Estrada Palma, Primer Presidente de Cuba por Herminio Portell Vila para Bohemia (Parte 2). Con préstamos de sus amigos y unos dineros ganados trabajosamente sale de España y llega a París, siempre con la idea fija de regresar a la América, lo que por fin logra realizar llegando a Nueva York en la mayor penuria y sin […] ayuda de nadie.
El ex-presidente de Cuba apeló en Nueva York a toda clase de trabajos para ganarse la vida. En ese estado fué que lo conocieron algunos extranjeros que apreciaron sus extraordinarias cualidades y le recomendaron que fuese a vivir a la comunidad cuáquera del Central Valley, a 20 kilómetros de Nueva York, en la casa de Mr. David Cornell, en la región montañosa y de pequeños lagos sobre la margen occidental del Hudson.
Mr. Cornell tenía una pequeña escuela y aceptaba huéspedes en su casa. El extranjero austero, amable y de mirada franca no tardó en granjearse las simpatías de la familia, que adivinaba sus deberes y trataba de hacer que los olvidase, y a poco ya estaba cambiando clases de inglés por las de español y haciéndose útil a la pequeña comunidad, que empezó a mirarle como uno de los suyos.
Estrada Palma había llegado a la conclusión de que, en el fondo, había una grave deficiencia de educación cívica:
“Todo va —se […]—, hacia lo que decía yo a mis amigos los hermanos Gener: tenemos a nuestro cargo una doble tarea que es la de emancipar a Cuba y la de educarnos al propio tiempo para el ejercicio de la libertad. Es más fácil ser súbdito de una monarquía absoluta que ciudadano de una república democrática.”
Recorriendo en largas caminatas las cercanías de Central Valley empezó a simpatizar con la idea de establecer un colegio de la ciudadanía americana para los jóvenes de todos los países del Nuevo Mundo y ya tenía formulado el proyecto cuando comenzaron a llegarle cartas de los emigrados cubanos que habían salido de la Isla por el Pacto del Zanjón.
Un día Estrada Palma le anunció a Don David Cornell que se marchaba para Honduras, a probar fortuna; pero sin renunciar del todo a su proyecto del colegio Interamericano.
Las actividades de Estrada Palma en Honduras fueron múltiples y dejó en ese país una estela de simpatías y de admiración por sus virtudes, durante los cinco años que allí residió. Un decreto presidencial de once de agosto de 1879 lo nombró director general de Correos, traductor oficial y profesor del Colegio de Señoritas.
A los pocos meses, demostradas su probidad y su capacidad, otro decreto lo hizo secretario de la Junta Directiva del Hospital General. En marzo de 1882 se le añadió el cargo de profesor de latín superior del Colegio Nacional y casi en seguida se le designó profesor de pedagogía, de física, de química y de cosmografía, lo que da idea de la vasta cultura que tenía el antiguo maestro de la escuela de El Guamo.
Los elogios y los tributos de reconocimiento público eran continuos, por parte del gobierno hondureño: pero la inestabilidad política y la crisis económica del país hacían que, con todos sus trabajos, Estrada Palma no pasase de un sueldo de cien pesos mensuales.
Se había casado con la señorita Genoveva Guardiola, ya casi cincuentón y al fundar una familia sus necesidades eran mayores que nunca. Por eso fué que en 1884 decidió renunciar a sus múltiples deberes y volver a Central Valley, donde le llamaba míster Cornell haciéndole excelentes proposiciones para establecer el colegio con el cual hacía tiempo que soñaban ambos.
El gobierno de Honduras, que se había lisonjeado con la idea de que Estrada Palma quedaría incorporado a la vida nacional, no se resignó fácilmente a perderlo. Por ello fué que se dictó el decreto de febrero 15 de 1844, que decía:
…Vista la renuncia que el señor don Tomás Estrada Palma hace del cargo de director general de Correos, que actualmente desempeña, fundado en que quiere dedicarse exclusivamente al ejercicio del magisterio. Considerando que la causa en que se apoya la renuncia no es legal y que difícilmente se encontraría una persona que sirviese el destino expresado como lo ejerce el señor Estrada.
