

El Baile de Miguel Mendoza en el Jockey Club de Marianao el dieciocho de enero de 1916 por Enrique Fontanills ¿Cómo describirlo? Hay que requerir la pluma reservada para los grandes sucesos y las magnas emociones.
Seguro está el cronista de sorprender con detalles de una magnificencia desusada y de una esplendidez excepcional al trazar, siquiera a grandes rasgos, el relato de la suntuosa fiesta con que el caballero cortés, excelente y cumplidísimo Miguel Mendoza quiso obsequiar anoche al elemento más distinguido de la sociedad habanera.
La casa del Jockey Club, elegida para su celebración, fué suficiente a colmar todas las aspiraciones.
Avanzando en su dirección por aquella Avenida del Buen Retiro, dilatada y pintoresca, descubríanse los arboles salpicados de globitos de luz como precursores de las alegrías de la fiesta.


También a la entrada de Oriental Park, resplandecían en el espacio las luminosas guirnaldas que circundaban el airoso palacete.
Eran de un efecto mágico, indefinible, aquellas miríadas de luces en medio de la serenidad de la noche.
La luna quería ocultarse.
Y ni el resplandor siquiera de una estrella tendiendo la vista hacia el infinito…
Todo lo que era luz, todo lo que era gloria, parecía estar concentrado dentro de los muros del aristocrático Club House del gran hipódromo de Marianao.
Con la luz, en combinaciones caprichosas, se armonizaban las flores.
Flores que en profusion realmente abrumadora formaban parte principalísima del artístico decorado.
En el salón, en las galerías, en los departamentos todos del Jockey Club las flores eran un factor de adorno, una expresión de arte y una nota de poesía.
Se las veía tapizando los testeros, tejidas en los arcos, aprisionándose en los centros, acá y allá, por todas partes.
Y en medio de tantas luces y en medio de tantas flores, y para alegría del conjunto, las banderas que suspendidas del techo del gran salón flotaban al unísono de multicolores globos venecianos y pomposas farolas chinescas.


A las once, ya la fiesta en su apogeo, apareció Maurice y apareció Miss Florence Walton para ejecutar uno de sus inimitables bailes.
El dancer de frac.
Ella, la bellísima Florence, con una toilette primorosa.
Una figurita de Watteau.
Blanco el traje, de rica seda bordada en plata y oro, con el corpiño azul ajustadísimo.
El pelo vuelto todo hacia atrás con el cachet que la singulariza.
Y un mundo de joyas.
Brillantes, muchos y gruesos brillantes, que fulguraban alrededor de su garganta, en sus manos y sobre la negrura de su ondulada cabellera.
Radiante aparecía Miss. Florence Walton de lujo y de hermosura.
Fueron los números de baile realizados por la celebradísima pareja un capítulo de suprema animación.
Así se van, así se vuelven hoy a ese Nueva York que los reclama, dejando de su paso por la Habana el recuerdo final de su gran éxito en la fiesta de anoche.
Fiesta de la que todos, al detenerse ante estas Habaneras, esperan saber lo que tenía que constituir en ella necesariamente su página triunfal.
¿Cuál otra que la concurrencia? Lo dije ya.
Y lo dije en una nota escrita a modo de prefacio de esta reseña en la edición de la mañana.
Era selecta, brillantísima.
El libro de oro con todo lo que este contiene de más selecto, de más elegante y de más distinguido en nombres que llenan una relación inconmensurable.
Así es positivamente.


