Estrada Palma, Primer Presidente de Cuba por Herminio Portell Vila para Bohemia (Parte 1). Tomás Estrada Palma vino al mundo el 6 de julio de 1832 (9 de julio de 1832)1, en contra de lo que siempre han afirmado sus biógrafos, que han dado como fecha de su nacimiento la de 9 de julio de 1835, o sea, 3 años más tarde.
La partida de bautizo de Estrada Palma, que figura en su expediente de estudios en la Universidad de La Habana, es prueba irrefutable de lo que afirmamos.
“Año del Señor de mil ochociento treinta y dos, lunes seis de agosto, yo, el Bachiller don Lorenzo Pérez, Presbítero, con licencia y asistencia del Señor Cura Rector de esta Villa del Bayamo, y en ella Vicario Juez ecleciástico Auxiliar Presbítero Doctor don Diego José Baptista, puse óleo y crisma con las bendiciones eclesiásticas a un párvulo de veintinueve días nacido, bautizado insolennemente en caso de necesidad
Folio 95, del tomo 396 de Bautismo de Blancos, Año de 1832
pr. el dicho presbítero Pérez al qe. puso pr. nombre Tomás Cirilo José de la Candelaria, hijo legítimo de don Andrés María de Estrada y doña María Candelaria de Palma, Abuelos paternos, el doctor don Manuel José de Estrada y doña María Candelaria Tamayo. Hicieron de padrinos los referidos abuelos paternos; testigos don Marcial Fontayne y don Jesús Fonseca y pa. que conste lo firmo. Doctor Diego José Baptista. Bachiller Lorenzo Pérez.”
Los padres de Estrada Palma eran bayameses acomodados cuyo principal capital, como cuadraba a las gentes de su condición en aquella comarca, desde hacía siglos, estaba invertido en la hacienda ganadera, D. Andrés María Estrada y Palma y doña Candelaria Palma y Tamayo, los padres de Tomás, pertenecían a familias muy antiguas de la localidad, y estaban emparentados con los mejores elementos de la sociedad bayamesa, donde casi todo el mundo tenía entre sus apellidos los de Estrada, Tamayo, Palma, Odoardo, etc.
El abuelo paterno de Estrada Palma lo era el doctor Manuel José de Estrada, profesional bien conocido de la jurisdicción del Cauto; pero el nombre de Tomás le fue impuesto en honor del abuelo materno, Don Tomás de Palma rico terrateniente de la comarca.
Cuando ya había completado “Tomasito” todos los estudios posibles en Bayamo sus padres decidieron enviarlo a La Habana, para que completase el bachillerato e ingresase en la Universidad. Don Andrés y doña Candelaria soñaban con que su hijo fuese abogado, como lo eran Céspedes, Figueredo y otros, que brillaban en la sociedad bayamesa.
Por tierra y por mar, ya que no había comunicación directa con la capital de la Isla, hizo el viaje a La Habana el estudiante provinciano que quedó deslumbrado con la ciudad de que tanto había oído hablar, Estrada Palma tenía entonces quince años de edad y eran los tiempos en que comenzaba la agitación política que llevaría a las conspiraciones de la Mina de la Rosa Cubana y del Club de La Habana, a las cuales él permaneció ajeno, mientras completaba los estudios necesarios para ingresar en la Universidad.
En La Habana democratizó su nombre y lo despojó de la partícula “de” a que tan afectos eran sus mayores y así fué simplemente Tomás Estrada Palma.
A pesar de la intranquilidad prevalente en la Isla, con ocasión de la toma de Cárdenas por Narciso López, en mayo de 1850, el joven Estrada Palma no abandonó sus estudios.