Considerando el objeto a que pretende consagrarse el solicitante es laudable… el Presidente de la República acuerda: Primero, Declarar inadmisible la renuncia hecha por don Tomás Estrada Palma, de la Dirección General de Correos. —Segundo, Conceder licencia al señor Estrada para que se separe del cargo, cuando lo crea conveniente.
De vuelta en Nueva York, míster Cornell le dice concretamente a Estrada Palma, quien ya por entonces domina el idioma inglés:
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—Tengo el modo de establecer el colegio para estudiantes de las dos Américas y sólo falta que usted acepte la dirección del mismo y la responsabilidad de la obra.
El edificio, que usted conoce, del Central Valley Hall, que es de la comunidad, puede ser el centro escolar y en él puede usted vivir con su familia…
—Acepto, contestó sencillamente Estrada Palma; cuento con algunos alumnos hondureños y otros cubanos para empezar.
Pronto empezó a funcionar el “Tomás Estrada Palma Institute”, don Tomás enseñaba griego, latín, francés, español, historia, literatura y cívica; míster Cornell explicaba las ciencias; Miss. Anna Ford tenía a su cargo el inglés y el piano, y Mrs. Cornell y otros profesores completaban la facultad.
De Honduras vinieron los hermanos Quirós y otros educandos; de Buenos Aires, Campillo; de Yucatán, el joven Irabién; de la Habana, los hijos de José […]jol y de Manuel Barranco, de Camagüey y Oriente otros más, entre ellos Américo Casas, quién todavía relata con cariño sus recuerdos del maestro y del patriota. Los hijos de Estrada Palma también figuraban entre el alumnado.
Estrada Palma parecía apartado de los problemas políticos cubanos y hasta hubo quien de nuevo le acusase de anexionista y que por esa razón no quería mezclarse en las conspiraciones de la época, todas las cuales fracasaron; pero la realidad era muy otra. Los sábados iba de Central Valley hasta Nueva York y visitaba a sus viejos amigos de la Revolución para cambiar impresiones sobre Cuba y su independencia.
Un día conoció a un joven que hablaba con fervor apostólico de la Patria y en cuya palabra encendida había sonoridades que recordaban las de Moralitos, Agramonte, Zambrana y Sanguily, que él recordaba de cuando la Guerra Grande, además de una convicción tan honda e invencible que atraía de manera irresistible.
El joven también se sintió atraído por aquella figura heroica y que se había conservado digna a través de todos los infortunios. Al despedirse cambiaron unas palabras:
—José Martí, a su disposición.
—Tomás Estrada Palma. Quisiera que nos viésemos otra vez. ¿Por qué no va a visitarme, allá en mi escuela de Central Valley?
—Y allá fué Martí, de cuando en cuando y el viejo revolucionarlo y el joven agitador aprendieron a estimarse y a confiar el uno en el otro. Y cuando alguien aludió a las ideas anexionistas que le atribuían a Don Tomás, Martí pudo decir:
—Quizás en una crisis de desesperanza un cubano pueda pensar en la anexión: pero que se le mencione la independencia para que se vea cómo desaparece el anexionismo. Cubano es antítesis de anexión y Estrada Palma es cubano…
Martí, que tenía alma de maestro y que tan bien entendía a los jóvenes, con quienes gustaba de rodearse, gozaba viendo al colegio de Estrada Palma en pleno funcionamiento. Y los alumnos se encantaban con la compañía de aquel hombre de vasta cultura y poderosa imaginación para quien no había tema que no fuese interesante.
Hacia 1887 la emigración cubana empieza a agitarse al calor de la propaganda revolucionaria, y cuando llega el diez de octubre se celebra en el Templo Masónico de Nueva York la conmemoración de la gloriosa efemérides.
Las invitaciones para el acto las había redactado Martí; pero la velada la presidió Estrada Palma, quien la abrió con un breve discurso de reafirmación de su fe en la independencia de Cuba y de homenaje a los patriotas de la Guerra Grande, por lo que sus palabras fueron un mentís a las acusaciones de anexionismo que algunos habían lanzado contra él.
