La Brujería en Matanzas. Desaparición de la niña Cecilia Dalcourt desde la prensa en 1919.
En Bellamar. El Pueblo Indignado trató de linchar a un brujo. Trataba de robar un niño.1
Acaba de formarse un fenomenal escandalo al ser detenido en Bellamar un moreno que trató de llevarse un niño. El pueblo lo apedreó, hiriéndolo. La intervención de gran número de policías evitó el linchamiento del moreno brujo.
Más de quinientas personas rodearon la Estación Sanitaria, donde acaba de ser curado, siguiendo el publico tras el automovil de la policia hasta la jefatura.
Hay como veinte detenidos con motivo de la desaparición de la niña Cecilia Dalcourt. Existe gran excitación de animo entre las familias a virtud de estos hechos escandalosos.
El Corresponsal. Matanzas, 24 de junio — 3:50 p. m.
Un negro brujo pretendió llevarse un niño.2
Justamente indignada se halla la sociedad matancera con la misteriosa desaparición de la niña Cecilia Dalcourt, vecina de Contreras 132 y de tres años.
A pesar de los esfuerzos que realizan la policía y las fuerzas del ejército nada ha podido saberse de la suerte de esta desdichada niña, arrebatada al calor de sus padres por los salvajes brujos que todo lo sacrifican para realizar sus crímenes y bárbaras creencias.
Pero como si esto fuera poco, y como anunciábamos por telégrafo, ayer se registró otro caso en el caserío de Bellamar, donde un negro brujo se apoderó del niño José Domínguez y tapándole la boca para que no gritara se internaba en las siembras de henequén, donde tuvo que darse a la fuga abandonando su victima al notar que los trabajadores de la fábrica de jarcia se disponían a perseguirlo.
No obstante la alarma e indignación que este nuevo caso provocó en el pueblo, al oscurecer el moreno en cuestión regresaba tranquilamente por la misma dirección que había tomado en la huida y se disponía a entrar en la ciudad, siendo detenido por un vigilante que con ese objeto esperaba oculto el regreso del negro.
Al llegar al puente Calixto García el vigilante conduciendo al detenido, se formó un gran escandalo, pues dándose cuenta el pueblo de que se trataba de un brujo, pretendió arrebatárselo al policía y lo habrían logrado si no intervienen otros vigilantes y algunos soldados quienes con grandes esfuerzos pudieron salvar al detenido, herido ya por el pueblo que le había alcanzado con la lluvia de piedras que le lanzó.
Fué preciso cerrar las puertas de la Estación Sanitaria para curarlo, porque la multitud se oponía, pidiendo que le entregaran el negro brujo.
También tuvo que entrar en la Estación para llevarse al preso, la jaula de la policía. Al salir el automóvil del expresado centro, la policía pudo abrirse paso haciendo disparos al aire, pues el público pretendía sacar al moreno de la jaula.
A pesar de la velocidad que llevaba el auto y la enorme distancia que tenia que recorrer para llevarlo a la Jefatura de la Policía, el pueblo lo siguió en masa gritando: “mueran los brujos”.
Estos hechos escandalosos, han causado gran alarma e indignación en esta sociedad, que no se encuentra segura de tan salvajes atentados.
Hay un número considerable de individuos de la raza negra detenidos: pero ninguno ha declarado nada en relación con estos hechos que tienen en constante sobresalto a las familias que tienen niños.
El Corresponsal. Junio 25, 1919.
No han aparecido aun los restos de la niña Cecilia. Otra presunta víctima. Una valerosa señora defiende su hijita a tiros.3
Todavía no han aparecido los restos de la niña Cecilia Dalcourt. Hay un número considerable de detenidos, entre ellos el moreno José Claro Reyes, a quien acusa su menor sobrino de ser el autor del robo y matador de la niña. La policía y fuerzas del ejército continúan trabajando sin descanso en el esclarecimiento del hecho.
El Corresponsal. Matanzas, Junio 26.
Matanzas, Junio 26, 11 p. m.