Sus mentores en La Habana eran el poeta José Fornaris y los abogados José María y Miguel de Céspedes, todos ellos bayameses y no muy afectos a España. De ese modo, cuando el nueve de agosto de 1850 Tomás Estrada Palma acudió a matricularse en la Universidad, secularizada pocos años antes; pero que seguía instalada en el viejo Convento de Santo Domingo, le acompañaban sus coterráneos, los cuales testificaron a su favor en el expediente de limpieza de sangre que era preciso seguir antes de ser aceptado.
Al empezar el curso de 1850-1851, el bayamés Tomás Estrada Palma ya estaba matriculado para estudiar filosofía y resultó un alumno excelente, concienzudo y aprovechado, que pasó sus exámenes con la calificación de sobresaliente y al cual se referían con elogio profesores y condiscípulos.
Las pruebas de curso se concluyeron el 23 de julio de 1851 y pocos días después desembarcó en la Vuelta Abajo la ultima y desdichada expedición de Narciso López que en vano trató de lanzar a los cubanos a la revolución por la independencia.
En Sancti Spiritus y en Camagüey había habido alzamientos, los de Armenteros y Agüero, ahogados en sangre por el tirano Concha, y las repercusiones de estos movimientos políticos me hicieron sentir en toda la Isla y llegaron a Bayamo y a Santiago.
En la propia Universidad, al celebrarse los ejercicios de grado con asistencia del Capitán General, José Gutiérrez de la Concha, un graduando agotó el espacio del frente en una pizarra en que demostraba sus conocimientos, y al ser vuelta la pizarra para seguir escribiendo en el reverso de la misma, ante el asombro de los más, y los gritos de rabia y las risas de los espectadoras, divididos en dos bandos, surgió un letrero en grandes caracteres que proclamaba:
“¡Viva Narciso López!”
Preso el estudiante Ponce de León, compañero de Estrada Palma, se le juzgó único culpable de lo ocurrido y las autoridades prefirieron no seguir las averiguaciones contra los demás.
No hay dato alguno que permita afirmar que aquel estudiante bayamés, de seriedad y formalidad superiores a sus años, tuviese nada que ver con aquellos sucesos, y sus estudios continuaron normalmente y con distinción en los años subsiguientes, hasta que en 1854 Estrada Palma los completó y solicitó el examen de grado.
Se matriculó enseguida en la Facultad de Derecho y empezó en 1854 sus estudios de jurisprudencia, que abandonó dos años más tarde pera seguirlos en Sevilla, España, por poco tiempo.
No hay dato alguno que nos permita saber por qué fué que Estrada Palma, que tan brillantemente había seguido su carrera en la Universidad de La Habana, de repente decidió emigrar de Cuba para matricularse en la Universidad de Sevilla.
Si se tiene en cuenta, sin embargo, que aquellos eran los años de la Conspiración de la Vuelta Abajo y de la Conspiración de Pintó; es muy probable que la situación política de la Isla tuviese que ver con la determinación de ir a estudiar en la Península.
Las noticias que recibía de la familia, allá en Bayamo, no eran muy tranquilizadoras. Los jóvenes de la Sociedad Filarmónica estaban en abierta pugna con los elementos pertenecientes a la guarnición española y uno de ellos, Carlos Manuel de Céspedes, abogado distinguido y que tenía un historial de adversario del despotismo, se había enfrentado con el gobernador de Bayamo, coronel Gómez Rojo, durante un banquete con que los españolizantes celebraban la derrota y la ejecución de Narciso López, y les había afeado su conducta.
Céspedes había sido secundado por su primo, Lucas del Castillo, y por el poeta José Fornaris, el mismo que había respaldado a Estrada Palma para su ingreso en la Universidad, y todos tres, confinados en Palma Soriano, conspiraban contra España y estaban para siempre señalados como enemigos del coloniaje.
Pocos años después, cuando la Conspiración de Pintó, el propio Céspedes había agitado a la opinión bayamesa protestando contra los rigores de la represión española y de nuevo fué castigado, dándosele por prisión el navío “Soberano”, en el puerto de Santiago de Cuba.