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Hablaron otros cubanos en la velada y el resumen lo hizo Martí, por lo que se veía que Estrada Palma y Martí emergían como las dos figuras sobresalientes en la organización del nuevo movimiento revolucionario. El entendimiento entre ambos se hizo tan estrecho y tan importantes fueron los consejos que el ex Presidente dió al joven revolucionario, que éste le decía, jovialmente: “Don Tomás, usted es como mi almohada…”
Al constituirse el Partido Revolucionario Cubano, en Nueva York, el 17 de abril de 1892, también Estrada Palma presidió la reunión inaugural en que Martí fue elegido Delegado del Partido y Martí al hacer uso de la palabra pudo decir que recibía la bandera de la Revolución Cubana de manos de quien no la había rendido siendo presidente de la República.
Pocos meses después, al celebrarse los exámenes en el colegio de Central Valley, Martí y otros patriotas fueron huéspedes de Estrada Palma para presenciar los días finales del curso escolar.
Don Tomás, sus compañeros y todos los alumnos, con un buen número de vecinos, acudieron a la estación del ferrocarril a recibir a Martí y con la enseña de Cuba al frente y tocando el Himno de Bayamo la banda formada por los alumnos, el Apóstol recorrió aquel pueblo norteamericano en que todos simpatizaban con la independencia.
El dos de julio de 1892, en “Patria”, publicó Martí su artículo “El Colegio de Tomás Estrada Palma en Central Valley” y en él decía que Don Tomás:
Levanta a puño, lo mismo que a hijos, a los discípulos que le vienen de los pueblos de América y que era el hombre, el compañero, el vigía, el educador, el guía, el patriota, el presidente prisionero y el criollo fundador y también el:
“Republicano caballeroso y austero que pone en los niños de América las virtudes fundamentales del Norte, las virtudes del trabajo personal y del método, sin sofocar en el educando, el amor reverente por el país de su nacimiento, el único país donde podrá vivir feliz y donde no podría aplicar con éxito las virtudes si le hubiese perdido a la tierra nativa el conocimiento y el amor…”
Para aquella muchachada norteamericana y latinoamericana, que educaba don Tomás, dijo Martí:
…La naturaleza del hombre es por todo el universo idéntica, y tanto yerra el que suponga al hombre del Norte incapaz de las virtudes del mediodía, como el de corazón canijo que creyese que al hombre del Sur falta una sola de las cualidades esenciales del hombre del Norte…
Intervino Estrada Palma activamente en la obra revolucionaria de Martí, no desdeñando hacer frecuentes viajes a Nueva York para recibir noticias y dar pareceres. Cuando Máximo Gómez llega a la gran ciudad para conferenciar con Martí, le dedica tres días a don Tomás, como huésped suyo en Central Valley.
El maestro cubano trasplantado al valle del Hudson, frugal y austero, ha hecho sus ahorros y está comprando el edificio y los terrenos del colegio; pero no por eso se desinteresa de la causa de Cuba libre y cuando Martí se prepara a ordenar la sublevación general y a participar de ella, llama a Estrada Palma y le comunica sus planes, terminando por pedirle que se haga cargo durante su ausencia, la ausencia que sería eterna, de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano.
Poco después fué aprobado oficialmente el acuerdo entre Martí y Estrada Palma, y éste entró en funciones, asesorado por Gonzalo de Quesada y Horatio S. Rubens. La previsión de Martí quedó confirmada cuando la tragedia de Dos Ríos, en que é encontró la muerte:
pero en Nueva York su obra no se había interrumpido un momento, dirigida por Estrada Palma, quien había quitado buena parte de su tiempo al Colegio de Central Valley y lo dedicaba a dirigir los trabajos revolucionarios.
Reunidos a principios de julio los dirigentes del Partido Revolucionarlo Cubano, por unanimidad fue electo don Tomás para llenar la vacante producida por la muerte de Martí y el 10 de julio llegó a Central Valley la comisión encargada de notificarle el acuerdo y Estrada Palma aceptó el cargo de Delegado y se dispuso a servirlo con todo fervor como hubiese querido Martí hacerlo.
[…] alumnos, reunidos en la sala de actos, les dijo sencillamente que le verían con menos frecuencia, aunque él seguiría atendiéndolos, y que iba a cumplir el deber que tenía para con la Patria y de que siempre les había hablado como algo ineludible. Y en familia, los estudiantes y los vecinos, le comprendieron y le admiraron más que nunca.
