Fondo rojo, muy rojo, como si en su suelo se hubiera vertido toda la pintura que fabrican los mataderos de la Argentina. Rojo de sangre de toro que forma charcos y lagunatos en los días de lluvia y pone á transeúntes, carros y ganado como si regresaran de feroz batalla campal. Pero no es más que ilusión óptica: todo depende del color. El Vedado es alegre, pintoresco, risueño.
La malva, los aromas, el espino, los aloes, las lantanas[1], los lirios de playa, que cubren el áspero risco de formación madrepórica de su costa, exhalan gratos y sanos olores que se entremezclan y confunden con el pronunciado á salitre, á marisco, á ostra que produce el rocío arrojado por la cresta del oleaje limpio, trasparente, viniendo del mar azul, inacabable y eterno, para romperse entre los bajos arrecifes, llenándolos de blanca espuma y mugiendo de noche, con rumor de sordo y lejano trueno, profundo, prolongado, eco que rueda á lo largo del próximo farallón ó acantilado, alegre ya de haberse librado desde muchos siglos, merced á un levantamiento del terreno, del embate perpetuo del oleaje.
La extraña vegetación de la playa, los cactus, el poleo[2], la verbena, las campánulas y la hipomea[3] silvestres hacen estallar sus flores de vivo color blanco, amarillo y rosa que tira á solferino entre las grietas oscuras del agujereado y esponjoso peñasco, compartiendo los dominios de la dura roca con la fauna especial de caracoles é iguanas, de mariposas y de pájaros, cada vez más raros en la parte en que avanza el trazo firme de una grande y moderna ciudad que ya se esboza á ambos lados de la recta línea del tranvía, cuyos rieles, cables y postes, van á unirse en punto lejano del horizonte donde elevan su silueta, azulada por las brumas y la distancia, ondulada cordillera de montañas.
Entre la verde copa de los árboles de floras exóticas y de la flora cubana, levantan sus caprichosos techos nuevos y flamantes, cubiertos de terracota, amianto ó teja metálica, casas de ligera y reciente construcción, rodeadas de fuentes, jardines bien cuidados, de otro corte y disposición que los enormes jardines del Cerro donde todo es exceso confuso, abrumador del lujurioso follaje de la vegetación tropical.
Las rosas, los claveles, las dalias y las lilas asoman en ramilletes sus flores bajo glorietas y cenadores cubiertos de lianas y en canteros cuvas líneas simétricas señala el césped bien cortado.
Es, sin duda, el Vedado trazo ó esbozo de una gran ciudad de tipo moderno, construida conforme los consejos de la estética y de la higiene. Las casas aisladas, rodeadas de jardines con plantas y flores que purifican, entre vivienda y vivienda, el ambiente y le embalsaman;
Levantadas del nivel del suelo, con sus cuatro fachadas, por lo general, del mismo modo ordenadas y atendidas; con sus dependencias, caballerizas, cocheras, apartadas del edificio principal y defendidas por rejas sólidas, pero no tan imponentes é inhumanas como las de Jesús del Monte y del Cerro; con sus calles anchas, rectas, hermosas, sombreadas por el movible y bien dispuesto ramaje de los esbeltos álamos; con nutridas líneas de telégrafos, teléfonos, cables, blancas bombas de luz eléctrica, revela desde muy lejos que ha alcanzado los beneficios y recomendaciones de una urbanización á la moderna.
La desembocadura del bello río Almendares, obstruída como casi todos los ríos de Cuba por barras de fango; las humildes y pobres chozas de pescadores linfáticos, soñolientos y descalzos que se pasan penosamente la vida á cuestas con sus cachuchas, arrastrándolas más penosamente en la orilla de tierra que en la alta mar, cargados de chinchorros, nasas, tarrayas, redes, cañas y anzuelos.
Las canteras donde truena el pistolete lanzando trozos de roca y la larga línea de copas puntiagudas de los cipreses del Cementerio de Colón, imprimen notas típicas y originales á este hermoso y simpático caserío, siempre arrullado por el rumor perenne de las azules ondas, siempre refrescado por la constante brisa que agita el ramaje de sus árboles y arrebata los jazmines de sus lianas que caen al suelo como blanca y perfumada escarcha, cargados de límpidas gotas de rocío, al primer beso del sol de la mañana.
Y siempre saturado del olor penetrante de las yerbas, que recuerdan prados de recién cortado lúpulo ó de heno, confundido, diluido, mezclado con el olor marino que exhalan los líquenes y algas de la costa rocallosa y que tanto contribuye á mejorar la sazón el apetito ante la mesa de sus aéreos hoteles.
