El Ecléctico Esteban Valderrama Peña por Francisco García Cisneros para la Revista Social.
Aunque su instante pictórico no está completamente definido, este amable perseguidor del ideal, comprendiendo el Arte como una ancha campiña donde todas las plantas crecen, las ha, en su impaciencia de veinte años, cultivado todas: desde la gouache tórrida al pastel pujante, y del óleo henchido de fuerte colorido al white and black convencional;
ha titubeado ante todas las puertas; pero se ha asomado a todos los vestíbulos; del verismo más humano a la rusticidad más bucólica y del cuadro histórico a la decoración mural, consiguiendo en su corta edad a imponerse decidido con su conciencia de técnico, su idealidad de composición y su justa línea de tonalidades.
Valderrama como todos los pintores de países cálidos es receloso y asustadizo en su paleta; aun tiene el respeto por los maestros de Museos y venera la obscura pátina de los clásicos de Academia. Quién sabe si su primer curso en la Academia de Bellas Artes de París le produjo lo mismo que a Renoir una impresión de duda que aun no ha disipado: su cromatismo aun no ha abierto la majestad de los colores primitivos o puede que el público para el cual trabaja no responda a las vibraciones de luz y de color.
Sus óleos tienen una potencialidad que de no conocer al hombre, se juzgarían obras de algún musculoso y peludo pintor de Vasconia o de Bretaña, en sus vastísimos escenarios llenos de vigor y de movimiento, especialmente en los paisajes cubanos, quemados y retorcidos, abruptos y áridos, bien diversos de sus impresionismos peligrosos que Gauguin adoraría:
Vida es una armonía morbosa de medias tintas pálidas como lo requiere la composición. Flota en la atmósfera una trágica neblina de cloroformo, de agua oxigenada y de sangre pútrida, y todo el conjunto podría servir para un texto de composición, tan rítmico es el alineamiento de las figuras, tal armonía reina en los dos grupos.
Después de la enorme algazara que suscitó el cuadro, Valderrama no se alió en la escuela naturalista de Maurice Denis y de Van Dongen, sino fué a dulcificar su neurosis en el romántico desnudo a lo Paul Chabas, la retozona carne de adolescente en frías mañanas de otoño; carne demasiado joven a la cual aun el amor no ha marchitado ni el placer entristecido, continuó la teoría del pigmento arcaico para combinar la gama impecable. El desnudo tendría en Valderrama un fuerte corifeo, pues sus academias son castas como las de Watteau sin alterar la pasión como lo hacen las feminas color de ámbar de Renoir.
Pero titubeante y siempre triunfador va al pastel seducido por las tonalidades seductoras del colorido y abre fastuoso una exhibición de retratos donde la psicología del modelo se marca enérgica bajo la voluptuosa unión del matiz de la carne y la indiferencia de la indumentaria moderna.
Va en la Cruzada tras el ideal que tanto lleno de un paganismo por su arte, ni desmaya ni vacila, teniendo que acudir a la naturaleza como sólo medio de tranquilidad, pues como dijo Millet: el pintor debe ser sobre todo un aldeano y amar el campo que es el verdadero orden de los colores.
Después del espanto que causó con su cuadro Vida, Esteban Valderrama no ha continuado la escuela experimental, de buscar la sensación que sacude el nervio, el momento trágico o el momento banal de las cosas para en valores reproducir la existencia; ha entrado en la composición histórica —obra que trabajaba cuando oí de sus labios la confusa animación de sus proyectos.
Construyendo un momento de la epopeya cubana ha podido mezclar figuras y paisaje alumbrado por el sol de la hora catorce y me contaba la profusión de luz con el verde de la maleza oriental, y mientras yo lo escuchaba, mi anhelo de colorista me hacía pensar en la poderosa escala de verdes, desde el esmeralda hasta el quemado, toda una dinámica serie de seductor matiz; y me preguntaba si Valderrama con el tecnicismo maravilloso que posee emplearía la fortaleza del color como lo hace Anglada Camarassa o el escandinavo Zorn!
Sacudió la monotonía de lo uniforme cuando su alma comenzó a vibrar tras la Belleza y por consecuencia de su juventud acarició con su pincel las sinuosidades de las modelos y a fuerza de pretender inciensar, fué casi a la pendiente de la creme fonelee conque pintaba Vanloo y Boucher; pero se repuso con el vigor y ardito y fuerte delineó la miseria de la carne en la consagración de la Vida, tela que le hubiera valido la entrada definitiva en la escuela impresionista si Courbet reinase aun en el barrio de Montmartre…
La Habana, 1918.
Citas y referencias:
- G. de Cisneros, Francois. El Ecléctico Valderrama. Revista Social, no. 3 (marzo de 1918)
- Esteban Valderrama Peña artista de la plástica en Cuba.
- Cabrera, Raimundo. “Esteban Valderrama.” Cuba y América, Agosto 1916.
- Escritores y Poetas
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