Señalaré en término principal la presencia de la Primera Dama de la República, Marianita Seva de Menocal, que descollaba con todo el rango de su alta personalidad entre el grandioso conjunto.
La sociedad de la Habana tenía allí para su representación, las figuras más salientes.
Nombres al azar, que aquí dejo sin escoger, indistintamente.
La Condesa de Buena Vista, La Marquesa de Pinar del Río, La Marquesa de Avilés. Angela Fabra de Mariátegui, la distinguida esposa del Ministro de España, la del Ministro de Brasil, Gina Araujo de Régis de Oliveira, y Mrs. Scholle y Mrs. Stewart, las señoras del Primer Secretario y Segundo Secretario, respectivamente, de la Legación Americana.
La señora de Truffin, que deslumbraba por el fausto de su toilette, por el lujo de sus alhajas, por el supremo encanto de su hermosura, gracia y elegancia, por todos proclamado.
Era en la fiesta de anoche Mina Pérez Chaumont de Truffin una de las damas que más admiración despertaban a su paso.
Así también, entre las señoras más celebradas digna ahora de mención especialísima, Lila Hidalgo de Conill. Lucía un traje primoroso. Y con sus joyas favoritas, las perlas, en verdadera profusión.
Cité ya a la Marquesita de Avilés y pláceme consignar de nuevo el nombre de la joven y bella dama, la hija del distinguido caballero que ofrecía la fiesta, para levantar acta de su exquisita elegancia.
Lucía ella, la siempre interesante Margarita Mendoza de Carvajal, una de las toilettes más espléndidas que se admiraban entre una serie inacabable.
Seguiré la relación de tantas y tan distinguidas señoras como brillaban entre el conjunto.
Eloisa Saladrigas de Montalvo, la distinguida esposa del Subsecretario de Gobernación, y la del Director de la Renta de Lotería, la joven e interesante dama Conchita Montalvo de Mendizábal.
Felicia Mendoza de Aróstegui, Rosita Echarte de Cárdenas, Dolores Pina de Larrea, María Vázquez de Solís, María Antonia de Mendoza de Arellano, Isabel de la Torre viuda de Vinent, Eugenia Segrera de Sardiña, Julia Mendoza de Batista, Elisa Marcaida de Cabrera, Carlota Ponce de Zaldo, Caridad de la Torre viuda de Kindelán, Louise Brown de García Món, María Antonia Moré de Toscano, María Zaldo de Martínez, Catalina Sánchez viuda de Aguilera, Amelia Castañer de Coronado, Clementina Llerandi viuda de Portela y la señora viuda de Polo.
María de Cárdenas de Zaldo, Julia Torriente de Montalvo, Susanita de Cárdenas de Arango, Juanita Ruiz de González, Rosa Castro viuda de Zaldo, María Teresa García Montes de Giberga. Ernestina Ordoñez de Contreras, Hemelina López Muñoz de Lliteras, Margarita Contreras de Beck, Esther Cabrera de Ortiz, Paulet Goicochea de Cárdenas, Carlotica Fernández de Sanguily, Mercedita Morán de Cárdenas, Esther Plá de Moré, Elisa Pruna de Albuerne, María Montalvo de Aróstegui, Mariana de la Torre de Mendoza, Nena Valdés Fauly de Menocal, Hortensia Carrillo de Almagro, Vivita Rodríguez de Pino, Esther Castillo de Zevallos, Emma Cabrera de Jiménez Lanier y muy elegante con una toilette preciosa, María Teresa Herrera de Fontanals.
Mercedes Montalvo de Martínez, María Luisa Gómez Mena de Cagiga y Nena Ariosa de Cárdenas. Mrs. Steinhart.
Una legión de damas jóvenes.


Todas bellas y todas tan distinguidas como Cristina Kindelán de Mendoza, Carmelina Guzmán de Alfonso, Cheita Aróstegui de Pedroso, Consuelito Lamar de Mendoza, Sarita Larrea de García Tuñón, Juanita Cano de Fonts, Piedad Sánchez de Pedro, Teté Robelín de Torruella, Carlotica Zaldo de Mendoza, Encarnación Bernal de Crucet, Camila Mejer de Galán, Matilde Ferrer de Pagés, Teté Berenguer de Castro, Carmen Aróstegui de Longa, Alicia Párraga de Mendoza, Loló Larrea de Sarrá, Consuelo Sánchez de Colás, Margot de Cárdenas de Montes, Celia de Cárdenas de Morales, Corina García Montes de Aballí, Obdulia Pagés de Arellano y Juanilla Du-Quesme de Cabrera.
María Dolores Machín de Upmann, tan bella y tan interesante, con una toilette que fué muy celebrada.
Y Ana María Menocal. Tan linda.


Entre las señoritas que formaban en la fiesta una pléyade deliciosa, Julita Montalvo, Conchita Freyre, María Francisca Cámara, Josefina y Mercedes Longa, Luisa Carlota, Adriana, Margot y Estela Párraga, Obdulia Toscano, Quetica Recio, Elena de Cárdenas, Serafina Diago, Olga Seiglie, Yuyú Martínez, Maggie Orr, Nena Aróstegui, Adolfina y Loló Solís, Bertha Gutiérrez, María Luisa y Rosario Arellano y la lindísima Nena Rivero, la primogénita de nuestro querido director.
Emelina Cano, Rosita Sardiña y María Larrea, tan encantadoras las tres.
Florence Steinhart, Anita Sánchez Agramonte, Elena Alfonso, Lolita Vinent, Caridad Aguilera, Baby Kindelán, Clemencia Batista, María Elena Martínez, Bertha Pantín, Ofelia Zuaznávar, Isabel Oña y las tres graciosas hermanas María, Rosita y Lilita Mora.
María Antonia Oña, tan gentil, tan interesante siempre.
Miss. Klapp, ideal
Conchita Gallardo, Seida Cabrera, Micaela Martínez, Merceditas Ajuria, María Teresa Pedroso, Silvia Martínez, Carmela Silverio, Lolita Varona, Guita Meyer, Silvia Suárez, Josefina Coronado, Angelina Portela, Sarita Sánchez, Chichita Morales, Bebé Vinent y Elena Mendoza.