Sea como fuere, hacia 1856 se encuentra Tomás Estrada Palma en Sevilla, matriculado en la Universidad y deseoso de alcanzar su título de abogado, con el que regresaría a la Patria para laborar por el régimen del derecho que Cuba necesitaba.
Apenas había comenzado a acostumbrarse al nuevo ambiente, cuando le llegó la desoladora noticia de la muerte de su padre. Estrada Palma renunció por el momento a sus estudios y regresó a Cuba, deseoso de llenar el vacío que se advertía en su hogar y resuelto a ser hombre útil a sus coterráneos.
Un breve viaje le había hecho asomarse a París y de ese modo había recorrido algo de España y de Francia, pero, fundamentalmente, volvía con la visión de su tierra lejana, en la que le esperaban la gloria y el dolor.
Estrada Palma comenzó a administrar su hacienda y con su espíritu de orden y sus métodos progresistas, la mejoró muchísimo.
Al volver del campo, por las tardes, bañado y acicalado, acudía de levita cruzada a la “Sociedad Filarmónica” y de allí alternaban con los Céspedes, los Aguilera, los Figueredo, los Tamayo, los Castillo, los Maceo Osorio y otros personajes de la localidad, casi todos ellos mayores que él pero con los que no desentonaba por aquella austeridad de carácter y aquella seridad que le distinguían.
Sin dejar de admirar las maneras y la cultura de Carlos Manuel de Céspedes, quien era, sin disputa, uno de los favoritos de la sociedad bayamesa, se inclinaba más Estrada Palma a intimar con Francisco Vicente (Pancho) Aguilera, más sencillo y menos rumboso que Céspedes.
En la “Filarmónica” había un vibrante sentimiento cubano, opuesto al del Casino Español, y allí se pronunciaban audaces palabras de oposición al gobierno colonial, cada día más comprometedoras, hasta que un día se convino llevar los temas políticos el secreto de las reuniones masónicas, Estrada Palma ingresó en la Logia “Redención”, donde se trabajaba activamente por la independencia, y muy pronto fué uno de los miembros mas destacados de la misma.
El Teniente Gobernador de Bayamo quiso distinguir a aquel vecino Influyente que había estudiado en España y le nombró para el puesto de Teniente Pedáneo del barrio rural de El Guamo, donde estaba enclavada una de las fincas de la familia Estrada Palma, Estrada Palma, sin embargo, sorprendió al gobernador con sus iniciativas como Teniente Pedaneo y le puso en mucho cuidado.
Combatió la ignorancia y el vicio con fervor de cruzado. En las sitierias y en el pueblo predicó el valor de la instrucción y abogó por la fundación y sostenimiento de escuelas, obra a la cual ofreció su contribución económica y su trabajo personal como maestro.
En sus largos recorridos por los campos, cuando encontraba crías de gallos finos, le afeaba al propietario que se dedicase a semejante atención, que era un simple pretexto para el juego de azar, al apostar en las peleas que se celebraban en las vallas.
Del mismo modo el Teniente Pedáneo tomó en serio la persecución de las timbas y garitos, donde se jugaba al monte y se perdía en unas horas el fruto de meses de trabajo. Sin poder interferir con las loterías autorizadas, contra ellas fulminaba sus condenaciones y así decía a los guajiros y monteros:
—El trabajo es el único que enriquece al hombre y la única riqueza bien habida es la que se logra por medio del trabajo. Dejen a un lado los gallos, la baraja y la lotería y cojan los libros e ilústrense para que sean buenos cubanos.
Poco después Estrada Palma alcanzó a ser regidor municipal y el Ayuntamiento de Bayamo también experimentó los beneficiosos efectos de su gestión.
En el cuartón de El Guamo los campesinos acudían a las clases de lectura de Estrada Palma, donde los modelos usadas eran párrafos del P. Varela, aforismos de Luz y Caballero y versos de Heredia, en todos los cuales palpitaban el sentimiento cubano y la idea liberal.
