Lo más florido de la juventud matancera ha pertenecido al Cuerpo de Bomberos de Matanzas fundado en 1884. Corría el año 1884, de la época colonial, en la postrimería de su gobierno, alentada ya por el ardor embrionario de la revolución que emanaba de las Juntas patrióticas, laborando incesantemente en las sombras del ideal, tornadizas en cualquier momento en raudales de luz y de alegría.
El Batallón de Honrados Obreros y Bomberos Municipales de Matanzas.
Matanzas, que desde antaño demostró una marcada afición por los organismos bomberiles, pues que desde 1836 contaba con una agrupación de esa índole, a pesar de que ya en 1884 funcionaban brillantemente los cuerpos de bomberos de la Habana, Cienfuegos y Santa Clara, sostenía en la fecha desde la que partimos para este historial, a expensa del Ayuntamiento, el Batallón de Honrados Obreros y Bomberos Municipales que, —según consta de algunos papeles aviejados— respondía a dos fines:
Uno, meramente civil para atender a la extinción de los Incendios que se produjesen, y el otro militar, ya que tanto en su equipo, como en los menesteres que poseía como cuerpo de bomberos dejaba mucho que desear en lo que se refiere a la buena organización de muy parecidos a los que usaban una institución bomberil.
Estos hombres concurrían a los incendios con sus clásicos uniformes, los soldados de la Colonia, y provistos de dos bombas de mano, y la hoy bomba “Matanzas” que llevaban a los incendios los mismos bomberos.
La oficialidad del cuerpo portaba espadas y la “escuadra” armas largas, ocupándose esta última de cuidar del orden que, dicho sea de paso, nadie pensaba perturbar. Era interesante —me han dicho personas que gozaron de esa época— ver a los Honrados Obreros y Bomberos Municipales, cuando se declaraba un Incendio, como corrían hacia el cuartel, del que extraían sus escasos y pobres materiales.
En la fotografía histórica que aparece más arriba se muestra la Oficialidad del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas reunidos con motivo de un festival en 1899. Sentados de izquierda a derecha aparecen:
- Dr. Juan Francisco Galup
- Dr. Antonio Font y Cuesta
- Jefe de la Sección de Sanidad Americana
- General Pedro Betancourt, gobernador provincial
- Dr. Alfredo Carnot, alcalde municipal
- Dr. Mayor Francis J. Ives, médico de la Sanidad Militar Americana
- Dr. José Valdés Anciano, primer teniente médico del Ejército Americano
De pie: Gaspar Hernández, Ramos Almeida, Mario Díaz Irizar, Luis de la Calle, Gervasio Miña, Rodríguez Verrier y Francisco Castro.
Tras una peregrinación dolorosa, durante la que sudaban y pasaban trabajos sin cuento, llegaban al sitio de la ocurrencia, buscaban un lugar donde abrir un hoyo precisamente por donde pasara la tubería de agua y después de romper a mazazos la cañería colgaban el chupador de la bomba, en el pozo provisional, surtiéndose de esta manera del agua que necesitaban para extinguir el incendio.
Natural era que, ya en el año 1884, cuando en otras partes de la Isla funcionaban otros cuerpos análogos, el Batallón de Honrados Obreros y Bomberos Municipales fuera decayendo en su organización, y que se acentuase la necesidad de crear un verdadero organismo bomberil, capaz de hacer frente al resguardo de la hacienda procomunal.
Fundación del Cuerpo de Bomberos del Comercio no. 1 de Matanzas por Rafael B. Hamel.
Fué entonces cunado un hombre todo energía y vigor, don Rafael B. Hamel, hermano de don Enrique B. Hamel, segundo jefe que fué del Cuerpo de Bomberos del Comercio no. 1 de la Habana, se propuso organizar un instituto de esa clase en esta ciudad, y al efecto, logró tras de grandes esfuerzos, asociarse con un grupo de jóvenes para tan noble fin, como el que le inspiraba.
Varios donativos que recibieron, y los productos monetarios obtenidos de un baile y una función teatral, que organizaron, ascendentes a $1,643.97 les permitió adquirir en los Estados Unidos un carro de útiles bomberiles (escaleras, hachas, ganchos, picos, cubos, etc.) y, seguidamente, organizaron un cuartelito en los bajos de la casa de don francisco Junco, calles de Gelabert y Magdalena (hoy Milanés y Magdalena), cuyo departamento les fué concedido graciosamente por dicho altruista señor.
En esta obra preliminar coadyuvó entusiásticamente don Francisco Castañer, Presidente entonces de la corporación, no solo con sus esfuerzos personales, sino también facilitando ciertas sumas de dinero.
La fundación, pues, del Cuerpo de Bomberos del Comercio no. 1 de Matanzas, era ya una cosa tangible, no solo por haberse organizado realmente, sino porque a eso había que unir el reconocimiento de dicha corporación por las autoridades, las que en 16 de julio de 1884, otorgaron al señor Hamel el derecho de fundación, en el documento que a continuación transcribo:
“Secretaría. — No. 3420. — Quintos y Milicias. — El Iltmo. señor Secretario del Gobierno General, en 8 del corriente, dice a este Gobierno: — Excmo. señor. — Por acuerdo de hoy se ha servido el Excmo. señor Gobernador General, autorizar a don Rafael B. Hamel, para que pueda crear en esa ciudad, una Asociación de Bomberos del Comercio, con el carácter civil, y por consiguiente aprobar el Reglamento por que ha de ser regida.
— Lo que de orden de S. E. comunico a V. E. para su conocimiento, el del interesado y efectos oportunos: en el concepto de que los individuos que van a formar dicha Asociación, no usarán divisa alguna que pueda confundirse con los Militares, sustituyéndolas los Jefes con el bastón y borlas, y que en caso de un Incendio, funcionarán aquéllas bajo la voz y dirección de la autoridad local. — Y de orden del Iltmo señor Gobernador Civil, lo traslado a usted para su conocimiento y satisfacción.
“Dios Gue. a Vo. ma. as. — Matanzas, julio 16 de 1884 — (Fdo.) José Diez de la Cortina. — Sr. don Rafael B. Hamel.”
Copio los documentos tales como aparecen, con sus errores ortográficos y costumbres de la época.
En esta forma y por espacio de un año, poco más o menos, continuó Hamel al frente de aquella hueste entusiasta y llena de vigor; pero sin conseguir grandes adelantos, en lo que se refiere a materiales de incendio y menesteres adyacentes, como no fuera generalizar más la idea de crear una buena organización bomberil, idea que se acentuó más y más, cuando el Ayuntamiento disolvió el Batallón de Honrados Obreros y Bomberos Municipales y, fué por ende, mayor la responsabilidad que le cabía a los noveles bomberos del comercio.
Circunstancias especiales obligaron a Hamel a presentar la renuncia del cargo de Primer Jefe del Cuerpo, que ostentaba con el beneplácito de todos.
El Comité Directivo del Cuerpo de Bomberos y Tiburcio Bea en 1885.
El Comité Directivo de la Institución, a todo esto, no había tomado posición de los cargos señalados en el reglamento, dos accidentes que dejaron al descubierto una brecha, por la que muy bien pudo escaparse la noble idea de la fundación del Instituto; pero como para los grandes problemas siempre hay inmensas y nobles resoluciones, en la junta general efectuada el 8 de abril de 1885, fué elegido Primer Jefe don Tiburcio Bea, el que manifestó que aceptaba ese cargo si dicho Comité Directivo estaba dispuesto a cooperar en sus gestiones.
Así fue pues, y en otra junta celebrada el día siguiente, los señores:
- Joaquín Castañer,
- Mariano C. Artis,
- Enrique Crespo,
- Antonio Galindo,
- José Surís,
- Bonifacio Amézaga,
- Fernando Heydrich,
- Enrique Estrada.
que componían et comité Directivo del Cuerpo, tomaron posesión de sus cargos y prometieron ayudar al señor Bea en sus gestiones y lo hicieron tan acertadamente que a todos ellos se debe la organización real de la institución bomberil.
Y es aquí cuando comienza la ardorosa lucha en persecución de un ideal tan elevado, donde se hicieron derroches de altruismo, tesón y energía, que han caracterizado para siempre a aquella generación pasada.
Días después de lo que a grandes rasgos acabo de narrar, el Comité Directivo del organismo naciente, a propuesta de un miembro entusiasta, como lo era sin duda alguna don Enrique Crespo, acordó emprender una intensa labor de propaganda en pro de la institución y conseguir por medio de comisiones los fondos necesarios para comprar materiales de extinción de incendios adecuados a la importancia de la población.
