En 1912 presentó Miguel Pérez su carro para recoger la basura de la Habana. Andando, andando, la mañana del viernes, advertimos en el paseo de Martí, frente al hotel “Pasaje”, un carro limpio, elegante, alrededor del cual se congregaba una gran muchedumbre. Había allí mucho elemento oficial, un Secretario del Despacho nada menos, varios ingenieros y el consabido grupo de periodistas, los reporteros, que están, como Dios, en todas partes.
Quisimos saber por qué se había reunido allí tanta gente y, sobre todo, qué papel desempeñaba el carro que nos había llamado la atención.
Pronto supimos que se trataba de practicar las pruebas de un nuevo sistema para recoger las basuras de las calles que ha inventado un cubano muy inteligente y muy habilidoso que se llama Miguel Pérez, y que todo el mundo, incluso la Junta Superior de Sanidad, asegura que es el modo más higiénico para efectuar la prosaica operación referida.
Al oír estas noticias quisimos conocer al protagonista de tan original idea, y estrechar la mano de un cubano que se permite el lujo de ser inventor, aquí en donde la mayoría vive de las ideas ajenas. Satisfizo nuestro deseo el joven abogado, doctor y no sabemos si también general, Mario Díaz Irizar.
La conversación con el Sr. Pérez nos ha dado motivo para escribir estas líneas en que vamos a contar a los lectores de El Fígaro en qué consiste el útil invento que está ahora sobre el tapete y que no dudamos será adoptado oficialmente.
Consiste en un carro de hierro galvanizado, inoxidable y propio, en consecuencia, para ser lavado y desinfectado convenientemente; y en unos envases del mismo material, provistos de tapas con ajustes adecuados para su cierre hermético. Estos envases afectan dimensiones que corresponden exactamente con las de las compuertas de los carros, y son de cómodo manejo para facilitar su acarreo.
El empleado de Obras Públicas, encargado de este servicio, recoge el envase, lo coloca en la compuerta del carro y con sólo un movimiento, descarga su contenido, siendo devuelto el envase por un procedimiento mecánico, después de quedar vacío rápidamente, y dejando el carro cerrado de nuevo.
Dadas las condiciones higiénicas del sistema de Miguel Pérez, la Junta Superior de Sanidad lo ha recomendado con muy buen acuerdo, aconsejando, además, que el trabajo de la recogida diaria de las basuras, se efectúe en las horas de la mañana y no por la noche, para mayor comodidad del público.
Para hacer viable el invento del Sr. Pérez, se ha constituido una compañía bajo el nombre de “Sanitary Dungcart Co.” de la cual es gerente general el conocido hombre de negocios Sr. Luis Ballcorba y a la que representan los reputados doctores Ricardo Dolz y Mario Díaz Irizar.
Ya era hora de que la Habana entrara en el camino de la civilización. A cualquier hora que los vecinos de esta Capital cruzaban las calles a media noche, presenciaban el repugnante espectáculo de los sucios y mal olientes cajones llenos de basuras, cuando no tropezaban con el carro abierto lleno de inmundicias.
Después de efectuadas las pruebas ante el Secretario de Obras Públicas y otros distinguidos funcionarios, el señor Ballcorba obsequió a los concurrentes con un espléndido “lunch”, en el comedor del hotel Pasaje.
Se cambiaron frases de congratulación entre el elemento oficial y los representantes de la Compañía, despidiéndose todos con la seguridad de que el invento del señor Pérez será pronto una hermosa realidad.
Mayo, 1912,
Chroniqueur.
Bibliografía y notas
- “Reformas Urbanas. Un invento del Sr. Pérez”. Revista El Fígaro. Año XXVIII, núm. 20, 19 de mayo 1912, p. 297.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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