Aquel hombre cumplidor de la ley y que tenía tan elevado concepto de los deberes ciudadanos, tuvo por ministerio de su cargo que convertirse en organizador de repetidas transgresiones de las leyes de neutralidad de los Estados Unidos, según las cuales cada expedición enviada a Cuba por los patriotas eran un delito.
Y Estrada Palma “delinquió” para suministrar recursos de guerra a los libertadores cubanos más de cincuenta veces. El, que nunca había pedido para sí, no vaciló en tocar a todas las puertas y en pedir, por escrito y de palabra, a cubanos y a extranjeros, dinero para la revolución.
En el periódico “Patria”, fundado por Martí, y en las otras publicaciones de los emigrados, aparecían sus artículos sobre temas políticos y económicos de Cuba. Tan pronto estaba en Nueva York como en Washington, Filadelfia, Tampa, Cayo Hueso, Nueva Orleans y las otras ciudades en que había desterrados cubanos, en viaje de propaganda.
De tiempo en tiempo sus declaraciones sobre la política exterior norteamericana que eran verdaderos documentos de estado, atacaban duramente la política del presidente Cleveland, y después la del presidente McKinley, y reclamaba el reconocimiento de la beligerancia de los cubanos.
Más de una vez chocaron sus criterios con los del gobierno revolucionario, que funcionaba en Cuba, y en cada caso presentó la renuncia de su cargo, que nunca le fué aceptada, porque todos sabían su probidad incorruptible y su patriotismo.
En octubre de 1895, Estrada Palma sacrificó a la causa de Cuba su obra más querida: el colegio que llevaba su nombre en Central Valley, por no poder atenderlo, y ya había tenido que separarse de su familia por largas temporadas. Por sus manos pasaban centenares de miles de dólares; pero para sostener a su esposa y a sus seis hijos, Estrada Palma hipotecó dos veces sus propiedades de Central Valley.
Enterada Marta Abreu de Estévez le envió un cheque por mil quinientos pesos para saldar la primera de las hipotecas y don Tomás le devolvió su giro diciéndole que no podía aceptar dinero para aliviar el sacrificio que hacía por la Patria y que tampoco se atrevía a transferirlo a los fondos de la Revolución.
Años después el gobierno revolucionario compró las hipotecas a beneficio de la República, y por ultimo fueron canceladas.
Constantes eran las dificultades a que tenía que hacer frente Estrada Palma por las pequeñas pasiones de algunos emigrados.
Le desesperaban en primer lugar los ricos, que se refugiaban en su egoísmo y no contribuían generosamente a la causa de la independencia; pero no dejaba de pasar malos ratos con algunos espíritus turbulentos que no tenían el mismo concepto que él en cuanto a la necesidad de economizar los dineros de la Revolución.
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Hubo quien agradeció el homenaje que se le había ofrecido enviando a las organizadoras varios ramos de flores y cargando la cuenta de las flores a la Delegación por lo que el bueno de don Tomás, lleno de indignación, dejó caer fuertes palabras de condenación al negarse a destinar los dineros de la revolución al pago de atenciones sociales.
En otra ocasión se apareció en sus oficinas una señora a quien conocía de antiguo y cuyo hijo figuraba en el ejército, y pidió verle, con toda urgencia. Recibióla Estrada Palma con la cordialidad que en él era habitual, diciéndole:
—¿Qué tal hijita? ¿En qué puedo servirla? Y se quedó de una pieza cuando la indignada dama, mirándole con dureza, le espetó:
—Tomasito: parece que usted no ha perdido la costumbre que adquirió en Honduras, cuando fué jefe de postas allí, de violar las cartas. He recibido una carta de mi hijo abierta, y es triste cosa que un hijo no pueda comunicarse libremente con su madre…
—Señora: se tendrá en cuenta su protesta, —respondió D. Tomás, quien no había tenido que ver con la correspondencia.
Se acercaron al Delegado los representantes del grupo autonomista cubano, quienes pretendían lograr que Estrada Palma apoyase esa solución política; pero la respuesta fué terminante:
La guerra de Cuba se hace con un programa bien simple: independencia o muerte. Solamente los que están en la manigua combatiendo con las armas en la mano pueden cambiar ese lema.
Le era imposible, sin embargo, a Estrada Palma, el sustraerse de los asuntos de Cuba. Si él había resuelto colocarse aparte de los cubanos, éstos no podían prescindir de él.