Emprendida la penosa labor, más penosa cuanto que la situación económica de la ciudad era muy angustiosa, se vió al poco tiempo que los esfuerzos realizados quedaban coronados por el éxito más rotundo, pues entre el vecindario de Matanzas, sociedades anónimas de ésta y de la capital, y varias suscripciones valiosas que se recibieron (muchas de $500, $300 y $200) se colectó la importante suma de $10,126.68. Jamás el Cuerpo de Bomberos de Matanzas consiguió un tan grande triunfo como éste, señalado anteriormente.
Este paso gigantesco dado por el Comité Directivo, fué el inicio de de otro importantísimo, consistente en que el 8 de mayo del propio año, el 1885, nombrados en comisión los señores don Pedro Bea y don Enrique Crespo, compraron en los Estados Unidos la primera bomba de vapor, sistema Silsby No. 5; 3,000 pies de manguera, arreos, colleras, cascos, cinturones y botas para los bomberos.
Al mismo tiempo que se llevaban a cabo estas gestiones otra comisión realizaba otras importantes, pues se trataba de conseguir del Ayuntamiento la cesión de un local en la planta baja del edificio municipal, en cuyo lugar se instalaría el cuartel, en virtud de que el que servía en la época de que se trata, resultaba pequeño para los materiales que de un momento a otro llegarían a poder del cuerpo.
Todos estos trabajos se llevaron a cabo con notable éxito, pues a las pocas semanas llegaba el material y se instalaba la estación central en un local conveniente. El Cuerpo en el mes de noviembre poseía una bomba de vapor, una pareja de caballos, otra que regaló don Enrique Crespo, y que se utilizaba para el carretel, y numerosos equipos modernos para la fuerza activa de la institución.
Ya en esta situación surgió otro problema: una deuda de $904.78. Se saldó la deuda como se pudo, en breve tiempo, y fué necesario acometer la obra del sostenimiento de la institución consistente en el entretenimiento de los materiales, gastos del calentador, alimentación del ganado y haberes del personal de la Estación.
Nuevamente se apeló a la nunca desmentida caridad de los matanceros, y entre el comercio y particulares, se logró levantar una suscripción mensual de $358.70, con cuya suma quedó resuelto el problema. Continuaron, no obstante, los rasgos de generosidad, que caracterizaron a los fundadores del instituto y vecinos de Matanzas, en lo que respecta al Cuerpo de Bomberos.
Los veterinarios señores Francisco Condom Boch y Martínez, ofrecieron sus servicios gratuitos. La empresa del alumbrado de gas cedió, gratis, el consumo de 2,000 pies cúbicos, y sería una tarea larga, la de enumerar los centenares de individuos que de una manera u de otra contribuyeron a la instalación de la nueva Estación.
Desde la oficialidad del Cuerpo que donó efectos y trabajó personalmente en la organización del cuartel, hasta el más humilde bombero, e innumerables paisanos, todos, aportaron a aquella gigantesca obra su granito de arena. Creo que nunca en ninguna institución, se realizaron esfuerzos tan constantes, ni reinó una tal uniformidad de ideales.
El primero de noviembre de 1885, fué el día señalado para dar una prueba completa de la organización del Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 de Matanzas, y siguiendo la costumbre entonces en boga, bendecir los materiales. Así fué en efecto.
Ese día que marcó fecha para la tranquila ciudad matancera, se llevó a cabo la inauguración de la institución, en medio de una brillantísima fiesta, que terminó con un simulacro de incendio en el teatro “Esteban” (hoy Sauto), funcionando admirablemente la bomba “San Carlos” y haciendo admirable muestras de disciplina y destreza la fuerza activa de la institución.
La red telefónica del Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 de Matanzas.
Por esta fecha se comenzó la instalación de una red telefónica particular, con objeto de utilizarla para la mayor prontitud en los servicios encomendados a la Institución, y al finalizar este año de 1885, llegó la pizarra telefónica, y se continuó con ardor Ia instalación de los aparatos que faltaban. Es justo que se haga constar que esta red fué la primera que tuvo Matanzas, y que de sus útiles servicios se aprovecharon todos y más que nada la buena administración de justicia.
En 1886 el cuerpo adquirió un ariete para derribar puertas, y por mediación de D. Aquilino Ordóñez, Jefe del Cuerpo de Bomberos de la Habana, un hermoso caballo normando, con el que se llegó a completarse dos parejas.
En este año se instalaron las cajas de agua, distribuidas por toda la población, en número de cuarenta y además se ordenó la construcción del primer carro de auxilios, a los hermanos Carricaburu, propietarios de un taller de construcción de carruajes.
También se procedió a la instalación total del calentador para las bombas. No menos organizada se encontraba la fuerza activa de la institución al comenzar este año pues sin contar el número de los que pertenecían al Comité Directivo, pasaban de 200 entre jefes, oficiales y bomberos.
Renuncia del Comité Directivo e instalación de la Estación Central en Río 77.
A mediados del año 1887, y dirigiendo la institución como primer Jefe, don Tiburcio Bea y Urquijo, y como segundo, don Enrique Estrada y Rodríguez, el Comité Directivo del organismo creyó que ya no eran necesarios sus servicios, y, por lo tanto presentó su renuncia de los cargos.
Fué este, no obstante, la buena marcha y progresos de la Institución, un golpe que recibió sensiblemente; pero la fuerza activa, lejos de desanimarse por esto que representaba un inconveniente en su triunfal marcha, redobló sus esfuerzos tesoneramente, y al poco tiempo, se ganaba un nuevo lauro de más, al trasladarse la estación central para un local más amplio, en la calle de O’Reilly 77 (hoy Tello Lamar). La nueva Estación Central se inauguró el 11 de diciembre de ese año, con una brillante fiesta.
El Ayuntamiento que había cooperado en cuantas cosas pudo y se le pidió, acordó entregar al cuerpo la bomba carretel que utilizaron los ya extinguidos Honrados Obreros y Bomberos Municipales. Este material se encontraba inservible; pero después de algunos gastos quedaron renovados y puestos en servicio activo.
Eran por tanto, muy eficientes los trabajos de los bomberos de Matanzas, tanto por su organización y entusiasmo como por el número y calidad de sus materiales, consistentes en dos bombas, la “San Carlos” y la “Matanzas” adquirida del Ayuntamiento, las numerosas cajas de agua, la cantidad de manguera y su inmejorable red telefónica, que en esta fecha contaba con más de treinta estaciones para alarmas de incendios.
De estos servicios y del precio y estimación de que gozaba el cuerpo da buen testimonio el documento que copio seguidamente:
“Habiendo podido apreciar personalmente el valioso concurso que prestó ese benemérito Cuerpo, en la extinción de los incendios ocurridos en la madrugada del primero y del día 2, me complazco en significar a usted, la gratitud que el Gobierno reconoce deberle, y ruégole lo haga extensivo a todos los individuos de ese cuerpo, cuya conducta y comportamiento son dignos de elogio, por el celo, valor é interés que han demostrado en ese acto, que amerita la consideración de un pueblo a tan cívico instituto.
— Dios guarde a usted muchos años. — Matanzas, diciembre 21 de 1887. —
(Firmado) Joaquín Goróstegui. — Gobernador de la Región Central y Provincia de Matanzas. — Señor Primer Jefe del Cuerpo de Bomberos del Comercio.”
También el Ayuntamiento, en la sesión celebrada el día dos de diciembre, acordó conceder al cuerpo un voto de gracias, en vista de las manifestaciones hechas por el señor Alcalde Municipal, el que atribuía al Cuerpo de Bomberos, además del valor característico del bombero, una abnegación y orden admirables, pues durante los dichos incendios no se extravió el más insignificante objeto.
En esa misma sesión fué acordado por unanimidad conceder a los miembros de la institución una medalla honorífica, destinada a premiar a aquellos que a juicio de sus Jefes se hicieran acreedores a esa tan alta distinción.
Fundación de la Estación Sanitaria en 1888.
Al llegar el año 1888 continuó, la corporación su marcha de progreso constante. Velando por la eficiencia suprema de la corporación, se ideó y creó un gimnasio para el uso de la fuerza activa.
Y fué en este año cuando surgió la tan noble idea de fundar una Estación Sanitaria, con motivo de un hecho, por todos conceptos lamentable. El 4 de septiembre azotó inesperadamente a la ciudad matancera, un furioso vendabal, cuyos daños fueron incalculables.
