

Entre las muchas y muy aventajadas alumnas del “Conservatorio de Música y Declamación” que con tanto acierto dirige el maestro Sr. Carlos A. Peyrellade, presentadas en los últimos “Concursos”, figuraban las señoritas Berta Momoytio, de la cual escribí largamente en uno de los anteriores números de este ameno semanario, y Julia Crespo, de la que voy á ocuparme ahora con el cariño y alta consideración que reclaman su talento y dedicación constante al estudio.
Oponíanse una y otra en aquella hermosa fiesta, al primer premio y la medalla de oro del 6o. año de piano. La obra elegida fué el Concierto en mí menor de Chopin, obra riquísima en bellezas y dificultades sin cuento.
El Jurado llamado á fallar, lo componían la señora Caballero viuda de Salazar, la señorita Sicouret, que en estos momentos llora la muerte de su amantísimo padre, y la señora Ardois de Fernández. Además, los señores Gogorza, Orbón, Laureano Fuentes y el que escribe.
La concurrencia selecta y numerosa, los salones adornados con severo gusto é iluminados a giorno, imprimían al acto cierta imponente gravedad. Con todo, si algún temor tuvieron las opositoras, también tuvieron toda, la entereza necesaria para sofocarlo. El Jurado, pues, queriendo proceder con estricta justicia, acordó dar á cada una, después de maduro examen, un primer premio y una medalla de oro. Nada más merecido.
La señorita Crespo es hoy una joya de la sociedad habanera de inestimable precio. Un alma noble y una sensibilidad exquisita son sus más valiosas cualidades. Y son precisamente éstas las que mejor comprenden y más estiman los primores del bello arte, lo contrario, pues, de aquellas almas estrechas y frías, que no ven, no sienten, no saben apreciarlos.
Por eso se ha dicho que lo bello no puede penetrar en ellas, por que la dulce luz que despide va á caer vanamente sobre unos ojos eternamente cerrados á su brillo.
Ahora bien, sentada Julia al frente del regio instrumento, hay que admirar la ligereza, igualdad y excelente pulsación con que se deslizan sus dedos por el marfil. Posee también un mecanismo correcto y fácil, en la apariencia, á causa de la tranquilidad y sencillez con que vence las mayores dificultades.
Las escalas cromáticas y diatónicas ascendentes y descendentes, las octavas, los arpegios en todos tonos y los pasajes más escabrosos en terceras y sextas, y todo, en fin, lo toca á la perfección, como que todo está al alcance de su ejecución poderosa, pura y neta.
Y después ¡qué elegancia y buen gusto en la interpretación! ¡Qué sonido el de su piano tan suave á veces, á veces tan rico y poderoso! ¡Cuánta placidez en las frases sentidas! ¡Cuánta pureza y seguridad en los pasajes de bravura! Y en su estilo ¡cuánta elegancia, qué brillante colorido! Así es que la Srta. Crespo impresionó de tal manera á su auditorio, que á no estar en un centro docente, es de creerse que habría alcanzado estrepitosos aplausos.
No creo aventurado anunciar á esta joven ya artista, muy mayores triunfos que el que acaba de obtener en sus primeros pasos ante un público inteligente y un jurado severo. Reciba por todo mis sinceras y ardientes felicitaciones.
Testigo de los sólidos y rápidos progresos alcanzados por los alumnos del plantel del señor Peyrellade, pues hace años se me honra con un puesto en su tribunal de examen, no quiero ni debo cerrar este trabajo sin dar antes á él y al cuadro de profesores que dignamente lo secundan, mi más cumplida enhorabuena.
Creo que el secreto del señor Peyrellade para alcanzar tan óptimos frutos, consiste en estudiar él primero las facultades del alumno, y aplicarle después el sistema que mejor le convenga. El caso es aproximarse cuanto se pueda y como se pueda, si no llegar definitivamente, á la meta del Arte.
Són le vie infinite e differente;
Ma quel che si ricerca é solo uno.
Serafín Ramírez
Julia Crespo en el Ateneo y Círculo de la Habana1
Gratos momentos pasó el cronista en el “Ateneo y Círculo de la Habana” la tarde del domingo (29 septiembre 1907). Verificábase el último concierto ofrecido por la prestigiosa institución cubana, que quedó más lucido que los anteriores, dado el mayor concurso de elementos artísticos.
