El infortunado Ramón Pintó —ilustre hijo de Cataluña y uno de los precursores de la independencia cubana— víctima de un obscuro proceso que culminó en su ejecución en el cadalso, para que salvaran la vida centenares de personas complicadas en una vasta conspiración separatista, tal vez la mejor organizada de cuantas se tramaron en este país contra la soberanía de España, fundó el Liceo Artístico y Literario de la Habana, el 19 de octubre de 1844, estableciéndose en uno de los mejores edificios de la calle de Mercaderes.
Era la primera sociedad de esa índole consagrada al fomento de las letras y las bellas artes a la cual prestó su protección decidida el gobernador general.
Con el título de Liceo de la Habana publicaba una revista semanal en la que se insertaban las obras leídas y premiadas por dicha sociedad.
Hallábase dividida en varias secciones, como todos los Ateneos, que eran la de ciencias, la de literatura, la de bellas artes, la de música y la de declamación, cada cual con su mesa facultativa, que se componía de un presidente, un vicepresidente, un director, un vicedirector, un secretario y un vicesecretario.
La sociedad Liceo de la Habana, por ser cubana arrastró una vida lánguida y, a pesar de la protección oficial, el número de socios nunca pasó de quinientos; pero, en su mayor parte personas cultas y adineradas, tuvieron a gala sostener una institución que hacía gran honor al país.
El Liceo fue, puede decirse, el molde y patrón en que se han calcado las sociedades regionales españolas de Cuba que han alcanzado entre nosotros tan alto grado de prosperidad.
El Liceo introdujo la costumbre europea de los Juegos Florales y estableció certámenes públicos con premios en metálico para los autores de las mejores obras presentadas; pero en aquella época el movimiento intelectual en Cuba era casi insignificante y la sociedad, con tan poderosos alicientes, arrastró una vida muy lánguida.
La aspiración suprema de todos los cubanos de elevado corazón en el pasado siglo, fué la difusión de la enseñanza popular gratuita, como único medio de formar ciudadanos dignos y conscientes.
La tiranía actuó siempre victoriosamente sobre la ignorancia popular. En tal sentido el Liceo estableció clases gratuitas de una manera generosa y eficaz, fundando diez y seis aulas que, sin retribución alguna, desempeñaban los más reputados profesores de aquel tiempo.
Se explicaba arquitectura, dibujo lineal elemental, dibujo completo y natural, francés, inglés, fisica, esgrima, grabado en madera, higiene, griego, literatura, historia natural, música, psicología y pintura de decoracion.
No creemos que, desde entonces a la fecha, la iniciativa particular cubana haya creado nada parecido ni siquiera se haya pretendido hacerlo.
Al Liceo acudían a exhibir sus obras los artistas que se detenían de paso para Europa o América en la Habana, y el Liceo hizo conocer muchas notabilidades que de otro modo hubieran pasado por Cuba inadvertidas.
Tanto auge llegó a adquirir esta sociedad que a fines de 1858, el producto de los espectáculos celebrados en sus salones o en los teatros habaneros pasó de ochenta mil pesos.
Sus recursos fueron en aumento, más por la clase de hombres que constituían la institución que por sus entradas mensuales, al extremo de poder comprar a Pancho Marty, en 1857, el gran teatro de Tacón, en la respetable suma de 750,000 pesos fuertes.
Fue esta cantidad satisfecha no sólo por el edificio sino por sus almacenes de vestuario, mobiliario, decoraciones y todas las pertenencias que el travieso catalán había sabido allegar al teatro durante los veintiséis años que fué de su propiedad.
Para él, según explicaciones dadas en otra ocasión, la venta del teatro de Tacón al Liceo fué otro negocio y aún lo volvió a ser más adelante cuando dueño Marty de la mayor parte de las acciones, volvió a quedarse con el coliseo mediante una evolución que demuestra lo agudo que era y lo bien que conocía a sus contemporáneos.
El capital de 750,000 pesos fuertes con que se hizo frente a la compra del teatro fué constituido todo por miembros del Liceo, lo cual demuestra la importancia de esa sociedad en la que figuraban los hombres más prominentes y acaudalados de la Habana.
Alvaro De La Iglesia.
Habana.
Bibliografía y notas
- De la Iglesia, Alvaro. “Del pasado de Cuba: El Liceo Artístico y Literario de la Habana ”. Cuba en Europa, año VII, núm. 140, abril 1916, pp. 5-6.
- “Renace el Liceo Artístico y Literario de La Habana”. Habana Cultural, 11 de noviembre de 2016, http://habanacultural.ohc.cu/?p=23515
- Personalidades, Instituciones y Negocios de la Habana.
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