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Doctor Carlos Juan Finlay su biografía y el Instituto

18/11/2025 Por Almar Deja un comentario

Monumento al doctor Carlos Juan Finlay erigido en el parque que lleva su nombre e inaugurado en 1921 (Ca. 1929).
Monumento al doctor Carlos Juan Finlay erigido en el parque que lleva su nombre e inaugurado en 1921 (Ca. 1929).

La biografía del Doctor Carlos Juan Finlay por Juan Guiteras junto a un escrito que titula “El Instituto Finlay” y firma J. A. López del Valle aparecieron publicados en El Diario de la Marina en el año de 1929.

Biografía del Doctor Carlos Juan Finlay

Doctor Carlos Juan Finlay.
Doctor Carlos Juan Finlay.

Carlos Juan Finlay, nació en la ciudad de Camagüey, el día 3 de Diciembre del año 1833. Fueron sus padres, Eduardo, escocés e Isabel de Barrés, francesa. Es, por consiguiente, como otro eminente antillano, Alejandro Hamilton, vástago ilustre de dos grandes nacionalidades: Francia y Escocia.

En la primera infancia aun, pasó con su familia a la Habana, residiendo hasta la edad de once años, en esta capital y en Guanimar, donde poseía su padre uno de los cafetales que, por aquella época enriquecían y hermoseaban la zona de Alquízar.

Allí, la vida del campo, probablemente, despertó en él la vocación por los estudios de la naturaleza, mientras que recibía al mismo tiempo, esmerada educación de su tía Ana, que hubo de dejar una escuela que tenía en Edimburgo para venir a vivir con su hermano.

A la edad de once años, en 1844, fué enviado a Francia, donde prosiguió su educación escolar en El Havre, hasta el año de 1846, en que tuvo que regresar a Cuba, por haber sufrido un ataque grave de corea.1

Esta afección dejó en él la huella de cierta tartamudez de que curó por una enseñanza, metódica que instituyó su padre, sin que hubiera desaparecido nunca por completo cierta lentitud y dificultad que caracterizaban su lenguaje hablado y que parecían proceder más bien de la mentalidad que de un defecto de articulación.

Volvió a Europa en 1848 para completar su educación en Francia; pero la revolución de aquel año, le obligó a permanecer en Londres y, cerca de un año, en Maguncia.2 Ingresó por fin, en el Liceo de Romeu, donde prosiguió sus estudios hasta el año 1851, en que tuvo que volver a Cuba a convalecer de un ataque de fiebre tifoidea.

Se trató entonces de hacer valer sus estudios hechos en Europa con el fin de ganar el bachillerato e ingresar en la Universidad de la Habana para el estudio de la Medicina; pero, no siendo esto posible, tuvo que pasar a Filadelfia donde no se exigía, para cursar los estudios médicos, grado alguno de facultad menor.

Cursó en Filadelfia la carrera de Medicina, doctorándose el 10 de Marzo de 1855, en el Jefferson Medical College.

El Dr. Finlay revalidó su título en la Universidad de la Habana el año de 1857.

Obedeciendo a un atávico espíritu de aventuras, desde esa fecha hasta el 1865 en que casó con la señorita Adela Shine, el doctor Finlay tuvo una vida inquieta, durante la cual y siempre en el ejercicio de su profesión, visitó diversos lugares y países, vida de viajes que se prolongó hasta el año de 1881, en que fué a Washington como representante del Gobierno colonial de Cuba ante la Conferencia Sanitaria Internacional allí reunida, oportunidad que escogió para enunciar por primera vez su teoría sobre la trasmisión de la fiebre amarilla, que había de inmortalizarlo más tarde.

Desde esta fecha comienza la consagración del doctor Finlay que no desperdició una sola oportunidad para demostrar científicamente ante los ojos de propios y extraños la verdad incontrovertible de su teoría reconocida hoy por todas las eminencias médicas del mundo y premiada con toda clase de honores por los gobiernos extranjeros.

Los millares de seres humanos que deben su vida al descubrimiento del doctor Finlay no puede precisarse; pero es indiscutible que, desde la comprobación de sus teorías, la fiebre amarilla ha dejado de ser un azote de la humanidad.

