
La fundición de Eudaldo Geli fué fundada en 1890 por Armengol y Geli. Los talleres estaban en la calle de Cruz del Padre número 30, Cerro, la Habana.
El secreto del éxito para todo gran país civilizado, cuando se dispone a emprender los negocios más trascendentales que demandan de consuno el crédito público y las energías creadoras del alma nacional, no consiste únicamente en que la nación adquiera una gran suma de riquezas, y prospere gracias al aporte que le rindan esas riquezas:
El secreto consiste en que logre ella proveerse a sí misma, y satisfacer sus necesidades peculiares sin que tenga que acudir a otros mercados, y a concursos extraños.
Acaso se debió nuestra pobreza durante los días de la Colonia a que no dependíamos de nosotros mismos, sino que estábamos sujetos a extraños destinos. Nos explotaban de la manera más despiadada los gobernantes de la Metrópoli, que jamás se preocuparon por nuestro bien.
Las guerras de independencia nos causaron otro gravísimo perjuicio: el de que perdimos, casi en absoluto, nuestras relaciones con el mundo. Así se dió el caso de que inmensas riquezas acumuladas durante largas épocas quedaran estancadas y como inútiles en manos de sus poseedores impotentes. Teníamos mucho de que disponer, y no disponíamos de nada en realidad.
Francisco Vicente Aguilera, el insigne patriota que en un tiempo fué uno de los más ricos terratenientes cubanos, solía decir con amargura: “Ved esta gran extensión de terreno, y calculad las riquezas naturales y del subsuelo que ella encierra ¡Cuánto desconsuela pensar que no tenemos recursos bastantes para explotarla, porque los más obligados a dárnoslos, niegan en absoluto su apoyo, y nos cierran las puertas que debían sernos abiertas!”
Tenía aquel gran patriota la conciencia de que serían inútiles todos los esfuerzos que realizara la Colonia, por su engrandecimiento, mientras no dispusiera de los recursos necesarios para resolver por si mismo sus problemas económicos.
Los hombres de negocios, que, en los días presentes, han sabido aprovechar las ventajas de la República, pueden mirar con una satisfacción íntima el triste pasado, y reconocer que hemos ganado inmensamente desde que somos libres. Ya no dependemos del extranjero, y si todavía conservamos cierta sumisión inevitable respecto de la Gran República del Norte, no cabe duda de que muy pronto nos libertaremos de ella por nuestra potencialidad financiera y por la importancia creciente de las industrias nacionales.
El comercio español, que domina completamente en las esferas económicas del país, nos ha prestado servicios eminentes. Tanto como fueron perjudiciales los gobernantes de la Colonia, nos han sido útiles las legiones de comerciantes e industriales procedentes de la antigua Metrópoli que residen en nuestro territorio.

Frente a la poderosa influencia norteamericana, los industriales y comerciantes españoles, han sabido conservar su hegemonía, y no hay duda que de este modo Cuba ha ganado la mejor de las victorias: aquella que consiste en que las diversas influencias y los intereses más distintos tengan su contrapeso, y haya armonía bastante para que se conserven en relación estrecha los más fecundos elementos.
En la hora de creación en que el país cubano obtenida su independencia, luchó por asegurarse el porvenir, fué preciso que conquistara posiciones supremas: las más altas de esas posiciones eran aquellas a las que había de llevarlo su confianza en sí mismo y su riqueza propia, y su aptitud para resolver sin ajeno auxilio los problemas que lo afectaran.
En este sentido, los industriales y comerciantes que se han esforzado en asegurar la independencia económica del país, le han prestado servicios dignos de la gratitud general.
Cuando las exigencias de la gran industria azucarera obligaban a demandar, en cuestión de maquinaria, constantes auxilios a los mercados extranjeros, fueron muy pocos los industriales cubanos que se atrevieron a hacerles competencia a las “plazas fuertes” del exterior.
Verdaderos héroes pudieran ser llamados los hombres que arriesgaron sus fortunas para conseguir que la patria cubana produjera los elementos de trabajo y de esfuerzo que requería su producción, creciente y fecunda hasta lo increíble.
Teníamos ya fundiciones de hierro, y fábricas de maquinaria verdaderamente importantes, sobre todo para la reparación y reconstrucción de barcos; pero nos faltaba un establecimiento montado en gran escala, que supliera a las fundiciones extranjeras hasta el punto de que ninguna de nuestras fábricas de azúcar tuviera que acudir a ellas para reponer sus implementos de trabajo.
Los talleres de fundición de Eduardo Geli, situados en Cruz del Padre número 30, han merecido en más de una ocasión los elogios y la admiración de los peritos en estas cuestiones.
Lo más notable de los talleres de Geli, es que no son una simple pailería a la antigua, con una fragua para ablandar cabillas. Es lo más completo a que se ha llegado en las industrias del hierro. El antiguo cíclope, que en los talleres del Etna construía las armas de los dioses, quedaría asombrado ante el espectáculo de este formidable establecimiento.

