
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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