Al ocurrir el fracaso de la Junta de Información y la ruina del reformismo los cubanos comprendieron que había llegado la hora de lanzarse a la lucha y en Bayamo hubo actos de hostilidad contra los recaudadores de impuestos.
Como castigo, fueron trasladados a Manzanillo, algunas oficinas del gobierno colonial y la indignación local subió de punto. Menudearon las reuniones de los descontentos, entre los cuales dos figuras más influyentes eran Francisco Vicente Aguilera y Carlos Manuel de Céspedes.
Estrada Palma tomó partido por el primero de los dos y recomendó que se obrase con calma para lograr que triunfase el movimiento, que era también la opinión de Aguilera y de varios otros. Por esa actitud de Estrada Palma fué que se le escogió para que se trasladase al extranjero, en un barquichuelo a comprar armas y municiones para la Revolución Cubana.
Enconada la discusión entre los dos grupos que se preparaban para la lucha, el de Céspedes y el de Aguilera, las circunstancias forzaron al primero a actuar, alzándose con la jefatura del movimiento el diez de octubre de 1868.
Los partidarios de Aguilera y los moderados todos se dejaron convencer por el gobernador de Bayamo, coronel Udaeta, para pedir a Céspedes que se acogiese a la legalidad, y se nombró une comisión integrada por Estrada Palma, Rodrigo Mercochini y Ramón de Céspedes, con encargo de entrevistarse con los amigos de Céspedes y gestionar la deposición de las armas.
La reunión tiene lugar en el pueblo de Las Mangas y los otros participantes de ella son Pedro Figueredo, Francisco Maceo Osorio y Donato Mármol. Estrada Palma es quien lleva la voz cantante y dice a los otros señores:
—Es necesario persuadir a Carlos Manuel para que desista del alzamiento, que es prematuro y contrario a los acuerdos de la Junta Revolucionaria. El gobernador está dispuesto a facilitar un arreglo a la cuestión y así se podrán completar los preparativos necesarios. Quisiere oír la opinión de estos señores…
—Yo desearía tener más detalles… —Indica Maceo Osorio.
—No me parece tan fácil hacer desistir a Carlos Manuel…, —añade meditabundo Donato Mármol.
Y Figueredo, quien había estado entre los simpatizadores de Aguilera, declaró positivamente:
—No es posible volverse atrás y sería imprudente hacerlo. El alzamiento se anticipó para escapar a una orden de prisión que había sido dictada. No obstante los acuerdos de San Miguel y la lealtad que debo a Pancho Aguilera, me inclino a seguir ahora la jefatura de Carlos Manuel y lo hago individualmente y sin compromiso para estos amigos…
—Bien, esto decide la situación, —concluyó Estrada Palma, y volviéndose a los señores Mercochini y Céspedes, les dijo: —Amigos míos, mi misión está terminada. He llegado hasta aquí y no regresaré a Bayamo. Pueden manifestarle al gobernador Udaeta y al alcalde Castro que me quedo con los revolucionarios.
Durante los días que precedieron a la toma de Bayamo, Estrada Palma estuvo al lado de los sitiadores y haciendo activa campaña de proselitismo por las cercanías de la ciudad y cuando el 20 de octubre se rindió a discreción la guarnición española, Céspedes le nombró Sindico-Presidente del primer Ayuntamiento republicano de Cuba, con gran satisfacción del vecindario, conocedor de la rectitud y honradez de su coterráneo.
El voto de don Tomás, como ya se le llamaba, fué dado a la abolición de la esclavitud, acordada por el Ayuntamiento de Bayamo, y allí permaneció en su puesto de honor, mientras que los cubanos organizaban sus instituciones republicanas y hasta encontró tiempo para fungir de secretario militar del general Donato Mármol, jefe de la División “Cuba”.