Eudaldo Geli fabrica maquinaria, y repone todas las piezas más necesarias para los ingenios de azúcar. Así presta al país un inmenso servicio: el que consiste en proveer a sus propias necesidades.

La casa de Geli fué fundada en 1890, por Armengol y Geli, que fué la primitiva razón social, en el propio local que hoy ocupa. Los socios fundadores hicieron el crédito y la privanza del establecimiento; pero el señor Eudaldo Geli, que es el único gerente desde hace doce años (¿1907?, se debe su mayor auge.
Hoy existen grandes fabricaciones para talleres y depósitos, entre las calles de Cruz del Padre, Consejero Arango y Carballo. Y ya está terminado el edificio dispuesto para oficinas, en la calle de Velázquez.
Los talleres donde el trabajo es continuo y obliga a desarrollar gran actividad están dotados de completa maquinaria para atender a todos los trabajos de herrería, fundición, fabricación de puertas metálicas, etc.
En dichos talleres, en donde todos los materiales que se emplean son pesados y difíciles de mover, está instalada una poderosa grúa gracias a la que se transportan con suma facilidad todas las piezas pesadas de maquinaria desde la calle hasta el fondo de la fundición.

Frente a ésta tiene la casa un gran depósito de hierro viejo y de acero; depósito del cual ofrecemos dos vistas en la presente información.
Eudaldo Geli produce todo cuanto es más necesario a la gran industria: maquinarias, cabillas corrugadas, puertas onduladas, columnas y pilastras de hierro fundido. Pero la especialidad de la casa es la preparación de acero laminado para armaduras y fabricación de casas.
Uno de los artículos que produce la fundición de Eudaldo Geli, y que representa el más poderoso recurso para las construcciones modernas es la viga de acero americana “Carnegie”, tan solicitada hoy en plaza por ingenieros, arquitectos y maestros de obras.

Otra “creación” de la casa de Gelí es el trasbordador-romana “Masiá”, que soporta los mayores pesos, y que puede ser movido por fuerza animal o mecánica. Los mejores ingenios de Cuba poseen actualmente estos trasbordadores, cuya mayor ventaja es la de que pesan y trasbordan al mismo tiempo.
Don Eudaldo Geli, que nos recibió muy amablemente en su despacho, cuando le visitaron los representantes de El Fígaro nos dijo, al hablarle de la magnífica impresión que nos produjeron sus talleres:
—Muy grande y muy doloroso esfuerzo me ha costado obtener esto que hoy poseo. Necesité luchar contra las mayores dificultades, contra los obstáculos más insalvables. Pero ya me siento vencedor. Hoy la casa trabaja con un capital de seiscientos mil pesos, —lo cual es bastante para el negocio, —y las ventas anuales ascienden a otros seiscientos mil. Para una industria cubana, y “netamente cubana”, creo que esa suma no es despreciable…
Oímos estas últimas palabras del señor Geli con verdadera simpatía. Un industrial extranjero que sabe “sentir por la tierra en que vive, y que abre todas sus puertas a los hijos del país, y que trata de engrandecer a la tierra adoptiva a la vez que se engrandece él mismo, merece plenamente la estimación general y la gratitud de los verdaderos patriotas.

De nuestra visita a los grandes talleres de fundación y maquinarias del señor Gelí (que como ya hemos dicho está establecido en Cruz del Padre 30, Cerro), salimos profundamente complacidos.
La actividad, el empeño incansable, la organización ejemplar del trabajo, las energías sabiamente encaminadas, que producen cada día frutos mejores, nos demostraron con más elocuencia que ningún elogio interesado lo que queremos comprobar:
Que la fundición de Eudaldo Geli es, no solamente la más rica y más poderosa de la Habana, sino que ha resuelto con mayor eficacia el difícil problema con que tropezaron en las antiguas épocas nuestras industrias: el de poder “funcionar” sin ajeno auxilio, y marchar sin detenerse, a expensas de sus recursos exclusivos.
Y no puede caber duda de que este triunfo no es solamente de don Eudaldo Geli y sus inteligentes y expertos auxiliares, sino del país entero, que de él ha obtenido tan seguros beneficios.
Fígaro, 1919.
De interés:
El 14 de noviembre de 1903 titulaba el cronista Enrique Fontanills desde el Diario de La Marina: Una boda esta noche. La señorita María Luisa Armengol que une su suerte, ante los altares de la iglesia del Pilar, á la del joven don Eudaldo Geli y Hero. Está señalada la nupcial ceremonia para las ocho. Agradecido á la invitación.
Bibliografía y notas
- “Las Grandes Industrias: La Fundición de Gelí y Ca.”. El Fígaro. Año XXXVI, núm. 6, 23 de febrero 1919, pp. 172-175.
- Personalidades y negocios de la Habana
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