Como en todos los actos en que de una manera o de otra intervenía la desgracia, no fué ajeno el organismo bomberil a estos que sobrevinieron en proporción desesperada, y así fué que bajo la lluvia y los rayos y las colosales corrientes de agua, los bomberos recorrieron la ciudad, acudiendo a todos los lugares donde eran necesarios sus servicios.
En los bajos del teatro “Esteban” se instaló un botiquín provisional, dirigido por el doctor Andrés Ulmo, y allí fueron conducidos, en caravana dolorosa, cuantos heridos y enfermos cayeron en aquellas aciagas horas.
Muchas casas fueron batidas por las ráfagas de viento, muchos techos volaron como plumas, numerosas familias pedían a gritos auxilio que les eran prestados por aquella legión de los bizarros “soldados de la humanidad”. De este servicio se conserva un grato recuerdo, que seguidamente voy a exponer a los lectores:
“Habiendo podido apreciar este Gobierno los importantes y arriesgados servicios prestados por el Cuerpo de Bomberos del Comercio, a su mando, durante la noche pasada, en que fué esta ciudad azotada por un ciclón; y estimando lo mucho que han valido esos oportunos servicios, se complace en hacer presente a V. S. su reconocimiento y gratitud, puesto que así lo merece esa institución, que con un celo y arrojo dignos de todo encomio, han evitado que tengamos mayores desgracias que lamentar, y especialmente, dar las gracias a don José María Castelló y Cuní, Segundo Jefe de ese Cuerpo, bajo cuya acertada dirección se realizaron todos los trabajos de salvamento. Lo que tengo el gusto comunicar a V. S., significándole que con esta fecha doy cuenta al Exmo. señor Gobernador General, de lo ocurrido haciéndole resaltar los méritos contraídos por ese Cuerpo. Dios guide a V. S. muchos años. — Matanzas, septiembre 5 de 1888. — (Firmado) Joaquín Goróstegui. — Señor Primer Jefe del Cuerpo de Bomberos del Comercio de esta Ciudad.”
Este año, como el anterior, se conmemoró con una magnificencia digna de recordación, el tercer aniversario de la fundación del benemérito Cuerpo, y en el simulacro que, desde aquella época ha venido a ser lo típico de las fiestas bomberiles, trabajaron las bombas “San Carlos” y “Matanzas” sería tarea prolija la de enumerar las personalidades que concurrieron a esa fiesta y reseñar los detalles de Ia misma.
Basta con que se sepa que, las fiestas de los bomberos, eran fiestas del pueblo de Matanzas, y que a ellas contribuían todos por igual.
Por este tiempo se vió la necesidad de aumentar el material de extinción de Incendios, toda vez que las dos bombas que poseía el cuerpo, no eran suficientes para combatir los que se producían en la Población.
Después de varios trabajos realizados cerca del Ayuntamiento y la Diputación Provincial, y de una colecta pública, que arrojó la suma de $2,147.00, en 1890 se adquirió de una fábrica en los Estados Unidos, la bomba que más tarde llamaron “Yumurí”.
Por otra suscripción pública, y el producto de la venta de un caballo, el primero que tuvo el instituto, se compró uno de raza normanda, lo que dió por resultado que al finalizar ese año de 1890, la institución contase con tres bombas de vapor, 2 carreteles para manguera, 3,000 pies de manguera, un carro de auxilio, uno de escaleras y cuatro hermosos y adiestrados caballos.
En 1891, la red telefónica de la institución contaba con 61 aparatos instalados, y en ese año, don Pedro Bea y Urquijo, regaló al cuerpo un caballo normando, poseyendo entonces la corporación cinco.
La Casa de Socorros y José M. Castelló y Cuní.
Este año marcó una nueva época en la historia de la institución más grande que ha tenido Matanzas, el Cuerpo de Bomberos y otra época para la tranquila ciudad yumurina, pues fué cuando aquella ardorosa iniciativa de los fundadores de la Institución, aquella inagotable sed de hacer el bien, en cuya obra parece que ellos encontraron un delicioso néctar, culminó en la organización de un departamento anexo al servicio de incendios, que fué, y es la única casa de socorro que ha tenido Matanzas desde entonces.
Cábele la gloria de esta fundación, nunca bien estimada, como se debe por este pueblo, a un hombre “en sí mismo”, que nunca hablaba sino para decir la última palabra en cualquier asunto, todo energía tenacidad, espíritu amplio y elevado, a don José M. Castelló y Cuní Segundo Jefe que era del Cuerpo de Bomberos; pero antes de entrar en detalles breves, desde luego, será de suma utilidad al lector ponerle en autos de antecedentes importantes.
La escena que se producía cuando una persona se hería en la vía pública, en aquella época era repugnante y cruel hasta lo sumo. Nadie la tocaba, sino cuando llegaba alguna autoridad, la que siempre demoraba el tiempo suficiente para que el lesionado, si lo era gravemente, se depauperara por la pérdida de sangre o muriera a consecuencia de una hemorragia no contenida a tiempo.
Venía o se mandaba a buscar al médico municipal, lo que siempre representaba una gran pérdida de tiempo, amén del espectáculo poco edificante que ofrecían los protagonistas de la escena. Después de curar como se podía al lesionado, bien en la misma vía pública o después de conducirlo al lejano hospital donde por razones que no es necesario mencionar no encontraba algo mejor, se le conducía a la casa o se le dejaba en el mencionado establecimiento.
Todo esto, como es natural, y especialmente la falta de un lugar apropiado y medios de conducción de los lesionados, generalmente pobres, dejaba mucho que desear de la buena administración del gobierno y del cumplimiento de los más elementales deberes de amor y caridad.
Al tratarse el fundamento de dicha casa de socorro para lo que, dicho sea de paso, se gestionó del Ayuntamiento el pago de varias mensualidades que debía, ascendentes a mil pesos, y dos subvenciones a ese nuevo departamento con la suma de quinientos pesos anuales, pagaderos por dozavas partes, así como se recabó nuevamente el apoyo de particulares y corporaciones matanceras, entre ellas las sociedades regionales, de socorros mutuos y masónicas, se consiguió de la Presidencia de la Audiencia del Distrito, el correspondiente permiso para levantar heridos y demás cosas pertinentes a esta clase de servicio y sobre las cuales trataba la ley.
En junta de jefes y oficiales celebrada el 4 de diciembre de 1891, se trató, por primera vez, de la fundación de la casa de socorros; pero circunstancias especiales hicieron aplazar las comisiones que realizaba una comisión nombrada al efecto, de cuyo accidente dió cuenta el iniciador de esa obra, don José M. Castelló.
De que esa idea ni por un momento se apartó de su iniciador y colaboradores, da buena prueba el hecho de que en la junta efectuada el 19 de mayo de 1893, Castelló dió cuenta de las gestiones practicadas por la comisión nombrada, y que se relacionaban con Ia adquisición (por alquiler) de la casa donde habría de establecerse la estación sanitaria.
Dicho local fué uno contiguo a la Estación Central, marcado con el número 75, y en esa misma junta se nombraron las comisiones que tuvieron a su cargo la cuestación pública. Bueno es ahora dejar que hablen sobre esos particulares, los que presenciaron y de una manera o de otra tomaron parte en esta obra.
El doctor Vicente F Tormo, Secretario del Cuerpo en el año 1891, en la memoria correspondiente dijo:
“Deseando este instituto poder ser cada día más útil a esta población, e inspirándose, al mismo tiempo, en la necesidad por todas reconocida, de dotar a Matanzas de una Casa de Socorros, a la altura de las que existen en las principales capitales, se propuso instalar en un local contiguo al que ocupa la Estación Central, una Estación Sanitaria, montada con todos los adelantos necesarios para el completo y eficaz éxito de su objeto, entre aquellos, con un carro de ambulancia para el más pronto auxilio de los heridos, y
para cuyo fin contaba con los caballos y conductores del Cuerpo y Estaciones telefónicas de su servicio.