En estos momentos acaba de ser detenido un moreno, limpiador de cubiertos del Hotel Sevilla, por haber declarado que uno de los niños designados por los brujos para sacrificarlo era un hijo del dueño de dicho hotel, Ricardo Peláez. El moreno ha sido conducido al castillo de San Severino. Espérase que las declaraciones de este Individuo aclaren el misterio de la desaparición de la niña Cecilia.
Dijo también que el secuestrador de la niña Cecilia había matado ya tres niños en distintas ocasiones.
Acabamos de recibir la noticia de que en la calle de Versalles se presentó un moreno, tratando de llevarse una niña. La señora Ana Rosa, madre de la niña, que se encontraba sola, defendióse, haciendo uso de un revólver, disparando al aire. El moreno desapareció.
La niña Cecilia fue enterrada en el cementerio de aquella ciudad. El pueblo indignado le pegó fuego a la casa de un brujo.4
El moreno José Claro en su declaración dice que la niña Cecilia se la entregó muerta el de su misma raza José Gálvez conocido brujo de Bolondrón que desde el viernes encuéntrase en esta ciudad para que la llevara al cementerio.
Dícese que Gálvez indicará el lugar del cementerio en que está enterrada la niña.
Por confidencias de una morena el capitán Curtis ocupó los aretes y una sortija de Cecilia.
En estos momentos el pueblo indignado pegó fuego a una casita en Pueblo Nuevo del conocido brujo Casiano alias “Pata de Palo” quien fué puesto hoy en libertad.
Puede asegurarse que los autores de tan horrendo crimen están en poder de la Justicia.
El Corresponsal. Matanzas, Junio 27, 1919 (Por telégrafo) .
La Brujería en Matanzas.5
Hasta las seis de la tarde de hoy han estado los principales comprometidos en el crimen de la niña Cecilia buscando el lugar donde la enterraron, sin poder precisarlo; pero sus declaraciones revelan el horrible crimen cometido.
Dicen que no recuerdan bien el sitio, porque estaban embriagados después de la ceremonia, cuando la enterraron cerca de una ceiba en la calle de San Gabriel esquina a Santa Isabel. Mañana continuarán buscando los restos, que fueron enterrados en un cajón.
Según las declaraciones de los detenidos José Claro, Marcos Rodríguez y Luis Gálvez, hay seis hombres y dos mujeres comprometidos. Falta por detener Francisco Parra.
El Corresponsal. Matanzas, Junio 27, 1919
Suicidio en el Castillo de San Severino de Ricardo Villegas.6
En la madrugada de hoy se ahorcó en el castillo de San Severino Ricardo Villegas, de ocupación limpiabotas, presunto cómplice del asesinato de la niña Cecilia Dalcourt.
Los registros practicados en busca del cadáver han resultado infructuosos.
El Juzgado procesó con exclusión de fianza a Francisco López (a) “Pelotas”, por suponérsele coautor del hecho.
Las investigaciones y actuaciones practicadas por el Ejército, desconócelas el Juzgado.
Los detenidos en el castillo no han sido entregados a la autoridad judicial.
El pueblo, impaciente, espera que la policía y el agente Otero obtengan buen éxito en su labor.
Especial. Matanzas, Junio 28, 1919 (Por telégrafo).
Cómo relata sus angustias el padre de Cecilia.7
Labor del juzgado. Hallazgo del cadáver. En imponente manifestación el pueblo, indignado, pide se le entreguen los brujos. Las masas pretenden asaltar el castillo, impidiéndolo a tiros los soldados. Muertos y heridos. Los militares aplican a los detenidos por el crimen de la niña Cecilia, la ley de Fuga.
¡Han Sido Descubiertos Los Autores Del Crimen!
Justamente indignado, el pueblo de Matanzas, formando grupos en las calles de la ciudad, lamenta que el tiempo transcurra sin que se logre llegar al descubrimiento del secuestro de la niña Cecilia Darcourt. La noticia llegada hoy, sobre el nuevo atentado cometido en el pueblo de Regla por un brujo, ha sido el tema de todas las conversaciones.