La laboriosidad del doctor Finlay era pasmosa. En medio del trabajo constante de su profesión; sin perder el hilo de sus observaciones científicas y de producir toda clase de escritos sobre patología y terapéutica, el ilustre sabio encontraba tiempo hasta para descifrar un manuscrito y hacer acopio de datos históricos y de filología y heráldica, para probar que la Biblia en que aparecía ese manuscrito debió ser propiedad del Emperador Carlos V, en Yuste; o para resolver problemas de altas matemáticas, de ajedrez y hasta de atrevidas elucubraciones sobre las propiedades de las substancias coloideas y el movimiento en espiral.

Pocos nombres como el del doctor Finlay han dado tanta gloria a Cuba. El mundo científico le admira; la Humanidad le es deudora de grandes bienes; pero los cubanos todos no pueden pronunciar su nombre, sin levantar la frente orgullosos de que un sabio como él haya nacido y muerto (✝20 de agosto 1915) en Cuba.

Esquela fúnebre del doctor Carlos Juan Finlay fallecido el 20 de agosto de 1915 (Q.E.P.D).
Esquela fúnebre del doctor Carlos Juan Finlay fallecido el 20 de agosto de 1915 (Q.E.P.D).

Nota de la Redacción. —Estos datos biográficos están tomados del interesante y erudito trabajo que sobre el doctor Finlay fué publicado por el doctor Juan Guiteras, a la ocasión de haberse instituido en la República la Orden Nacional de Mérito “Carlos J. Finlay” y de haberse creado el Instituto que lleva el nombre del ilustre descubridor de la verdadera causa del contagio de la Fiebre Amarilla.

“El Instituto Finlay”

El “Instituto Finlay”, creado por oportuna y feliz iniciativa del Dr. Francisco María Fernández, Secretario de Sanidad y Beneficencia, acogido con entusiasmo y llevado a la práctica, en bien meditado y memorable Decreto por el General Gerardo Machado y Morales, Presidente de la República.

Es, sin duda alguna, uno de los pasos más firmes que se han dado para el progreso efectivo de nuestras instituciones sanitarias y para la preparación científica y práctica de los futuros funcionarios del la Sanidad y de la Beneficencia cubanas.

Ese Instituto ha de ser el mejor monumento a la memoria de Finlay y que de manera más firme perpetúe por siempre su recuerdo.

Nada más propio para honrar la memoria de esos grandes investigadores, de esos sabios que consagran su vida al beneficio de la humanidad y al progreso de las ciencias, que levantar un templo, como el Instituto Finlay, consagrado al estudio y al trabajo, a la investigación y a la enseñanza, al progreso y al mejoramiento de la higiene y muy especialmente de la Medicina Preventiva.

Y el Instituto Finlay, como el de Pasteur de París, el Osvaldo Cruz del Brasil.y el Gorgas de Panamá, será una institución modelo, destinada a las investigaciones científicas y a organizar y dirigir la Escuela Sanitaria Nacional.

Es decir, donde se planteen y estudien arduos y difíciles problemas relacionados con los medios de trasmisión y la profilaxis de las enfermedades transmisibles; los procederes más adecuados y modernos para combatirlas de manera eficaz; donde se realicen las investigaciones y los estudios correspondientes en busca de nuevos métodos y actuaciones, que habrán de traducirse en beneficios para la humanidad.

Además será el yunque donde se forjen los nuevos sanitarios y donde adquieran, no tan sólo las enseñanzas teóricas y prácticas para el eficaz desempeño de sus tareas, sino también para templar su alma en la abnegación, el desinterés y el sacrificio que se requieren para el libre ejercicio de la Medicina y muy especialmente para el de la Higiene.

Será, por lo tanto, el Instituto Finlay, antorcha que ilumine los caminos de la ciencia, y, además, escuela y templo donde se enseñará prácticamente el sagrado apostolado de la higiene. Y al engrandecimiento, auge ,y triunfo de ese Instituto, verdadero monumento viviente a la memoria de Finlay, todos debemos contribuir.