Las comunicaciones que ocupan las páginas 64, 65 y 6 […] (se refiere a unas entre el Jefe del Cuerpo y las autoridades sobre abono de algunas mensualidades que éstas les debían al instituto) ilustran debidamente respecto a lo ocurrido sobre el particular, resultando de ello que en virtud de no haber cumplido el ilustre Ayuntamiento, hasta esta fecha su ofrecimiento de abonar seis mensualidades, ascendente a mil pesos oro, por cuenta de otras muchas que nos adeudaba, y cuya cantidad se interesaba por ser de suma e imprescindible necesidad para ayuda de los gastos de instalación, no hemos podido realizar un proyecto tan beneficioso acariciado con júbilo por todos los de él tenían conocimiento. Sensible nos es tener que consignar este hecho, pero es necesario que nos reivindiquemos ante el público, que siempre da crédito a nuestras ofertas.”
La penuria de recursos por una parte, y por otra esa especie de fría calma con que muchas veces se miran en el terreno oficial las urgentes exigencias de la higiene, fueron causa de que se estancase largos días, el proyecto de establecer una casa de socorros en excelentes condiciones para llenar su llenar su objeto.
Así las cosas, llegó un día en que el generoso espíritu de los bomberos pensó en que, con algún esfuerzo, podía proveerse a la necesidad cuyo remedio iba entrando en la categoría de los remedios platónicos. Tal era ya, por entonces, el crédito de los bomberos, que nadie se aventuró a dudar, a lo menos de buena fe, del éxito que hubieran de obtener en su empeño.
La Diputación Provincial, el Municipio, las empresas, las asociaciones de beneficencia y él público en general, acogen con entusiasmo, la idea, le prestan calor y apoyo, y tras dificultades cuyo recuerdo el tiempo desvanece, se vió aproximarse la hora feliz en que Matanzas, por iniciativas del Cuerpo de Bomberos, apoyado calurosamente y enérgicamente por el pueblo, iba a presenciar el hermoso espectáculo de la inauguración, no de una vulgar y eficiente casa de socorros, sino de un establecimiento montado a la altura de los mejores de su clase en el extranjero, capaz por sus condiciones de llenar las exigencias de la ciudad y sus cercanías.
En tales instantes los señores facultativos del Cuerpo, ofrecen gallarda prueba de sus nobles sentimientos de humanidad y de un civismo superior a todo encomio, ofreciendo sus servicios profesionales, sin retribución alguna, con lo cual pudo el Cuerpo decidirse a realizar cuanto antes su noble anhelo, y el 27 de agosto de 1893, saludó a Matanzas con cariño y regocijo, la apertura de la Estación sanitaria llamada a salvar tantas vidas y aliviar tantos dolores.
El instinto popular pocas veces se engaña presintiendo lo que ha de serle favorable, lo acoge sin reservas; prescinde de todo temor, de toda vacilación, de toda sospecha y presta su concurso sin preguntar nada.
En Matanzas se miró con cariño desde un principio la Estación Sanitaria; los heridos y enfermos no hacían resistencia a ser curados en ella, y a los pocos días empezaron muchos a presentarse voluntariamente. He aquí la prueba mas palmaria de la bondad del establecimiento, he aquí la respuesta mas contundente a las contadísimas personas que pensaron en un fracaso, y he aquí también la satisfacción más cumplida y consoladora para todos aquellos que, con fe y entusiasmo, aceptaron la idea y ofrecieron su concurso.
Que el establecimiento de la Estación Sanitaria respondió a una necesidad imperiosa lo demuestra el número de servicios prestados en un período de cuatro años escasos. Helos aquí:
Servicios Prestados en la Estación Sanitaria | 4651 |
Servicios Prestados de Ambulancia | 1050 |
Desinfecciones | 155 |
Vacunados | 1751 |
Transporte y auxilios a militares enfermos o heridos | 1052 |
Total: | 8659 |
Este trabajo del que he copiado algunos párrafos, termina con este muy hermoso por cierto: “No terminaremos sin hacer constar que cuantos servicios se prestan en ese verdadero templo erigido a la caridad, son gratuitos y que a nadie se pregunta si es pobre o rico para proceder a su curación“.
El primer Director de la Estación Sanitaria fué el doctor Luis A. Cuní, y sirvieron en dicho departamento, gratuitamente por espacio de algunos años, los doctores Ulmo, vera, R. Madan, Trelles, P. Sánchez Quirós, Lecuona y Galup.
Como dato curioso y que seguramente interesará al lector se agregará ahora que el primer servicio prestado por el Cuerpo de Bomberos en la casa de socorros lo fué el 29 de agosto de 1893, dos días después de su fundación, y se llamaba el paciente Eufemio Fuentes Pérez, de 50 años de edad, soltero y vecino de San Severino número 23. Le asistió el propio doctor Cuní, médico de guardia ese día.
Desde esa fecha acá, en la Estación Sanitaria se han atendido 61,540 casos, desde la lesión más simple hasta la más complicada operación de alta cirugía, pues hoy, como ayer, el cuerpo de bomberos tiene especial cuidado y empeño de que en la Estación Sanitaria no falte nada que se pueda encontrar en el mejor departamento de su clase.
El Dispensario para niños pobres Domingo L. Madan en 1894.
Si cuantos elogios se hicieron fueron pobres y pocos para el Cuerpo de Bomberos, por sus inestimables servicios en lo que se refería a la extinción de incendios, al establecimiento de la primera red telefónica que tuvo Matanzas y a la fundación, por último, de la Estación Sanitaria, no menos pálidos resultarían cuantos se tributaran a esa misma Institución, por la fundación del Dispensario para niños pobres y que en justo merecimiento de su fundador se llamó “Domingo L. Madan”.
No obstante la grandeza de este rasgo noble y generoso, por cuanto la niñez desvalida de Matanzas estaba sometida a las más crueles miserias, carente de alimentos y medicinas, no consta otro antecedente que unos simples y sencillos párrafos, de un acta que se levantó de la reunión de Jefes y Oficiales celebrada en la noche del 30 de junio de 1894, casi un año después de la fundación de la Estación Sanitaria. Dicen así esos párrafos:
“Seguidamente se dió lectura al proyecto de instalación de un Dispensario para niños pobres, presentado por la Junta de Facultativos, cuyas bases fueron aprobadas por unanimidad, acordándose un voto de gracia para la expresada junta. Se aprobó el nombramiento del doctor Domingo L. Madan para la plaza de Director del Dispensario, a propuesta de la Junta de Facultativos. Se autorizó a la Jefatura para que se realizara el proyecto facultándola para todos los gastos que demandara.”
El Dispensario para niños pobres se fundó bajo la jefatura de don José M. Castelló.
¿Cómo pudo llevarse a cabo tamaña empresa? Muy fácilmente —dice el Correo de Matanzas de esa época— Pugnaba en vano en la prensa de la capital el filantrópico doctor Delfín, por conseguir que en la Habana se instalara un establecimiento de esta índole, y movido el doctor Madan del mismo noble y generoso empeño acertó a proponer la empresa a don José M. Castelló que entonces era el alma del Cuerpo de Bomberos, ofreciendo por su parte, asumir gratuitamente la Dirección facultativa; bastaron pocas palabras para que los espíritus de ambos se fundieran en un deseo único y de aquella conferencia empezó un bien inapreciable para aquella niñez desvalida.
De aquella conferencia surgió el Dispensario para niños pobres de Matanzas, que luego hubo de servir de base al de Santa Clara, y a los que últimamente se acaban de inaugurar en la capital de la isla.
Madan y Castelló, eficaz y calurosamente apoyados por los facultativos de la Estación Sanitaria, y por el Secretario General del Cuerpo de Bomberos, nuestro excelente amigo don Gustavo López, hicieron que aquella idea, aventurada y quijotesca, al parecer de algunos en un principio, fuera un hecho real y tangible a los dos meses escasos de haberse iniciado, y que tras ciertas garantías a que se prestó generosamente el Municipio, y los recursos que hubieron de apropiarse por suscripción popular, se verificara solemnemente del día 2 de septiembre de 1894, la inauguración de ese nuevo hogar de beneficencia, cuyos resultados han excedido más tarde a las esperanzas del iniciador y de las distintas personas que coadyuvaron a la obra.
Solo pretendemos ahora dar una idea de lo que es, o mejor dicho, de como funciona en la actualidad el Dispensario, sin cuya existencia Dios solo sabe cuanta vida infantil habría sido segada por las calamidades que nos abruman de dos años a la fecha.
Recordando una de las ultimas visitas que hemos dirigido al establecimiento, es como se llenará mejor nuestro empeño. Llegamos poco después de la una. No estaban aún ni el doctor Madan ni los apreciables compañeros que le ayudan a sobrellevar la carga, más salió a recibirnos Roselló, el infatigable Roselló (practicante en aquel entonces de la Estación Sanitaria) que, en tales instantes, se ocupaba en disponerlo todo, en practicar ciertas curas que se le habían confiado, y en distribuir alimentos y medicinas entre algunos niños desvalidos que acudían allí a proveerse por orden del Director y que continúan llegando día tras día.
