
La fábrica de tabacos Flor de Tomás Gutiérrez de C. del Peso y Ca. en la Habana ¡Treinta millones de pesos! Con esta cifra, realmente asombrosa, creemos indicado comenzar la información al tabaco y a la industria tabacalera dedicada. Los treinta millones son la cantidad que representaba la cosecha de tabaco en Cuba.
Ocupaba el segundo lugar, porque el azúcar se llevaba el primero.
Pero se puede decir que de todo cuanto produce el suelo cubano el tabaco es el fruto que ha puesto el nombre de Cuba en labios de todos aquellos seres que en el mundo saben apreciar lo exquisito en lo que a satisfacción de placeres, como el fumar, se refiere.
Las operaciones a que se somete la hoja para la elaboración de tabacos y cigarros son muchas y sobradamente conocidas; y las evoluciones que aquella sufre desde que se clasifica por clases y colores hasta que transformada en cigarro exquisito se envasa, dan ocupación a gran número de operarios y vida próspera a tantas Fábricas como existen.
Recorramos alguna de ellas. Sin preferencia, pues todas nos parecen igualmente preferentes, visitemos la de “Flor de Tomás Gutiérrez,” de C. del Peso y Ca.
Veamos cómo en ella, igual que ocurre en las demás, los manojos de tabaco que contienen los tercios son desatados y abiertos en el departamento de “zafado” donde el tabaco, después de ser mojado se pone a secar.
Veamos cómo luego pasa al “despalillado” para quitarle la vena a la hoja, y cómo se deposita después en barriles, en una barbacoa, en la que permanece hasta estar en condiciones de ser trabajado.






Fijémonos cómo en los barriles coge el tabaco el aroma y cómo luego se hace la distribución pasando la hoja que sirve de capa a los rezagadores, quienes son los encargados de seleccionar las calidades.
Y luego sigamos el proceso completo, la liga del tabaco con otro que es el empleado para la tripa, el reparto entre los torcedores que son los operarios que hacen el cigarro, el traslado de éste al departamento de escogida, y la selección por vitolas, el envase en cajones para prensarlos, colocación de anilla, pase al departamento de fileteado, colocación en el envase del sello del impuesto, y al mercado.
La fábrica Flor de Tomás Gutiérrez, situada en Dragones, números 4, 6 y 8 fué fundada en el año 1840, siendo hoy propiedad de los señores C. del Peso y Cía., firma social reconocida en Septiembre del año 1917, y se dedica a elaboración de tabacos, cigarros y paquetes de picadura.
El edificio que ocupa la Fábrica consta de tres plantas.
En la planta baja hay cuatro grandes almacenes para tercios, y el depósito general. Los departamentos de mojado, el taller de mecánica, el depósito de empaquetados de picadura, el garaje. Y el escritorio, las oficinas de donde se dirige y administra una producción cada vez más fecunda.

En el segundo piso hay, la galera de tabaqueros, la galera de despalilladoras, la cigarrería y el departamento de máquinas de cigarros.
Y en el último piso están situados la escogida, fileteado y anillado. Y cuatro galeras de secaderos de hebra.

En cuanto a maquinaria hemos visto un molino para picadura corriente y prensada: seis máquinas para la fabricación de cigarrillos; un machete para hacer hebra; un taller de mecánica, completo; una guillotina; una farolera para deshacer los cigarros que salen mal liados; y una prensa hidráulica de modelo novísimo, para picadura.
Para atender la labor en los distintos departamentos, en constante actividad siempre, hay cuatrocientos empleados de ambos sexos.
Ellos dan abasto a las exigencias de la gran demanda, cada día mayor, que de tabacos, cigarros y picadura tiene la Fábrica Flor de Tomás Gutiérrez, lo mismo para la Isla que para todos los países del mundo en los que de muchos años atrás tiene abiertos magníficos mercados.
Porque la Fábrica ya hemos dicho antes que fué fundada en 1840, y ello equivale a decir que puede considerársela como decana.
Un ligero repaso a la historia de la Fábrica, desde su fundación hasta la época presente, nos permitirá formar juicio exacto de la importancia que tiene y nos dará la clave del éxito que ha alcanzado.
Fué el fundador Don Tomás Gutiérrez, hombre sumamente perito en el ramo del tabaco, y en el año 1856 la propiedad pasó a manos de Don Juan López, con cuyo nombre se registró la marca protectora de los tabacos y cigarros que elaboraba.

En 1897 una evolución hizo que la Fábrica pasara a ser propiedad de los señores Eusebio García, Juan López Gómez y Enrique Diaz, adquiriendo en aquella época gran auge la casa cuya elaboración llegaba a la cifra de cien millares de tabacos diarios.
La fama de “Flor de Tomás Gutiérrez” se extendió por todas partes, y en el extranjero, Inglaterra, Alemania, y los Estados Unidos consumían grandes cantidades de los selectos tabacos.
Una distinción le otorgó el Gobierno español, en 1906; fué ella el uso de las Reales Armas en la marca de fábrica.
Como recompensas adquiridas en noble lid en concursos industriales, merecen citarse las que mereció en las exposiciones de Bruselas, Chicago, Amberes, Burdeos, Panamá, Lieja y otras. Y en Cuba, durante la presidencia del General José Miguel Gómez, en la exposición celebrada en la Quinta de los Molinos1 llevóse el Gran Premio.
Y ello es natural, teniendo en cuenta que siempre ha procurado emplear materiales de inmejorable calidad para la elaboración de sus afamados productos.

