
Domingo del Monte y Aponte (Maracaibo, Venezuela, agosto 4, 1804 – Madrid, noviembre 4, 1853) desde un ensayo de José Antonio Fernández de Castro para la Revista Social en 1923. Venezuela, madre de América, así llama Martí justamente a la patria de Bolívar, quien desde 1822, soñaba en darnos la ansiada libertad.
El sueño de Bolívar no pudo tener realización entonces porque el Hombre del Norte se puso en su camino, pero Venezuela, pródiga con nosotros, nos envió en compensación, a tres hombres, que actuando en distintas esferas y del modo sutil con que estas ocurren, hicieron posible que por sus esfuerzos y los sucesivos de los buenos cubanos, se hiciese realidad, antes de terminar el siglo pasado, el sueño del más grande Americano.
La actuación entre nosotros, de uno de ellos —Narciso López— ha sido ya estudiada par el insigne crítico, Don Manuel Sanguily, Maestro en esos estudios y en todas las altas disciplinas del saber, quien desde 1893 dijo la última palabra sobre ese caudillo militar y los propósitos que guiaban su actividad.
Los otros dos que nacidos en Venezuela, —como López,— entre nosotros se desenvolvieron y a esta tierra consagraron sus acciones y pensamientos todos, se nombran Domingo Del Monte y José Antonio Echevarría. De este último expusimos ya nuestra visión en precedente ensayo y ahora consagramos este a la figura interesantísima del primero.
JUVENTUD, DIVINO TESORO
De antigua y noble familia dominicana, nació Domingo del Monte y Aponte en Maracaibo en 1804. Traído a Cuba muy niño, había cursado las primeras letras en Santiago de Cuba y residiendo posteriormente en la Habana ingresó en el Seminario de San Carlos.
En esta época (1821) toda la Isla se encontraba profundamente agitada, principalmente la Habana, donde en las logias masónicas, en la plaza pública y en las reuniones privadas se comentaban las hazañas de las tropas de Bolívar y Sucre narradas por los mismos oficiales realistas que aquí se encontraban de paso.
Hombres como el argentino Miralla y el colombiano Fernández Madrid dirigían la opinión, publicando El Argos (1820-21) donde seguían con tino la política americanista encaminándola hacia una posible realización de la independencia de Cuba.
Condiscípulos de Del Monte redactaban posteriormente El Americano Libre y El Revisor Político y Literario y concurrían a la Academia Americana. Heredia “primer poeta del americanismo” (Sanguily) hacía sus primeras armas y era presentado al público habanero por su íntimo Domingo Del Monte. (Chacón).
Recibido de Bachiller en Derecho el año 21, sin mucho conocimiento de las miserias humanas y un espíritu alto y generoso, fueron muy difíciles a Del Monte los comienzos en su carrera de la vida, y desorientado por lo que le parecía un fracaso total, sus escritos de la época, de ello se resienten y sin una labor como la que después rindió, no sería acreedor al recuerdo laudatorio que su nombre nos inspira.
Posteriormente (26-27) trabajó al lado de Nicolás María de Escovedo, profundo conocedor del corazón humano, que supo apreciar en Del Monte las cualidades que éste poseía y facilitarle medios que, unidos a los propios, le permitieron una más desahogada posición y realizar un viaje largo y fecundo por los Estados Unidos y Europa (27-29), preparándose así con sus estudios propios, para alcanzar más tarde el papel que entre nosotros llegó a desempeñar.
EL ESCRITOR
Es imposible en un artículo de las dimensiones del actual, el fijar siquiera por encima, la influencia que ejerció Del Monte en nuestras letras durante los años de 1830 al 43. Sólo citaremos aquí sus principales escritos, diciendo algo sobre sus tendencias.
A vueltas de su viaje, aparece en 1829-30 como1 principal redactor y colaborador de La Moda, periódico para las damas, el que se encuentra lleno de artículos y poesías de nuestro autor.

Da a conocer entre nosotros a Byron, a Goethe, a Gallego y a Jovellanos. Escribe poesías, de las que Chacón y Calvo ha dicho, “muestran corrección cuidadosa y frecuente comercio con los clásicos, pero es ella obra de laboriosidad e inteligencia técnica”. “Sus aficiones tenaces por el Romancero, debieron sugerirle la idea de los romances cubanos.”
