
El Cristo de la Vera Cruz una leyenda de Trinidad. Caminar el centro histórico de la villa de Trinidad conduce sin falta a la Plaza Mayor o de la Iglesia, de este nombre por la presencia en su entorno de la parroquial antigua del siglo XVII. Y es en este templo, reedificado a partir de 1814, donde se rinde culto al Cristo de la Vera Cruz.
Desde la Plaza Mayor son apenas pasos los que separan de la Parroquial Mayor Santísima Trinidad y del Cristo de la Vera Cruz, uno de los mayores tesoros que sus muros albergan. Venerado por el pueblo trinitario es esta la hermosa tradición que hoy contamos desde la pluma del historiador Emilio Sánchez.
Refiere la tradición que antes de 1812 y sin que sepamos su procedencia arribó al Puerto de Casilda una goleta española, buscando refugio, por haberla sorprendido en el mar, uno de esos furiosos huracanes de los trópicos.
Después de tres meses pasados en el Puerto reparando averías, se hizo a la mar la goleta; pero antes de dos días, y cuando aún no estaba muy distante de nuestras costas, fue sorprendida por un espantoso temporal.
El valiente y hábil Capitán del barco hizo supremos esfuerzos por regresar y ampararse en Casilda; huyendo de los riesgos de nuestras bajas y rocosas costas, tumba de innumerables navíos desde los remotos tiempos de la conquista; sin embargo, fueron vanos los esfuerzos del bravo marino, quedando en manos del Destino.
Y al tomar la resolución de “correr el tiempo”, dispuso arrojar al embravecido mar la carga que venía sobre cubierta, que de todos modos estaba expuesta a perderse y constituía un peligro.
En el vaivén de las olas encrespadas fueron llevadas a las playas casildeñas y al mismo Puerto, cajas, barricas y maderas, ordenando las autoridades marítimas recoger y depositar aquellos bultos a resguardo para ser entregados a sus legítimos dueños cuando los reclamasen.
Pero transcurrieron meses sin que nadie reclamase la propiedad de los objetos recogidos, y las autoridades marítimas resolvieron venderlos en subasta pública. Entre otras fue abierta una caja cuyo rótulo, deteriorado por el agua salada, decía:
V. Cruz, y no sin sorpresa se vió que contenía una magnifica escultura de un Cristo Crucificado, casi de tamaño natural.

Por lo que del rótulo quedaba se dedujo, que aquella imagen, cuya procedencia se ignoraba, iba destinada a Vera-Cruz, la bella ciudad mejicana del Golfo. Por esta sola razón prevaleció el nombre del Cristo de la Vera Cruz, con el cual se le conoce.
Efectuada la subasta, fue adquirida la imagen, mediando la cantidad de $270, —que parece exigua— por D. Pablo Vélez, miembro de una antigua y distinguida familia trinitaria; quien hizo donación a la Iglesia de la hermosa escultura, que por tan singulares circunstancias vino al seno de este pueblo.
Se organizó entonces la Cofradía del Carmen, que con celo atendió a la conservación y adorno de la imagen, y a su culto y veneración.
El pueblo trinitario, que tenía tan arraigado el sentimiento religioso, se impresionó vivamente por las extrañas circunstancias que les hicieron poseedores de la notable escultura, y en el espíritu público se afirmó la creencia supersticiosa de que el Señor no quería irse de Trinidad.
Con tal motivo parece natural que los trinitarios tengan orgullo en esa predilección del Señor de la Vera Cruz; manifestada de manera tan extraordinaria.
Y la escultura, trágicamente hermosa, bella y emocionante, porque es el Arte inspirado por la Fe, quedó en Trinidad para que orarán fervorosamente a su vista, implorando su favor, su piedad, o su perdón!
Bibliografía y notas
- Sánchez y Sánchez, Emilio. “El Cristo de la Vera-Cruz”. En Recuerdos del Tiempo Viejo. Tradiciones Trinitarias. Imprenta Papelería y Rayados de L. F. Martín, 1916.
- Martínez, A. “El Cristo de la Vera Cruz una leyenda de Trinidad”. Cubamemorias.com, 27 de noviembre de 2025.
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