Josefa Margarita Petronila Ponce de León y Heredero no parecía destinada a nada en particular, eso parecía… como tantos que han marchado por la vida y han sido borrados por los polvos del tiempo y el olvido. Como familia católica sus progenitores Teresa de Jesús Heredero González y José Ponce de León Fantoni bautizaron la niña que nació el diecinueve de marzo de 1815[1] en Guanabacoa, provincia de la Habana.
El padre natural de Algeciras en la provincia de Cádiz, España, llega a Cuba hacia la última década del siglo XVIII y valida su linaje ante las autoridades coloniales, es primo hermano y sobrino segundo de dos encumbrantes personajes de la Real Armada e hijo de Francisco Ponce Alcalde Mayor de la ciudad de Ronda.
La madre Josefa Fantoni está por su lado emparentada con un Administrador de Rentas Reales, Caballeros de la Orden de Santiago y el Gobernador de Tuy en Galicia. José contrae primeras nupcias en la parroquia de Guanabacoa en 1792 y segundas en 1810 con la madre de Josefa.
¿Y su infancia, sus primeros años? Casi nada se sabe, tuvo diez hermanos. El lugar de su nacimiento es descrito por un francés[2] en 1826 como lugar de placer donde los habaneros veranean, sus construcciones ofrecen la apariencia de un pueblo inglés en ruinas a punto de ser reconstruido. Las casas desde afuera parecen granjas y cabañas de tierra… no hay que buscar calles pavimentadas ni aceras… existen manantiales minerales y baños públicos que son visitados en verano.
Para 1852 nos cuenta Torres Villegas[3] que las colinas que se elevan entre Regla y Guanabacoa están coronadas de bonitas casas de campo, donde los habitantes ricos de la ciudad se retiran cuando ejercita sus estragos con terrible frecuencia la fiebre amarilla ó vómito negro , y allí se han formado muchos establecimientos de baños alimentados con manantiales minerales.
La vida familiar puede aparentarse a esta: El caballero cubano se levanta temprano en la mañana y sale rápidamente de la cama, se toma una taza de chocolate o café, enciende su tabaco y se pasea por su patio o balcón, puede que monte a caballo.
A las diez le sirven la sopa, de pescado, de carne, huevos, jamón, vino y café. Poco antes de que los huéspedes se levanten de la mesa se les presenta una cazuelilla llena de brazas de carbón ardiente para que enciendan su tabaco. Las mujeres también fuman, sin embargo las de la alta sociedad se abstienen[4].
Jamás salen las damas a pie, siempre en carruaje… El ejercicio físico les es desconocido. Toda actividad se reduce a las labores de aguja, a la lectura, al piano… Y sin embargo, aquellas mujeres que tal género de vida hacían, eran saludables, fuertes, alcanzaban una avanzada edad. Pocas veces enfermaban. La vida metódica, sencilla, igual, de alimentos sanos, el baño en la casa, en el mar, en el río…[5] por supuesto muchos tenían esclavos.
La ciudad de Matanzas no está lejos, casi a sus veinticinco años allí contrae matrimonio el siete de febrero de 1840 con Francisco María Tomás Andux. El asiento parroquial de tan memorable acto la confirma avecindada en la localidad donde varios miembros de la familia Ponce de León residen.
Entre estos ilustres matanceros encontramos a su hermana Concepción Ponce de León y Heredero que casó en la Catedral de Matanzas el 17 de junio de 1841 con José Yarini y Torres, hijo del doctor José Leopoldo Yarini y Klupfel, médico del Regimiento de Dragones de Milicias de Matanzas. También vive allí su medio hermano paterno Juan Bautista Ponce de León Espinoza[6] abogado y Caballero de la Orden de Isabel la Católica y primer poeta local de Matanzas[7] quien bautizó a su hijo en la Catedral de Matanzas en diciembre de 1839.
Los miembros de la familia han ido entretejiendo lazos afectivos en la ciudad de los puentes, es un período de pujanza comercial en la zona y ellos forman parte del andamiaje colonial. Cuando Josefa Margarita pierde a su madre Teresa de Jesús expresa su dolor dedicándole una poesía en agosto de 1851, acompañada de una nota se publica en la Aurora de Matanzas[8] :
A la memoria de mi idolatrada madre la Sra. Da. Teresa de Jesús Heredero
Madre del corazón, duerme en la tumba
donde el destino te arrojó inclemente,
y oye la voz del arpa que doliente
En torno ¡Ay Dios! De tu sepulcro zumba...
Josefa debió de ser testigo de la Conspiración de La Escalera cuando el horror recorría en 1844 las calles de la ciudad en busca de víctimas y encausado perdió la vida Plácido el Cisne del Yumurí. Puede ser que haya paseado por la calle de Gelabert, conocido al poeta José Jacinto Milanés y leído sus versos. Seguramente oyó del desembarco de Narciso López en Cárdenas y asistió a los primeros años de la Guerra de Independencia desatada en 1868.
El dieciséis de marzo de mil ochocientos setenta y dos fue sepultada en el antiguo cementerio de Matanzas. Sin dejar sucesión ni testar falleció en La Habana, residiendo en el barrio de Monserrate, muy probablemente de una neumopatía (infección pulmonar) aguda inflamatoria.