Las investigaciones llevadas a cabo hasta ahora, no han dado resultado satisfactorio, a pesar del rumor público —y esto no pasa de rumor— de que José Claro se confesó coautor del horroroso crimen.
Hasta estos momentos, ni José Claro, ni ninguno de los detenidos como presuntos autores del hecho, ha prestado, oficialmente, declaración alguna. El Juez de Instrucción, doctor Sousa, sólo conoce de la detención de Francisco López (a) “Pelota”, procesado ayer, sin que tenga antecedentes ni actuación alguna de las realizadas por el capitán Curtis, del Ejército.
La rivalidad que existe de una y otra parte entre los que están encargados del esclarecimiento del hecho, que se disputan el triunfo, entorpece, enormemente, la acción judicial, que si hubiera conocido a su tiempo del suceso, hubiera podido practicar alguna diligencia importante.
Dados les obstáculos que hemos encontrado desde los primeros momentos de nuestra llegada, impidiéndosenos entrevistar a los detenidos, así como conocer las actuaciones practicadas, nos decidimos a buscar noticias verídicas para informar a nuestros lectores la estricta verdad de lo que en Matanzas acontece.
El dolor de un padre.
Un cuadro de dolor fué el que presenciamos a nuestra llegada a la casa número 47, de la calle de Tello Lamar, donde reside la abuela de la niña Cecilia.
El padre, un modesto zapatero, cuyo nombre es Casimiro Darcourt, comentaba con una señora vecina los rumores del público y se lamentaba de que transcurriera el tiempo sin que el cadáver de su hija le fuese devuelto por los criminales.
En la sala de la casa, y a presencia de su esposa y otros familiares. Darcourt, con voz entrecortada, balbuciente, henchida de dolor su alma, nos relata la escena de la desaparición de “Sixa” como familiarmente la llamaban.
— El día de la desaparición, que era la festividad de San Paulino, vino a pasarse el día en unión de mis hijitas, una niña llamada Inés Heredia, y llegada la noche, mi esposa y yo nos dispusimos a salir a la calle, ella para venir a ver a su madre, esa anciana que usted ve ahí, mientras yo iba a la calle de Daoiz entre Compostela y América, a llevar a Inés. Cuando llegué a la casa de Paulino Heredia, como era el santo de éste, me obligaron a permanecer en la casa un rato y llegadas las diez, me despedí y vine para acá.
Los muchachos estaban durmiendo y me dispuse a despertarlos, para que refrescaran un poco. Luego, con “Sixa” a la derecha y otro hijito mío a la izquierda, salí para la calle con el propósito de ir hasta la Plaza de Armas en busca de un coche; pero al salir a la acera, una vecina que pasaba me detuvo y estuvimos hablando sobre un viaje que yo pensaba hacer a la Habana.
Los niños, mientras tanto, como estaban aún soñolientos, se recostaron a la baranda del balconcillo. La conversación duró breves instantes: sólo tres o cuatro minutos, el tiempo preciso para responderle a mi interlocutora que había desistido de emprender el viaje, cuando noté que la niña me faltaba. Pregunté enseguida a Guillermina, que es mi esposa si “Sixa” había entrado en la casa y al responderme negativamente, fuí hacia la esquina.
Pregunté a un dependiente del garaje que está aquí al lado si la había visto pasar, y me contestó afirmativamente; interrogué luego a otra vecina, y me respondió que sí… Y llegué a la esquina y en ese momento sentí un grito apagado. —Cecilia grité en el momento, sin obtener respuesta. Volví a llamar y como mi voz no fuera oída, corrí con el dependiente del garaje por la pendiente en dirección al río.
El y yo buscamos a un lado y a otro; en la creencia de que pudiera haber sufrido alguna caída y hubiera rodado por la pendiente, mientras la madre y otras personas buscaban por la calle del Medio, por la Plaza de la Vigía, por el Parque, sin que tampoco la encontraran. En fin, ya usted ve; desapareció en un segundo y han transcurrido ocho días sin que aparezca.