Hay otra nota típica en el caserío del Vedado, cuyo nombre proviene del terreno en que está situado y donde se prohibió ó vedó cortar leña para carbón y que ha sustituido, sin ventaja, el más sonoro de Carmelo.
Esa nota la da el Castillito situado hacia la boca del Almendares, esbelto, bien conservado en su islilla de roca, con su escalera tan bien construida que parece cortada en un solo bloque de piedra, con el escudo ante la puerta del alto rastrillo de inscripción arcaica perfectamente legible y que por las tardes, cuando el poniente tiñe de rosa las enormes masas de nubes ó la extensa superficie del mar; ó bien de noche, cuando ancha faja de luz de luna riela en el mar con resplandores de plata, el castillito, recorta sobre el fondo luminoso, en negras líneas, los rígidos contornos de sus revellines y bastiones.
Si solitaria embarcación se acerca dibujando también el negro espectro de sus mástiles, casco y velas, despiértanse en la imaginación escenas medioevales en que se mezclan, confusamente evocadas, ideas de castellano orgulloso y doncella aprisionada, de galán que astuto y osado ronda y de trovador que al son de la vihuela emite cantos que se confunden con suspiros salidos de las celosías cubiertas de cristales y de rejado…
Este pequeño fuerte de la Chorrera es contemporáneo de Cojímar y ambos completaban á barlovento y sotavento, el sistema general de defensa de la ciudad, amurallada, amparada en su puerto por los imponentes castillos de la Fuerza, el Morro y la Punta que figuran como blasón en su escudo. Las obras de este castillo habían sido costeadas por los vecinos de la Habana y dispuso el gobernador, D. Alvaro de Luna, que su defensa y guarda se confiara á una guarnición de cubanos.
Fué batido en los días 9 y 10 de Junio de 1762 por los navíos ingleses Belleisle y Nottingham, en tanto que las fragatas Cerberus, Mercury y Bonetta hacían fuego contra el bosque y loma de S. Lázaro, defendidos por el coronel D. Alejandro Arroyo y Regidor D. Luis de Aguiar al frente de un millar escaso de milicianos y sin más fortaleza que la débil é inútil que pudiera brindarles el torreón de S. Lázaro, puesto allí de vigía, para comunicar con el Morro la presencia de algún buque sospechoso.
Este ataque fué para proteger el desembarco de Lord Albemarle y sus tropas hacia Punta Brava. El torreón de la Chorrera sostuvo valientemente el combate que por la parte de sotavento le hacía la escuadra enemiga hasta que, agotándose las municiones, tuvo su guarnición que acogerse á las murallas de la ciudad dejando también indefenso á S. Lázaro, donde levantaron los ingleses, desembarcando por la Caleta, una trinchera en que á la par que la de la Cabaña, recién tomada también, dominaban las murallas y fortalezas de la ciudad.
Casi todos los que hemos vivido algo más de treinta años hemos visto surgir el actual caserío del Vedado.
Poco antes era sólo vasta y solitaria playa como cualquier otra de las de Cuba, cubierta de uveros, aromas, cactus é hicacos, donde sólo se oía el ruido del hacha del picapedrero ó el atronador del barreno que desmoronaba la roca para emplearla en las construcciones de la Habana.
Hoy todo ha cambiado, las brisas, los baños, los chalets, los jardines, las flores, el tranvía eléctrico y la luz de arco voltaico han a llenado de vida y atractivos aquel barrio que levanta sus lindas y caprichosas viviendas entre el verde follaje de sus árboles, sobre la masa compacta de su rojo, muy rojo suelo.
Bibliografía y notas:
[1] Lantana: f. Arbusto originario de América, cultivado hoy como planta ornamental, que puede crecer hasta dos metros, de ramas espinosas, hojas aovadas, flores de diversas tonalidades, especialmente amarillas, y fruto pequeño, negro y carnoso. (R.A.E.)
[2] Poleo: m. Planta herbácea anual, de la familia de las labiadas, con tallos tendidos, ramosos, velludos y algo esquinados, hojas descoloridas, pequeñas, pecioladas, casi redondas y dentadas, y flores azuladas o moradas en verticilos bien separados. Toda la planta tiene olor agradable, se usa en infusión como estomacal y abunda en España a orillas de los arroyos. (R.A.E.)
- Meza, Ramón. “El Vedado.” Revista Ilustrada Cuba y América, Junio 1903.
- Personalidades y Negocios de la Habana.
Deja una respuesta