El señor Basilio Portugal —promotor y alma mater de la poderosa empresa naviera “Viajera Antillana”— era personalidad muy conocida y estimada en nuestra sociedad. Antiguo y elevado funcionario de la casa armadora “Sobrinos de Herrera”, en cuya dirección tomó parte muy principal, vice-cónsul de la República Dominicana y últimamente cónsul.
Portugal era caballero muy fino, correcto, sagaz y activo hombre de negocios y a la vez entusiasta luchador por altos ideales y generosos empeños como lo probó su actuación en la masonería, en cuya institución ocupó distintos cargos honrosos, entre ellos la tercera vicepresidencia de la Gran Logia.
Cuarenta años dedicados a negocios marítimos hicieron del señor Basilio Portugal un inteligente experto, de sólida reputación, cuyo solo nombre era garantía de éxito para una compañía de vapores.
Basilio Portugal, convencido de las numerosas ventajas que producía a los pueblos la comunicación frecuente, desplegó grandes energías para poder crear su empresa naviera, la que se dedicara al tráfico entre las islas antillanas.
El sólido crédito, la pericia reconocida, la honorabilidad del Sr. Basilio Portugal, muy bien conceptuado y estimado en los círculos financieros, hicieron que naturalmente sus iniciativas y esfuerzos culminaran en brillante éxito, dado el concurso que halló en importantes elementos financieros.
A la llamada del señor Portugal respondieron prominentes negociantes que confiaron a su experiencia y rectitud la tarea difícil de organizar y dirigir la empresa.
Acertada fué la elección porque nadie, como él, podía desarrollar, con resultado, el proyecto que durante años estudió y maduró.
Con el nombre significativo de “Viajera Antillana”, apareció la nueva, poderosa empresa, que tenía el concurso de financieros tan distinguidos como los señores, José Hill, Pedro Marín, José Ramón Villalón, Miguel Carrillo, Pedro Pernas, José R. Beola, Henri Shieg, Dr. Díaz Brito y además la compañía Ron Bacardí, la que tomó parte en la fundación de esta casa armadora.
“Viajera Antillana” adquirió tres vapores para inaugurar su línea. El administrador general se trasladó a Londres y Amberes para que las casas constructoras “The British Corporation” y el “Lloyd” cumplieran las bases de contratos celebrados.
Estos tres vapores eran “Cayo Mambí”, “Cayo Cristo” y “Cayo Romano”, los cuales eran de tipo moderno y maquinaria magnífica.
Para dar idea más cabal de los vapores, anotamos estos datos: de 180 pies E. G. eslora; de 31 pies de manga; 14 pies de puntal; 11 pies de calado…
Las máquinas de cada uno eran de triple expansión invertida y las calderas de tipo cilíndrico, multi-tubular, con tres hornos instalados para quemar petróleo o carbón. El vapor “Cayo Romano” tenía 649’69 toneladas en bruto y 409’36 netas.
El Cayo Cristo se probó, nos dijo un marino, el día 17 de noviembre de 1921, a plena navegación en el río Escalda con excelentes resultados, anotando los ingenieros navales que dirigieron la la construcción, los ingenieros belgas nombrados por el Consulado de Cuba y por el Práctico del río, un andar de 11,1-4 millas con un equivalente de consumo de petróleo de 9 toneladas.
El día 21 del mismo mes, esto es, a los 4 días de las pruebas, listo de máquina y documentación a bordo viró ancla bajo las indicaciones del Práctico y navegó río abajo con viento fresco del S. E. y cielo cubierto. El Práctico lo dejó en Flishing el día 22, a la entrada del Escalda por el mar del Norte y continuó viaje a toda máquina rumbo al Canal de la Mancha para Las Palmas (Canarias).
Se arrimó todo lo posible a la costa inglesa buscando el mayor abrigo en razón al fuerte viento y a la mucha mar del N. W. El buque se defendía admirablemente de la cruzada del tiempo; pero en la travesía de Amberes a las Palmas sobrevinieron horas en que se llegó a desconfiar de la utilidad de su resistencia.
En Las Palmas se le dió por perdido, pues el cable había anunciado el naufragio de tres vapores en la zona que el “Cayo Cristo” atravesó, y como no se mencionaba el nombre de uno de ellos, que era de carga, los consignatarios pensaban que había desaparecido éste.
Por el Diario de Navegación se ve que de Amberes a Las Palmas tardó 14 días y que de Las Palmas a San Juan de Puerto Rico, o sea en doble número de millas, se empleó en la navegación el mismo tiempo.
En toda la travesía, hasta llegar aquí, no hubo seis días de mar llana, por lo que el bautismo del “Cayo Cristo” resultó excepcionalmente espléndido asegurándose así que este barco lo mismo que sus dos hermanos, el “Cayo Mambí” y el “Cayo Romano”, podían navegar en todas las aguas y en todos los tiempos.
Para marzo de 1923 se esperaba que saliera de Amberes el “Cayo Romano” y dada la estación de la época le esperaban mares gruesas en la travesía.
Bibliografía y notas
- “Viajera Antillana: Una nueva empresa naviera.” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Marzo 6, 1922).
- La Empresa Naviera de Cuba y sus vapores de pasaje y carga.
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