Preguntamos a Darcourt si era cierto que la niña llevaba un anillo pequeño y un par de argollitas, que según el público ocupó el Ejército a uno de los detenidos.
— Lo del anillo no es cierto, como tampoco que llevara un lazo punzó. A mi hija no le poníamos lazos, porque estaba peinada con melenita. Argollas sí tenía; era un par que hacía poco tiempo le había puesto su madre, cuando se las quitó a la más chiquita porque su madrina le trajo otras de la Habana. Eran unas argollitas muy antiguas, que han venido usando todas las niñas que han nacido en la familia desde hace cuarenta años.
—¿Y son las mismas? —le preguntamos.
—No lo sé, porque a mí nadie me ha dicho nada, ni nadie me las ha enseñado para reconocerlas. No sé más que lo que so ha publicado, porque ni siquiera se me ha llamado a declarar.
Tal es el relato que nos hizo el infortunado padre, quien amablemente se brindó a auxiliarnos en nuestra labor.
¿Cecilia fué secuestrada por equivocación?
Existe la creencia, bien fundada por cierto, de que la niña Cecilia fué secuestrada por equivocación.
Esa creencia está justificada, por las razones siguientes: los brujos, para sus salvajes prácticas, necesitan niños blancos. En la esquina de Tello Lamar y Ayuntamiento, acostumbraban a jugar diariamente unos niños rubios, hijos de un vecino. Sin duda el secuestrador, que acechaba la casa, al ver a la niña Cecilia creyó que ésta era la que ellos necesitaban, y cuando la vió llegar solita a la esquina, le echó mano, le apretó el cuello y con ella cargada corrió en dirección al río, amparado por la inmensa oscuridad que allí reina, ocultándose con su presa.
La niña Cecilia, aunque aparentemente era blanca, es hija de padres mestizos.
¿Ha investigado la policía si es cierto que la bodega La Palma, de José Díaz, que está en la misma esquina donde ocurrió el suceso, era frecuentada por un individuo de color, que continuamente Jugaba con unos niños paseándolos por la acera y obsequiándoles con dulces?
Este sujeto, dícese que durante varios días concurrió al establecimiento y tal confianza había inspirado en los menores que éstos, al verlo, corrían hacia la bodega para jugar con él. Aunque el dueño de la bodega, al que interrogamos, nos respondió que no se había fijado en ese detalle, pudiera investigarse lo que sobre el particular hubiera de cierto.
La labor del Juzgado.
No es nada fructífera; no puede serlo, desde el momento que como antes decimos, desconoce otros detalles del suceso que los publicados en la prensa y la escasa actuación de la policía municipal.
Sólo hay un procesado: Francisco López, “Pelota”, acusado por el jefe de Policía, señor Padrón, y contra el que existe un indicio que pudiera servir de base a la investigación. La huella de una pisada, que se pudo apreciar a la orilla del río, conviene perfectamente con la del zapato blanco que fué ocupado en poder de “Pelota” y que tenía la suela pintada con albayalde, cuya pintura está dada recientemente.
E l capitán Curtís, del Ejército, tiene en el Castillo de San Severino, completamente incomunicados, a los detenidos José Claro, Jesús Galvez, Josefa Toledo, Benito Oliva, (a) “Chacho” y a Facunda, la conga.
Con respecto a las declaraciones que se dice por ellos prestadas, confesando cómo y de qué manera se cometió
el crimen y el fin que perseguían al extraerle las vísceras a la niña Cecilia, nada hay en concreto.
Esas declaraciones, el parecer, fueron hechas ante el capitán Curtís, sin que de las mismas se levantara atestado alguno ni fueran firmadas por los declarantes.
El pueblo, ávido de saber lo que haya de cierto en el particular, lee con interés los periódicos capitalinos en busca de nuevos detalles del suceso.