Otra evolución llevó la propiedad de la Fábrica a otra razón social. Desde el primero de Septiembre de 1917 comenzó a girar la casa con el nombre de “C. del Peso y Cía.”, constituyendo la nueva razón los señores Cosme del Peso, Dionisio González Pineda, Abelardo González Herrera y Agustín González Alea, socios gerentes, siéndolo colectivos el señor Benito García Díaz. Cosme del Peso fue Presidente de la Colonia Española de Caibarién.2
Del impulso dado a la casa en poco tiempo, dan fe las reformas que en la misma semana se emprendieran lo mismo en la casa que fuera de ella. La venta en especial, y la propaganda, se han puesto al nivel moderno de las grandes industrias.
Últimamente, se abrió un Concurso original entre los consumidores de los productos de la fábrica “Flor de Tomás Gutiérrez” y público en general, consultándoles qué lema era el que mejor pudiera definir el valor de los productos de aquella.
El Concurso de Lemas “Flor de Tomás Gutiérrez”,3 anunciado hace pocos días en crónicas y anuncios —principalmente en el Diario de La Marina— ha tenido una aceptación extraordinaria. Pláceme consignarlo
porque creo he sido uno de los primeros en hablar de la bella fiesta, en la que han entrado ya muchos adalides.
Los lemas llenan el “bureau” del Jurado, y todas las esperanzas de triunfo se hinchan como globos. Ya se empieza a ver, prácticamente, la excelencia de la idea y los ciudadanos de la Habana comienzan a discernir su elogio a los lanzadores de este torneo. Por lo tanto, ya es hora de que comiencen a oír públicamente los aplausos los merecedores de él.
Yo creo que uno de los más dignos de este elogio que palpita en los labios de todos, es el señor Cabarga, sino el autor, por lo menos el propagandista más tenaz y más entusiasta del Concurso que actuará definitivamente en el próximo Noviembre. Casi podría afirmarse que a él se debe la cristalización en la práctica de esta idea caída vagamente condicional en alguna conversación del señor don Cosme del Peso o de alguno de los copropietarios de Tomás Gutiérrez.
Las ideas industriales no son nada; si no cuajan —por la propaganda— en la estabilidad. El señor Cabarga, por lo que yo he sabido, sintió pasar el vuelo de esta idea, asió sus alas, la fijó en la realidad, alentó el pensamiento, agitó a la prensa, facilitó todos los datos y ha visto con la satisfacción con que se mira un buen esfuerzo realizado, vivir la obra y correr a su objeto.
Porque el Concurso de Lemas es ya un hecho; seguirá su marcha ya emprendida y culminará en un magnífico resultado. Hermosas condiciones y hermosos arrestos tiene para ello el señor Cabarga. Su actividad intelectual y sur facultades especulativas no se demuestran ahora en el Concurso “Flor de Tomás Gutiérrez”.
Millares de concursantes acudieron al llamamiento, y llovieron millares de lemas al olor de los premios ofrecidos, que no eran pocos ni pequeños. Otorgóse el premio, por un Jurado expresamente constituido al efecto, al siguiente lema:
Flor de Tomás Gutiérrez Nunca cede, siempre excede.
En este pareado parece quererse condensar cuanto pudiera decirse de la bondad de unos productos inmejorables como son los de la casa que nos ocupa.
Algo queremos decir de los caballeros sobre cuyos hombros pesa la ardua tarea de dirigir la gran fábrica, cuidando todos los detalles que afecten al progreso de la misma desde la adquisición de la hoja hasta terminar la elaboración de la misma convertida en rico tabaco.
El señor Cosme del Peso es un hombre cuyas grandes condiciones de luchador, cuya voluntad inquebrantable, cuya fe y conocimientos vastos en la materia aseguran el triunfo. Ignora el valor de la palabra “fracaso”. Ha triunfado en cuantos asuntos ha intervenido.
Es un luchador moderno, hombre satisfecho de sí mismo, tan amable como enérgico, bondadoso, llena su vida de rasgos altruistas y estimadísimo lo mismo en los círculos mercantiles en los que goza del mayor crédito, que en los sociales en los que se le distingue por sus bellas cualidades y trato llano.
Es, indudablemente, el alma del negocio.
Y tiene la suerte de estar bien acompañado, porque los nombres de los señores Dionisio González Pineda, Abelardo González Herrera, Benito García Díaz y Agustín González Alea, sus colaboradores, dicen bastante.



El primero como conocedor de mercados extranjeros, en los que labora con provecho; el segundo con su experiencia, la que dan muchos años de trabajo en el ramo, en su puesto de Cajero; el tercero, infatigable y activo agente viajero por toda la República y el último como experto conocedor y comprador de tabaco.

Todos contribuyen al auge y prosperidad de la casa.


Dejamos datos estadísticos, suprimimos cifras elocuentes y cerramos esta información sin mencionar cantidades que nos digan cuál es el florecimiento de la fábrica “Flor de Tomás Gutiérrez”, porque el consumo de sus productos, el ver a éstos en todas partes, dice lo suficiente y lo dice elocuentemente.
Bibliografía y notas
- “La Flor de Tomás Gutiérrez en la exposición nacional”. Diario La Lucha. Año XXVII, núm. 80, 21 de marzo 1911, p. 9 ↩︎
- “Don Cosme del Peso”. Diario de La Marina. Año LXIX, núm. 29, 3 de febrero 1908, p. 4 ↩︎
- Valdivia y Sisay, Aniceto. “Mi linterna mágica. José A. Cabarga”. Diario de La Marina. Año LXXXV, núm. 274, 1 de octubre 1917, p. 16 ↩︎
De interés: Personalidades y negocios de la Habana
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