En 1830 es nombrado secretario de la Comisión de Literatura y de la de Educación de la Sociedad Económica y sus informes sobre su labor allí nos indican cuán fructífera ella fué. Por iniciativa suya adquieren los cubanos la Revista Bimestre (1830-34), merecidamente elogiada por los más altos ingenios extranjeros.
Allí publica sus ensayos sobre las Poesías del Sr. Fernández Madrid, su serena crítica sobre las Primeras Poesías Liricas de España y otra sobre los Doce Primeros Años de la Condesa de Merlín, que un amigo nuestro, muy querido y muy sabio, encuentra escrito con el mismo espíritu que preside el género de critica en que es hoy maestro supremo Azorín.
El incidente sobre la creación de la Academia Cubana de Literatura encuentra un defensor digno y valeroso en Del Monte, y aunque éste y Saco escribieron en su defensa, ella no llegó a establecerse y Saco es desterrado de la Isla.
En Matanzas, (1834) donde desempeñaba una plaza de Auditor, recién casado con la habanera Rosa de Aldama, desarrolla un movimiento semejante en unión de su amigo Tanco y de la rica familia de los Alfonso. Se traslada de nuevo a la Habana (1836) y aquí se convierte en el centro de toda la vida intelectual.
Bajo su inspiración se publica El Aguinaldo Habanero (1837). donde colabora en unión de su mujer, con artículos y versos que mucho nos dicen de su espíritu. En El Album, (1838) publica un notabilísimo ensayo sobre El destino de la poesía en el siglo XIX, original e interesante. La publicación de un pequeño ensayo filosófico, avanzadísimo, en El Plantel, titulado Moral Religiosa, le provoca una polémica con Luz, muy desagradable.
Gracias a la intervención generosa de Betancourt Cisneros y al espíritu consecuente de Del Monte, no tuvo la misma ulteriores resultados. En sus tertulias “Villaverde, de quien es el descubridor. Influye en Milanés, en Echeverría, en Palma, en todos los que durante esa época se desenvolvieron en cualquier sentido intelectual.
Funda gimnasios, proyecta la fundación de un hipódromo y bajo su dirección e inspiración, se levantan los planos de la casa de Aldama. “Flexible, amable, ilustradísimo fué el componedor de todas las discordias” (Sanguily). Los escritos de Del Monte de Fígaro puede competir con la prosa elegante, ágil y nerviosa de Del Monte.
EL PATRIOTA
El adolescente de 1822, amigo de Miralla y de Fernández Madrid, discípulo de Varela y de Gener, condiscípulo e Íntimo de Heredia, de Saco y de Luz, compañero y amigo de Betancourt Cisneros y de Sagarra, al hacerse hombre y hombre amante de las cosas del espíritu no podía menos que ver con horror el estado de cosas existente en Cuba desde 1825.
La prolongación indefinida de la esclavitud, la continuación infame de la trata que en burla evidente de la humanidad y de los tratados internacionales era ejecutada por los funcionarios del Gobierno tenían que desalentar al espíritu de Del Monte que tanto y tan bien sirvió a su patria.
Sus cartas a Don Tomás Gener (1829-34) publicadas por el ilustrado Sr. Escoto, nos dejan ver la desesperación profunda del colono, obligado por un amo despótico a presenciar atado de pies y manos, los horrores que a ciencia y paciencia de los mismos aquí se realizaban.
Su actitud durante el gobierno de Tacón (1834-38) no puede ser más gentil ni valerosa. Nadie siente como Del Monte el oprobio de vivir bajo ese déspota y, sin embargo, no teme comprometerse gestionando siempre la elección de los mejores hijos de Cuba, para que desde el Estamento o las Cortes denuncien los abusos que Tacón comete.
De esta época (36-38) son sus escritos La Isla de Cuba, Tal Cual Está, sus cartas al Correo Nacional de Madrid y el proyecto de Memorial a nombre del Ayuntamiento de la Habana, solicitando leyes especiales para la Isla, en los cuales trabajos, con noble y arrogante espíritu y un gran conocimiento de la materia, reproduce y modifica los argumentos de Saco, exigiendo reformas en el Gobierno.