Hoy a las seis de la mañana, se nos informó que el cadáver de la niña Cecilia había sido hallado en una fosa del cementerio, por fuerzas del Ejército. La noticia no se comprobó, aunque sí supimos que el detenido José Claro, que tantas veces ha indicado lugares donde decía había sido enterrado el cuerpo de la inocente niña, había sido llevado nuevamente al cementerio para que señalara el hoyo donde estaba la víctima. Se extrajo de esa fosa un cadáver, en un sarcófago blanco, pero resultó ser el de una niña de pocos meses.
Como se vé, hasta ahora, nada se ha esclarecido.
S. González.
Apareció el cadáver de la niña.
Matanzas, 29 de junio — 8 p. m.
El Gobernador acaba de entrevistarse con el Juez. Pidióle la constitución del Juzgado en el Cementerio para comprobar las manifestaciones del capitán Curtís. A las seis de la tarde personáronse en el cementerio el Juez con el Fiscal y la prensa y las autoridades.
Abierta la fosa indicada por Curtís, encontróse un sarcófago blanco y dentro de él el cadáver de la niña Cecilia en estado de descomposición. Los doctores Filomeno Rodríguez y Antonio Font reconocieron los restos, comprobando que tenía las manos atadas, los parietales rajados a golpes; el occipital desprendido y el frontal dividido.
Comprobóse también la falta de lengua, sesos y corazón. Las piernas de la niña estaban fracturadas para introducir a la fuerza el cuerpo en la caja sobre un lecho de yerbas.
El padre de la víctima. Casimiro Darcourt, examinó el cadáver, identificándolo por una cicatriz que tenía en la región glútea izquierda. No reconoció la ropa que llevaba el cadáver como de su hija.
El pueblo, al saber la noticia, dirigióse al cementerio, pidiendo ver el cadáver. El juez ordenó que se prohibiera a la prensa pasar. El público protestó estimándolo un desaire, tanto para los periodistas de la Habana como locales. A ruegos del Director de El Imparcial, señor Félix Casas, el Juzgado accedió a la petición.
El público emocionado por el hallazgo del cadáver felicitó efusivamente al capitán Curtís, el cual dijo modestamente que el servicio debíase al sargento Antonio Valdés. Darcourt, emocionado y llorando, estrechó la mano del capitán Curtís. Este dijo:
—Ahí la tiene. Lo único que siento es no haber podido entregársela viva.
El público pedía a gritos que se le entregara a los autores del crimen para hacer Justicia.
Darcourt, a instancias del juez, dirigió la palabra al pueblo pidiéndole se retirase para poder trasladar el cadáver al Depósito para practicar la autopsia.
En todas las esquinas por las calles que conducen al cementerio, el pueblo bajo la lluvia esperaba el regreso del juzgado.
Ignórase aún dónde fué adquirido el sarcófago, aunque se sabe que José Claro con un tal Faílde y otro estuvieron hace días en una funeraria preguntando precios, sin comprar.
Santiago González
A las nueve p. m.
En estos momentos una manifestación recorre las calles con velas encendidas pidiendo se le entreguen los brujos. Dirígense al castillo de San Severino, donde el ejército se propone disolver la manifestación. El Juzgado permanece aún actuando en el cementerio.
Santiago González
Mas detalles sobre los sucesos desarrollados el domingo, el pueblo pide los cadáveres de los brujos para quemarlos.8
Tristemente, con un epílogo sangriento, finalizó el día de ayer en esta ciudad.