Es preciso que las distintas clases de la sociedad cubana, se apresuren, por propio impulso, a tomar parte en esa gran obra de justicia y de amor, para que resulte la verdadera y más grande prueba, de gratitud de un pueblo en honor de su hijo inolvidable, a quien debemos propios y extraños, el descubrimiento del medio de trasmisión de la Fiebre Amarilla, el haber sentado las bases para su profilaxis y enunciado, por vez primera en el mundo, la doctrina de la trasmisión de enfermedades de hombre a hombre a través de un insecto intermediario.

Ya nos dió el ejemplo en este noble empeño el General Machado, contribuyendo, en rasgo espontáneo y de manera generosa, a la iniciación de las obras. Ahora debemos seguirlo todos. Los unos con su óbolo para la construcción y ampliación del edificio, es decir, para “la piedra”.

Los otros, como ya se han apresurado a hacerlo nuestros sanitarios más distinguidos, con sus enseñanzas. Y así llevaremos a cabo una obra meritísima de gran provecho, de alto ejemplo y que ha de traducirse en beneficios para la Patria y que servirá siempre para demostrar como sabemos rendir “honor, a quien honor merece” y sentir y expresar gratitud a quien tanto le ha ganado.

Doctor José Antonio López del Valle.
Doctor José Antonio López del Valle.

El artículo “El Instituto Finlay” fue escrito por el Doctor José Antonio López del Valle, Presidente del Instituto Finlay y Jefe de Despacho de la Dirección de Sanidad en 1929.

La estatua al Dr. Carlos J. Finlay

En el “Parque Finlay” situado en la manzana de terreno que comprenden las calles de Belascoaín, Estrella, Maloja y División, frente al edificio de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, del escultor Ramón Mateu fué inaugurado en 17 de mayo de 1921 el monumento al Doctor Carlos J. Finlay.3

Del elemento oficial como de los invitados asistió una buena representación, entre la que se encontraba el hijo mayor del doctor Finlay, que lleva su mismo nombre así como otros familiares del sabio médico cubano descubridor del medio de trasmisión de la fiebre amarilla por el mosquito.

Los doctores Fernando Méndez Capote y Juan Guiteras, Secretarios de Sanidad y Beneficencia entrante y saliente respectivamente, ocuparon lugar preferente ante la estatua. En representación del señor Presidente de la República asistió el doctor Rafael Montero, con su ayudante el capitán Núñez.

El monumento es obra del joven escultor Ramón Matheu, quien como dijo muy acertadamente el Dr. Jorge Le Roy en su discurso ha sabido trazar con verdadera maestría en el mármol de las canteras de Isla de Pinos, la idea de su concepción aunando con la figura venerable del gran patricio que representa leyendo en el libro de sus grandes descubrimientos, la de la humanidad ofrendándole por la mano vigorosa del hombre enérgico y en la plenitud de la vida —como aquellos que Finlay arrebatar a la muerte— el ramo de laurel simbólico de la Inmortalidad.

La concurrencia al descubrirse la estatua prorrumpió en nutridos aplausos, que se repitieron al terminar su interesante discurso el doctor Le Roy que fué también muy felicitado, así como el escultor señor Matheu, presente en el referido acto.

Bibliografía y notas

  1. Enfermedad de Corea: Corea o Chorea sancti viti (del latín Baile de San Vito) es un término usado para un grupo de trastornos neurológicos denominados disquinesia, caracterizados por movimientos involuntarios anormales de los pies y manos, vagamente comparables a bailar o tocar el piano. En línea: https://es.wikipedia.org/wiki/Corea_(enfermedad) ↩︎
  2. Maguncia: Capital del estado federado alemán de Renania-Palatinado. Es una ciudad situada en el suroeste de Alemania, a orillas del río Rin. En línea: https://es.wikipedia.org/wiki/Maguncia ↩︎
  3. “La Estatua al Dr. Carlos J. Finlay”. Diario de la Marina. Año LXXXIX, núm. 118, 18 de mayo de 1921, p. 11 ↩︎
  • Diario de La Marina, 1929.
  • Personalidades y negocios de la Habana

Publicado en: Habana Etiquetado como: Habana: Instituciones y Negocios, Habana: Personalidades

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