No terminaremos sin recordar a todos, que el Dispensario tal como se halla organizado en Matanzas, puede considerarse a la vez, como una casa de Beneficencia, como centro de cultura social y como foco de educación, donde, a mas de saludables practicas para la vida material y moral, se aprende algo muy provechoso, a saber: que los pobres no son olvidados; que hay en la sociedad quien trabaja por ellos y por ellos se alienta, que jamás debe perderse la esperanza y que jamás debe el hombre sumirse en el caos de las extremas resoluciones contra sus semejantes.
Después de esto que he copiado, no puedo añadir ni una sola palabra más, como no sean las que pueden consignarse para los sucesores de Castelló y Madan, que han continuado por aquella misma senda que les trazaron los inolvidables benefactores matanceros. Desde la época de la fundación del Dispensario hasta nuestros días, se han inscrito 30,961 niños.
Fundado el Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 de Matanzas en 1885, al llegar al año 1894, no solo había conseguido organizarse debidamente, proveyéndose de cuantos materiales necesitaba para su mejor eficacia, sino que anexó a su hermosa obra de soldados de la humanidad otros departamentos de suma utilidad pública, como lo eran, sin duda alguna, la primera red telefónica que tuvo Matanzas, la primera Estación Sanitaria y el primer Dispensario para niños pobres, adelantándose en este ultimo a la capital de la Isla y sirviendo de base para que otras poblaciones crearan el suyo sirviéndoles éste de modelo.
En lo que se refiere a la fuerza activa. ¡Cuánto se puede decir de su eficacia, destreza y disciplina! De que se labora incesantemente con ese objeto, lo prueba el hecho de que no pasaba tiempo sin que los bomberos de Matanzas efectuaran simulacros de incendios los que, sobre constituir grandes festividades para Matanzas, de las que se hacía eco la prensa de esta y otros lugares, servían a los bomberos para trabajar con eficacia cuando concurrían, con motivo del cumplimiento de su deber, a los sitios donde la desgracia hacía presa.
El Cuartel de Bomberos de Matanzas inaugurado en 12 de Agosto, 1900.
Antes de pasar ahora a reseñar los privilegios que les fueron concedidos a los bomberos de Matanzas, y otros detalles interesantes para concluir este historial, voy a ocuparme de una de las etapas más importantes por la que pasó el Instituto y que comprende los años de 1896 hasta 1900, o sea el tiempo transcurrido desde que se comenzó las gestiones para la adquisición del terreno donde había de construirse más tarde la casa cuartel y el día en que se inauguró éste.
En el legajo que se formó con los antecedentes y documentos pertinentes aparece uno fechado el 22 de junio de 1896, y firmado por don Enrique Estrada, en su carácter de Primer Jefe interino del cuerpo, dirigido al señor Alcalde Municipal, que lo era don Ruperto Crespo, en cuyo oficio, alegando entre otras razones la muy poderosa de que con un nuevo local podría la institución mejorar notablemente sus servicios, le pedía que interpusiera sus buenos oficios para que el Ayuntamiento cediese al instituto el terreno que ocupaba el parque “Cervantes”, antiguamente llamado “Plaza de la Vigía” y que en esta época no reportaba ninguna utilidad pública, por cuanto se había deteriorado y hecho de él un estercolero, seguro refugio de la gente del hampa.
Bueno es consignar aquí, que seis años antes, ya se había tratado la idea de fabricar una casa cuartel: pero la situación económica de la isla, en relación con la magnitud de la empresa, obligó a los “utopistas” guardar para más adelante el proyecto.
Por este tiempo se armó y lanzó el tramo metálico del puente que sustituyó al de Bailén, en cuyos trabajos se distinguió mucho el cuerpo de Bomberos, por cuyo motivo el Ayuntamiento en atento oficio dió las gracias a la institución y en pago de sus muchos y buenos servicios acordó tras de algunas gestiones practicadas por una comisión de respetables damas, ceder al instituto todas las maderas que se utilizaron en la obra.
Ya en estas condiciones, en la sesión celebrada por la junta de Jefes y Oficiales, el día 27 de junio 1896, se trató nuevamente, con la seriedad que el caso requería, de la construcción de la casa cuartel, dándose cuenta de las cesiones hechas por el Ayuntamiento, y de una comunicación enviada por empleados de la planta eléctrica, cediendo un día de haber para contribuir a la construcción del edificio, determinándose nombrar comisiones que efectuarán una cuestación pública con ese objeto, visto cuyo resultado se convocaría a junta nuevamente para lo que procediera.
Sería una tarea interminable la de seguir paso a paso, los dados por don Enrique Estrada, iniciador de esta colosal empresa, y la de sus dignos ayudantes, por lo que pasaremos a mencionar los hechos más salientes acaecidos en la construcción del cuartel.
El primero de septiembre de 1896 el ingeniero de la Región Central, señor don Bernardo Granda y Callejas, cumpliendo lo ofrecido, remitió a la jefatura del cuerpo los planos y demás documentos relativos al proyecto de construcción, siendo nombrado director facultativo de dichas obras. “La utopía comenzó a tornarse en realidad —dice un periódico de la época— y desde entonces hasta ayer, como un moderno Colón, el señor Enrique Estrada, Primer Jefe dignísimo del Cuerpo, empezó a luchar con los obstáculos y a convencer a los que, juzgándole utopista, no daban la menor importancia a la gigante obra que se afrontaba”.
El día 27 de agosto de 1896, el señor Estrada, dirigió a sus subordinados una elocuentísima alocución, en la que les decía que se hacía necesario cavar los terrenos para su reconocimiento, y todos, como un solo hombre, jefes, oficiales y bomberos, acudieron presurosos a practicar la obra, y el día treinta del mismo mes regaron con su sudor aquellos terrenos en los cuales se había de levantar la casa de los bomberos, ¡quién sabe cuando!
Comienza ahora una serie, de rasgos, de luchas y sinsabores, como necesariamente tenían que venir en una empresa de esa clase, donde fallaba todo y sobraba una gran dosis de buena voluntad. No todas las obras que se realizaron fueron gratuitas, pues no podía esperarse ese nuevo sacrificio de los que realizaban mucho a costa de sus intereses, además de que no todos los miembros de la Institución podían realizar los trabajos necesarios.
En jornales y salarios se pagó mucho dinero; pero los bomberos trabajaron en cuantas cosas podían y como les permitía el tiempo y sus ocupaciones. Era un espectáculo verdaderamente conmovedor visitar los terrenos del parque “Cervantes”, los domingos, día en que casi todos los miembros de la institución concurrían a él, y allí pasaban todas las horas del día. Generalmente se confeccionaba un almuerzo que comían todos bajos los árboles, en la hora de descanso.
Así las cosas se señaló el 7 de marzo de 1897 para la colocación de la primera piedra del edificio, cuyo acto debió efectuarse juntamente con la inauguración del puente: pero que por el poco tiempo de que se disponía hubo necesidad de aplazar hasta el día mencionado.
No es para describir en los estrechos límites de la información aquel acto cuya magnificencia y esplendor se hizo eco la prensa toda.
A las siete y media de la mañana irrumpió en el terreno donde se fabricaba la casa de los bomberos, toda la fuerza activa y en los laterales el material y un público numeroso, compuesto por lo más selecto y distinguido de la sociedad matancera.
Llegaron después la madrina y el padrino, la señorita doña María Botet y su hermano don Alfredo Botet y las distintas comisiones de civiles y militares, procediendo entonces el cura párroco licenciado don Braulio Orué, a la celebración de la misa, armonizada por la banda de música del regimiento “María Cristina”.
Terminada la misa se procedió a la bendición de la primera piedra, y seguidamente el Secretario General del cuerpo D. Eduardo López, leyó el acta que al efecto se levantó. En una caja de plomo se depositó esa acta, periódicos del día, monedas y otros objetos.
El Gobernador Civil de la Región, don Adolfo Porset e Iriarte y el Primer Jefe del Cuerpo don Enrique Estrada, echaron las primeras paletadas alrededor de la caja que habría de cubrir la piedra, y entonces la madrina auxiliada por el Ingeniero don Bernardo Granda, hizo descender la piedra, con suave movimiento. Hubieron discursos por parte del Gobernador, del señor Estrada y Botet.