Día que fué de alegría primero; de luto después; porque cuando ya la multitud se disponía a celebrar el triunfo de la Justicia, si no se frustraban las esperanzas que todos abrigábamos desde muy temprano, de que el cadáver de la Inocente víctima había sido recobrado, sobrevinieron las trágicas, las dolorosas escenas nocturnas, desarrolladas a lo largo del Paseo de Martí, a cuyo fondo acariciado mansamente por las olas, se destacaba altivo el castillo de San Severino, la imponente fortaleza que guardaba en sus entrañas, entre otros reos, a los brujos acusados de ser los que, después de descuartizar el débil cuerpecito de “Sisa” Darcourt, extrajeron sus vísceras y las devoraron, cumpliendo así uno de los mandatos que su Ignorancia y sus creencias fetichistas les dictan…
Los manifestantes de ayer, gente Joven, gente noble de este noble pueblo matancero, luego de presenciar desde lejos, como se les suplicó, el triste cuadro de la exhumación en el cementerio, quiso felicitar al Ejército por su actuación y especialmente a los militares que más empeño se tomaron en el esclarecimiento del horrible crimen.
Y, frenéticos, quisieron después llegar al castillo. Ir a los calabozos, ponerse frente a frente con los brujos y darles el castigo que se merecían por su horrible crimen.
Mas como los manifestantes, portando estandartes y velas encendidas, avanzaran hacia la fortaleza, sin escuchar los consejos de los militares que prestaban servicio en el Paseo de Martí, y que trataron de persuadirlos para que desistieran de su empeño, hicieron fuego y segundos después, tras de los grupos que se dispersaban en la huida, sólo se veían los rifles asomando por sobre las murallas y en el suelo, tendidos en el pavimento, los cuerpos de los que habían caído heridos por el plomo de los soldados.
La noticia circuló vertiginosamente por toda la ciudad. El público, que se agrupaba en los cafés y en los alrededores de los coliseos, así como numerosas familias que paseaban por el parque, se retiraron a sus casas llenos de consternación.
Y una hora después, la ciudad presentaba un aspecto inmensamente triste.
Junto a la tumba.
En la última fosa del coro de ángeles. Junto a la tapia que circunda el camposanto, en sitio cercano a una parte de dicha tapia, derrumbada ha poco por un temporal, estaba la tumba donde se aseguraba que había sido sepultado el blanco ataúd que guardaba los restos de “Sisa” Darcourt.
Llegada la hora de la inhumación, sólo faltaba una persona: el sepulturero, pero como éste se negara a escavar en aquel lugar, fué llamado otro hombre y se procedió a practicar la exhumación.
Horas antes, el capitán Curtis, en conversación con un grupo de periodistas, explicó el estado en que se encontraba el cadáver y la clase de ropas con que estaba vestido.
Alguien del grupo que observaba la seguridad con que hablaba aquel militar, interrumpió su conversación para hacerle esta pregunta:
— ¿Vió usted por sus propios ojos, señor Curtis, que el cadáver era el de Cecilia?
A esta pregunta no respondió el aludido oficial, que sin poder ocultar su contrariedad, continuó la conversación,
dándole a entender así al “preguntón” que si no lo hubiera visto no lo contaría.
Antes de que el excavador descargara sobre la húmeda tierra el peso del pico, el Fiscal, doctor Andreu, advirtió al capitán Curtís que tenia que determinar la tumba donde estaba la caja, porque los cadáveres no se podían profanar.
El capitán Curtís, vacilante, dijo señalando una fosa:
—Abran aquí….
La fosa se abrió; en ella se excavó hasta que un ruido seco anunció que el ataúd estaba cerca; pero no era ese el que se buscaba; el otro era blanco, y este era negro…
Entonces el capitán Curtís señaló la hilera contigua y dijo:
— Esa tiene que ser entonces…
Y, en efecto, aquella era; allí estaba el blanco sarcófago que guardaba los restos.
La niña, destrozado su cráneo por completo, con el pecho abierto, sin vísceras y sin lengua —según dictaminaron los médicos que la reconocieron —estaba vestida con una bata de persona mayor; sobre un vestidito rosado y una bata de niña, y sosteniendo los huesos del cráneo destrozado, un gorro de dormir, de un tamaño impropio para una niña de tan cortos años.