Cuando ante el avance de Valmaseda sobre Bayamo, que no podía ser defendida eficazmente, los bayameses decidieron quemar y abandonar a la ciudad varias veces centenaria, convertida en ruinas Estrada Palma apoyó resueltamente la memorable resolución adoptada.
Valmaseda había proclamado la guerra a muerte, contra los patriotas y sus familiares, y Estrada Palma lo había emplazado ante la Historia, llamándole monstruo comparándole con otros azotes de la Humanidad en un manifiesto publicado en el cuartel general cubano de El Ramón.
Al ser evacuada Bayamo por sus vecinos, la anciana madre de Estrada Palma se unió al éxodo de los patriotas, internándose en los bosques para escapar a la persecución de los españoles.
Al celebrarse la Asamblea Constituyente de Guáimaro, en abril de 1860, Estrada Palma fué elegido diputado a la Cámara de Representantes, por el distrito de El Cobre, y no tardó en entrar en funciones junto a Rafael Morales, Salvador Cisneros Betancourt, Antonio Zambrana y otros patriotas.
En el derrotismo que hizo presa en los cubanos en armas, por aquella época, ante las atrocidades cometidas por Valmaseda, surgió un sentimiento anexionista, que fué general, aunque poco duradero, y ya el nombre de Estrada Palma quedó asociado a esa tendencia política a pesar de que su convicción nacionalista era firme e invencible.
La Cámara de Representantes era nómada y se reunía cuando podía, siempre perseguida por los guerrilleros españoles que odiaban a los legisladores mambises de manera implacable.
Unas veces en Oriente y otras en Camagüey, Estrada Palma y sus compañeros tratan de dar leyes a la Revolución, de mantener vivo el espíritu patriótico, de defenderse y de tener a raya a los jefes militares y al propio Presidente Céspedes, en quienes veían elementos dispuestos a coartar las libertades constitucionales.
Allá por abril de 1871 los soldados españoles sorprendieron la ranchería en que se encontraba refugiada la anciana madre de Estrada Palma, doña Candelaria, Brutalmente la guerrilla ordenó a los infelices prisioneros que se pusieran en marcha, mientras los guerrilleros los seguían a caballo, y todos obedecieron menos la matrona bayamesa.
—No me moveré de aquí sino por la fuerza. Ustedes no tienen derecho a arrancarnos de este refugio por el hecho de ser cubanas y en nuestra propia tierra. No me he de prestar para que me exhiban, a mí, a la madre del Diputado Estrada Palma, por los pueblos.
—Arrástrenla si no quiere venir, —ordenó el jefe. Y así se hizo ante las protestas de doña Candelaria, amarrada por las muñecas a la montura de uno de los caballos. Falta de fuerzas y herida después de haberse caído varias veces, la pobre mujer resbaló y recibió un fuerte golpe, quedando desvanecida y sin poder incorporarse mientras la arrastraban por el suelo.
—Sueltala y déjala ahí; ya está muerta, —dijo el jefe. Y allí quedó tendida una cubana septuagenaria cuya único delito era el de ser la medre de Estrada Palma. Horas después volvió en sí, perdida en el bosque, y se arrastró hasta comer unas frutas silvestres y tomar un poco de agua.
Al cabo de unos días la encontraron unos montunos que en vano trataron de salvarle la vida con sus últimos cuidados, y doña Candelaria Palma viuda de Estrada murió encargando a sus nuevos amigos que diesen a su hijo sus postreras palabras, de amor y de fe en él y en la causa que él defendía.
No pasó mucho tiempo sin que las fuerzas cubanas del general Modesto Díaz, con las que estaba Estrada Palma, capturasen el fuerte “El Congo”, haciendo prisionera a la guarnición española, inclusive el jefe, quien pidió la intercesión de Estrada Palma para evitar que les aplicasen las represalias que eran de rigor, ante las atrocidades que Valmaseda cometía con los cubanos.