La fiesta terminó con un simulacro efectuado en el mismo lugar en que once años más tarde se daba el primer paso para demostrar la organización del cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1.
Con este motivo los padrinos de la fiesta, hermanos Botet, donaron $350.00 para la construcción del Cuartel, $100 para dividirlos de por mitad entre el Dispensario y la Estación Sanitaria y don Tiburcio Bea, ex-Jefe de la Institución y Jefe honorario, donó otra suma de $350.00 para el edificio.
Un señor anónimo donó un billete de la Lotería de Madrid, para que en caso de salir premiado se empleara ese dinero en las obras y don Tirso Mesa, presidente de la empresa del ferrocarril de Matanzas, prometió su cooperación a tan noble propósito.
Desde que surgió la idea de la construcción del cuartel hasta el escrito en el que se pidió el terreno mediaron poco más o menos cuatro años, y desde la colocación de la primera piedra, el 8 de marzo de 1897, a que se inauguró el edificio, de cuyo acto me ocuparé seguidamente, pasaron tres años y medio, cuya demora se debió al estado calamitoso del país, que atravesaba en esos momentos una de sus crisis más agudas, como lo fué, indudablemente, la guerra de Independencia, comenzada en el año 1895.
No se explica como en una situación semejante se llevara a cabo una obra de esa magnitud para realizar, la cual no se confió nada más que en la buena voluntad del pueblo de Matanzas y en los recursos que este podría aportar.
La obra de los bomberos iba a sobrevivir a la época colonial, y no sé por qué misteriosa influencia muchas de las paredes del edificio fueron fabricadas con los cantos de los fuertes españoles destruidos en las inmediaciones de la población.
Pasando por alto otros incidentes, como donativos hechos por los jefes, oficiales, clases y soldados del regimiento “María Cristina”, por los voluntarios, sociedades y personalidades de Matanzas, y el que se relaciona con la modificación del plano del edificio, en el sentido de que era de grandes dimensiones y por lo tanto, muy costosas la fabricación, por cuyo motivo, según consta de un acta, se cambió el lugar de la primera piedra algunos metros más adentro, llegamos al solemne día 12 de agosto de 1900 en que los bomberos de Matanzas vieron terminarse el edificio, después de recibir un regalo monetario que les hizo el Gobierno Interventor.
A este acontecimiento no fueron indiferentes los demás cuerpos de bomberos de la provincia de Matanzas y otras poblaciones pues ese día vinieron comisiones de la Habana, Cárdenas, Unión de Reyes, Bolondrón y otras. La comisión de Cárdenas regaló al cuerpo de Matanzas un bonito cuadro con retratos de jefes y oficiales de ese cuerpo.
A la tres de la tarde se efectuó una revista de las fuerzas por las autoridades y momentos después un reparto de diplomas. Y por la noche se efectuó una retreta que dió la Banda de Cuerpo, que dicho sea de paso, fué la primera banda que tuvo la República en Matanzas, fundada y sostenida por el Cuerpo de Bomberos.
Bajo la Jefatura de don Enrique Estrada, en 1901 el cuerpo de Bomberos adquirió otra bomba de vapor, la “Cuba”, la de mayor capacidad y potencia, así como un extinguidor químico, completándose de ese modo el servicio de incendio.
En este año se adquirieron tres caballos más de pura raza. En 1905, por convenir así al mejor servicio, se convirtieron los carreteles en carros de mangueras, y se adquirieron cinco caballos mas de raza americana.
Y a partir de este año, se adquirieron otros caballos, útiles y menesteres, tanto para el servicio de Incendios, como para la Estación Sanitaria y Dispensario con lo que se iba mejorando el servicio y adaptándolo a las circunstancias y a los tiempos presentes.
El Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, debido a la época en que se fundó y pasó los mejores años de su vida, como por los estimados servicios que prestó, quien sabe mejor estimados que en la hora actual, recibió tanto el culto pueblo de Matanzas, como de las autoridades, honores y privilegios sin cuento.
El archivo de la institución se encuentra repleto de comunicaciones acreditativas de esto que acabo de referir, concediéndose en unas, cosa que nadie nada más que los bomberos podían conseguir, y en otras testimonios elocuentes de un agradecimiento sin limites. Otra cosa no podría hacerse con quién, como esa institución, mide a todos con el mismo rasero, y sirve, sin miramiento de categorías.
Con fecha primero de abril de 1885, le fué concedido a los bomberos de Matanzas, el privilegio de sufrir prisiones en el mismo cuartel, y con ese motivo consta la comunicación que seguidamente copio:
“Hay un sello que dice por su única parte legible: Juzgado de Instrucción de Matanzas. —Espero de Vs. se sirva disponer se admita en el Cuartel de esa institución de que es Vs. digno jefe, al bombero don Manuel Gutiérrez Jordán, en clase de detenido e incomunicado. —Dios que. a Vs.ma.as. —Matanzas, junio 17 de 1891. —Una firma que parece decir José M. Apesteguía. —Señor Jefe del Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 de esta ciudad.” —Tres días después se envió otra comunicación ordenando se pusiera al detenido en libertad.
En la “Gaceta de la Habana” del 11 de julio de 1897, aparece copia de la Real Orden que transcribo:
Honores y Condecoraciones. —Por el Ministerio de Ultramar se comunica al Excmo señor Gobernador General, con fecha 14 de junio último, y bajo el número 648, la Real Orden siguiente:
Excmo. señor: Vista la carta oficial de ese Gobierno General No. 103 de 3 de noviembre del año último, a la cual le acompaña la comunicación documentada del Gobernador de la Región Central y de la Provincia de Matanzas, informando favorablemente la solicitud del Ayuntamiento de que se conceda al Cuerpo de Bomberos del Comercio de dicha ciudad, el título de “Muy Benemérito” como premio honroso de los relevantes servicios que desde su creación viene prestando, y teniendo en consideración que son muchos y muy importantes los hechos realizados en incendios, ciclones e inundaciones, en curación y transportes de heridos civiles y militares por la Estación Sanitaria del Cuerpo y en su Dispensario de niños pobres, S. M. el Rey q. D. g. y en su nombre la Reina Regente del Reino, ha tenido a bien conceder el título de “Muy Benemérito” al expresado Cuerpo de Bomberos del Comercio de la ciudad de Matanzas como justa y merecida recompensa de los eminentes y filantrópicos servicios realizados por el mismo; siendo al propio tiempo la voluntad de S. M. que esta resolución se publique en extracto en Gaceta de esta Corte, y en la de esa Capital. —De Real Orden lo digo a V. E. para su conocimiento y efectos oportunos. Y acordado por S. E. su cumplimiento con fecha dos del actual de su orden se publica en la Gaceta de la Habana, para general conocimiento. —Habana, seis de julio de 1897. —El Secretario General: Manuel López Gamundi.
En 1889, el 29 de diciembre, el Cuerpo de Bomberos de la Habana organizó y llevó a cabo una magnífica fiesta bomberil, invitando para ella a todos los cuerpos de la Isla. Matanzas envió su representación, y en aquella justa peligrosísima, por tratarse de un simulacro, y por que en ella iba el anhelo, el amor propio de cada cuerpo por obtener el triunfo, la institución bomberil de Matanzas, por medio de uno de sus miembros, logró arrancar de las llamas una bandera que se había puesto en lo más alto del edificio que se quemaba, obteniendo el lauro de destreza, arrojo e intrepidez.
Ya he dicho el número de casos que se atendieron en la Estación Sanitaria, y el número de niños inscritos en el Dispensario. Es bueno hacer constar aquí, que en la Estación Sanitaria del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, se han atendido muchos lesionados que han traído de pueblos comarcanos como Unión de Reyes, Sabanilla del Encomendador, Cidra, Limonar y otros, así como frecuentemente la ambulancia del cuerpo la piden los Alcaldes respectivos para trasladar al Hospital Civil a muchos heridos.
Me ocuparé, pues, de hacer un resumen de los servicios prestados por la institución desde 1885 hasta 1922, o sea en un período de treinta y ocho años el cuerpo ha concurrido a 144 incendios y 267 alarmas de incendio. Ha prestado servicios especiales con motivo de ciclones 4 veces y 3 veces con motivo de inundaciones. Ha acudido a 3 derrumbes y montado 424 retenes y 79 servicios especiales, con un gran total de servicios de 924. Aquí no se cuentan las desinfecciones que practicó la sección sanitaria en las epidemias que han azotado, a Matanzas, accediendo a los ruegos de las autoridades de la colonia.