Continuamente le llegaban encomiendas y peticiones que en su mayoría se sentía obligado a atender, y a pesar de su renuncia actuaba como una especie de agente diplomático, aunque en más de una ocasión tuvo que recordarle a quien exigía con imperio que le facilitasen los medios para regresar a Cuba libre que no había mostrado el mismo entusiasmo por reintegrarse a la Patria cuando había que pelear por su libertad al pisar tierra cubana.
Y si alguien olvidaba la consideración que merecían los cubanos por sus esfuerzos para lograr la independencia, enseguida surgía la protesta de Estrada Palma, desde su rincón de Central Valley, para defender a su pueblo. Así le ocurrió a “The Evening Post” y al “Tribune” de Nueva York, por haberse permitido hablar desconsideradamente de los derechos de Cuba a ser libre y soberana.
El gobernador militar, general Leonard Wood, sabedor de las virtudes cívicas del viejo patriota, pensó traerlo a su lado para que le asesorase en las labores del gobierno, como hacían algunos otros de los libertadores. Cuando Estrada Palma tuvo noticias de ese propósito dijo terminantemente a Gonzalo de Quesada
—Le ruego que haga usted lo posible para evitarme el disgusto de tener que rehusar la invitación del gobernador. Estoy y quiero seguir desligado de la actual situación política.
Estrada Palma asumió una actitud peculiar en cuanto al problema de la Enmienda Platt, ya que si por una parte criticó la forma en que era impuesta a Cuba y se sintió por ello herido en su dignidad de cubano, por otro lado no consideró que fuese perjudicial a la nueva nacionalidad ya que ésta, con el estricto cumplimiento de sus deberes, podía hacer que cayese en desuso.
No hay duda de que cualesquiera que hayan sido los pronunciamientos acerca de la anexión, en otras épocas hechos por Estrada Palma, él no contemplaba otra posibilidad sino la de la República de Cuba, libre e independiente.
Más concretamente, con la autoridad de su posición como ex Presidente y ex representante de Cuba en el extranjero, le hizo saber al presidente McKinley que el pueblo cubano no quería la anexión ni la necesitaba, en contra de de lo que algunos españolizantes de antaño propalaban al efecto.
En 1901 comenzó la campaña electoral para elegir el primer presidente de Cuba libre. Hubo quien se acercó al general Máximo Gómez, cubierto de gloria por sus servicios a la Patria, con objeto de inducirlo a ser candidato: pero el viejo caudillo contestó:
—Ni espero ser postulado ni mucho menos aceptaré la postulación. Esto no es nuevo, ya que hace muchos años que digo lo mismo. Los hombres de guerra son para la guerra y los de la paz, para la paz. Cuba tiene muchos hijos de talento entre los cuales escoger…
—¿Quién sería su candidato, General? —le preguntaron.
—Tomás Estrada Palma y estoy dispuesto a apoyarlo, sin reserva alguna. A ese fin iré a visitarle…
D. Tomás se dejó persuadir por sus amigos, aunque no sin dificultad, ya que había fomentado de nuevo su colegio de Central Valley, donde era respetado como el más prominente vecino.
Frente a la candidatura de Estrada Palma había surgido la del general Bartolomé Masó, como él también ex Presidente de la República y perteneciente al grupo de los patriotas que se habían sublevado en 1868 contra España.
Agrióse la lucha cuando se acusó a Estrada Palma de ser impuesto por los Estados Unidos, lo que no era cierto aunque su candidatura era vista con buenos ojos por los norteamericanos, quienes le conocían bien. Factor importante en el apoyo popular de don Tomás era el respaldo que le daba Máximo Gómez, primera figura de la Revolución.
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D. Tomás tenía alojados a su amigo de Central Valley, Mr. David Cornell, y su esposa, invitados a la toma de posesión. Cuando esa noche pudo reunirse con ellos, Mr. Cornell le informó:
—¿Sabe usted señor Presidente, que el pueblo de Central Valley ha declarado fiesta local el 20 de mayo, en homenaje a Cuba?
