
Hablando con un gran optómetra: el doctor Fernando Lamas. Así como hay quien escucha y no oye, así también hay personas que miran y no ven. Estas son las que tienen los ojos malos y que no deben confundirse con los que padecen de “mal de ojos”, o hechicería.
¡Ay! Sufrir de los ojos, no tener la vista normal, no ver como los otros hombres, es, en verdad, un mal terrible. Aunque dice el adagio que “ojos que no ven corazón que no siente”, nosotros preferimos ver el mal con nuestros propios ojos: por algo figura la vista como el primero entre los sentidos corporales.
Unos buenos ojos son el mayor encanto de una dama. De un hombre de genio se dice: ¡Qué vista tiene! De Cánovas se dijo: ¡Sabe mucho! ¡“Ve” crecer la hierba! Por cierto que Rodríguez Correa al oírlo estrepitó de risa a todo Madrid con este comentario: Sí, Cánovas la ve crecer; pero su hermano se la come.
En la Habana no nos podemos quejar de la vista. Tenemos un ojo clínico bastante regular y cuando las pasiones políticas se exaltan y los hombres de partido se quieren sacar los ojos no tenemos más que volverlos al Norte y en un abrir y cerrar de ojos nos viene de allí la luz.
Esto es tan claro que salta a los ojos. Muchos están, sin embargo, a oscuras y no las ven venir. Estos están malos de los ojos y no pueden calcular a ojo ni poner los ojos en nadie. Para éstos ha venido a establecerse en la Habana un notable optómetra y doctor en oftalmología, graduado de la Universidad de Filadelfia: el doctor Fernando Lamas.

Joven, sano de alma y de cuerpo, cargado de lauros, ha establecido en la Manzana de Gómez, cuartos núms. 208 y 209 su gabinete para reconocimiento de los ojos. Los aparatos que la ciencia moderna ha inventado para reconocer y medir la vista y revelar sus deficiencias, los ha traído del Norte el doctor Lamas y los aplica con singular acierto a cuantos acuden allí en busca de alivio o curación de males que parecían hasta ahora incurables.
Cuando penetramos en el gabinete del Dr. Fernando Lamas se comprende que hasta ahora estábamos a oscuras en estas materias y así nos explicamos la cantidad enorme de pacientes miopes, vista cansada, nerviosos, estigmáticos, que han entrado allí como si dijéramos con los ojos cerrados y han salido con la vista tan clara que si antes no podían hacer ni un simple cálculo a ojo, ahora donde ponen el ojo ponen la bala.

La Habana entera está desfilando por el gabinete del doctor Lamas! ¡Cuántas miradas recolecta! ¡Cuántos que no miran de frente! ¡Cuantas miradas recelosas! A todos les busca remedio el doctor Lamas. Para todos es una panacea. Sea bienvenido a la Habana este Benjamín de los hombres de ciencia.
Pongamos todos en él nuestros ojos. Y cuando no tengamos ante quien volver los ojos, porque la vista nos falte, busquemos el ojo experto del doctor Lamas que a través de sus maravillosos aparatos sabrá encontrar el remedio para el nuestro.
Bibliografía y notas
- “Visitas de El Fígaro. Hablando con un gran optómetra: el doctor Lamas”. Revista El Fígaro. Año XXXVI, núm. 10, 23 de marzo 1919, p. 269.
- Personalidades y negocios de la Habana
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