Ninguna de esas ropas fueron reconocidas por Casimiro Darcourt, el desconsolado padre de Cecilia, como de su propiedad; esas no eran las prendas con que había sido vestida en la tarde del domingo su hija. Cecilia habíase estrenado un pantaloncito de crea y habíase puesto una batica, que ayer no tenía. Sus zapaticos, de corte bajo, piel de charol, que Casimiro había confeccionado por sus propias manos, para que su hija los luciera, no estaban en el ataúd; ni estaban tampoco las mediecitas que para lucir los zapatos hacía poco que le había comprado.
Casimiro Darcourt contemplo el cadáver de la que decían que era su hija, buscando en su desfigurado rostro una huella que le permitiera decir con certeza si esa era su idolatrada “Sisa”, hasta que- recordó que ella tenía una cicatriz de un grano en la región glútea izquierda.
Y cuando se le enseñó nuevamente el cadáver y se le mostró el lugar donde tenía esa cicatriz, que apenas se notaba en la amoratada piel del cuerpecito, exclamó fríamente:
— Sí; esa es mi hija…
Y de sus ojos brotaron lágrimas que corrían por sus mejillas, mientras con paso incierto y meditabundo, caminaba hacia la portada de la Necrópolis.
Versiones y más versiones
A pesar del hallazgo de esos restos, hay quien sustenta el criterio de que el crimen no se ha descubierto y duda de que aquel cadáver que fué identificado ante la tumba por Casimiro Darcourt, sea el de su propia hija. Darcourt, lo mismo que su esposa, están tan embargados por la pena, que muchas veces no responden con certeza a las preguntas que se les dirigen.
Comentábase ayer a las puertas del cementerio, que un guajirito había visto en los días del secuestro a José Claro, que a caballo, llevando un saco abultado sobre el que se posaban moscas. Iba en dirección a la fábrica de hielo, pasando por junto a ella hacia un manglar. Al poco rato, Claro regresó y no traía el saco. Se detuvo en la fábrica, pidiendo a un empleado un cigarro y un fósforo; habló después con el guajirito dirigiéndole algunas preguntas de interés y continuó su viaje por el mismo camino que había venido.
El mangle a que hago alusión, está en la dirección del río y bordeándolo se puede llegar perfectamente hasta aquel lugar, desde la esquina de Ayuntamiento, donde fueron encontradas las huellas de zapatos.
Por ésto, nadie se inclina a creer que el cuerpecito de Cecilia fuera llevado a la casa de José Claro para descuartizarlo, y que éste se haya atrevido a caminar el tramo tan grande que separa su casa del cementerio, sin temor a ser visto por alguna de las muchas personas que en Matanzas lo conocían, y más bien se puede aceptar que la niña, cuando fué robada, la ocultaron en alguna casa próxima al río, asesinada allí, y cuando el criminal tuvo en su poder las vísceras que necesitaba, la llevara por el camino que antes indicamos.
Y con respecto a si Paulino Villegas llevó como se asegura un sarcófago al cementerio para enterrar a la niña que
más tarde habría de llevar José Claro ¿no hubiera sido visto por el sepulturero? o ¿no hubiera llamado la atención a alguna persona de las que concurren a ese sagrado lugar a visitar las tumbas de sus deudos, al ver a aquel hombre penetrar con un ataúd debajo de un brazo?
Don Alejo, el anciano sepulturero del cementerio, se ha negado rotundamente a responder sobre cualquier pregunta que se le haga. El no ha visto nada y por lo tanto nada puede decir.
De ser cierto que Paulino Villegas llevó ese sarcófago ¿Dónde lo compró? Los libros de las dos funerarias que hay en Matanzas han sido examinados. Todas las operaciones constan con sus correspondientes certificados. Luego entonces ¿de dónde salió esa caja?
Esto, como se ve, es un enigma.
La policía debe encaminar sus Investigaciones a averiguar si el mismo individuo que la tarde en que desapareció
la menor Cecilia y que horas antes había dicho a ésta que la iba a matar, es el mismo que estuvo en esa fecha en el establecimiento de José Pérez, y que a diario Jugaba con los hijos de un carpintero nombrado Ricardo Capó, obsequiándolos con centavos y dulces, y si es asimismo el que vestido de mujer, estuvo haciendo halagos y caricias a uno de los hijos del dueño del hotel “Sevilla”, de esta ciudad, para llegar de esa manera a la comprobación de quien pudo haber sido el Individuo que en la esquina de Ayuntamiento y Tello Lámar acechó hace nueve días a la niña Cecilia, arrebatándola al cariño de sus padres para emplear las vísceras en prácticas africanas.