El primer mensaje presidencial reveló cuál sería la política que seguiría Estrada Palma al decir:
…Nuestro deber primero y el más imperioso es procurar que el Estado cuente con ingresos seguros, suficientes para cubrir, dentro de un régimen de prudentes economías, los gastos inevitables… Cabe decir que la tranquilidad y la seguridad publicas descansan en la propia disciplina del país… Declaro mi propósito de dedicar mis empeños al fomento de las escuelas públicas, convencido como estoy de que en ellas se encierra el porvenir de la Patria…
En efecto, austero y probo, Estrada Palma impuso hábitos de estricta economía en la administración pública y por todas partes se hizo sentir aquel criterio oficial contrario al lujo y a los gastos excesivos. Normas inflexibles de justicia y de orden fueron establecidas, y la Instrucción pública recibió todavía mayor impulso que el que le había dado el gobierno interventor.
Nuevas escuelas primarias se abrían por doquier y se creaban centros de enseñanza secundaria y de preparación técnica, así como bibliotecas y laboratorios de investigación científica. El sistema educacional funcionaba maravillosamente bien y los maestros y los alumnos se esforzaban por cumplir con sus deberes y el analfabetismo decrecía a la carrera.
D. Tomás con su alma de educador consagrada a la creación de una ciudadanía ilustrada, dejaba caer su famoso apotegma en respuesta a los que le pedían un ejército numeroso:
Cuba necesita más maestros que soldados…
Tomás Estrada Palma
Crítica era la situación de aquel gobierno que no tenia el apoyo de un partido político debidamente estructurado y que trataba de moralizar una sociedad corrompida por años de desgobierno y de la inmoralidad pública y en la que todavía no había una verdadera integración nacional.
Difíciles como eran los problemas internos, no eran más simples los externos, al tener que afirmar la personalidad internacional de Cuba cuando había una cierta mediatización de la soberanía y la hostilidad de España al reconocimiento pleno de la independencia.
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Anexionistas había, sobre todo entre los elementos que habían combatido la independencia de Cuba; pero Estrada Palma, haciendo buenas las palabras de Martí, era el defensor de la República y frustraba con su gestión los planes de los anexionistas.
Su perseverancia consiguió la ratificación del tratado de reciprocidad con los Estados Unidos y cuando se suscitó el problema de las bases navales prometidas y que el gobierno de Washington quería que fuesen cuatro.
El día en que el Ministro de los Estados Unidos, míster Herbert G. Squiers pretendió que la cesión de las bases, fuese relacionada con la renuncia por parte de los norteamericanos a su reclamación sobre la Isla de Pinos, Estrada Palma explotó:
—Los derechos de Cuba sobre la Isla de Pinos son indiscutibles y nunca consentiré en que sean puestos en relación con el problema de las carboneras. Señor Ministro: Jamás admitiré el supuesto derecho de los Estados Unidos a la Isla de Pinos y al involucrar esta cuestión con la de las bases, si el tratado no fuese ratificado por el Senado de Washington, nuestro título a la Isla de Pinos quedaría en entredicho.
—Señor Presidente, —dijo míster Squiers, —siento que V. E. se haya alarmado indebidamente y me apresuro a tranquilizarle en sus temores. Nunca había oído a V. E. hablar con tanto calor y fuerza…
Asombrado quedó míster Squiers con la resolución que denotaba aquel anciano combatido por todas partes, hasta por algún miembro del gabinete, y que se erguía para defender la soberanía que le había sido confiada, pero aún le quedaba más por admirar cuando algunos cónsules norteamericanos en el interior de la Isla hicieron declaraciones en que criticaban el estado sanitario del país:
—Señor Ministro, —le dijo a míster Squiers. —esos funcionarios consulares no están en modo alguno autorizados para obrar como lo hacen o para asumir funciones de supervisores…
—Lo sé, señor Presidente, pero han actuado de buena fe y con la mejor intención…
—aventuró míster Squiers; pero Estrada Palma volvió a la carga:
—Si es que se pretende coaccionarme… prefiero renunciar a la presidencia y volver a mi hogar de Central Valley…
Aislado, lleno de amarguras y abrumado por la preocupación de que Cuba siguiese con un gobierno honrado, económico, capaz y resuelto a que la educación fuese su primer gran empeño, Estrada Palma aspiró a la reelección y no tuvo la suerte de contar con buenos consejeros políticos.