El oficial de guardia, al advertir que Estrada Palma se había conmovido con aquella petición, le recordó los horrores que había sufrido su madre, y Don Tomás le replicó:
—La memoria de mi madre es demasiado sagrada para que yo la manche con un sentimiento de venganza. Voy a pedirle al general Díaz las vidas de estos infelices…
Así se agigantaba la personalidad de Estrada Palma entre los mambises y a medida que se hacía mas violenta la pugna entre la Cámara y el Presidente Céspedes, se le veía como uno de los dirigentes del grupo de los representantes enemigos del Ejecutivo. En octubre de 1873, en Bijagual al discutir la Cámara la deposición del Presidente Céspedes, Estrada Palma fué el que con mayor energía lo acusó.
En los oídos de sus colegas, mientras las tropas de Calixto García montaban guardia, la lista de cargos hecha por Estrada Palma con apasionada e injusta acritud, causó un efecto decisivo:
— …El Presidente Céspedes ha establecido el favoritismo y protegido y beneficiado a parientes y amigos suyos con grados militares y altas responsabilidades… Ha infringido la Constitución y pretende erigirse en poder único, echando a un lado las sentencias judiciales… Va camino de convertirse en dictador… Es tan criminal el que se proponga tratar con España sobre otra base que no sea la de la Independencia de Cuba, como el que atente contra los derechos del pueblo…
Las acusaciones del diputado oriental fueron secundadas por Betancourt, Spotorno y sus compañeros, y así fué como Céspedes, el Padre de la Patria, fué depuesto de su cargo de Presidente de la República, en el que le sustituyó Salvador Cisneros Betancourt, mientras Estrada Palma era designado Vicepresidente de la Cámara. En su nueva responsabilidad Don Tomás fué factor de orden y disciplina y más de una vez reprendió a los jefes militares y los llamó a capítulo.
La complacencia que distinguía a Cisneros Betancourt no era, precisamente, la cualidad dominante en Estrada Palma, cuya energía y severidad le habían destacado ante los patriotas. En 1875, al ser elegido Presidente de la República el diputado Juan Bautista Spotorno, Estrada Palma formó parte de su gabinete como Secretario de Relaciones Exteriores y casi en seguida presentó al gobierno, para su aprobación, el proyecto de decreto por el cual se juzgaría y trataría como espías a todas las personas que procedentes del campo enemigo se presentasen a negociar la paz sin la garantía de la independencia.
La medida, conocida después con el nombre de Decreto Spotorno llevaba la marca del carácter de Estrada Palma, quien la refrendó y después la haría cumplir.
A principios de 1876, cuando la Revolución agonizaba, Tomás Estrada Palma fué elegido Presidente de la República y se aplicó a salvarla.
Casi enseguida, restablecida la concordia entre los patriotas, volvieron a triunfar las armas mambisas y pareció por un momento que se aseguraba la causa de la independencia, Estrada Palma recorrió los Departamentos de Las Villas y Camagüey, inspirando con su ejemplo a oficiales y soldados y empezaba a tener fe en la victoria cuando ocurrió el amotinamiento de los villareños contra Máximo Gómez y Julio Sanguily, en los mismos momentos en que España lanzaba todos sus recursos militares contra los cubanos.
Vicente García, nombrado por el gobierno para que se hiciera cargo del mando de Las Villas, desobedeció esas ordenes e ignoró al gobierno, abiertamente insubordinado, y la crisis de la Revolución se acentuó. Todavía el temple de hierro de Estrada Palma se manifestó al ordenar que fuese cumplido el Decreto Spotorno en el caso de Esteban varona y sus compañeros, que se habían atrevido a traer proposiciones de paz; y para contestar a España, por medio del Obispo Pope, que no había otra solución para la crisis cubana que el reconocimiento de la independencia.