Nany Castillo Duany al igual que Nena Machado muy celebradas por su belleza, por su gracia, por su distinción. ¡Qué encantadoras las dos!
Miss. Norma Brown, una americana esbelta y gentilísima, hija del Director General de Oriental Park.
Y ya, por último, la que es siempre un encanto por su belleza, y un encanto por su gracia, espiritualidad y simpatía. ¿Su nombre? Carmelina Bernal.
En la planta baja del Jockey Club, lugar que por su amplitud reunía todas las ventajas, había sido dispuesta la cena con el siguiente Menú:
Menú de la cena ofrecida en el Jockey Club.
- Sopa de Gigote
- Vol au vent presidente
- Galantina de pavo
- Ensalada de pollo
- Ensalada de langosta
- Sandwichs surtidos
- Helados
- Dulces
- Champagne Moët & Chandon
- Champagne Veuve Clicquot
- Licores
- Tabacos y cigarros
Cena servida en petites tables (mesitas) que pasaban de un total de sesenta. Cada una con una corbeille (cesta) distinta, y éstas muy artísticas, muy elegantes, como que procedían de El Clavel, el afortunado jardín de los Armand, de donde fueron llevadas para la fiesta todas las plantas y todas las flores, en número esta ultimas de más de trescientas docenas.
Era de orquídeas la corbeille de la mesa para el señor Presidente de la República y su ilustre esposa.
Allí tenía su cubierto el señor Miguel Mendoza entre las señoras del general Menocal y del Ministro de Brasil.
Orquídeas también, en centro magnífico, lucía la mesa de la señora Lila Hidalgo de Conill.
Y en la mesa señalada al cronista extendíase sobre la blancura del mantel un espeso monte de violetas. El triunfo de El Clavel, en este aspecto de la fiesta, ha sido completo.
Así también el del señor Enrique Duque de Estrada, Administrador del Country Club llamado para la organización y dirección de la cena que correspondió, en su espléndidez, a todos los detalles de que fué revestida la soirée.
El baile, trás el buffet, tomó un aspecto especial de alegría, de bullicio, de animación.
Mientras alternaban en los bailables la orquesta de Bustanoby y el sexteto de Adolfo Rodríguez se oía por todo el salón el estrépito de las sirenas y la algarabía de las matracas, cruzaban las serpentinas de un extremo a otro y caían lluvias de confetti en desatada tempestad…
Abundaban los gorros de papel, los globos, las panderetas, todo lo que podía añadir al fausto y magnificencia del baile una nota de júbilo.
Y hubo rifa de muñecas y hubo certamente de fox trot y de vals con triunfadoras como María Larrea y Josefina Coronado que recibieron como premio, en bonitos estuches, dijes de oro rodeados de pedrerías.
Más, mucho más, en fin, que ha bastado para dejar del suntuoso baile de anoche un recuerdo que se hará imborrable en la historia de los grandes sucesos sociales del mundo habanero.
Enrique Fontanills.
Nena en Sociedad: El Baile de Miguel Mendoza en el Jockey Club de Marianao por Lydia Cabrera.