Los lazos familiares hicieron que su inhumación se realizara a unos cien kilómetros del lugar del deceso, en Matanzas donde ya su padre había sido sepultado en julio de 1845[9]. Para su traslado se dispuso su embalsamamiento del que se cree responsable al Dr. Antonio Caro, el mismo que en 1851 aplica el procedimiento en La Habana al fallecido amigo de su padre Simón Ximeno antes de que el cadáver fuera enviado a la urbe matancera.
El velo del tiempo cubrió aquellos sucesos hasta que más de noventa años después de su primera inhumación se decidió exhumar en marzo de 1965 los restos que contenían los nichos del cementerio de San Carlos. En el nicho 187 tropezaron con los despojos de un cuerpo momificado vestido con una blusa del siglo XIX y en esta bordadas las letras JPL. Solo se sabía que el cuerpo había sido trasladado desde el antiguo cementerio llamado de San Juan de Dios[10].
Siendo un traslado y la fecha de inauguración del Cementerio de San Carlos en 1872 el deceso debía ser anterior a esta fecha, las Dras. Teresita González, Marta Díaz y Juana María Cuervo localizaron el asiento parroquial que coincidía con las iniciales JPL, Josefa Ponce de León. Los restos tenían un nombre y con él se encontró la Fé de Bautismo en la Iglesia Parroquial de Guanabacoa.
Esparcida la noticia del hallazgo se congregó un numerosísimo grupo de curiosos para ver el cuerpo momificado, el periódico local se hizo eco de la noticia seguido por el nacional: se encontró el cadáver momificado de una persona del sexo femenino, al parecer blanca, de abundante cabellera rubia, en la que se aprecia su dentadura, cejas y uñas.
En mayo una comisión investigativa se personó en el cementerio. La exposición de los restos conllevó a que un inescrupuloso individuo le arrancara un pedazo de piel de la frente con parte de la cabellera. Sellado el nicho se reabrió en varias ocasiones hasta que la ropa se deshizo y los hongos comenzaron su trabajo destructivo.
En 1981 un orate decapitó el cuerpo sustrayendo la cabeza. Recuperada esta pudieron apreciarse los daños, la cara y parte del cráneo aplastados. En agosto de ese mismo año el cuerpo fue retirado del cementerio para su estudio e identificación y para según las palabras del Dr. Ercilio Vento devolverla al patrimonio.
Ahora Josefa Margarita reposa alargada en una urna de cristal cubierta por una sábana como mortaja en el museo provincial Palacio de Junco de la ciudad de Matanzas, duerme de los difuntos el sueño eterno del que no despertará hasta –quizás– la resurrección.
La Momia de Matanzas ha sido estudiada, analizada y fotografiada desde todos los ángulos… ha sido maltratada por manos inescrupulosas y querida por otras que le admiran y quisieran devolverle a sus misteriosas glorias de antaño.
Ya no puede hablar porque su alma se ha ido lejos, no es dueña de su cuerpo ni puede rogar por ella para que le dejen descansar, para que pueda gozar de la paz de los sepulcros.
A veces la imagino con su Biblia contra el corazón, arrodillada frente al Cristo redentor en la Catedral de San Carlos y San Severino de Matanzas, mientras bajo el negro velo escapa de sus labios una oración que repite sin cesar:
He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra…
Autor: Alfredo Martínez (Sept. 29, 2018)
Referencias bibliográficas y notas
- [1]
- Vento Canosa, E. La Momia de Matanzas, Un encuentro en la historia. Matanzas: Ediciones Matanzas, 2005. ISBN: 959-268-062-0
- [2]
- Huber, B. Aperçu Statistique de L’île de Cuba précédé de quelques lettres sur La Havane. Paris: Imprimerie de Crapelet, 1826.
- [3]
- Torres Villegas, F. J. Cartografía Hispano-Científica o sea Los Mapas Españoles Madrid: Imprenta de José María Alonso, 1852.
- [4]
- Huber, B. op. cit., p.p. 132-133
- [5]
- De Ximeno Cruz, Dolores María. Aquellos Tiempos… Memorias de Lola María. Habana: El Universo, 1928 p. 21
- [6]
- Santa Cruz y Mallén, F.X. Historia de Familias Cubanas. (Vol 1) Habana: Hércules, 1940 pp. 282-283
- [7]
- Martínez Carmenate, U. Los Puentes Abiertos. Matanzas: Ediciones Matanzas, 2007 pp. 83-86
- [8]
- Vento Canosa, E op. cit., pp. 166-168 (Hallazgo del investigador del Museo Provincial Palacio de Junco Lic. Urbano Martínez Carmenate)
- [9]
- Vento Canosa, E. op. cit., pp. 194-195 (En la inscripción de defunción de José Ponce de León -Libro 11, Entierros de Blancos- deja este como curador de sus hijos menores a Simón Jimeno, uno de los más poderosos y acaudalados comerciantes de la época.)
- [10]
- Vento Canosa, E. La Última Morada, Historia de los Cementerios en Matanzas. Matanzas: Ediciones Matanzas, 2002 pp. 84-85. El cementerio de San Juan de Dios se bendijo el 5 marzo 1837 y se inauguró el 1ro. de noviembre de 1840. Estaba delimitado por las calles de Cuba, Álvarez y San Fabián.
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