En octubre de 1877 regresa Estrada Palma a las tierras de Oriente, y lleva consigo una pequeña escolta que es atacada una y otra vez después de pasado el Cauto, y la cual, ante fuerzas superior, se va dispersando. El día 19, Don Tomás ha quedado solo con su secretario particular José Nicolás Hernández, perseguidos ambos por las tropas del coronel Agustín Mozoviejo que los hacen prisioneros.
Mozoviejo, brutal e iracundo, pregunta:
—¿Quién es usted y que relación tiene con los insurrectos?
—Me llamo Tomás Estrada Palma y ejerzo el cargo de Presidente de la República de Cuba, —respondió con entereza don Tomás, y el militarote barbotó:
—Los cubanos son unos bandidos ¿Dónde está su partida?
—Si hubiese tenido tropas conmigo no sería su prisionero… le hizo observar Estrada Palma.
—Pues le mandaré a fusilar en el acto. —dijo furioso Mozoviejo.
Ante la amenaza, sin descomponerse, comentó Estrada Palma:
—Usted puede hacer lo que guste. Y aprovecho esta oportunidad para hacerle esta declaración: ni usted ni nadie me hará contestar preguntas a que no deba contestar. Debe usted saber, por otra parte, que jamás he tenido la debilidad de mentir…
La intervención de algunos oficiales españoles impidió que Mozoviejo llevase a vías de hecho su amenaza; pero no logró que ese jefe, rudo y poco caballeroso, hiciese amarrar codo con codo a los dos patriotas, que así fueron obligados a seguir a la columna española durante una marcha de más de sesenta kilómetros, hasta llegar a Holguín, donde Estrada Palma encontró en el general Morales de los Ríos a un jefe español hidalgo y cortés.
Ante él ratificó, a preguntas suyas, el patriota cubano, su fe en que se lograría la independencia, y a principios de noviembre ingresaba en el Castillo del Morro, de La Habana, en espera del buque que había de llevarlo a España.
Detrás de él, la Revolución Cubana se desmoronaba e iba a parar a El Zanjón.
La Habana no fué cordial ni generosa con Estrada Palma, sino que lo ignoró y le huyó en su desamparo y su miseria. Después, de ella salieron rumores calumniosos que le acusaban de traidor. En su celda del Castillo del Morro, desesperado y sin poder defenderse, Estrada Palma pasó días bien amargos y allí escribió, de acuerdo con su secretario Hernández, la relación de los tristes sucesos de que había sido actor hasta que le llevaron a La Habana.
Destinaba la narración al agente revolucionario en los Estados Unidos, José Antonio Echeverría, con el propósito de que la hiciera publicar en el periódico cubano “La Verdad”, de Nueva York; pero no encontró quien se hiciese cargo del documento en La Habana y tuvo que seguir viaje con él hasta llegar a Cádiz.
El 5 de noviembre de 1877, a bordo del “Comillas”, Estrada Palma y Hernández, con otros cubanos, van camino del destierro, enfermo el primero y quebrantado el espíritu con el recuerdo de la situación en que dejaba a Cuba.
Apenas dos semanas estuvo Don Tomás en Cádiz, encerrado en el Castillo de Santa Catalina; pero allí encontró cubanos como el doctor Eduardo Cartaya y el señor Pedro Consuegra, quienes se le ofrecieron con toda sinceridad para ayudarle en su aflictiva situacion, y así lo hicieron.
Por mar fueron llevados los presos, con varias escalas hasta Barcelona. A mediados de diciembre llegaba Estrada Palma a Barcelona, todavía ignorante de lo que se proponían hacer con él, y en uno de los periódicos locales leyó la noticia de que el Ayuntamiento había acordado expulsar de las escuelas municipales a todos los alumnos que no hubiesen tomado la comunión. Comentando esta información dijo Estrada Palma a su secretario:
—…La libertad religiosa es la fuente de las demás libertades y da la medida de todas ellas. Es inútil preguntar qué derechos ejerce el pueblo cuya conciencia se tiraniza…
Al tomar el tren en Barcelona para Gerona, rodeado de gran lujo de precauciones, supo don Tomás que él y su secretario quedarían prisioneros en el Castillo de San Fernando de Figueras al que llegaron al día siguiente.