Con un poco de habilidad y con más calma, quizás se pudieran encontrar muchos y muy Interesantes datos que llevaran a los encargados de la investigación a descubrir quiénes son los otros sujetos que tomaron parte en ese secuestro y que estaban comprometidos para realizar otros más, en número de siete o diez.
Santiago González. Matanzas, Junio 30.
Quieren quemar los cadáveres. Sepelio de los dos manifestantes muertos.
El Fiscal de la Audiencia ha recibido un telegrama del Juez Municipal de San Francisco de Paula, en el cual participa que al vecino Luis González, le habían secuestrado una niña los brujos. Dícese extraoficialmente que González dió muerte al moreno-brujo y que hay otro detenido.
Creyendo el pueblo que sea traído a esta ciudad se ha reunido en gran número en el paradero con el propósito de lincharlo.
En el castillo de San Severino han permitido la entrada en grupos de ocho al pueblo, para ver los brujos muertos anoche. No han podido ser trasladados al Cementerio los cadáveres porque más de mil personas esperan en este lugar con latas de petróleo y animadas por el propósito de quemarlos.
Dícese que por la madrugada serán enterrados.
El sepelio de los manifestantes muertos anoche cuando la manifestación, se vio concurridísimo, asistiendo el pueblo en masa con una banda de música. El comercio cerró sus puertas en señal de duelo medio día.
Por telégrafo. Matanzas, junio 30.
Brujos Condenados.
El Juez correccional de la Sección Segunda, doctor Llano, condenó ayer a 30 días de arresto á Manuel Aguiar y Calvo, y a Alejandro Ponce de León, a quienes detuvo la policía en la casa Águila 270, donde se hacían prácticas de brujería.
El Suceso de Guanabacoa ¿Hubo intención de secuestrar otra niña?
Ayer circuló en esta ciudad la versión de que en la carretera de Guanabacoa un individuó de la raza de color había tratado de secuestrar otra niña blanca.
Con tal motivo nos comunicamos con la policía de aquella localidad, que relata el hecho en la siguiente forma:
Cerca de las dos de la tarde recibió el oficial de guardia un telefonema por el cual le avisaban que en el reparto Bella Vista situado en la calzada de Luyanó y perteneciente al término municipal de Guanabacoa, un individuo de la raza negra había intentado secuestrar una niña blanca.
Personado en el lugar del hecho, kilómetro 6 de la carretera, el sargento Feliciano González, recibió la declaración de la señora Encarnación Masena, quien, según manifestó, momentos antes había mandado a su menor hija Antonia Núñez Masena natural de Guanabacoa y de siete años de edad, a buscar un pollo que se le perdiera a dos cuadras de su domicilio, y que al poco rato volvió la niña llorando y diciendo que un hombre de color, que estaba oculto en uros matorrales, la había llamado ofreciéndole dinero.
La policía nos informó, además, que cercanos al lugar del hecho hay unos tanques de petróleo donde trabajan unos cien jamaiquinos y que muchos de éstos, antes del suceso de Regla visitaban constantemente el reparto y regalaban centavos a los pequeñuelos.
No se ha hecho ninguna detención.
Bibliografía y notas
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 177, Edición Mañana, 25 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 139, Edición Tarde, 26 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 178, Edición Mañana, 27 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 140, Edición Tarde, 27 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 180, Edición Mañana, sábado 28 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 180, Edición Mañana, domingo 29 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 181, Edición Mañana, lunes 30 de junio 1919. ↩︎
- “La Brujería en Matanzas”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 182, Edición Mañana, martes 1 de julio 1919. ↩︎
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