Los escritos anteriormente mencionados, sus cartas de la época a J. L. Alfonso y a Andrés Arango, publicadas por los beneméritos D. F. Canedo y V. Morales, constituyen la más vibrante acusación de todos los abusos cometidos por Tacón durante el período de su mando.
La esfera de las relaciones de Del Monte y su influencia entre los cubanos ha ido aumentando en la misma progresión que en su contra, las inquinas del Gobierno y sus paniaguados. En 1843 y en especiales circunstancias, sale de la Isla a los Estados Unidos y entrega a su amigo Everett su Ensayo sobre el estado de la misma, que es publicado en inglés antes de serlo en español.
Sabedor de la conspiración de los negros o de una de sus ramificaciones, es quien pone en conocimiento de algún funcionario del Gobierno los indicios de la misma. No creemos necesario defender a Del Monte del crimen que, al decir de algunos señores, cometió; sólo decimos que, en igualdad de circunstancias de tiempo y lugar quien no hubiese obrado como él se haría acreedor por lo menos, a la medalla: a la inconsciencia más grande.
Es tan malévolo el Gobierno, que no vacila en complicarlo en ese descabellado movimiento. Se da contra él orden de prisión si pone un pie en España —se había trasladado a Europa (1844) en busca de un ambiente más favorable a la salud de su mujer y a sus aficiones. Lo obligan a defender su actuación y así lo hace desde las columnas de Le Globe, exponiendo en una clarísima carta su pensamiento político del momento: supresión de la trata y aumento de la población blanca.
Unido a Saco desde 1845, es su propulsor durante toda la polémica de éste con Vázquez Queipo (1816-47).
Cuando el movimiento anexionista, se encontraba en Madrid (1848). Se traslada inmediatamente a París y en contacto con Saco, inicia una campaña verdaderamente asombrosa. La resumimos diciendo que si Saco fué el paladín de la anti-anexión, fué Del Monte su más apasionado consejero, su alter ego, el que de su peculio disponía la publicación de los folletos de aquel, el que los repartía desde el mismo Madrid (1850) no vacilando en arriesgarse a sufrir persecuciones por el desempeño de esas tareas, porque el Gobierno sabía que Del Monte y Saco eran cubanos por encima de todas las cosas.
El patriotismo, tal como la experimenta Del Monte, es su virtud predominante. “De todo se siente capaz de hacer, sin maldito el empacho”, lo siente en su espíritu, como “sentían la caridad los primeros santos cristianos, vivamente, eficaz, el que hace desaparecer el yo para consagrarse por entero a una causa…” Sintiendo de ese modo, no le arredra que sus mismos compatriotas, totalmente equivocados, lo juzguen retrógrado, lo insulten y lo tachen de cobarde y como a Saco, de vendido al Gobierno español…
LA MUERTE AMIGA
En España, los mismos en quien confiaba Del Monte para obtener las reformas necesarísimas en el Gobierno de Cuba, refutan con torpes argumentos el pensamiento de Saco y de su amigo.
Un día del otoño de 1853, de sus desesperanzas y del total fracaso de sus ideales, muere Domingo Del Monte, teniendo junto a su lecho a un sólo amigo, a quien dice sus últimas palabras que son para sus hijos, para sus amigos y para esta tierra de sus amores: Cuba, que pierda en él uno de sus mejores hijos, él que por muchos años encarnó entre nosotros el espíritu de lo noble, de lo libre y de lo bello.
En él se cumple una vez más la ley fatal que condena durante largos años a los mejores hijos de Cuba a morir bajo otros cielos ni tan azules ni tan diáfanos; antes Heredia, Varela después, Saco, Echevarría…
Vedado, diciembre, 1922.
Bibliografía y notas
- Fernández de Castro, José A. “Domingo del Monte y Aponte”. Revista Social. Vol. VIII, núm. I, enero 1923, p. 41
- Boletín del Archivo Nacional. Año XIX, núm. 4-6, Julio-diciembre 1920.
- Fornaris, J. & Luaces, J. (1858) Domingo Delmonte y Aponte. Cuba poética: colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta nuestros días. Habana: Imp. y Papelería de la Viuda de Barcina. pp. 54-60
- Aparece en el texto original este renglón que reproducimos en itálicas y parece ser un error de imprenta o párrafo: mosísimas, enseña, diserta y nunca es pedante. Anima a Vi- ↩︎
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