De tiempo en tiempo y desgraciadamente a largas distancias, alguna personalidad saliente en nuestro medio convoca a la sociedad habanera a una brillante exhibición de su elegancia, su cordialidad y su buen tono.
Hacía ya un largo período que no teníamos repetido este importante espectáculo.
Las últimas, y acaso las únicas en este lapso histórico de exclusivismos y de intransigencias políticas que nos dividen y entristecen —fueron el asalto al Dr. Orestes Ferrara y su bella y distinguida esposa María Luisa Sánchez en su quinta del Príncipe durante el carnaval del año pasado y la recepción de los señores Enrique Conill y Lila Hidalgo de Conill en su magnífico chalet del Vedado.
La invitación del Sr. Miguel Mendoza a sus numerosas amistades para celebrar un baile en el pintoresco, amplio y adecuado chalet del “Jockey Club” (Marianao), ha resultado de un éxito tan grande y extraordinario que excede a toda ponderación.
Tacto, gusto en la elección del local, refinamiento en todos los detalles; magnificencia en el obsequio, y sobre todo sencillez, cordialidad, franqueza y estímulos para la alegría de todos.
La noche del martes 18 de enero señala este año una fecha memorable en nuestra vida social, un fasto gratísimo para el “Jockey Club”, que ha consagrado su precioso chalet, con éxito resonante, con rocío de satisfacciones y con el sello de la distinción y la elegancia.
Miguel Mendoza merece todo género de plácemes.
Hasta me figuro que su invitación ha tenido una tendencia política en estos momentos en que la zozobra, la inquietud y la tristeza perturban los ánimos con el triunfo aparente e imperioso del principio reeleccionista, que es una incógnita del porvenir; la de producir una reacción plácida en los espíritus conturbados, y afirmar que la familia cubana —para los que como él no hacen política de banderías— es una e indivisible y tiene derecho a la felicidad y a la armonía.
En sus invitaciones —los signos lo atestiguaron— no hubo exclusivismos. En el elevado medio en que él vive de las clases distinguidas, no separó el color político. Allí estaban las matronas, las jóvenes esposas y las bellas hijas de conservadores y de liberales de relieve, harmonizados y confundidos. Para figurar en aquel concierto de voluntades alegres bastaba un título: la distinción y la corrección.
Los extranjeros que asistieron a la fiesta ideal y espléndida de Miguel Mendoza tuvieron allí un hermoso exponente de lo que valemos: porque Cuba no es sólo un campo inmenso sembrado de cañaverales y enriquecido con los famosos molinos de azúcar; ni su suelo virgen para las explotaciones de la minería; un sembrado de tabaco y una manufactura de cigarrillos, sino es el suelo en que nace, se agita y crece y se desenvuelve una población laboriosa, progresiva, que se ilustra más cada día y que en sus clases más selectas y elevadas ofrece cuadros tan cultos y refinados como los de las grandes ciudades del extranjero.
Como tuve la dicha y la honra de ser invitada a la fiesta de Miguel Mendoza que comento sólo por los títulos de mi sexo, mi juventud, mi buena educación y mi honestidad, y no en manera alguna por el de cronista, no contengo ni limito estas manifestaciones de mi entusiasmo.
Para mí que soy pensadora, las fiestas de sociedad no son sólo motivos de placeres; son actos de cultura. En ellas se ve lo que un pueblo tiene de sano y de bueno: de generoso y expansivo, de franco y de ingenuo.
Y todo eso lo ha expuesto en altísimo grado la alegre y harmoniosa reunión convocada y presidida por mi amigo Miguel Mendoza, que no en valde es jefe de una de nuestras familias esclarecidas.
Hemos oído los estimulantes sones de la orquesta; hemos danzado con regocijo; hemos saboreado los manjares, y el champagne del esplendido buffet; hemos desgranado al final con franca algazara los confetis y las serpentinas sobre las cabezas de las parejas alborozadas y al despedirnos del creador de aquel espectáculo —porque las horas volaron y todo tiene su término—, al ver salir en los automóviles para regresar a sus hogares a tanta dama elegante y bonita, a tanto joven apuesto, a tanto caballero y matrona respetable y allí rejuvenecidos, no sólo con las emociones del placer, sino con los anhelos del patriotismo hemos dicho:
Que el ejemplo de Miguel Mendoza se repita y que la sociedad habanera calme sus tristezas, extinga sus divisiones e interrumpa su monotonía con fiestas harmoniosas de esta clase, que enseñan lo que ella vale, su cultura, su dignidad y crean unión y amor y satisfacciones en las familias.
Nena.
Bibliografía y Notas
- Fontanills, Enrique. “Habaneras: Un Acontecimiento Social, El Baile de Anoche.” Diario de la Marina, vol. LXXXIV, n.o 15, Enero 19, 1916, p. 5.
- Cabrera, Lydia (Nena). “Nena en Sociedad – En vez de Crónica Social.” Revista Ilustrada Cuba y América, Enero 1916.
- La Vida Social de la Habana y las Grandes Fiestas en 1916.
- Personalidades y Negocios de la Habana.
Yolanda Caridad Brito Alvarez dice
Los dos comentaristas coinciden en que la fiesta fue un lujo de la cultura habanera. Que lindo.