Entre las fábricas de tabacos en Cuba era, sin dudas, una de las mayores la de la famosa marca Romeo y Julieta, propiedad de los señores Rodríguez, Argüelles y Cía. Fué fundada la casa en el año de 1870 y adquirida en pleno éxito por los señores Rodríguez y Argüelles en 1903.
Eran ellos el gran filántropo José Rodríguez a quien toda Cuba llamaba cariñosamente Pepín y don Ramón Argüelles Busto, ambos asturianos, nacido aquél en Collate, provincia de Oviedo, el año 1866, y éste en Gijón.
José Pepín Rodríguez
Pepín Rodríguez vivía habitualmente en París, gozando el bien merecido descanso que obtuvo después de su labor de tantos años al frente de la fábrica. Entusiasta de toda idea noble, y en particular de cuanto tendiera a mejorar al hombre por medio de la cultura, dotó a su pueblo natal de una escuela modelo, la que sostenía completamente a sus expensas.
Beneficios como éste hizo muchos en el país adonde llegó siendo niño, y de ahí el apelativo cariñoso con que se le distinguía. Hablando del asunto, uno de sus biógrafos dice lo siguiente: Un “Don José” rodearíale de más aparentes respetos sociales; pero había de quitarle mucho de la afectuosísima popularidad que lo nimba. “Pepín Rodríguez” a secas, sin más títulos, es timbre de hondo, sincero cariño y prueba de que no se ha apartado de su sencillez, que sigue siendo el mismo, igual hoy, capitalista, que ayer cuando ascendía por la escala de la prosperidad.
Ramón Argüelles Busto
Don Ramón Argüelles Busto sucedió a Pepín Rodríguez en la gerencia de la fábrica, poniendo en ella igual competencia e idéntico entusiasmo. Joven todavía, pues nació el año de 1873, fue, sin embargo, uno de los industriales habaneros de más sólida y extensa reputación.
Sus ideas democráticas, su espíritu profundamente liberal, por mejor decir como el de su socio Pepín Rodríguez, hizo que la fábrica “Romeo y Julieta” fuera, en cierto modo, una verdadera hermandad, donde patronos y obreros colaboraban, cada uno en la medida de sus fuerzas, a la obra común, igualmente beneficiosa para unos y para otros.
Así llegaron a tal altura los productos de esta fábrica, aumentándose al mismo tiempo sus ventas de manera asombrosa. Al adquirirla sus nuevos propietarios, la elaboración anual alcanzaba ya la respetable cifra de 2 millones de cigarros. Pero, desde entonces, debido principalmente a la acertada gestión de Pepín Rodríguez, continuada con igual acierto por don Ramón Argüelles, se aumentó nueve veces la producción de tabacos, llegando a la enorme cantidad de 18 millones anuales.
Para esto cifraba la casa su empeño principal en emplear en la elaboración de sus productos los materiales más finos de la región de Vuelta Abajo. Aunque no poseía vegas propias, eligía con escrupuloso cuidado, para comprarlo después, el mejor tabaco de esa privilegiada comarca, manteniendo con tal objeto dos inspectores de gran competencia, que viajaban por todas las secciones tabacaleras de Vuelta Abajo y la informaban respecto a las condiciones todas de la cosecha.
De este modo, mucho antes de que la misma estuviese en sazón y preparada para el corte, la casa sabía adonde dirigirse para obtener el mejor de los productos.
Cuidando con igual esmero la elaboración de los cigarros, obtuvo la marca “Romeo y Julieta” esa fama tan grande y tan extendida, que llegaba a las comarcas más remotas del mundo. Dondequiera que hubiera un fumador, tanto en los grandes centros urbanos como en las más tristes aldeas, sería siempre para él un regalo inapreciable el de un cigarro de esta marca, cuyo sabor y aroma podían igualar acaso otras de la Isla, pero nunca superarlos.
La mayor parte de la enorme producción de la fábrica era exportada a los Estados Unidos, donde obtenían una aceptación indiscutible las marcas y tamaños de los señores Rodríguez, Arguelles y Cía. Pero también eran grandes consumidores de los productos de esta fábrica otros muchos países del Nuevo y Viejo Mundo, especialmente Inglaterra, España, Australia y las naciones españolas del Sur de América.
La fábrica, una de las mayores de la Habana, como hemos dicho antes, ocupaba un edificio de tres pisos sobre un área de 1.960 metros cuadrados. Las dependencias donde los tabacos se elaboraban eran amplias, ventiladas, permitiendo realizar el trabajo en plena satisfacción y quitándole todo el carácter de castigo que, por las malas condiciones de los talleres y la tiranía de los capataces, seguían teniendo en otros muchos centros manufactureros.
Las enormes ganancias de la fábrica, cuyo promedio constante de producción era en 1917 de unos 18 millones de cigarros, tenían, en cierto modo, la condición de un premio a toda esta competencia puesta al servicio de una de las principales industrias del país y a este cariño de que allí se rodeaba a los trabajadores, los cuales, entre hombres y mujeres, pasaban continuamente de mil.
Ellos sabían lo que Pepín Rodríguez y su continuador don Ramón Argüelles hicieron siempre en beneficio de los necesitados, tanto de pan como de cultura o de apoyo material y moral. Y trabajan alegremente, entusiastamente, seguros de colaborar en una obra que a todos beneficiaba y a todos convenía.
Referencias bibliográficas y notas
- Fábrica de tabacos Romeo y Julieta en Libro de Oro Hispano-Americano. Sociedad Editorial Hispano Americana, 1917. pp. 278-279
- Boletín Oficial de Marcas y Patentes. Habana: Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, Julio 1918. En línea [PDF]
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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