El Banco español de la Habana sigue apurado, mui apurado. Se halla, como dicen los médicos, en el periodo áljido, por lo que los tenedores de su papel están viendo activamente como lo echan léjos de sí: i todo el que lo recibe lo suelta con la misma precipitacion i compra lo primero que le venden. Este es el juego del palito de punticú. ¿Conoceis este juego? Voi a describirlo: es un dulce recuerdo de la infancia.
Hai un circulo de niños. El que tiene el palito, encendido en la punta, dice al que le queda al lado:
—¿Me quiere U. comprar este palito de punticú?
—¿Tiene cú?
—Cú tiene.
—¿Cuánto vale?
—Siete pesos i corales.
—¿I si se muere?
Páguelo quien lo tuviere.
El interlocutor que tiene el palito, lo da prontamente al que le sigue, este al otro que le queda al lado , i aquel en cuyo poder se apaga pierde una prenda.
¡Cuántas prendas van a perder los negreros el día en que, siendo inútiles los medios artificiales empleados para sostener el Banco, dé un estallido! La Habana está hoi como Francia en tiempo del príncipe Regente i del banco de Juan Law. Creyóse que el papel suplia el oro, i este fué el verdadero origen de la revolucion del 92.
En las manos de cada uno de los negreros va a apagarse el palito de punticú mui pronto, como se apagaron los otros palitos de la antigua compañía de las Indias, que era tambien institucion de credito española con facultad de emitir billetes, i que prestó no pocas sumas al gobierno metropolitano para hacer la guerra a los patriotas. ¿Pagó el gobierno esas sumas? Nó: pero pagará.
Ahora me acuerdo de un baile de máscaras que hubo en la Habana, en el que por ridiculizar a un tal Portocarrero, que era un gran tramposo, se presentaron dos máscaras remedando al guanajo, como dicen en Cuba, o guajolote, como lo llaman en Mégico, o pavo comun, como se le titula en Cartagena: i con esa especie de graznido desapacible de esa ave, que simboliza la simplicidad, decía uno de los pavos:
Portocarrero no paga
Portocarrero no paga
I el otro pavo le contestaba:
El pagará, él pagará.
Portocarrero lo supo i pagó. Pagó Portocarrero; pero no pagará España. España es, pues, peor que Portocarrero.
¡Qué poco amiga de pagar es España! iQué inútiles son para los tontos las lecciones de la Historia! No basta a los negreros que su madre patria no haya querido hacer nacional la deuda del Banco. Hoi una letra sobre Inglaterra pagada en billetes, tiene en la Habana el 49 por ciento de premio i el oro se ha ocultado casi por completo, como sucede en estos casos.
En cambio, hai un diluvio de papel. En Nueva York i en Lóndres gimen las prensas falsificando billetes de ese banco, que se arrojan con gran facilidad a la circulacion, tan perfectamente hechos que sería imposible distinguirlos de los verdaderos.
No puede ni calcularse la suma total de millones de duros que circula en Cuba; ya el Gobierno español ni se ocupa de los billetes falsos; lo mismo son i lo mismo valen los falsos que los verdaderos. Gradúe, pues, el lector cuál es la triste situacion económica de la decrepita España en su último baluarte de América.
Bibliografía y Notas
Cándido Pieltain y Jove-Huergo quien fuera Capitán General y Gobernador de la Isla de Cuba explica en una obra titulada “La Isla de Cuba desde mediados de abril á fines de octubre de 1873” la situación del Banco Español y la emisión de billetes, la que se hizo en varias ocasiones por la escasez de recursos y la necesidad de enfrentar la rebelión independentista. Por ejemplo a cuenta de la Hacienda se autorizó en abril de 1869, apenas seis meses después de comenzado el conflicto, la impresión de ocho millones de pesos en billetes y para julio de 1872 se alcanzaron los cincuenta y dos millones más los del banco haciendo uso de su privilegio. Todo esto conllevó a una depreciación de su valor con relación al oro y a la aparición de falsificadores de moneda. Se entiende entonces con esta situación lo expresado en el artículo de Francisco Javier Balmaseda (N. d. E.).
- Balmaseda, Francisco Javier. Obras de Francisco Javier Balmaseda. Cartagena de Colombia: Tipografía de Antonio Araújo, 1874, 392-393. [PDF]
- Francisco Javier Balmaseda fue un escritor que nació el tres de marzo de 1823 en la villa de Remedios, Cuba, hijo del señor Francisco Javier Balmaseda y de la dama Eduarda Jullien, ambos procedentes de familias de abolengo y riqueza de la Isla. A los cinco años perdió a su padre y a los doce compuso una comedia titulada “Eduardo el jugador” la que fue representada en Remedios. Comenzada la Guerra de Independencia en 1868 se le detuvo en Remedios en marzo de 1869 y desterrado fue enviado a Fernando Póo en el vapor de guerra San Francisco de Borja. Murió en La Habana el 17 de febrero de 1907.
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