Frente a él se alzó una oposición numerosa que le disputó el campo y que llegó a apelar a la violencia para realizar sus propósitos de alcanzar el poder. Su visión paternalista del gobierno le impedía apreciar la gravedad de su situación; pero si se le oprimía el corazón con lo que el calificaba de ingratitud, no por ello se amilanó o le flaqueó el ánimo, sino que se aprestó a la lucha. Hacía revista de su obra de gobierno y se decía:
—Se logró pagar a los veteranos, no hay mas estación naval que la de Guantánamo, se concertó el tratado de reciprocidad y se logró la retirada de las tropas norteamericanas. Hay prosperidad y justicia. La educación y la sanidad han hecho progresos enormes. Son respetadas las libertades públicas. En el Tesoro hay sobrantes por valor de muchos millones de pesos, que he hecho con mis economías y que ayudarán a nuestras finanzas. ¿Qué pueden criticarme?
Llegó el día, sin embargo, que sus enemigos políticos, después de derrotar a las escasas fuerzas leales, se acercaron a La Habana. De parte y parte surgió entonces la solicitud de que los Estados Unidos interviniera en el conflicto para hallarle una solución. Esta, para Estrada Palma, no podía ser otra que la de respaldar el gobierno constituido contra un grupo du rebeldes. Cuando supo que los comisionados norteamericanos no eran de ese criterio, no demoró un momento la adopción de la resolución extrema de renunciar a la presidencia de la República, que con un hombre de sus principios, era una decisión irrevocable.
Y obstinado en sus puntos de vista y convencido de que sus enemigos políticos iban a destruir su obra de gobierno, no hubo influencia ni consideración que le hicieran rectificar su actitud.
El mensaje presidencial del 14 de septiembre de 1906, leído ese mismo día en el Congreso, era un doloroso relato del proceso político en el que Estrada Palma condenaba duramente a la Revolución de Agosto, aunque sin admitir que el gobierno tuviese culpa alguna en lo ocurrido, lo que ya hacía presumir el tono de la discusión de Don Tomás con el Secretario de la Guerra de los Estados Unidos, Mr. William H. Taft, llegado a Cuba como mediador entre las facciones rivales. Mr. Taft afirmó en el curso de la entrevista:
—El señor Presidente no puede ignorar que las elecciones no fueron correctas…
Y Estrada Palma, levantándose violentamente de su asiento, exclamó:
—No consentiré que se admita que las elecciones fueron fraudulentas…
El Presidente Roosevelt apeló directamente y por mediación de Gonzalo de Quesada y de otras personas, a Don Tomás, para que desistiese de su renuncia; pero el viejo bayamés siguió en sus trece.
El 28 de septiembre el Congreso acordó visitar en pleno a Estrada Palma para rogarle que retirase su renuncia y continuase al frente del gobierno hasta que se celebrasen las elecciones de emergencia. Habló el doctor Ricardo Dolz para decir:
…El Congreso… acaba de acordar que esta… Comisión venga a suplicar a usted que retire la renuncia que… tiene presentada, y yo… me honro dándole traslado a esta súplica.
No son éstas, horas de discursos; lágrimas y no palabra, son las que los buenos patriotas sienten brotar; pero… ese acuerdo… significa el amor, la adhesión y el alto concepto que Cuba siente por el patriota insigne que ha luchado, durante medio siglo, por la independencia y la soberanía de Cuba.
..Que Dios ilumine vuestra clara inteligencia en la decisión de esta gran responsabilidad que el patriotismo nos obliga a poner sobre vuestros hombros…
Hubo un silencio prolongado, se alzó resuelta la voz de Estrada Palma:
—Gracias, señores congresistas, por su acuerdo y por estas palabras. Lamento, sin embargo, no poder volver sobre mi resolución, producto de reflexiones profundas y desapasionadas… Si sólo mediara mi decoro personal estaría dispuesto a hacer un nuevo sacrificio; pero se trata del decoro y la dignidad del gobierno y no puedo continuar al frente del mismo sin autoridad…
Poco después el Presidente Estrada Palma hacía entrega de los fondos existentes en el Tesoro Nacional, los que había economizado a toda costa y que ascendían a $13.625.539. Dejaba 3,580 escuelas funcionando, contra 904 en tiempos de España. El presupuesto de instrucción pública alcanzaba a $4.200.000 o al 25 por ciento de los egresos nacionales. Había 700 kilómetros de carreteras y 3.200 de vías férreas y el saneamiento del país había dado un gigantesco paso de avance.