Justo es que en este breve historial, puesto que sobre el cuerpo de Bomberos de Matanzas hay mucho que decir, consigne a manera de pobre y humilde ofrenda de recuerdo y de compañerismo, unos párrafos para los que han pasado ya a otra vida y que dejaron ésta en cumplimiento de un deber.
Me refiero a los tres bomberos que han muerto en acto de servicio. El primero que cayó, aplastado por una colosal paca de heno, en un fuego ocurrido el 22 de julio de 1899 en un depósito de forraje del Gobierno Interventor, fué el bombero Leopoldo Torres, perteneciente a la brigada de Pitón Izquierdo, y que trabajaba esa noche en uno de la bomba “Yumurí”. El recuerdo de Leopoldo Torres, aún vive en el corazón de los que aman esta institución, y a su memoria, ya que las circunstancias no nos han permitido levantarle el monumento que se merece, se conserva en una urna, colocada en un salón del cuartel, su casco y el pitón de la bomba, ambos horriblemente aplastados.
Años después, el 30 de marzo en 1912, con motivo de uno de los incendios más voraces e incontenibles que se declaró en el almacén y ferretería de los Sobrinos de Bea y Co. (sucesores de don Tiburcio Bea, primer jefe que fué de la institución) situado en las calles de Independencia y Matanzas, también cayeron para siempre los hermanos Alejandro e Isidoro Padilla, pertenecientes a las brigadas de Salvamento y Pitón derecho. Los hermanos Padilla, al igual que Torres, perecieron horriblemente mutilados, conservándose los cascos y el pitón, en la urna a que me he referido.
El Cuerpo de Bomberos de Matanzas, como entidad humanitaria, cumplió con sus muertos queridos como debía hacerlo. Sintió profundamente ese acerbo dolor de la separación por la muerte. A ellos levantó un altar en un lugar preferente, porque esa urna para los bomberos representa la consumación del sacrificio, el apurar de la copa amarga hasta las heces, y todos los años, sin que se haya pasado uno, una comisión de bomberos visita las tumbas, tristes y solitarias y deja caer sobre ellas ramos de perfumadas flores.
La institución bomberil ha tenido también su ofrenda de sangre. Le toca ahora a los matanceros reconocerla y llamar a esas victimas, como se debe: HÉROES.
Y ya que de eso tratamos, no puede pasarse por alto un acontecimiento ocurrido en la institución que, vino a premiar en parte la obra constante y abnegada del más grande bombero que ha tenido Matanzas: don Enrique Estrada. A Hamel se le debe la fundación del cuerpo; a don Tiburcio Bea, que continuara su marcha y que se trajeran los primeros materiales; a don José M. Castelló la fundación de la Estación Sanitaria; a Domingo L. Madan, la del Dispensario para niños pobres, y a don Enrique Estrada, la construcción del cuartel, que a mi juicio, ha sido la obra más portentosa que se ha realizado en la institución.
Nada más justo entonces que enseñar a las generaciones sucesivas de aquella, la vida ejemplar de un ciudadano y su labor en pro de la sociedad en la que convivía, por eso fué que, a raíz de la muerte de don Enrique Estrada se acordó y fué cumplido, poner al cuartel el nombre de aquel esclarecido Jefe y ciudadano. Ese acto tuvo efecto en la mañana del día 3 de diciembre de 1917, asistiendo al mismo las autoridades y sinnúmero de invitados de la mejor sociedad matancera.
En cuanto a servicios especiales el cuerpo de Bomberos de Matanzas ha prestado muchos y buenos. Ha concurrido a incendios habidos en pueblos comarcanos, como Madruga, Mocha y en Unión de Reyes, en tiempos de la Colonia.
Se conserva una comunicación del Secretario del Ayuntamiento de la Villa de Colón, fechada en 18 de septiembre de 1893, mediante la cual y cumpliendo acuerdo del Consistorio, da las gracias al Cuerpo de Bomberos por haberse dispuesto a salir para aquella Villa con motivo de un incendio ocurrido el día doce del propio mes, no llegándolo a efectuar por haberse comunicado a tiempo la localización del fuego.
Y más cerca aún, en 1918, el 7 de diciembre, se declaró un violento incendio en los depósitos de azúcares que en la ciudad de Cárdenas posee el señor José Arrechavala. Un telegrama recibido en Matanzas a las siete de la mañana, puso en movimiento al cuerpo y dos horas después estaba todo listo, saliendo a las once (por demora de las autoridades) un contingente de la primera compañía, de cincuenta hombres, entre jefes y oficiales y bomberos, la bomba “Cuba” y el carro de mangueras No. 1, con su equipo completo.
A las tres de la tarde comenzó a funcionar el material de Matanzas con dos potentes chorros de agua hasta las dos de la madrugada del siguiente día, en que la bomba Cuba dejó de funcionar para siempre pues se le quemó la caldera, sin que hasta la fecha y por cuestiones económicas, se le haya podido poner otra. No obstante, cuando ocurrió este accidente, ya el fuego de Cárdenas estaba dominado, faltando solamente el trabajo de escombreo.
Como quiera que la institución de bomberos en Matanzas nunca fué ni ha sido un sitio para encumbrarse o ganar indulgencias, sino que por el contrario ha representado para los jefes de la misma serias responsabilidades y trabajos sin cuento, voy a renglón seguido a dar la lista de estos como recuerdo para los que ya no viven y prueba de agradecimiento para los que todavía ven y recuerdan sus tiempos de entusiasmos, primero, y decepciones amargas, después.
Don Rafael B. Hamel y Roberto, fundador del Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 de Matanzas, en 16 de julio de 1884. Bajo su jefatura se compró un carro de escaleras que todavía se encuentra en servicio. Fué nombrado primer jefe del Cuerpo en Junta general celebrada el 13 de julio de 1884, y desempeñó dicho cargo hasta el 24 de mayo de 1885, en cuya fecha fué nombrado Primer Jefe fundador Honorario.
Don Tiburcio Bea y Urquijo, nombrado primer jefe el día 24 de mayo de 1885. Bajo su jefatura se adquirió la primera bomba que poseyó el cuerpo, “San Carlos”, los primeros equipos, mangueras y se uniformó el personal.
Se trasladó el cuartel a los bajos del palacio Municipal y se instaló la primera red telefónica que tuvo Matanzas, colocándose aparatos en los departamentos de la Audiencia y Juzgados y en los cuarteles militares, y la instalación de las primeras cuarenta cajas de agua. Poco antes de renunciar su elevado cargo se trajo otra bomba de vapor, la “Yumurí”. En septiembre 26 de 1894 causó baja y fué nombrado jefe honorario en 27 de septiembre del propio año.
Don José M. Castelló y Cuní fué segundo jefe del cuerpo y asumió la jefatura de la institución, interinamente, desde el 17 de marzo de 1895. Bajo su dirección se crearon la estación Sanitaria y el Dispensario para niños pobres, los primeros departamentos, en su clase, de la isla. Se hicieron intentos, al mismo tiempo, para la construcción del cuartel.
Don Manuel Leicea y Saracho, fué nombrado primer jefe el día 7 de octubre de 1894 y tomó posesión el día 7 de marzo de 1895 causando baja el 25 de marzo de 1897.
Doctor Luis A. Cuní y Valera, jefe de la tercera sección. Desempeñó la primera jefatura interinamente desde el 8 de junio hasta el 25 de julio de 1897.
Don Alfredo Botet y Surís, nombrado por aclamación primer jefe del cuerpo en junta general celebrada el 23 de mayo de 1897 y causó baja el 28 de agosto 1980.
Don Enrique Estrada y Rodríguez, jefe de la Segunda Sección, Segundo Jefe, asumió interinamente la dirección como primer jefe interino, el 29 de agosto de 1899, en cuya fecha fué nombrado Primer Jefe en propiedad. Durante su jefatura se mejoró notablemente el servicio, tanto por la disciplina de la fuerza (que siempre fué buena) como por la cantidad de ganado, manguera y otros menesteres que adquirió el cuerpo a iniciativa suya.
Fué el que comenzó las obras del nuevo cuartel y las terminó en plena guerra. Se compró la bomba “Cuba” y el extinguidor, y sostuvo durante el tiempo de su jefatura al cuerpo de bomberos en un estado de bienestar y progreso. Renunció su cargo el 27 de mayo de 1909 y en dicha fecha fué nombrado Primer jefe honorario.