Casi enseguida tuvo lugar el primer choque entre Estrada Palma y el brigadier don Felipe Dolse gobernador de la fortaleza, quien pretendió que los presos asistiesen a misa, a lo que se negó serenamente don Tomás.
Antiguos amigos de Bayamo, entonces residentes en Barcelona y todos tres catalanes de nacimiento, los señores Ignacio de Casas, Jaime […] y Eduardo Quir, acudieron a saludar a Estrada Palma en su encierro y de ellos recibió palabras de aliento y noticias acerca de Cuba, teniendo, además, ocasión de recordar los primeros sucesos de la Revolución cubana, cuando Ignacio Casas por liberal, había sido nombrado regidor del Ayuntamiento republicano de Bayamo del que Estrada Palma era síndico.
Estrada Palma se había traído de Cádiz algunos buenos libros, facilitados por sus amigos, y en Figueras aumentó su pequeña biblioteca. No podía saber cual sería el curso de los acontecimientos; pero estaba decidido a no regresar a la Patria sí no era para seguir la lucha y su intuición le decía que la escala para ello estaba en los Estados Unidos, centro principal de la emigración cubana.
Por ello fué que desde los primeros días de su cautiverio en Figueras pidió a su amigo, el general Calixto García, también prisionero de los españoles, que le prestase una gramática de la lengua inglesa, sistema Ollendorff, con la que se inició laboriosamente en el estudio de ese idioma, que muy bien llegaría a dominar.
En enero de 1878 cuando la Revolución Cubana estaba a punto de morir en El Zanjón, Estrada Palma la defendía en Figueras negándose a figurar en el Censo general como español.
Semanas después, ante la desesperación que le dominaba por los sucesos de Cuba, mientras se desmoronaba la Revolución, y quejoso del abandono en que habían sido dejados los cubanos durante diez años, Estrada Palma volvió a caer en la aberración anexionista; pero no por mucho tiempo, porque semanas más tarde, al escribir al liberal español don Fermín Salvochea2, le decía que cuando un pueblo ha estado en una vez en posesión de sus derechos, nunca más se acostumbra a vivir sin ellos.
Estrada Palma, recluido en el Castillo de Figueras, condenó el Pacto del Zanjón y puso su fe en la Protesta de Baraguá, excitando a los patriotas para que continuasen la lucha y cuando, por fin, supo que Maceo se había visto obligado a salir de Cuba, casi del todo abandonado, el dolor lo abatió.
Al negarse a reconocer la validez del Pacto de El Zanjón, el gobierno español, aunque le puso en libertad se negó a devolverle los bienes que se le habían incautado y lo dejó en la miseria; pero ni con ello le vencieron los tiranos en Cuba.
Parte 2 de este artículo: Estrada Palma desde España hasta la gloria eterna.
Bibliografía y notas
- Portell Vila, Herminio. “Estrada Palma, Primer Presidente de Cuba”. Revista Bohemia. Año 36, núm. 41, Octubre 8 de 1944, pp. 4-7, 19, 65-67, 74-75 y 80-81.
- De interés: Tomás Estrada Palma.
- En una investigación posterior a la publicación de este artículo y a la demanda de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales aclaran su autor Herminio Portell Vilá y Mario Guiral Moreno la fecha exacta del nacimiento de Tomás Estrada Palma en 9 de julio 1832. El secretario de la sociedad Julio Le Riverand Brusone certifica la aprobación e informa al Ministro de Obras Públicas en 20 de julio 1949. ↩︎
- Fermín Salvochea y Álvarez (Cádiz, 1 de marzo de 1842-Cádiz, 27 de septiembre de 1907) ↩︎
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