El Secretario Taft hizo ofrecer a Estrada Palma un acorazado norteamericano para que con todos los honores le llevase al lugar donde hubiese decidido retirarse; pero el viejo bayamés no aceptó y contestó:
—El hombre que siempre ha tenido por norma la sencillez no puede cambiar esa regla de conducta cuando termina su vida pública…
Y el dos de octubre de 1906, con su modestia proverbial, Estrada Palma abandonó el Palacio Presidencial con su familia, despedido por un pequeño grupo de amigos, y fué a tomar el tren que le conduciría a Matanzas, primera escala del viaje hacia una de sus fincas en Oriente, que había podido recuperar. En el andén, al alejarse el convoy, alguien comentó:
—Soñó con hacer de su país un pueblo morigerado1, culto, rico y feliz…: soñó con ser llamado, como Washington, el Padre de la Patria…
Aparte de su finca, en completo estado de abandono y robada por los geófagos2, los ahorros de Estrada Palma apenas si llegaban a mil pesos. Con ellos hizo el viaje hasta el potrero “La Punta.
Tenía entonces 75 años de edad y su esforzada compañera y sus dignos hijos rodeaban a aquel Cincinato3 cubano que después de haber conocido la gloria y el poder iba a arrancarle a la tierra el sustento con sus manos. Podía recordar sus tiempos en el cuartón de El Guamo, casi medio siglo atrás, y se veía viejo y pobre, empezando su empresa agrícola, cuando había sido rico y fuerte.
Parecía que vivía días peores; pero su férreo espíritu se erguía para contestar: “Sí; pero entonces no tenía Patria; y hoy Cuba es libre”. Este pensamiento le sostenía en sus privaciones y proclamaba por ello que no había melones mejores, ni anones más sabrosos, ni pollos más tiernos, ni maíz más rico que el de su finca, cuando ya no había tiranos.
Vendió sus propiedades de Central Valley e invirtió el producto de la venta en fomentar su finca; pero el trabajo era superior a sus fuerzas y la amargura de la situación política de Cuba pesaba sobre él más duramente aun que el trabajo.
El dueño del “New York Herald” sugirió hacer una cuestación pública en favor suyo, y Estrada Palme rechazó indignado la proposición, y cuando alguien le indicó que pudiera obtener dinero de los amigos ricos, Don Tomás contestó:
—No tengo amigos entre los ricos; sólo los tengo entre los pobres…
En octubre de 1908 el ex Presidente enfermó de gravedad y fué preciso trasladarlo a Santiago de Cuba, donde iba a extinguirse su vida. El final llegó el cuatro de noviembre, no sin que antes el moribundo reclamase ser enterrado a la derecha de la tumba de Martí, su mejor amigo en el esfuerzo revolucionario.
Entre las coronas figuraba una con cierta inscripción que no podía decirse de todo el mundo. Era anónima y en la cinta se leía: “A la memoria de un hombre honrado.” Y cuando ya las últimas paletadas de tierra habían caído sobre el féretro, una mujer del pueblo, una de sus amigas pobres, echaba brazadas de flores sobre la tumba y gritaba histéricamente:
—“¡Ya no te insultarán más! ¡Ya no te insultarán más!”
Parte 1 de este artículo: Estrada Palma desde Bayamo hasta el Castillo de Figueras.
Bibliografía y notas
- Portell Vila, Herminio. “Estrada Palma, Primer Presidente de Cuba”. Revista Bohemia. Año 36, núm. 41, Octubre 8 de 1944, pp. 4-7, 19, 65-67, 74-75 y 80-81.
- De interés: Tomás Estrada Palma.
- Morigerado: Bien criado, de buenas costumbres. (Real Academia Española). ↩︎
- Geófago: Que come tierra. (id. R.A.E.). ↩︎
- Cincinato: Lucio Quincio Cincinato fue un político y patricio romano arquetipo de rectitud, honradez, integridad y otras virtudes romanas, como frugalidad rústica y falta de ambición personal… Véase Wikipedia. ↩︎
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