Integraban el programa números selectos de música y canto. La Srita. Julia Crespo, una notable Pianista, fué aplaudidísima por la gran maestría con que ejecutó varias obras.
También hubo aplausos para el señor Caballero, que tocó la viola de amor, y para el Sr. Carlos Ramos que cantó la melodía “Visión”. La orquesta tocó con justeza y brillantez los números que le correspondían.
¿Y de la concurrencia? Bastará citar algunos nombres para demostrar que fué realmente selecta.
Señoras: Amelia Blanco de Fernández de Castro, viuda de Franca, Matilde Ubela de Morales, Esperanza Caravia de Foyo, Inés Solo de Dehogues, Rosario Plasencia viuda de Mesa, y señoras de Barrio y de Cosculluela…
De este mismo concierto informaba como sigue el Diario de La Marina:2
El concierto de ayer. Mejor pluralizaría refiriéndome, junto con el del Ateneo, al que ofreció la Banda de Artillería en la glorieta del Malecón. Tarde y noche, en efecto, disfrutó ayer La Habana de audiciones escogidísimas.
Ha sido el concierto del Ateneo el más favorecido de la serie. Gran concurrencia brillaba en aquella amplia sala, resaltando entre el concurso un grupo de señoritas tan distinguidas como Julita Jorrín, María Cecilia Franca, Blanquita Fernández de Castro, Mireille Garcín Moré, Estela Alamilla, Justina Monteagudo, Asunción Mesa, Graziella Cuervo, Guillermina Portela, Pilar Romero, Flora Castellá, Ana Rosa Lamar y Angélica Quadreny.
Entre lo más aplaudido de la tarde haré especial mención de las fantasías de Bohemia y Florodora, el vals lento de Sánchez Fuentes y un cuarteto para cuerda sola que aunque hacía aparecer el programa como de autor desconocido bien sabían todos los que gozaron de aquellas deliciosas tardes artísticas de la Sociedad de Conciertos Populares que pertenece al maestro Martin.
Julia Crespo, la linda Julia Crespo, interpretó admirablemente en el piano á Paderewski y á Griegy el profesor Caballero, tan perseverante en el estudio de la viola de amor, fué muy celebrado, así como el tenor Ramos, quien cantó Visión, una romanza del maestro Agüero de puro sabor italiano…
Dos poemas de Triay a Julia Crespo
A Julia Crespo Barroso3
A la orilla del plácido Almendares
vagaba en tarde de apacible estío,
dando expansión al pensamiento mío
é inspiración buscando á mis cantares
Pensaba en los lejanos patrios lares,
soñaba en el amor, y el poderío
con qua encadena cruel á a su albedrío
el pecho, para henchirlo de pesares.
Y buscando al dolor dulce consuelo,
al alma paz y tregua á la agonía,
alcé la vista con afán al cielo.
Y una imágen surgió, que me decía:
—Cesen ya para tí penas y anhelo:
yo tu amada seré; soy la Poesía.
A Julia Crespo Barroso4
El amor es un tirano;
hiere sin piedad el pecho,
y deja siempre maltrecho
el corazón bueno y sano.
¿Lo ves? La flecha en la mano,
lo mismo mata el traidor
al insecto que á la flor
ó el hombre, y nada le inquieta.
¡Bien dijo, niña, el poeta:
—No hay burlas con el amor!
Bibliografía y notas
- Ramírez, Serafín. “Pianistas habaneras. Señorita Julia Crespo”. El Fígaro. Año XXIII, núm. 4, 27 de enero 1907.
- “Crónica”. Revista Cuba y América. Volumen XXIV, Año XI, núm. 14, 5 de octubre 1907. ↩︎
- “Habaneras”. Diario de La Marina. Volumen XXIV, Año LXVIII, núm. 232, 30 de septiembre 1907. ↩︎
- José E. Triay. Diario de La Marina, 15 de septiembre 1902. ↩︎
- José E. Triay. Diario de La Marina, 18 de septiembre 1902. ↩︎
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