Don Silvio Silveira y Gálvez, segundo jefe, asumió interinamente la primera jefatura el 27 de mayo de 1909, desempeñando el cargo hasta el día 15 de marzo de 1911.
Don Isidoro Benavides y Betancourt, nombrado primer Jefe del cuerpo en seis de marzo de 1911, tomó posesión el día 15 del mismo mes y causó baja el 25 de julio de 1911.
Don Eduardo Terán y Ceballos, jefe de la primera Sección desempeñó interinamente la jefatura desde el 24 de septiembre hasta el 3 de octubre de 1911.
Señor Benigno, Jiménez y Salazar, primer jefe de sección, desempeñó interinamente la primera jefatura desde el 2 de octubre de 1911 hasta el 13 de enero de 1913.
Señor Ignacio Pina y Estrada, nombrado primer jefe del cuerpo en la junta general efectuada el 13 de enero de 1913, y causó baja el día 16 de junio de 1915.
Señor Benigno González y García, nombrado primer jefe del cuerpo el 27 de junio de 1915, y causó baja el 21 de febrero de 1916.
Señor Arturo Castro y Valera, segundo jefe. Asumió por sustitución reglamentaria la primera Jefatura en enero 27 de 1916 y causó baja el 17 de febrero de 1916.
Señor Rafael Alandete y Jiménez, miembro fundador del cuerpo, tercer jefe, asumió por sustitución reglamentaria la primera jefatura en febrero 17 de 1916, cargo que desempeñó hasta el 21 de septiembre de 1920, en que fué nombrado coronel primer jefe, sirviendo en este cargo hasta el 8 de diciembre de 1921, en que renunció por motivos de salud, siendo nombrado en consejo de jefes y oficiales en 9 de enero de 1922, coronel primer jefe honorario del cuerpo.
Señor José Elías Llufrío y González, segundo jefe, asumió interinamente la jefatura en 8 de diciembre de 1921 hasta el 14 de enero de 1922 en que fué nombrado coronel primer jefe del cuerpo cargo que desempeñó hasta el 20 de agosto del propio año a petición de la oficialidad del cuerpo, en que presentó la renuncia.
Calimerio Aragón Armendariz, segundo jefe del Cuerpo de Bomberos de Matanzas.
Señor Calimerio Aragón Armendariz, segundo jefe, asumió interinamente la jefatura en 20 de agosto de 1922 hasta el día 16 de diciembre del propio año, en cuya fecha fué nombrado coronel primer jefe, cuyo cargo desempeña actualmente.
Al llegar a este punto de la narración, día dos de agosto de 19231 falleció el señor Aragón † q.e.p.d, después de muchos días de enfermedad, habiéndole sustituido el señor Juan López Aguilar, Segundo Jefe, interinamente.
La Institución aunque tiene carácter civil, debido a la clase de servicio que presta, está organizada militarmente, dándosele a los miembros la correspondiente instrucción militar.
En la actualidad está regida por un consejo superior y además por los tres jefes, los dos capitanes de las compañías, el director del Dispensario, el Contador, Tesorero y Secretario General.
Tiene un Consejo de Jefes y Oficiales, cuyos acuerdos están sometidos a la sanción del Consejo Superior, y una junta general que es la que elige a los jefes. Los jefes pueden asesorarse de estas entidades cuando lo tengan por conveniente.
La primera Compañía está mandada por un Capitán, tres Primeros Tenientes y tres segundos tenientes, así como tres sargentos. Se compone de tres secciones: Obreros, Salvamento y Sanidad. La Segunda Compañía está organizada en la misma forma que la anterior y la componen las secciones de Pitón, Manguera y Bomba.
A la plana mayor se encuentra agregada la banda de cornetas y el vice Secretario.
Voy a dar ahora los nombres de todos los señores que forman la nómina del personal de la institución y los cargos que desempeñan.
Nombre | Rango | Cargo |
Juan López Aguilar (ocupando ese cargo por sustitución reglamentaria) | Coronel | Primer Jefe (vacante) |
Juan López Aguilar | Teniente Coronel | Segundo Jefe |
Francisco P. Arena Altafulla | Comandante | Tercer Jefe |
Jorge H. Piloto y Solares | Capitán | Secretario General |
Ramón Amieva y Dizle | Teniente | Vice-Secretario |
Luis Antonio Betancourt y Lima | Licenciado | Contador |
Sixto E. Lecuona y Madan | Tesorero | |
Antonio J. Font Cuesta | Doctor | Director de la Estación Sanitaria y Dispensario “Domingo L. Madan” |
Guillermo Díaz Bango | Doctor | Ayudante de órdenes |
Roberto Carmona Cuesta | Ayudante de órdenes | |
Antonio Font Tió | Médico | Estación Sanitaria |
Jorge A. Trelles | Médico | Estación Sanitaria |
Vicente Tormo Amador | Médico | Estación Sanitaria |
Emilio Ribot y Capiro | Capitán | Primera Compañía |
Luis Alvarez Reyes, Antonio Piñeiro y Yorka, Manuel Marrero Ayllón, Arnaldo Ross y Manzanares, Adolfo de la Torre e Isla y Tito F. Arenas y Altafulla. | Tenientes | |
Lino Sempé y Cañada | Capitán | Segunda Compañía |
Alfredo Pérez Hidalgo Gato, Ricardo Lluria y Hernández, Antonio Rodríguez y Sobrado y Antonio Díaz y Martínez. | Tenientes | |
Samuel Cabrera y Espinosa y Aurelio Sust y Llanos | Practicantes | La Estación Sanitaria y el Dispensario están atendidos por los practicantes. |
Mario Cabrera y Fiallo, Oscar Geerken y Saladrigas y Aurelio Hurtado de Mendoza y Buigas | Practicantes Honorarios | Estación Sanitaria y Dispensario. |
Carlos Feliú y Simpson | Sirviente | Estación Sanitaria y Dispensario. |
Anselmo del Cabo Suárez y Abelardo Sanchoyerto Folto | Personal Permanente | |
Rafael Galindo Valdés y Manuel Pérez y Pérez | Maquinistas | |
Joaquín Cacicedo y Delgado, Manuel Campa Dencás, Plácido Castillo Alimañi y Francisco Villalba Pérez | Telefonistas | |
Andrés Calle y Calle | Conductor y Maquinista Auxiliar. |
Se han extendido títulos de “Bombero Honorario” a favor de los señores:
- Eduardo Bellido León,
- Gabriel Ferrer y Oliva,
- Dr. Miguel Garmendia y Rodríguez,
- Sixto García Vigil,
- Timoteo Ordóñez y del Campo
- Comandante James H. Wilson (Gobernador Militar de la Provincia de Matanzas y del gobierno interventor)
Aquí, pues, tiene el lector, aunque a grandes rasgos, la historia del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas. La generación actual haciendo para ello grandes esfuerzos, conserva esta institución que representa la fortaleza y la hidalguía de otra generación pasada.
Los mismos servicios que se prestaron ayer, se prestan hoy. El “materialismo” muy en boga, todavía no ha minado muchos corazones.
Bien es cierto que antes era mayor la suscripción pública, que había muchas más personas que se prestaban para realizar esos gratuitos servicios y que ciertos síntomas nos hacen pensar en que hay algo nuevo en esta generación que no lo tuvo la otra; pero las autoridades suplen, en parte, lo que el sentimiento popular ha dejado de ofrendar y el Cuerpo de Bomberos, por lo tanto, ha continuado por la senda que le trazaron sus nobles fundadores.
Hay mucho que hacer, no obstante lo hecho. La miseria del pueblo no es menor hoy que ayer. Las señales de los tiempos dicen ¡Adelante!
¡Adelante, sí, bomberos de Matanzas!
Jorge H. Piloto (Agosto 4, 1923).
Bibliografía y notas
- Se agradece la gentileza de la señora Carmen Teresa Zamora, nieta de Calimerio Aragón Armendariz, Primer jefe del Cuerpo de Bomberos de Matanzas. ↩︎
- Piloto, Jorge H. “El Benemérito Cuerpo de Bomberos.” Magazine de La Lucha, 1924, 41-49.
- Silsby Manu’F’G Co. builders of the Silsby Rotary Steam Fire Engines. New York: H. W. Knight Book and Job Printer, 1877. [En línea]
- El Cuartel del Cuerpo de Bomberos de Matanzas.
- Personalidades y Negocios de Matanzas.
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